El llamado insider trading puede tener lugar en empresas cotizadas. Se produce cuando una persona al tanto de información (insider) intenta beneficiarse comprando y vendiendo acciones utilizando información no pública para anticipar el precio futuro de la acción.
Por ejemplo, el Sr. Povedilla, director de Joint Public Works Ltd., sabe que JPW va a firmar un importante contrato que puede aumentar el valor de la empresa y por tanto subir el precio de la acción. Al usar este conocimiento antes de que sea público, puede comprar acciones de JPW y beneficiarse de la posible alza una vez se haga el anuncio.
¿Está el Sr. Povedilla dañando a otros inversores y accionistas de JPW al dedicarse a estas prácticas? Mucha gente puede concluir que el Sr. Povedilla está en cierto modo “abusando” de la persona o entidad de la que compra acciones de JPW antes del anuncio del importante nuevo contrato. Los que ven abuso en este caso pueden por tanto defender controles legales sobre dichas actividades.
Sin embargo, esa solución legal no es tan fácil ni apropiada como parece. Primero, debería advertirse que el uso interno de información no está libre de riesgos: incluso si los que se oponen al insider trading piensan que este necesariamente conseguirá una enorme recompensa con el comercio gracias a la información privilegiada, la verdad es que este aún tiene que anticiparse al mercado para beneficiarse, como en cualquier otra oportunidad de negocio. Y siempre hay incertidumbre sobre cómo reaccionará el mercado a una nueva información. Además, puede ocurrir cualquier tipo de nuevos acontecimientos inesperados, haciendo que el precio de la acción no se comporte como espera el insider. El éxito del insider trading no está garantizado, sino sujeto a los mismos riesgos generales en los que se incurre en cualquier otra transacción.
Segundo, la operación del trading del insider es una transacción realizada voluntariamente por la contraparte. En otras palabras, la persona que inetrcambia acciones con el insider lo hace porque también busca beneficiarse de la transacción. De otra manera, no la consentiría. Esto implica que la contraparte cree que tiene información y análisis que no tiene el insider. Llevado al extremo, podría decirse que está tratando de “abusar” del insider. De hecho, todos tenemos información privada, nuestra propia experiencia vital, que nos hace interpretar de formas diferentes las condiciones existentes del mercado.
Algo visto como positivo por alguien puede ser percibido como negativo por otro. Sin embargo nadie diría que todo el que comercie con acciones está “abusando” de las otras partes debido a la información privada que pueda tener.
Finalmente, desde un punto de vista más teórico, los insiders proporcionan información al mercado por medio de sus transacciones. Gracias a ellos, esta información llega más rápido al mercado de lo que ocurriría sin su implicación, lo que a su vez acelera la aproximación de los precios bursátiles al valor real de las acciones. Este proceso ha sido explicado pro Rothbard en su análisis del papel social de los especuladores.[1] Además, el mero hecho de que un insider quiera vender o comprar proporciona información sobre el valor de la acción.
Incluso si aceptamos que el insider trading no debería prohibirse, podríamos seguir considerando qué información debería proporcionarse por parte de los insiders (o empresas afectadas) y las condiciones (principalmente, los términos) en que deberían proporcionarse.
Este problema pueden resolverlo los propios mercados bursátiles. Las condiciones impuestas al insider trading (incluyendo su prohibición) deberían ser simplemente características de cada mercado bursátil. Así, la definición en cada bolsa de lo que constituye un insider trading inaceptable debería estar en las manos del propietario u operador del mercado. A su vez, la competencia entre mercados bursátiles, es decir el “mercado de las bolsas”, revelaría las preferencias entre clientes de bolsa en el asunto de las reglas de insider trading.
Si hay (o puede haber) competencia entre mercados bursátiles, es decir, si las empresas pueden elegir en qué bolsas hacer cotizar sus acciones, preferirán, en igualdad de condiciones, aquellas bolsas en las que participen más inversores (es decir, más posibles compradores).[2] La cantidad de inversores participantes depende por supuesto de las condiciones en que puedan acceder a información relevante para sus inversiones, entre otras características. Estos inversores pueden elegir comprar acciones en una u otra bolsa, dependiendo de los precios de las transacciones o, si quieren, de las condiciones impuestas al insider trading o de otros factores.
Una empresa que elige una bolsa concreta en la que hacer cotizar sus acciones tiene que cumplir con las condiciones requeridas por el propietario de la misma, incluyendo las relativas al insider trading. Los inversores, a la vista de estas condiciones, eligen en qué bolsa operar. Si no consideran que las reglas de insider trading son apropiadas, pueden ir a otros mercados bursátiles. De la misma manera, si una empresa cotizada prefiere realizar insider trading sin cumplir con las condiciones de una bolsa concreta, tendrá que buscar otra en la que cotizar.
De esta manera, son las preferencias individuales de inversores y empresas las que dan forma a los requisitos para el insider trading, sin necesidad de intervención del estado. Esta aproximación elimina incluso la necesidad percibida de sanciones legales contra el insider trading que han sido siempre infundadas debido al hecho de que todas las partes toman parte voluntariamente en la transacción.[3] Por supuesto, si los insiders incumplen cualquiera de las normas impuestas por una bolsa concreta, serán sancionados privadamente por los propietarios de la bolsa. Después de todo, también a la bolsa le interesa demostrar que se respetan sus normas de cara a sus inversores participantes.
Si pretendemos eliminar o regular el insider trading, basta con permitir la libre competencia entre mercados bursátiles eliminando las barreras legales de entrada. Los consumidores determinarán así las condiciones óptimas para su regulación privada.[4]
[1] Ver el capítulo 2.7 de El hombre, la economía y el estado.
[2] Las bolsas son realmente empresas, que pueden cotizar en bolsa como cualquier otra empresa. En España, BME es la empresa que gestiona los mercados bursátiles.
[3] En Japón, el insider trading fue legal hasta 1988 y muchos japoneses no entienden todavía que ahora sea ilegal.
[4] Gracias al profesor Jesse Fried, de la Facultad de Derecho de Harvard por liderar el taller en el que nacieron estas reflexiones.
Publicado el 14 de enero de 2014. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.