Carreteras públicas, subvenciones y los costes del fracking

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Gracias a la extracción de petróleo mediante fracturación hidráulica, también conocida como fracking, EEUU no solo está en vías de ser independiente energéticamente, sino que se predice que se convertirá en exportador neto de petróleo y gas en 2025. Ya se han empezado operaciones serias de perforación en la Pizarra de Utica, que subyace en mucha de la parte nordeste de EEUU, de la que se dice que contiene los depósitos más ricos de gas natural y crudo del país. Solo con las excavaciones de la Pizarra de Bakken en Dakota del Norte, se ha descubierto gas suficiente como para varias generaciones. Y desde 2008 los precios del gas natural han decrecido en casi un 75%.

Algunos de los pioneros originales del fracking son impresionantes en sus habilidades emprendedoras y técnicas. Entre los innovadores del fracking, incluyendo a Harold Hamm, Aubrey McClendon, Tom Ward y George Mitchell, pocos tienen una licenciatura universitaria o alguna experiencia en geología o perforación petrolífera y son sencillamente ejemplos de las energías creativas que desata el mercado. Sin embargo el sector del fracking indudablemente no está cerca de ser un mercado libre y puede ser muy dependiente de las subvenciones públicas. El impacto de Mitchell en el desarrollo de la tecnología del fracking, por ejemplo, se considera a veces igual al impacto de Henry Ford en el automóvil, pero Mitchell era muy conocido en las décadas de 1980 y 1990 por pedir al gobierno federal un mayor apoyo. Debido a un historial de éxitos en el Eastern Shales Project, el Departamento de Energía concedió a Mitchell una enorme cantidad para desarrollar tecnologías que perforaran más profundo en la tierra.

En 1980, empezó la desgravación fiscal de la Sección 29 para empresas de “gas no convencional”. Apoyaba grandes inversiones en infraestructura para llevar a cabo operaciones de perforación y posteriormente llevaron triplicar la producción de gas no convencional. Fue a finales de la década de 1990 cuando llegó el gran descubrimiento de la tecnología del fracking, con la creación de la “slickwater”, la polémica mezcla de `productos químicos estándar en el sector que se usa en las inyecciones subterráneas de agua. Este fluido es esencial para crear rápidamente fracturas en la gruesa roca sedimentaria suficientemente anchas como para que el gas se filtre hacia arriba y sea recogido. Antes de este descubrimiento, la slickwater había recibido ayuda federal durante más de veinticinco años.

Las iniciativas del Estado sobre temas de fracking se remontan a la década de 1950, antes de que el gas natural se convirtiera en el combustible preferido en los hogares. Durante tres décadas, desde los campos bituminosos de Texas y Wyoming a los de Marcellus en el este, el gobierno federal contribuyó con más de 100 millones de dólares al desarrollo de proyectos de I+D sobre fracking y miles de millones más en desgravaciones fiscales. En 2013, el sector del gas natural y el petróleo sumaron unos 3.200 millones de de dólares en subvenciones energéticas federales. Halliburton, junto con otras dos empresas (Apache y Chesapeake), dominaron casi el 63% del mercado estadounidense de inyección a presión. En 2005, la administración Bush implantó la Ley de Agua Potable Segura, que eximía la perforación de gas natural en terrenos federales y permitía a las compañías perforadoras un vacío legal para no tener que declarar los productos químicos utilizados en excavaciones.

Entretanto, hay razones reales para preocuparse por el impacto de las operaciones de fracking, incluyendo su impacto en el medioambiente y en las infraestructuras. Tan alarmante como los temas medioambientales y de salud respecto del material cancerígeno (y radioactivo) encontrado en los residuos del fracking, el mayor coste económico proviene de las carreteras financiadas por el contribuyente. Por cierto, que los costes del daño en carreteras debido al transporte de petróleo en grandes camiones circulando día y noche ha sobrepasado los ingresos fiscales generados por el fracking en la mayoría de los estados.

De hecho, muchos de los pozos de petróleo están ubicados en terrenos federales, así que no debería estar más allá de nuestra comprensión por qué la burocracia rechaza cualquier consideración de las existencias de capital de las carreteras. En una entrevista con el director del plan de carreteras local de Cornell, dice que “Es como el salvaje oeste en esas carreteras” y “Todos ponen sus reglas”. Sin embargo es más probable que los problemas no se deban tanto a una falta de “reglas”, sino a una falta de verdadero respeto por la propiedad privada cuando los temas de propiedad se confunden y oscurecen por parte del gobierno en lo que se refiere a los terrenos federales, la propiedad privada y los derechos mineros.

Si las carreteras fueran privadas, como los terrenos que las rodean, solo mediante la experiencia, un sistema funcional de precios y prueba y error podría un propietario calcular el verdadero coste de la perforación de petróleo. Además, los dueños de propiedad estarían motivados para asegurarse de que la rentabilidad del fracking sería suficiente como para realizar las importantes reparaciones de las carreteras después de la perforación. ¿Podría sostenerse el fracking sin subvenciones y sin el uso gratuito de infraestructura finita y frágil? No está claro.

Aunque ahora más de nuestra energía procede de energías renovables y nuclear, las subvenciones al petróleo y el gas siguen siendo importantes y como estos últimos son recursos finitos, hace falta más atención hacia cuál será la energía de nuestro futuro a largo plazo. Incluso el geólogo de Penn State, Terry Englelder, que es un importante defensor del fracking reconoce: “No puede proporcionar soluciones a largo plazo”.


Publicado el 19 de junio de 2014. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.