¿Era Robert A. Heinlein un libertario?

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[Este artículo está transcrito del podcast Libertarian Tradition]

Cuando murió Robert Anson Heinlein hace 22 años este mes, en Carmel, California, con 80 años, lo más asombroso fue que consiguiera vivir tanto tiempo. Heinlein, que había nacido en 1907 en Butler, Missouri, un pequeño pueblo a unos 100 kilómetros al sur de Kansas City, tuvo una mala salud durante la mayoría de su vida adulta.

Su familia tenía relaciones con la poderosa maquinaria política de los Pendergast, el grupo que puso posteriormente a Harry Truman en el Senado de EEUU, pero  Heinlein aún así tuvo que realizar su primer año de universidad en un “junior college” de Kansas City (hoy lo llamaríamos un “community college” antes de que la maquinaria de Pendergast fuera finalmente capaz de conseguirle un puesto en Annapolis. Después de graduarse en la academia naval en 1929 con un grado en ingeniería mecánica, Heinlein se hizo al mar como oficial. Pero en sus cuatro años de servicio contrajo la tuberculosis y fue retirado con honores (en realidad jubilado con una pequeña pensión) después de una larga hospitalización a costa de la Marina.

Estamos ahora en 1934, en lo más profundo de la Gran Depresión. Robert A. Heinlein tenía 27 años y vivía en Los Ángeles, donde le había mandado la Marina tras su graduación en Annapolis cinco años antes. Solicitó ser admitido en la escuela de grado en física y matemáticas en UCLA, fue admitido y empezó allí sus clases. Pero abandonó después de solo unas pocas semanas, en parte debido a aún precaria salud, en parte porque había empezado a interesarse por la política y quería dedicar su tiempo a trabajar en la campaña a gobernador de Upton Sinclair en lugar de estudiar matemáticas y física.

Sinclair era abierto y declarado socialista, cuya campaña para la nominación demócrata para ser gobernador de California en 1934 era una derivación de su movimiento EPIC. “EPIC” era un acrónimo de End Poverty in California [Acabad con la pobreza en California]. En palabras de Sinclair, el movimiento EPIC

Propone que nuestros desempleados se dediquen a labores productivas, produciendo todo lo que ellos mismos consumen e intercambiando estos bienes entre ellos por medio de trueque, utilizando recibos de almacenamiento o certificados de trabajo o cualquier nombre que se decida poner al papel empleado. Afirma que el Estado debe aportar suficiente capital para dar a los desempleados acceso a buenas tierras y maquinaria, de forma que puedan trabajar y sostenerse a sí mismos y así descargarse de las espaldas de los contribuyentes. El movimiento “EPIC” afirma que esto no dañará a la industria privada, porque los desempleados ya no valen nada para la industria.

Robert A. Heinlein trabajó para la campaña de Sinclair en 1934 (obtuvo poco más de un tercio de los votos en las elecciones) y luego se mantuvo en el movimiento EPIC unos pocos años más. Se convirtió en personal escritor y luego editor de EPIC News, la publicación de bandera del movimiento, con una tirada de dos millones. Habiendo descubierto lo que parecía ser una inclinación natural para escribir, probó suerte con la novela: una utopía socialista polémica titulada For Us, the Living, que no se publicó hasta después de su muerte. En 1938 aspiró sin éxito a un escaño en el parlamento del estado de California sobre un programa EPIC. Luego, en 1939, con 32 años, empezó a escribir relatos cortos para revistas comerciales de ciencia ficción.

Consiguió un éxito inmediato. Meses después de publicar su primer relato en las páginas de la revista más importante de ciencia ficción del momento, Astounding Science Fiction, fue considerado ampliamente como el principal escritor de este tipo. En ocho años, en 1947, el año en que cumplió 40 años, se había convertido en el primer escritor de ciencia ficción que rompía la barrera pulp, es decir el primer escritor de ciencia ficción que publicaba no solo relato sino toda una serie de relatos, no en las revistas pulp de producción barata como Amazing StoriesAstounding Science Fiction, o Thrilling Wonder Stories, sino en las revistas “profesionales” producidas con más medios, más prestigiosas, de más circulación y mejor pagadas, como Town & Country y el Saturday Evening Post. Solo el Saturday Evening Post publicó casi la mitad de los relatos, incluyendo la historia del título, que cerraba la célebre colección de Heinlein de 1951, The Green Hills of Earth.

Fue también a finales de la década de 1940 cuando Heinlein empezó a publicar historia de ciencia ficción en Boy’s Life, la revista mensual de los boy-scouts de Estados Unidos. Fue a finales de la década de 1940 cuando empezó a escribir, al ritmo de una novela por año, los que Brian Doherty llama “una serie de novelas de CF para niños, publicada por Scribner’s, que parecía conseguir estar en todas las bibliotecas de institutos y escuelas”, una serie de “cuentos de aventuras sobre maduración personal” que hicieron de Heinlein uno de los autores favoritos de los baby boomers mucho antes de que estos fueran suficientemente mayores como para votar o pedir bebida en un bar.

Entretanto, escribía también ciencia ficción para adultos. Durante las décadas de 1950 y 1960, Heinlein ganó  cuatro premios Hugo por la mejor novela de ciencia ficción del año. En 1969 se unió a Walter Cronkite en televisión para comentar la primera llegada del hombre a la Luna. En 1975 fue nombrado primer receptor de Premio Gran Maestro por sus logros de toda una vida en este campo, por parte de la Asociación de Escritores de Ciencia Ficción de Estados Unidos. Cuando murió en 1988, sus casi cuatro docenas de libros (incluyendo novelas y recopilaciones de relatos cortos) habían vendió más de 40 millones de ejemplares. Y no han dejado de venderse en las más de dos décadas que han pasado desde entonces.

¿Por qué es todo esto importante desde el punto de vista de la tradición libertaria? Porque, entre los muchos cientos de miles de lectores que hicieron de la carrera de Robert A. Heinlein un éxito tan brillante hubo unos cuantos que posteriormente se consideraron libertarios y se asociaron de una forma u otra con el movimiento libertario organizado. No pocos de ellos estarían encantados de contaros que fue leyendo los relatos y novelas de Heinlein como descubrieron las ideas libertarias y se vieron convencidos por su poder y verdad.

A principios de la década de 1970, según una encuesta realizada en su momento por SIL, la Sociedad para la Libertad Individual, un activista libertario de cada seis había llegado al libertarismo leyendo las novelas y relatos cortos de Robert A. Heinlein. De entre los libertarios eminentes de finales del siglo XX que nombraron a Heinlein como una influencia importante en el desarrollo de su propio pensamiento político estaban Dave Nolan (el fundador del Partido Libertario) y el veterano Samuel Edward Konkin III.

¿Pero era Heinlein un libertario? Indudablemente hay ideas libertarias en alguno de sus libros. La Luna es una cruel amante, por ejemplo, la ganadora del premio Hugo a la mejor novela de ciencia ficción de 1966 es la historia de una revolución libertaria en la luna, una revolución dirigida a liberar Luna del control de políticos y burócratas de Terra, es decir, de la Tierra.

Uno de los líderes de la revolución es “un hombre distinguido con pelo blanco ondulado, hoyuelos en las mejillas y voz que sonreía”, el profesor Bernardo de la Paz, que habla del “derecho humano más básico, el derecho a negociar en un mercado libre”. De la Paz se califica a sí mismo “un anarquista racional” y argumenta que la pregunta que debemos hacernos cuando pensamos acerca de asuntos políticos es esta: “¿Bajo qué circunstancias es ético para un grupo hacer lo que no es ético que haga solo un miembro del grupo ¿” Según el profesor De la Paz, esta es “la pregunta clave (…) pregunta radical que ataca la raíz de todo el dilema del gobierno”.

Como dice el profesor:

Un anarquista racional cree que conceptos como “estado” y “sociedad” y “gobierno” no existen salvo como ejemplificados físicamente en los actos de individuos responsables. Cree que es imposible trasladar la culpa, compartir la culpa, distribuir la culpa (…) ya que culpa, y responsabilidad son asuntos que tienen lugar en el interior de seres humanos aislados y no en ningún otro lugar.

Tanto en su apariencia física (el cabello blanco ondulado, los hoyuelos, la voz sonriente) como en sus ideas, el profesor Bernardo de la Paz muestra una sorprendente semejanza con el libertario de la vida real que floreció y disfrutó de una considerable influencia dentro del movimiento libertario durante las décadas de 1950, 1960 y 1970, Robert LeFevre. Resulta que Robert A. Heinlein  y su tercera esposa, Virginia Heinlein, vivían en Colorado Springs  durante la década de 1950 y la primera mitad de la de 1960, el mismo periodo durante el que Robert LeFevre, su vecino suyo segñun parece, trabajaba como editor de páginas de opinión del Colorado Springs Gazette-Telegraph.

Heinlein  estaba escribiendo La Luna es una cruel amante durante los años en que LeFevre estaba dirigiendo su famosa Freedom School unos pocos kilómetros más adelante en la carretera, en Larkspur y trabajando por convertirla en una institución de cuatro años que pudiera conceder licenciaturas a la que quería llamar Rampart College, durante los años en que, en la práctica, LeFevre se estaba convirtiendo de editorialista y agitador a profesor. Se ha supuesto de forma generalizada, aunque nunca fue confirmado por Heinlein  o su viuda mientras estuvieron vivos, que el ficticio Bernardo de la Paz se basaba en el Robert LeFevre real.

La Luna es una cruel amante es indudablemente una novela libertaria. Es indudablemente una de las tres o cuatro novelas libertarias más influyentes del último siglo. Pero que su autor, Robert A. Heinlein, pueda ser descrito  como un libertario en sus opiniones políticas personales sigue siendo una cuestión problemática.

Hemos visto que el primer periodo de activismo político de Heinlein, de mediados a finales de la década de 1930, lo dedicó a la defensa de políticas como una renta anual garantizada, escolarización universal financiada con impuestos y apropiación por el gobierno de fábricas y granjas privadas no utilizadas de forma que pudieran ser transformadas, a costa del contribuyente, en cooperativas de trabajadores. Sea lo que sea esto, no es libertarismo.

El siguiente periodo de activismo político de Heinlein se produjo a finales de la década de 1950, durante los mismos años en que estaba empezando a conocer a Robert LeFevre. El 5 de abril de 1958, el Colorado Springs Gazette-Telegraph publicó un  anuncio a toda página patrocinado por… pero dejemos que Robert A. Heinlein cuente la historia. Las siguientes citas están tomadas del anuncio a toda página que escribió en respuesta y pagó para ser publicado una semana después, el 12 de abril de 1958.

El pasado sábado apareció en esta ciudad un anuncio a toda página para atemorizarnos para reclamar que el presidente detenga nuestras pruebas de armas nucleares.

Los instigadores fueron unas setenta personas locales y unos sesenta nombres nacionales autocalificándose como “El Comité Nacional para una Política Nuclear Sensata”.

Este manifiesto (…) es el tipo más rancio de propaganda comunista (…) oculto en un sinsentido con apariencia idealista.

Nosotros los firmantes (…) leemos ese insensato manifiesto del llamado “Comité Nacional para una Política Nuclear ‘Sensata’” y lo despreciamos. Así que lo respondemos nosotros mismos, por propia voluntad y gastando solo nuestro propio dinero.

Respecto de la guerra atómica, la mejor que podemos esperar es decenas de millones de estadounidenses muertos, tal vez más de la mitad de nuestra población eliminada en los primeros minutos.

Los riesgos no pueden evitarse sin rendirse; solo pueden reducirse haciendo al mundo libre tan fuerte que los malvados pragmáticos del comunismo no puedan permitirse asesinarnos. El precio para nosotros será un cansino año tras año de impuestos más altos, trabajo más duro, triste devoción (…) y quizá, a pesar de todo esto, muerte. ¡Pero moriremos libres!

Nosotros los firmantes no somos un comité. Sino simplemente dos ciudadanos libres de estos Estados Unidos. Amamos la vida y queremos paz (…) pero no “paz a cualquier precio”, ¡no al precio de la libertad!

Cobardes y pacifistas pensarán otra cosa.

Heinlein pedía a sus lectores que se unieran a una nueva organización que estaba creando, llamada la Liga Patrick Henry para promover sus ideas.

Tampoco, sea lo que sea esto, no es libertarismo. Como explicaba Murray Rothbard en su ensayo clásico “War, Peace, & the State”, publicado en 1963, cinco años después de la publicación de la fatua polémica de Heinlein, supongamos que

Jones descubre que su propiedad está siendo invadida, agredida por Smith. Es legítimo que Jones (…) repela esta invasión con violencia defensiva propia. Pero ahora llegamos a una pregunta más complicada: ¿está dentro del derecho de Jones cometer violencia contra terceros como corolario de su legítima defensa contra Smith? Para el libertario, la respuesta debería ser claramente que no. Recordemos que la regla que prohíbe la violencia  contra las personas o propiedades de de hombres inocentes es absoluta: existe independientemente de los motivos subjetivos para la agresión. Es erróneo y criminal violar la propiedad o persona de otro, aunque uno sea Robin Hood o esté muriendo de hambre o lo haga para salvar a sus parientes o se esté defendiendo frente al ataque de un tercero.

Con respecto a las armas nucleares, he aquí lo que tenía que decir Rothbard:

Mientras que el arco y la flecha e incluso el rifle podían apuntar a los delincuentes reales, si estaban allí, las armas nucleares modernas no pueden hacerlo. (…) Estas armas son ipso facto máquinas de destrucción masiva indiscriminada. (La única excepción sería el caso extremadamente raro en que una masa de gente que fueran todos criminales habitara una vasta área geográfica). Debemos por tanto concluir que el uso de armas nucleares o similares, o su amenaza, es un pecado y un delito contra la humanidad para el que no puede haber justificación.

Como “la característica de las armas modernas es precisamente que no pueden usarse de una forma libertaria”, argumentaba Rothbard, “por tanto, su misma existencia debe condenarse y el desarme nuclear se convierte en un bien a perseguir por sí misma. Y si realmente usáramos nuestra inteligencia estratégica, veríamos que ese desarme no es solo un bien, sino el máximo bien político que podemos buscar en el mundo moderno”.

Diez años después, en su valiosísimo introducción  a la idea libertaria, Para una nueva libertad: El manifiesto libertario, Rothbard resumía su opinión sobre lo que había dicho Robert A. Heinlein en esa anuncio de 1958 en el Colorado Springs Gazette-Telegraph.

Quien quiera tiene derecho a tomar la decisión personal de “mejor muerto que rojo” o “dadme libertad o dadme muerte”. Lo que no tiene derecho a hacer es tomar estas decisiones por otros, como haría la política belicista del conservadurismo. Lo que los conservadores están diciendo realmente es “mejor que ellos muertos que rojos” y “dadme libertad o dadles muerte”, que son gritos de batalla, no de héroes nobles sino de asesinos en masa.

Es notable que mientras que Heinlein declaraba que él y su mujer habían pagado la publicación de su anuncio “y gastando solo nuestro propio dinero”, dejaba simultáneamente claro que esperaba que todos los estadounidenses pagaran encantados “impuestos más altos” para implantar la política de asesinatos masivos que defendía. Igualmente, el hombre que escribía historias mostrando un programa espacial de éxito financiado por una empresa privada también dejaba claro que esperaba que los estadounidenses pagaran impuestos (es decir, toleraran que el gobierno les robara su dinero) para apoyar a la NASA.

Isaac Asimov, que conocía a Heinlein desde mediados de la década de 1930, estaba convencido de que sus opiniones políticas personales dependían en buena parte de la mujer con la que estaba casado en ese momento. En la década de 1930, cuando estaba casado con la esposa nº 2, Leslyn MacDonald, a quien Asimov describe como “una ardiente liberal”, Heinlein estuvo trabajando con Upton Sinclair y su movimiento EPIC. Veinte años después, masado con la esposa nº 3, Virginia Gerstenfeld, reapareció como un guerrero frío, obsesionado con la supuesta nobleza de los militares y recientemente devoto de un “mercado libre” por el que tuvo poca inclinación durante los años de la Gran Depresión.

Si fue así, yo digo “que sea así”. Muchos hombres han adaptado sus creencias para ajustarlas a las de sus esposas. Han descubierto que esto ayuda a conservar y promover la armonía familiar. Y creen que la armonía familiar es algo valioso, algo que merece la pena conservar. Robert A. Heinlein no fue el único, ni el primero, en seguir este camino.

En lo que tenemos que fijarnos, ceo, es en que en sus libros, Heinlein era él mismo. Encontró ideas sociales y políticas eternamente fascinantes (ideas acerca de las diferentes maneras en que los seres humanos podrían imaginar cómo vivir juntos pacíficamente en grandes grupos). La gustaba jugar con esas ideas, especular sobre cómo podrían funcionar en la práctica. Las ideas libertarias no fueron las únicas con las que jugó y especuló en su ficción. Pero debido a su interacción con Robert LeFevre en Colorado en las décadas de 1950 y 1960, las ideas libertarias estuvieron entre las utilizadas y dramatizadas en ciertas historias. Haya sido o no personalmente un libertario, todos los que sí lo somos tenemos una deuda profunda por escribir La Luna es una cruel amante. Solo por ese libro, Robert A. Heinlein se ha ganado un lugar en la tradición libertaria.


Publicado el 2 de junio de 2010. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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