Anatomía de un ignorante económico

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Todos encontramos más posts de blogs tontos de los habituales. La mayoría de las veces, basta con dejarlos estar. Podrías dedicar el resto de tu vida corrigiendo a zánganos y autómatas que nunca tendrán una idea original o no convencional por mucho que les provoques. Su profesor de séptimo grado, que era asimismo entrenador de atletismo, les enseñó lo que saben y se atienen a ello.

Sin embargo, de vez en cuando, por tu propio bien y el de los lectores que sospechan que el post es totalmente erróneo, pero no están muy seguros de por qué, sueltas una respuesta enérgica. Y eso voy a hacer aquí en reacción a una entrada de blog llamada “Peter Schiff: Medicare Recipients Are Lazy People Who Refuse to Pay for Their Own Health Care”.

Es más largo que mis artículos habituales, pero espero no agotar demasiado la paciencia de los lectores. En las citas indentadas están las palabras de un autor de blog que se identifica a sí mismo, curiosamente, simplemente como “Che”.

Allá vamos.

Me encanta cuando economistas de derechas hablan de las “fuerzas del mercado” y “dejar que el libre mercado dirija nuestra economía”. Hacen que suene como si el libre mercado fuera algo altruista que siempre sabe exactamente qué hacer y cuándo hacerlo.

No conozco a nadie que suscriba esta caricatura de campista juvenil. Para empezar, ningún economista de libre mercado es tan tonto como para usar una  frase como “dejar que el libre mercado dirija nuestra economía”. El libre mercado es simplemente la matriz de intercambios libres realizados por personas. ¿Cómo puede “dirigir” nada una matriz de intercambios libres?

En segundo lugar, ningún economista de libre mercado piensa que el mercado “siempre sabe exactamente qué hacer y cuándo hacerlo”. Si fuera así, ¿cómo podrían los economistas de libre mercado explicar las empresas que cierran?

El argumento que dan en realidad los economistas de libre merado es que en el mercado libre, las decisiones respecto de qué producir, en qué cantidades, usando qué métodos y en qué lugares, se hacen con vistas a satisfacer las demandas más urgentes de los consumidores. Las empresas descubren muy rápidamente qué quieren y qué no quieren los consumidores y ajustan de acuerdo con ello sus decisiones de producción.

Los beneficios indican que un sector concreto está combinando factores de producción de una forma que agrada a los consumidores. Como consecuencia, la producción en ese sector tiende a expandirse. Igualmente, las pérdidas indican que el valor se está reduciendo o destruyendo que los factores de producción se están empleando en líneas de producción que agrandan menos a los consumidores, a costa de otras líneas de producción en las que podían haber producido algo que los consumidores quisieran más.

Hay formas ilimitadas en las que las empresas pueden combinar factores de producción para producir una variedad también potencialmente ilimitada de bienes. Por suerte, las empresas no tienen que vagar en la oscuridad entre estos billones de alternativas.

Si su proceso de producción utiliza una entrada necesitada más urgentemente en otro lugar, se pagaría más por ella y tendría que encontrar un sustitutivo. Si produce demasiado de algo, las pérdidas resultantes le indicarían que produjera menos, liberando así recursos para la producción de otros bienes que los trabajadores valoran más. En todo momento, los recursos, a la vista de los deseos de los consumidores, se dirigen a aquellos procesos de producción en los que se demandan más urgentemente.

Así que no, los mercados no saben “exactamente qué hacer y cuándo hacerlo” (una caricatura juvenil), sino que la retroalimentación de las decisiones de los consumidores empuja constantemente a los mercados hacia un uso más eficiente de recursos limitados.

El gobierno, por otro lado, no tiene base racional para determinar qué producir, en qué cantidades, etcétera. Obtiene su dinero, no proporcionando un bien que la gente elija voluntariamente comprar, sino apropiándose de fondos de los miembros de su población.

Como le falta por tanto un mecanismo de retroalimentación mediante pérdidas y ganancias, toda decisión de producción que toma es absolutamente arbitraria y desperdicia necesariamente recursos. Opera completamente a ciegas. No puede ajustar la demanda de consumo, ya que no tiene forma de calcular la forma mejor y menos desperdiciadora de producir. Más aún, ni siquiera puede saber qué producir.

El libre mercado no es una entidad sin emociones que sabe todo. Está controlado por humanos susceptibles a la avaricia, la corrupción y la explotación. El libre mercado es tan puro como los seres humanos falibles que lo controlan.

Como hemos visto, el libre mercado es solo una matriz de intercambios, así que nadie en sus cabales lo describiría como ningún tipo de “entidad”, ya sea “sin emociones”, “que lo sabe todo” o “amarillo con lunares púrpuras”.

Nos ocuparemos luego de la “corrupción” y la “explotación”. Pero manteniendo la encantadora devoción de Che por el gobierno, no considera que sus propios funcionarios podrían ser susceptibles a la avaricia, la corrupción y la explotación. Posteriormente, sugiere que los políticos corruptos pueden sencillamente no ser reelegidos (¿Hasta ahora cómo funciona eso para ti, Che?). No considera la posibilidad de que empresas que no produzcan lo que quieren los consumidores igualmente no sean reelegidas en la economía simplemente absteniéndose de comprar sus productos.

Si se permitiera que gobernaran los principios del libre mercado, como quiere Schiff, lo que eso significa es que todo se basa en maximizar el beneficio.

En este punto se supone que todos jadearíamos ante la terrible perspectiva de lo que sería esto. Después de todo, el entrenador de atletismo y Michael Moore nos han contado la maldad de los “beneficios”, así que ¿qué más hay de decir, en realidad?

Pero, como hemos visto antes, el beneficio es simplemente la forma de la sociedad de ratificar las pasadas decisiones de producción. Indica lo que quieren los consumidores y (por el proceso de imputación) l mejor proceso para producirlo. Los beneficios atraen más inversión en una determinada línea de producción, hasta que la oferta aumentada de bienes en ese sector rebaja la tasa de retorno al nivel que existe en otras partes de la economía. Así nos aseguramos de que nuestros recursos limitados no se desperdician y de que se producen los bienes más urgentemente deseados.

En ausencia de beneficio como fuerza motriz, ¿cómo le gustaría a Che que se asignaran exactamente los recursos? Podemos, o bien permitir que las preferencias de los consumidores guíen la producción, o bien dejar que las preferencias personales de un monopolista (es decir, el gobierno) dicten qué debe producirse y cómo. Cuando se plantea así la pregunta, la decisión está bastante clara, por eso la pregunta nunca se plantea así.

Po cierto, ¿le gustaría a Che basar las decisiones económicas por el contrario en maximizar las pérdidas? ¿Sería mejor?

Hay dos consecuencias principales cuando la única preocupación de una economía es el beneficio
1. La calidad disminuye porque hay que recortar para ahorrar dinero y competir (Ver China).

Vamos, Che, piensa en esto un minuto. Supongamos que tienes una economía en la que el beneficio no preocupa en absoluto. ¿Subiría entonces la calidad? ¿Disfrutaríamos de productos de una calidad siempre creciente si a las empresas no se les obligara a satisfacer al público consumidor (que es lo que significa obtener ganancias) para seguir en el negocio?

¿No crees que su liberación de la necesidad de obtener beneficios podría hacerlas perezosas o no responder a la demanda de los consumidores? ¿Crees que trabajarían horas extra en productos de alta calidad por el bien de la fraternidad humana o la gran patria o cualquier otra abstracción que proponga el régimen?

Si el consumidor quiere mercancía de alta calidad, los productores competirán por proporcionársela. Si todos producen basura de baja calidad, hay una enorme oportunidad de ganancia esperando a un recién llegado que simplemente mejore la calidad del producto. ¿No crees que esas malvadas empresas saltarían ante la posibilidad de beneficio? ¿Por qué en tu escenario esos personajes malvados, arteros y avariciosos pierden repentinamente su tendencia a conseguir un beneficio?

Dirás que los consumidores no pagarán precios más altos por mercancía de calidad. ¿Pero de dónde viene esa afirmación arbitraria? Si no pagan los precios más altos, eso significa que están satisfechos con el actual nivel de calidad y que el dinero que podrían haber gastado en cosas mejores en su opinión se gasta más urgentemente en alguna otra cosa, digamos productos básicos, sin florituras.

Tú, Che, no estás en posición de juzgar su decisión. Si pagan precios más altos, les atenderán más empresas de lujo, lo que, si vuelves la cabeza ligeramente y miras un poco a tu alrededor, verás que es como ya funciona la economía.

Después de todo, no hay límite lógico a la calidad potencial de la mercancía. Igual que Chester Lampwick, de Los Simpson, alguien puede comprar una casa de oro macizo. Pero la mayoría de la gente, en su búsqueda de vivienda de mejor calidad, puede no querer vivir en una casa de paja, pero igualmente está dispuesta a quedarse lejos de una casa de oro macizo. No hay forma arbitraria de decidir, aparte de las corrientes de gasto voluntario derivadas de los consumidores y las decisiones de producción realizadas sobre esta base, qué relación de calidad con asequibilidad debería escoger la gente.

Pero de nuevo lo único que tenemos que hacer es mirar alrededor para encontrar la refutación de la extraña afirmación de Che. ¿Son hoy los automóviles de peor calidad de lo que eran, digamos, en 1977? ¿Alguien querría intercambiar su Blu-Ray por un VCR de 1981? El Blu-Ray asimismo cuesta solo un poquito menos, en términos reales, que el VCR de 1981, podría añadir. Te creo en que hay algo malvado en todo esto, Che, pero es que no lo veo.

2. Los salarios bajan porque esto [la búsqueda de beneficios del empresario] pone a los trabajadores unos contra otros. Por ejemplo, si no hay regulaciones laborales, puedo pagar a una mujer mucho menos que a un hombre por hacer el mismo trabajo. Esto fuerza los salarios a la baja, porque ahora un hombre debe aceptar un salario devaluado si quiere un trabajo.

Por esto los que no son químicos no escriben sobre química y los no botánicos se mantienen lejos de la botánica. En este punto nuestro autor simplemente está inventando.

Sobre esto podría decirse muchísimo, incluyendo el punto evidente de que aunque los trabajadores sí compiten unos contra otros (igual que los factores de producción), los empresarios tienen que competir la mano de obra, igual que tienen que competir por el acero o cualquier otra entrada. Pero para una respuesta sencilla a la afirmación de que bajo condiciones competitivas bajarían los salarios, planteamos una sencilla pregunta: ¿ha ocurrido esto en la práctica?

Durante el siglo XIX, sin ninguna de las instituciones que Che piensa que hacen que aumenten los salarios, los salarios reales se cuadruplicaron. Según él, esto no debería pasar: la competencia entre trabajadores debería hacer bajar los salarios. Pero a quién vamos a creer: ¿a Che o a nuestros propios ojos?

Pero procedamos ahora con la segunda frase: en un mercado libre, Che pagaría a una mujer menos que a un hombre, lo que hace a su vez que los hombres tengan que aceptar salarios más bajos.

No me sorprende que Che crea que los salarios se determinan al capricho arbitrario de los empresarios: es la idea convencional entre la gente en general, después de todo, y sería impensable desviarse de eso. Nos agarramos a lo que nos enseña nuestro profesor de estudios sociales, evidentemente.

Pero si en un genuino mercado libre las empresas pueden rebajar arbitrariamente los salarios de las mujeres, seguido a su vez por los de los hombres, ¿por qué no rebajan ahora mismo los de hombres y mujeres? La legislación de igualdad de pago no tiene nada que decir acerca de rebajar salarios de ambos sexos, así que ¿por qué no se lanzan los empresarios y usan sus poderes mágicos de rebaja de salarios ahora mismo? ¿Por qué deberían esperar hasta que se derogue la legislación de igualdad de pago y luego seguir el camino enrevesado de Che para este mismo resultado rebajando primero los salarios de las mujeres y luego aceptando a los hombres a aceptar también bajos salarios?

La respuesta, por supuesto, es que los salarios no son arbitrarios. Si las empresas intentaran hacer lo que propone Che, el resultado no será que los salarios masculinos bajarían. La competencia por la mano de obra aumentaría los salarios de las mujeres.[1]

No tiene sentido pretender que el nivel de compensación del que disfrutan hoy los trabajadores tenga algo que ver con el salario mínimo o los sindicatos: la inmensa mayoría de los estadounidenses ganan mucho más que el salario mínimo y los sindicatos siempre han sido un factor mínimo en Estados Unidos. Los salarios de los trabajadores de EEUU constantemente han estado por encima de aquellos en los países mucho más sindicalizados de Europa. Che no puede acudir a nada de esto: deberíamos, de acuerdo con su lógica, estar todos ganando el salario mínimo.

También se olvida completamente en la explicación de Che la tendencia de las renta reales a aumentar en un mercado libre.

¿Cómo se produce este proceso? Cuando las empresas aumentan y mejoran el equipo y maquinaria a disposición de sus trabajadores, su trabajo se hace más productivo. Imaginemos a alguien usando una carretilla elevadora frente a amontonar palets con las manos desnudas o fabricar libros con equipamiento moderno frente a la imprenta del siglo XVI. La cantidad de producción que puede generar la economía se aumenta así, a menudo de forma radical, y este aumento en la producción pone su correspondiente presión a la baja en los precios del consumo (en relación con los salarios).

Así que no hay nada natural ni inevitable acerca de la disponibilidad de este equipamiento de capital mejorador de la productividad. No cae del cielo. Viene de la abstención del consumo del capitalista y la asignación de los recursos no consumidos a la inversión de capital.

Este proceso es la única forma por la que puede aumentar el nivel general de vida. Solo de esta forma puede el trabajador medio producir la mínima fracción de lo que hoy acostumbra a producir. De esto se deduce que solo bajo estas condiciones puede esperar poder consumir la mínima fracción de lo que hoy acostumbra a consumir.

Los aumentos en la productividad del trabajo que produce el capital adicional empujan a la baja los precios en relación con los salarios. Al aumentar la cantidad total de producción, esos aumentos aumentan la relación entre bienes de consumo y oferta de trabajo.[2] Dicho más sencillamente, las mejoras en el proceso de producción que llevan a una mayor oferta de productos hacen estos más baratos y accesibles para la gente.

Por eso, para ganar el dinero necesario para adquirir un amplio rango de necesidades hoy hacen falta menos horas de trabajo que en el pasado. Gracias a la inversión de capital, que es a lo que se dedican las empresas cuando no se les quitan sus beneficios (por parte de gente como nuestro amigo Che), nuestra economía es mucho más productiva físicamente de lo que solía ser y por tanto existen bienes de consumo en mucha mayor abundancia y son por tanto correspondientemente menos estimados que antes.

Por ejemplo, en 1950 los estadounidenses tenían que trabajar seis minutos para ganar el dinero para comprar una barra de pan; en 1999 se había reducido a solo tres minutos y medio. Para poder comprar una docena de naranjas en 1950 hacía falta 21minutos de trabajo. Solo 9 minutos en 1999. Pagar 100 Kw/h de electricidad requería dos horas de trabajo en 1940, pero solo 14 minutos en 1999. Alguien en 1900  habría tenido que trabajar nueve horas, frente a las cuatro horas de 1950 y las tres horas de 1999 para ganar el dinero para comprar unos pantalones vaqueros. Para un pollo, eran 160 minutos en 1900, 71 en 1950 y 24 en 1999.[3]

Cuando Che quiere gravar a empresas, como seguro que quiere, está defendiendo el sabotaje directo del proceso por el que todos en la sociedad ven aumentar su poder adquisitivo. La sociedad estadounidense, en resumen, habría sido mucho más rica si los tipos del impuesto de la renta hubieran sido inferiores a lo largo del siglo XX.

Si el gobierno no se hubiera apropiado de tantos recursos para desperdiciar en consumo, esos recursos habrían estado disponibles para inversiones que habrían hecho a la economía permanentemente capaz de producir muchas más riqueza que en caso contrario. Como consecuencia, el nivel de vida de todos habría sido mucho mayor.

Si no hay regulación de las “fuerzas del mercado” por el gobierno, se pone esencialmente el poder en manos de CEO que no tienen ninguna responsabilidad ante nadie, salvo sus accionistas y, para mantener contentos a los accionistas, debe maximizarse el beneficio por cualquier medio necesario. Si eso significa explotación y corrupción, que así sea.

Como aquí no se definen “explotación” ni “corrupción”, no tengo forma de saber de qué habla Che. Por “explotación” debe de referirse a la teoría marxista de que la competencia intensificada lleva a salarios inferiores, un absurdo del que ya nos hemos ocupado.

Por “corrupción” podría referirse a una de dos cosas. Podría referirse al uso de fraude, robo o alguna otra violación de la ley. Si eso es lo que significa, ya no está hablando de un mercado no intervenido, que castiga comportamientos criminales, antimercado como esos y por tanto su comentario es irrelevante. Si alguien incumple la ley, que se le castigue. Si es culpable y no es castigado, difícilmente será culpa del mercado: después de todo ¿quién monopoliza la provisión de tribunales y policía? (Os daré una pista: no es el libre mercado).

También podría referirse al uso del cabildeo para conseguir privilegios especiales del gobierno o perjudicar a la competencia. Tampoco está criticando realmente al libre mercado, aunque crea que sí. Su crítica no es al libre mercado, sino al propio gobierno.

El libre mercado no contiene ningún mecanismo coactivo para conceder privilegios especiales para nadie. Solo el gobierno tiene el poder para iniciar la coacción. ¿Quieres una sola institución monopolista que tenga plenos poderes para ordenar la sociedad como le parezca y vas a pretender sorprenderte cuando resulta estar dominada por fuerzas antisociales?

Si se permitiera a las regulaciones públicas controlar la economía, los que instalaran las regulaciones podrían ser responsables si estas son demasiado intrusivas.

Consideremos el Código de Regulaciones Federales. Todos los años, el Registro Federal añade unas 70.000 páginas más al Código. Si se eliminara solo una de esas páginas, todos moriríamos instantáneamente. ¡Están ahí para mantenernos a salvo! Según Che, ninguna de estas regulaciones podría ser “demasiado intrusiva”: ¡sin duda la habríamos derogado si lo fuera!

Me recuerda a una alumna que tuve que, tras saber que los Job Corps fueron un completo fracaso bajo cualquier patrón concebible, preguntaba ingenuamente por qué no se abolieron. No culpo a esa alumna: con esa pregunta estaba empezando a entender cosas por primera vez. Che en realidad tiene un blog sin plantear nunca una sola pregunta no convencional.

En el mundo de Che, no existe toda la literatura de “captura” sobre regulación, que describe como la industria y las grandes empresas en particular influyen en la regulación para beneficiarse. La regulación solo existe para el bien público.

Por el contrario, aquí va un pequeño toque de realidad.

En la caricatura habitual, si apoyas el libre mercado tienes que apoyar la contaminación y otras formas de invasión de la propiedad. Por el contrario, quien crea en el libre mercado se opone a estas cosas porque dañan la propiedad de otros sin su consentimiento. Eso no significa que la única solución sea la “regulación”. He aquí una forma genuina de libre mercado de pensar acerca de estos temas.

Che puede estarse refiriendo también a la desregulación de la banca y los mercados financieros, que es bastante dura a pesar de toda la palabrería acerca de la “desregulación”.  La desregulación es casi siempre falsa, como cuando a las instituciones financieras se les permite hacer apuestas más arriesgadas mientras el gobierno asegura sus depósitos.

Las quejas por una falta de regulación también están fuera de lugar. Si se derrumba un castillo de naipes, no necesitas cinta adhesiva o pegamento (el equivalente a “más regulación”. Necesitas un castillo completamente nuevo, construido con buenos cimientos. En otras palabras, necesitas un sistema de moneda fuerte que no pueda ser manipulado por los gobiernos o sus bancos centrales. Esa opción no existe en el mundo de Che, ya que en su mundo el sistema que tenemos ahora ya es de libre mercado. Me he ocupado un poco de esto aquí y aquí.

Además, las regulaciones existentes no veían nada malo en la forma en que estaba funcionando el modelo de titulización y de hecho las instituciones financieras estaban en línea con los diversos requisitos de capital propuestos por los patrones regulatorios internacionales. El propio sistema de regulaciones daba a los bancos un incentivo para mantenerlos préstamos titulizados, socavando así la función de disipación del riesgo que había de proporcionar. ¿La solución es añadir más reguladores? ¿O podría haber algo incorrecto en el mismo sistema (un sistema en guerra con el libre mercado, un sistema que genera el extremo apalancamiento e inestabilidad que observamos periódicamente?

Se olvida habitualmente otra pregunta evidente en este contexto, que es por qué un regulador sin participación financiera en una empresa sabría mejor cómo satisfacer la demanda del consumidor que el dueño de un negocio cuya propia riqueza dependa de hacerlo bien. ¿Eres supersticioso?

Sin embargo comentaristas a patadas que reclaman más regulación atribuyen poderes mágicos a gente que en el mundo real tienden no ser dignos de estas exageraciones. Como dice Robert Higgs: “Si se les hubiera dado aún más poderes, presupuesto y personal, ¿qué poder mágico habría transformado a estos aparentes guardianes en tenaces e inteligentes defensores del interés público en lugar de en los zánganos y conspiradores con las empresas reguladas que siempre han sido?”

¿Cuántos alumnos de escuelas de negocios u otros grados aspiran a convertirse en reguladores? Lo diremos educadamente y observaremos sencillamente que son los más lentos lo que acaban en las agencias regulatorias y los más brillantes los que acaban siendo empresarios de éxito. ¿Esperamos que un chico que se graduó como 505ºen una promoción de 508 no se vea superado por otro que se graduó como 12º?

Por fin, el libre mercado no infla la oferta monetaria no empuja a la baja los tipos de interés hasta niveles que promueven burbujas insostenibles. Si no hubiera habido burbuja inmobiliaria creada por la Fed, para empezar, no podría haberse producido el crash resultante. El libre mercado castigo a los tomadores imprudentes de riesgos, mientras que es el gobierno el que los rescata (animándoles así a tomar riesgos más grandes en el futuro). Fue en la Reserva Federal, no en libre mercado, donde apareció la “opción Greenspan” (la promesa implícita de rescatar a los grandes miembros de Wall Street). El Financial Times advertía que estas garantías estaban animando inversiones peligrosamente arriesgadas.

El libre mercado no da esas garantías y por tanto promueve una clase más cautelosa y sensata de empresario. ¿Podría haber aquí una lección?

Hacer que el gobierno sea responsable de sus acciones se llama Democracia.

Hacer a un CEO responsable de sus acciones se llama imposible.

¿Podrían ser estas las líneas más risibles de toda la pieza? Che se ha tragado la propaganda que recibió en la escuela sin ninguna pizca de pensamiento independiente. Nuestros sabios funcionarios están preocupados por el bien común y todo lo que podrían hacer contra los intereses del pueblo son desgraciadas aberraciones, una mera “corrupción” que puede castigarse en las próximas elecciones. ¡Porque nuestros sistema político hace al gobierno responsable ante el pueblo!

Podría escribir todo un libro sobre esto, así que ciñámonos a un par de puntos evidentes. Nuestro gobierno declaró una guerra en 2003 bajo justificaciones ridículas y transparentes que llevó a hasta un millón de personas muertas y cuatro millones de desplazados. Antes de eso, en la década de 1990, tuvimos un régimen bipartidista de sanciones que mató a medio millón de niños iraquíes. (Adviértase que nuestros líderes no niegan esa estadística: simplemente dicen que el precio “merecía la pena”).

¿Quién, mi querido Che, fue considerado “responsable” de eso? ¿Alguien? ¿Qué supuestos pecados de cualquier gran empresa de EEUU pueden siquiera aproximarse a eso?

El Sistema de la Reserva Federal, que disfruta de un monopolio público sobre la creación de dinero de curso legal, creó las condiciones que llevaron a la actual crisis económica. He dado algunos de los perfiles del argumento aquí y en Meltdown, mi último libro). ¿Se hizo “responsable” de eso a alguien?¿En realidad quién en el gobierno ha sido responsable de algo en relación con la crisis financiera?

¿Nos estás diciendo que los rescates públicos fueron un ejemplo de acción pública en lugar de un pago evidente a amigos y aliados del régimen? Los rescates, de hecho, fueron un ejemplo de intervención pública para impedir que el libre mercado hiciera responsables a los CEO.

El régimen habitualmente mata, mutila, destruye, roba y, en buena medida, espía al pueblo. ¿Cómo hace “responsable” exactamente de esto la “democracia” , Che? ¿Te refieres al proceso electoral en el que los estadounidenses recientemente pudieron elegir entre un republicano a favor del imperio, los rescates y la guerra y un demócrata a favor del imperio, los rescates y la guerra?

¿Quieres hacer responsable a un CEO? Deja de comprar su producto. ¿Cómo dejo de comprar el “producto” del gobierno? Vaya, me olvidé, no lo compré: el dinero para financiarlo me lo quitaron.

Hay un mercado para el control corporativo, por cierto, pero la misma gente que se queja más fuerte acerca de los CEO irresponsables tiende a ser la más opuesta y la que quiere poner mayores barreras a las fusiones empresariales. Aquí de nuevo el gobierno crea obstáculos en el camino de los intentos del mercado de corregir malas asignaciones de recursos.

Ahora, podéis decir que estoy siendo demasiado duro con Che. El pobrecillo esta solo repitiendo lo que aprendió en el instituto. ¿Cómo puedo culparle? Este tipo de propaganda es lo que se enseña a los niños y no podemos culpar a Che por repetir sencillamente lo que dijo su profesor.

Le culpo por ser tan incorregiblemente poco curioso. Los más brillantes se dan cuenta de que se les alimenta con la propaganda más cruda y del tipo más evidente, que está pensada para hacer de ellos pequeños sirvientes obedientes con sus señores, que afirman protegerles de los malvados explotadores de los que han sabido por sus libros de texto. Estos chicos buscan la verdad y descubren que los verdaderos explotadores son los propios señores, parásitos de la economía productiva, que viven de los frutos del trabajo de otros mientras culpan de los males sociales resultantes a los diversos ogros que se ha enseñado a los niños a odiar.

Por el contrario, los chicos más lentos memorizan lo que les dice el profesor, lo repiten en el examen y lo repiten como loros durante el resto de sus vidas.


[1] El precio de los factores en el mercado, incluyendo factores originales como la mano de obra,  de produce por imputación inversa de las valoraciones de los consumidores del producto final. La teoría económica está explicada en Murray N. Rothbard, Man, Economy, and State: A Treatise on Economic Principles (Auburn, Ala.: Ludwig von Mises Institute, 1993 [1962]), cap. 5-9. [El hombre, la economía y el estado]. Los diversos mitos acerca de la desigualdad de poder negociador de la mano de obra y la importancia de los sindicatos para el bienestar material de los trabajadores se explican en Thomas E. Woods, Jr., The Church and the Market (Lanham, Md.: Lexington, 2005), pp. 73-78.

[2] George Reisman, Capitalism (Ottawa, Ill.: Jameson Books, 1996), p. 621.

[3] Michael Cox y Richard Alm, Myths of Rich and Poor (Nueva York: Basic Books, 1999), p. 43.


Publicado el 10 de septiembre de 2009. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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