La historia de Roy A. Childs Jr. (1949–1992)

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[Este artículo está transcrito del podcast Libertarian Tradition]

Roy Alan Childs Jr. nació el 4 de enero de 1949 en Buffalo, Nueva York. Si hubiera vivido, habría cumplido 62 años hace unas dos semanas. Una vez dijo a su amiga íntima Joan Kennedy Taylor que empezó a interesarse por asuntos políticos con 9 años. Y para cuando entró en el instituto en 1962 había empezado a leer algo de pensamiento libertario e individualista. Continuó haciéndolo durante el resto de sus años en el instituto.

Dijo a Joan que leyó El manantial, de Ayn Rand en 1965 y lo encontró tan perturbador a la vista de algunas de las ideas religiosas que se le habían enseñado que quemó su ejemplar. “Pero”, recordaba Joan a principios de la década de 1990, poco después de la muerte de Child,

se recuperó y continuó lleyendo Himno y La rebelión de Atlas. Decía que estaba “fascinado” por La acción humana  de Mises en las navidades antes de cumplir 17 años, que El descubrimiento de la libertad, de Rose Wilder Lane hizo de él un libertario “más que cualquier otro libro” y que los dos influencias intelctuales más importantes para él durante estos años fueron Ayn Rand y Leonard Read, de la Foundation for Economic Education.

Después de graduarse en la instituto en 1966, Childs se matriculó en la cercana Universidad Estatal de Nueva York en Buffalo, decidido a doctorarse y conseguir un empleo como profesor de universidad. Pero durante su primer año, como relataba Joan a principios de 1990, “se empezó a interesar por las enseñanzas de Robert LeFevre y su Freedom School, y en 1967 consiguió una de las cuarenta becsas completas para el Curso Completo de LeFevre”.

LeFevre había dado a su Freedom School (fundada en 1957, el verano anterior a que se publicara La rebelión de Atlas) un nuevo nombre para entonces. Ahora era el Rampart College, y LeFevre estaba ocupado contratando miembros de la facultad y haciendo planes para convertirlo en una universidad libertaria acreditada de cuatro años y concesora de licenciaturas tan pronto como se resolvieran todos los detalles necesarios.

Roy Childs produjo una gran impresión a LeFevre y sus profesores y compañeros alumnos en el Curso Completo de ese verano de 1967. Apenas había terminado el curso cuando, como recordaba Joan,

Se anunció la Rampart College Newsletter (…) el nuevo Pine Tree Features Syndicate [que] distribuiría artículos de escritores como Murray Rothbard, F.A. Harper (el fundador del Institute for Humane Studies), Robert LeFevre, [el economista] Hans Sennholz… y algunos graduados del curso, incluyendo a R.A. Childs Jr. Artículos suyos fueron distribuidos por Pine Tree Features en 1967 y 1968 y en la primavera de 1968 Rampart Journal incluía su primer artículo publicado: “La contradicción del objetivismo”.

La “contradicción” que Childs creía que estaba atormentando al objetivismo desde dentro era esencialmente la misma que había identificado Murray Rothbard una década antes: si llevaras los argumentos de Ayn Rand acerca de la naturaleza del gobierno y los derechos individuales hasta su conclusión lógica, tendrías que concluir que el estado es una institución ilegítima y debería abolirse. En otras palabras, Ayn Rand, si fuera tan coherente como siempre afirmó ser, sería una anarquista.

En este momento Childs tenía 19 años y estaba solo acabando su segundo año en la universidad. Sin embargo abandonó la universidad al final de la primavera de 1968 para unirse al personal docente del Rampart College como ayudante de formación. Incluso se mudó a Larkspur, Colorado. Pero a los pocos meses de su llegada, quebró toda la empresa de la Freedom School (incluyendo Rampart Journal, Pine Tree Press y Pine Tree Features). Robert LeFevre trasladó todo lo que quedaba del Rampart College (principalmente su curso por correspondencia) al sur de California. Childs volvió a Buffalo y a las aulas de su universidad en el otoño de 1968 y continuó trabajando, no solo en sus cursos, sino también sobre su argumentación sobre la contradicción en la postura objetivista en filosofía política.

En el siguiente verano, el verano de 1969, creyó que por fin la había perfeccionado. La reescribió en forma de una carta abierta a la propia Ayn Rand y la remitió a The Rational Individualist, un mensual de pequeña circulación que se publicaba en los suburbios de Washington DC por un grupo de antiguos estudiantes del objetivismo que se hacían llamar la Society for Rational Individualism (SRI).

“Una carta abierta a Ayn Rand: el objetivismo y el estado”, por R.A. Childs, Jr. apareció en el número de agosto de 1969 de The Rational Individualist, junto con un prólogo editorial de Jarret Wollstein, de SRI. Wollstein escribía que “SRI ha cambiado su declaración de principios, porque ‘Mr. R. A. Childs’ les ha convencido de que cualquier gobierno es inmoral”. SRI, que aspiraba a suceder al recientemente difunto Nathaniel Branden Institute como hogar institucional del movimiento objetivista, acababa de adoptar una postura que les alejaría para siempre de cualquier movimiento objetivista oficialmente reconocido, una postura que era más rothbardiana que randiana. Podríamos decir que el SRI fue una de las primeras grandes victorias de Roy Childs en su campaña por vender el rothbardismo a los estudiantes del objetivismo.

El otoño de 1969 fue, por supuesto, una temporada agitada para el naciente movimiento libertario. Al mismo tiempo en que el SRI había saltado del barco randiano y se había convertido en libertario, los alumnos activistas que habían creado el Caucus Libertario de la organización conservadora de juventud Young Americans for Freedom (YAF) había decidido salir de la YAF en masa y buscar apoyo institucional para sus actividades en otro lugar. Ese otoño, SRI se fusionó con el antiguo Caucus Libertario de la YAF para crear la Society for Individual Liberty (SIL).

Y no le llevó mucho tiempo al liderazgo de la nueva organización concluir que el crecientemente influyente “Mr. R.A. Childs” debería ser apartado de su actual carrera  como alumno en la SUNY Buffalo “para convertirse en el editor asociado de The Individualist (el nuevo formato del Rational Individualist) y dirigir el SIL Book Service”. Así que Childs abandonó de nuevo SUNY al final de la primavera de 1970 para emplearse en SIL en Silver Spring, Maryland.

Después de dos años en el puesto, Childs tuvo una idea, que llevó a Robert Kephart, director de Human Events, una revista semanal anticomunista con sede en Washington DC. Kephart se había considerado un conservador pero había sido convencido por una serie de conversaciones con Childs de que en realidad era otra cosa: un libertario. Childs explicó a Kephart su nueva idea, su gran visión de un movimiento libertario creciente y próspero, liderado por una revista combativa y sensacionalista llamada Libertarian Review, y Kephart le compró totalmente la idea.

Permitió que Childs le convenciera para comprar las existencias y la lista de distribución del SIL Book Service. Permitió que Childs le convenciera para registrar el nombre Libertarian Review. Pero vaciló ante la idea de lanzar en ese momento una revista a gran escala. Por el contrario potenció la antigua SIL Book Review, añadiendo páginas y nuevos críticos y cambiando el nombre de la publicación a Books for Libertarians.

Kephart razonaba que si Books for Libertarians crecía y prosperaba, luego, en unos pocos años, podía expandirse más. Tenía en mente convertirse en un formato tabloide que recordara la New York Review of Books (NYRB), echando mano del nombre Libertarian Review que tenía reservado y acabando como una versión libertaria de la NYRB. Era un poco distinto de la visión de Childs, pero era algo que Childs podía aceptar muy fácilmente.

Este disfrutaba de tipo de ensayos largos de reseñas en los que se especializaba la NYRB y ansiaba escribir ese tipo de artículos. Childs quedó como editor de Books for Libertarians y volvió a su última fase del trabajo que le hizo ganar su primera fama en el movimiento libertario: el trabajo de presentar las obras de Murray N. Rothbard a los antiguos alumnos del objetivismo que constituían la mayor parte del emergente movimiento libertario.

No está claro si Childs descubrió la obra de Rothbard durante su primer año en SUNY Buffalo o pocos meses después cuando realizó el Curso Completo de Robert LeFevre en el Rampart College en el verano anterior a su segundo año. Pero la descubrió el algún momento alrededor de 1966 o 1967. Parece haber conocido a Rothbard en persona en 1968 o 1969, cuando Childs tenía 20 años, a través de Ralph Raico, un profesor rothbardiano de historia de Europa en SUNY Buffalo y durante mucho tiempo amigo y socio de Rothbard.

Childs estaba tremendamente impresionado por lo que leía dentro de las cubirtas de los libros de Rothbard y por lo que oía al propio Rothbard en ese famoso salón de la 215 West 88th Street. Y estaba decidido a pasar su conocimiento a los estudiantes del objetivismo que habían empezado a anegar el movimiento libertario después de la desaparición en 1968 del Nathaniel Branden Institute y la posterior implosión del movimiento objetivista.

Rothbard era un admirador de Ayn Rand, dentro de un límite. La conoció al principio de la década de 1950 cuando volvió a Nueva York desde Hollywood después de escribir la adaptación cinematográfica de su novela El manantial. En ese momento ella no le gustó. Pero, como dice el biógrafo de Rothbard, Justin Raimondo, cuando La rebelión de Atlas “saltó a lo alto de la lista de superventas” en el otoño de 1957, Rothbard tuvo que sentarse y prestar atención. Era, pensaba, “un enorme logro para la diseminación masiva de ideas libertarias”, “un libro, a pesar de ser una novela, defendiendo explícitamente el capitalismo de laissez faire y lo esencial de la propiedad privada como principio básico organizativo de una sociedad libre”. ¿Cómo no podía “simpatizar e incluso entusiasmarse por el éxito del libro”?

Tal vez lo más importante a largo plazo era que la nueva audiencia masiva que estaba atrayendo Rand para las ideas libertarias era, creía Rothbard, “en general, poco culta y necesitada de educación en varias áreas clave” y la idea de desempeñar un papel importante en formar a esta gente era algo que verdaderamente le atraía. Aunque le atraía tanto como para poder tolerar la compañía de Rand y su círculo íntimo para asumir ese papel. Por tanto pasaron diez años antes de que a los estudiantes del objetivismo se les presentara el rothbardianismo en un número importante, y cuando ocurrió, el hombre que lo hizo posible no fue el propio Rothbard, sino el joven Roy Childs, de Buffalo, Nueva York.

Desde el punto de vista de Childs, Rand y Rothbard tenían mucho en común. En términos de filosofía en general, la parecían prácticamente idénticos. Ambos creían en una realidad objetiva cognoscible por todos los seres humanos dispuestos a usar sus facultades racionales para investigarla. Ambos creían en el interés propio racional como guía para la acción personal.

Su principal área de desacuerdo era la filosofía política. Rand insistía en la necesidad de un estado pequeño y muy limitado. Rothbard era un anarquista. De ahí que el punto de partida de Childs en su cruzada para convertir a randianos al rothbardismo había sido su argumento de que un randiano coherente debe ser un anarquista. Y cuando se convirtió en editor de Books for Libertarians en 1972, empezó a publicar críticas laudatorias de los libros de Rothbard: El hombre, la economía y el estado, America’s Great Depression, The Panic of 1819, Poder y mercado, ¿qué ha hecho el gobierno de nuestro dinero?, prácticamente todo lo que Rothbard había publicado hasta entonces.

El primer número de Books for Libertarians data de julio de 1972. Poco más de dos años después, en octubre de 1974, Books for Libertarians se convirtió en Libertarian Review. Aproximadamente un año y medio después, Libertarian Review abandonó el antiguo formato de boletín que había heredado de Books for Libertarians y pasó a un formato tabloide no muy distinto del de la New York Review of Books. En el número anterior, de enero-febrero de 1976, Libertarian Review se había convertido en una publicación bimensual.

Pero para cuando tuvieron lugar todos estaos cambios, Childs hacía tiempo que se había ido. Ni siquiera permaneció el tiempo suficiente para ver cómo Books for Libertarians se convertía en Libertarian Review. No duró ni siquiera dos años como editor de Books for Libertarians. Su primer número fue el de julio de 1972, su último el de abril de 1975. Con 25 años, ignominiosamente despedido de la publicación que fue su idea, su creación, su hija, ¿qué había pasado? ¿Qué le había llevado a esa situación? El fracaso continuo en cumplir con sus plazos.

Conocí a Roy Childs en el otoño de 1972, pocos meses después de que empezara Books for Libertarians y le traté durante 20 años. En ese tiempo, nunca le vi prestar mucha atención a los plazos. Escribiendo o editando algo, lo hacía a su propio ritmo y acababa cuando acababa y si algo resultaba estar tarde, bueno, que fuera así. Tener las cosas correctamente era siempre para él más importante que el que se hicieran. Bob Kephart, por el contrario, quería que estuviera listo cada número de Books for Libertarians y que estuviera a tiempo. No veía otra forma de hacerlo para conseguir independencia financiera. Así que dejó que Childs se fuera y contrató a un sustituto.

Childs no iba a dejar que este contratiempo le desanimara. Pero tampoco iba a darse por vencido, ante Kephartm o cualquier otro. Inmediatamente empezó a trabajar en su regreso, escribiendo y publicando largos artículos y reseñas que sabía que le darían, a él y a su trabajo, la atención de los que agitaban y sacudían el movimiento, no solo del liderazgo intelectual del movimiento, sino asimismo de gente rica como Bob Kephart que tenía los recursos para hacer que fructificaran los planes de los intelectuales.

Un ensayo, “La defensa del capitalismo en nuestro tiempo”, le hizo ganar un viaje con todos los gatos pagados a Bruselas para la reunión de 1974 de la Sociedad Mont Pelerin, donde se relacionó con gente de este tipo. Otro artículo, “La mano invisible contraataca”, una disección devastadoramente inteligente del libro ganador del National Book Award, Anarquía, estado y utopía (1974), de Robert Nozick, fue presentado por primera vez en la tercera Conferencia de Investigadores Libertarios en 1975. Childs también habló en las conferencias de investigadores libertarios de 1976 y 1977, y en 1977 se convirtió en investigador asociado del Centro de Estudios Libertarios en Nueva York y en miembro del consejo editorial del Journal of Libertarian Studies.

Al final pasó aquello por lo que había estado trabajando. Consiguió atraer la atención de Charles Koch, un rico petrolero de Kansas que había proporcionado antes mucho del apoyo financiero para la Freedom School de Robert LeFevre. Y consiguió convencer a Koch para que comprara Libertarian Review a Bob Kephart y la convirtiera en una revista mensual editada por Roy Childs.

Quería que la nueva Libertarian Review reflejara un marco ampliamente ecuménico de actitud ante el libertarismo; no sería una revista solo para objetivistas o solo para rothbardianos, sería una revista para libertarios de todos los tipos (o, al menos, de muchos tipos). Ya había conseguido el acuerdo con Murray Rothbard para que este escribiera regularmente para la Libertarian Review y había reclutado a dos rothbardianos, el historiador Leonard Liggio y el economista Walter Grinder, como editores asociados. Ahora, pensaba, sería bueno añadir al menos un randiano a la cabecera.

Pero tendría que haber sido un randiano inusualmente abierto de mente: uno que pudiera trabajar constantemente con rothbardianos. Y tendría que ser un randiano que pudiera escribir tan eruditamente sobre temas y acontecimientos actuales como el mejor de los rothbardianos y hacer con al menos igual facilidad: tendría que ser un randiano que pusiera de su parte. O una randiana. ¡Qué idea! ¿Pero había una mujer randiana que era erudita sobre temas y acontecimientos actuales, pudiera escribir y pudiera ser tolerante con los anarquistas rothbardianos? Estaba Joan Kennedy Taylor, por supuesto. Pero no había escrito nada acerca de temas y acontecimientos actuales en diez años. ¿Y sería tolerante con los rothbardianos? Bueno, no se perdía nada con probar.

Childs probó y de nuevo consiguió lo que quería. En su primer número de julio de 1977, tenía a Joan Kennedy Taylor en su cabecera como editora asociada junto con los rothbardianos. Durante los siguientes cuatro años y medio, Childs editó Libertarian Review, siguiéndola a través de todo el país cuando trasladó sus oficinas de Nueva York a San Francisco y de vuelta cuando se volvió a trasladar, esta vez de San Francisco a Washington DC.

Cuando dejó de publicarse a finales de 1981, se hizo cargo de un puesto en el Instituto Cato, donde editó libros y escribió artículos sobre política exterior. Desde allí, a mediados de la década de 1980, volvió a Nueva York para convertirse en director editorial de Laissez Faire Books, donde fue responsable de leer los nuevos títulos que llegaban al mercado sobre historia, filosofía, economía y actualidad, tomando decisiones preliminares acerca de cuáles de estos títulos tendría que llevar adelante Laissez Faire Books y escribiendo reseñas de la mayoría de los libros que la compañía acababa publicando.

Estas reseñas se publicaban en la mensual Laissez Faire Review, que, por supuesto, se duplicaba como un catálogo de libros por correo. Es por este papel (como autor de lo que Brian Doherty llama apropiadamente “reseñas eruditas del catálogo mensual del vendedor libertario por correo Laissez Faire Books”) por el que probablemente se recuerde más hoy a Childs. Ya en 1994, diez años después de que empezara a trabajar en Laissez Faire Books y dos años después de su muerte con 43 años, Joan Kennedy Taylor escribía que “mucha gente solo conoce a Roy como el principal crítico de libros para Laissez Faire Books”; en su opinión, entre las cualidades que “le hicieron ganar gran multitud de fans” durante esos años estaban “sus muchas lecturas, que empleaba a menudo para poner el libro que estaba reseñando en un contexto más amplio; su voluntad de apuntar desacuerdos que tenía con el libro que estaba recomendando [y] sobre todo, su inextinguible entusiasmo”.

La importancia de Childs en la tradición libertaria se extiende sin embargo mucho más allá de su obra como escritor. Incluso en sus peores trabajos era un escritor bastante bien. A veces era muy bueno. Pero el periodismo es siempre una carrera, una carrera que normalmente conlleva compromiso. Pocas veces tienes suficiente tiempo para dar a un artículo la forma que realmente te gustaría que tuviera. No tienes muchos tiempo y a menudo tienes que poner lo mejor que puedas en el tiempo que tengas como sustitutivo de lo mejor que puedas hacer. Las prisas con las que siempre tenía que escribir todo lo que escribía han dañado en buena parte lo que escribió Childs. Y una de las razones para que su propia escritura sufriera por el exceso de prisa es que dedicaba demasiado tiempo a reescribir artículos para otra gente conocida que simplemente no escribía tan bien (al menos en esa etapa de sus carreras).

También ha pasado el tiempo. Parte de lo que impresionaba tanto a la gente acerca de los ensayos de Childs era el hecho de que era evidentemente una mente brillante escribiendo sobre la marcha evaluaciones bastante detalladas de asuntos y acontecimientos entonces actuales, como (por usar nombres que se le asemejaron mucho en el periodismo de su tiempo) William Buckley, Norman Podhoretz, Nat Hentoff o Nicholas von Hoffman. Escribía tan bien como ellos, al menos la mayor parte de las veces, y era incluso más astuto. Después de todo era un libertario de una pieza.

En aquel entonces había pocas otras voces libertarias de este tipo. Desde el punto de vista actual, mucho de lo que escribió Childs parece menos brillante que en su momento, porque, con tres décadas de perspectiva, ahora parece evidente que tenía la comprensión correcta de los acontecimientos y asuntos de los que escribía. Lo sabía hace 30 años.

Pero su brillantez se extendía mucho más allá de su propia escritura. Era un talentoso editor jefe, el tipo de hombre que podía hablar con intelectuales prestigiosos para que escribieran para su revista por una décima parte de lo que ganarían (y para una fracción de la audiencia que alcanzarían) si vendieran el artículo a Harper’s o Esquire o The Atlantic. Era el tipo de editor que planificaba los ejemplares con meses de adelanto, que veía el panorama general, hacia dónde se dirigía la revista y por qué. También era, como le llama Brian Doherty:

El tipo de hombre cuya presencia pone sonrisas en los rostros de la gente. Era el tipo de personaje que necesita todo movimiento ideológico (…) el incansable creador de redes, escritor de cartas, llamador por teléfono, dedicado a una visión más amplia de un proyecto libertario a largo plazo que se extiende más allá de cualquier trabajo que esté haciendo, dedicado a promocionar y conectar a otros camaradas libertarios para que produzcan obras tangibles propias.

En su mejor momento, a finales de sus veintitantos años y principios de sus treintaytantos, era, como dice Doherty: “la inspiración y apoyo personal más sólido para una naciente generación de jóvenes libertarios”.

Roy Childs fue uno del puñado de personas de quienes podría decirse que si no hubieran vivido, si no hubieran hecho lo que hicieron, no existiría el movimiento libertario tal y como los conocemos hoy.


Publicado el 21 de enero de 2011. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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