Richard Cantillon: El padre fundador de la economía moderna

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[Este artículo está extraído de Historia del pensamiento económico, vol. 1, El pensamiento económico hasta Adam Smith]

La mayoría de la gente, economistas y legos por igual, piensan que la economía nación de golpe, por decirlo así, de la cabeza de Adam Smith a finales del siglo XVIII. Lo que iba a conocerse como el primer periodo, o “clásico”, del pensamiento económico moderno, desarrollado luego, a partir de Smith, a través de David Ricardo, incluyendo una aproximación agregativa y una teoría del valor coste de producción o incluso trabajo.

Sin embargo sabes ahora que este relato el completamente incorrecto. Pues el pensamiento económico moderno, es decir, el análisis que se centra en explicar la economía de mercado, se desarrolló medio siglo antes de La riqueza de las naciones de Smith, y no en Gran Bretaña, sino en Francia. Más significativamente, los escritores franceses, a pesar de su diversidad, deben calificarse no como pre-ricardianos, sino como proto-“austriacos”, es decir, como predecesores de la aproximación individualista, microeconómica, deductiva y de valor subjetivo que se originó en Viena en la década de 1870.

Cantillon el hombre

El honor de ser llamado el “padre de la economía moderna”, pertenece, por tanto, no a su receptor habitual, Adam Smith, sino a un mercader, banquero y aventurero irlandés afrancesado que escribió el primer tratado de economía más de cuatro décadas antes de la publicación de La riqueza de las naciones. Richard Cantillon (ca. 1680-1734) es uno de los personales más fascinantes en el historia del pensamiento social o económico. Se sabe poco acerca de la vida de Cantillon, salvo el hecho de que murió multimillonario, pero as más importantes investigaciones modernas demuestran que nació en el condado de Kerry en una familia de la aristocracia rural irlandesa que se había visto desposeída por el invasor puritano inglés, Oliver Cromwell. El primo hermano de Cantillon, también llamado Richard, emigró a París tras la desposesión, para convertirse en un banquero de éxito, perpetuando así la tradición, nacida en el siglo XVI, de exiliados religioso-políticos de Gran Bretaña que emigraban a Francia.[1] Los Cantillon fueron parte de la emigración católica, centrada, a finales del siglo XVII, en el pretendiente Estuardo al trono de la Gran Bretaña.

Richard Cantillon se unió a la emigración a París en 1714, convirtiéndose rápidamente en el asistente jefe de su primo en el banco de este último. Además, el tío de la madre de Richard, Sir Daniel Arthur, era un importante banquero en Londres y París y Arthur había nombrado al primo de Richard corresponsal en París de su banco con sede en Londres.[2] En dos años, Cantillon estuvo en disposición de comprar la propiedad del banco a su primo.

Richard Cantillon estaba ahora en la importante posición de banquero de la corte Estuardo en el exilio, así como de la mayoría de los emigrantes británicos e irlandeses en París. Pero su golpe más importante vino de su asociación con el aventurero y archiinflacionista escocés John Law (1671-1729), que había captado la imaginación y la avaricia del regente de Francia. La muerte del anciano Luis XIV en 1715 había iniciado un régimen más relajado y optimista, cuyo control había obtenido el regente, el duque de Orleáns. John Law convenció al regente de que Francia podía encontrar una prosperidad permanente y no tenía que tener más preocupaciones acerca de la deuda pública. El gobierno francés solo necesitaba financiar fuertes déficits con una infusión masiva del relativamente nuevo dispositivo del papel moneda público.

Convirtiéndose en el principal financiero del gobierno francés, e incluso en interventor general de las finanzas de Francia, Law desató una enorme inflación que generó la salvajemente especulativa burbuja del Mississippi (1717-1720). La burbuja creó millonarios instantáneos antes de estallar, dejando a John Law en la pobreza y en desgracia. De hecho, la misma palabra “millonario” se acuñó durante los embriagadores años de la burbuja del Mississippi.[3]

Pero cuando se apagó el tumulto, apareció el astuto Richard Cantillon, después de haber sido un socio importante en las especulaciones del Mississippi de John Law, como multimillonario. La leyenda dice que, al principio de su meteórica carrera arruinando las finanzas de Francia, John Law había acudido a Cantillon y le había advertido: “Si estuviéramos en Inglaterra tendríamos que llegar a un acuerdo y aclarar las cosas, pero como estamos en Francia puedo enviarte esta tarde a la Bastilla si no me das tu palabra de abandonar el reino en veinticuatro horas”. A lo que Cantillon supuestamente habría contestado: “espera, no me iré y haré que tu sistema tenga éxito”. En todo caso, sabemos que Law, Cantillon y el especulador inglés Joseph Edward (“Beau”) Gage crearon una empresa privada en noviembre de 1718. Gage era tan rico por la especulación en papel en el banco de Law de emisión de papel patrocinado por el gobierno, la Compañía del Mississippi, que intentó seriamente, en este periodo, comprar el reino de Polonia a su rey, Augusto.

Al irse desenvolviendo la burbuja del Mississippi, Cantillon, un astuto analista de los temas monetarios, vio agudamente que la burbuja estaba condenada a estallar pronto, y tomo las medidas apropiadas para ganar millones por la locura de sus socios y clientes. Prestando dinero a Gage y otros con el que comprar acciones infladas de la Compañía del Mississippi, Catillon vendió tranquilamente sus propias acciones, así como las infladas que le habían dejado sus acreedores como garantía, metió todos sus papeles en una carpeta, tomó los millones acumulados y se fue a Italia, para esperar allí seguro “la tormenta financiera que podía ver que se estaba creando”. Después de que Gage y los demás clientes de Cantillon quebraban en el crash de 1720, los persiguió para que liquidaran sus deudas, para las que se contentaban con pagar tipos de interés de hasta el 55% y que incorporaban una enorme prima de inflación.

Richard Cantillon volvió multimillonario a París, aunque siendo impopular entre sus antiguos socios y deudores. Pronto se casó con Mary Anne, hija del anciano conde Daniel O’Mahony, un general irlandés. Su suegra, Charlotte Bulkeley, era cuñada de James Fitz-James, duque de Berwick, mariscal de Francia e hijo natural del rey inglés Jacobo II; era por tanto el pretendiente de los Estuardo, Jacobo III. Así que Cantillon se casaba y entraba en una familia militar irlandesa muy relacionada con los Estuardo y la corte francesa.

En algún momento de la década de 1730, probablemente en torno a ese mismo año, este banquero y especulador de éxito escribió su gran obra, en francés, el Essai sur la nature du commerce en général. Como estaba entonces de moda, debido a la censura de la época, este tratado no se publicó, sino que circuló ampliamente como manuscrito, en círculos literarios e intelectuales, hasta que fue finalmente publicado dos décadas después, en 1755.

El fin de la vida de Richard Cantillon fue tan misterioso y aventurero como toda su carrera. En mayo de 1734, mientras vivía en Londres, en una de sus muchas casas en las principales ciudades de Europa, Cantillon murió en un incendio que hizo arder su casa hasta los cimientos. Posteriormente se descubrió que había sido asesinado dentro de la casa, siendo el fuego presumiblemente para ocultar el asesinato. Se juzgó a tres de sus sirvientes pos su asesinato y fueron declarados no culpables, mientras que su cocinero francés, que había sido despedido tres semanas antes, huyó al extranjero con una considerable cantidad de joyas. El cocinero francés huido nunca fue encontrado. El conde de Egmont, cuyo hermano vivía en el siguiente portal al de Cantillon, escribió en su diario que este “era un hombre depravado y sus sirvientes tenían mala reputación”. Y así murió, bajo circunstancias muy misteriosas, el único economista importante en la historia que perdió su vida como víctima de un asesinato.[4]

Metodología

El Essai de Cantillon ha sido calificado justamente por W. Stanley Jevons “el primer tratado sobre economía” y el historiador del pensamiento económico Charles Gide se refería a él como el primer tratamiento sistemático de la economía política. La mejora evaluación general es la de F.A. Hayek, el economista austriaco que ha hecho importantes trabajos en historia del pensamiento: “este dotado observador independiente, disfrutando de un punto ventajoso insuperable en medio de la acción, coordinó lo que vio con los ojos de teórico nato y fue la primera persona que consiguió penetrar y presentarnos casi todo el terreno de lo que ahora llamamos economía”.[5]

Los escolásticos habían escrito tratados generales sobre casi todo el conocimiento humano, en los que las explicaciones de la economía o el mercado desempeñaban un papel subordinado y en la era mercantilista, los mercantilistas  y sus críticos hacían como mucho aperçus inteligentes sobre asuntos económicos concretos (normalmente política económica). Pero Richard Cantillon fue el primer teórico en delimitar un área independiente de investigación (la economía) y en escribir un tratado general sobre todos sus aspectos.

Una razón por la que Cantillon fue el “primero de los modernos” es que separó el análisis económico de sus anteriores mezclas con preocupaciones éticas y políticas. Los mercantilistas, dominantes en el pensamiento económico en el último o los dos últimos siglos, eran defensores especiales cuyos mínimos análisis se aportaban al servicio de fines políticos, ya fuera para subvencionar intereses particulares o aumentar el poder del estado. Los escolásticos medievales y renacentistas, aunque incomparablemente más razonados y sistemáticos, habían embebido su análisis económico en un marco moral y teológico. Para salir de la ciénaga mercantilista, era necesario desviarse, centrarse en las características económicas de la acción humana y analizarlas, abstrayéndolas de otras preocupaciones, por muy importantes que fueran. Separar el análisis económico de la ética, la política o incluso los datos económicos concretos no significaba que estos temas no fueran importantes o no deban revisarse nunca. Pues era imposible decidir la ética de la vida económica o lo que el gobierno debería hacer o no sin descubrir cómo funcionaba el mercado u qué efecto podrían tener las intervenciones. Cantillon presumiblemente, al menos vagamente, veía la necesidad de al menos esta emancipación temporal del análisis económico.

Además, Cantillon fue el primero en usar esas herramientas propias de la abstracción económica que Ludwig von Mises identificaría posteriormente como método indispensable del razonamiento económico: el Gedankenexperiment (o experimento mental). La vida humana no es un laboratorio en el que el experimentador pueda fijar todas las variables y luego variar una para determinar sus efectos. En la vida humana, todos los factores, incluyendo la acción humana, son variables y nada permanece constante. Pero el teórico puede analizar relaciones de causa-efecto sustituyendo el experimento de laboratorio por abstracciones mentales. Puede fijar variables mentalmente (el método de suponer “en igualdad de condiciones”) y luego razonar los efectos de permitir que cambie una variable.

Al empezar con “modelos” simples e introducir complicaciones sucesivas tras analizar los más sencillos, el economista puede por fin descubrir la naturaleza de la economía de mercado en el mundo real. Así el economista puede concluir válidamente de su análisis que, “en igualdad de condiciones” (ceteris paribus), un aumento en la demanda aumentará el precio.

En la década de 1690, un líder en la emergente oposición liberal-clásica al estatismo y el mercantilismo de Luis XIV, el juez provincial sieur de Boisguilbert, había introducido en la economía el método de abstracción y aproximaciones sucesivas, empezando con el modelo más sencillo y procediendo a una creciente complejidad. Al ilustrar la naturaleza y ventajas de la especialización y el comercio, Boisguilbert había empezado por el intercambio hipotéticamente más sencillo (dos trabajadores, uno produciendo lana, el otro trigo) y luego extendido su análisis a un pueblo pequeño y finalmente a todo el mundo.

Richard Cantillon desarrolló mucho este método sistemático de abstracciones y aproximaciones sucesivas. Usó liberalmente el método ceteris paribus. A través de este método analítico descubrió relaciones de causa-efecto en la economía de mercado. La Francia de los tiempos de Cantillon era un país de grandes propiedades feudales, resultado de las conquistas de siglos pasados. Y así empezó Cantillon brillantemente el análisis económico en su Essai con la suposición de que todo el mundo consistía en un estado gigantesco.

En esa construcción reconocidamente “irreal”, pero iluminadora, toda la producción depende de los deseos del propietario del monopolio, que simplemente dice a todos lo que hacer. Dicho de otra manera, la producción depende de la demanda, salvo que aquí hay en la práctica solo un demandante, el terrateniente monopolista.

Cantillon hace luego un cambio realista simple en su modelo. El terrateniente ha dejado los terrenos a distintos productores de todo tipo. Pero tan pronto como eso ocurre la economía ya no puede continuar con un hombre dando órdenes. Para su funcionamiento continuo, los productores individuales deben intercambiar sus productos y aparece una economía de mercado, con su correspondiente competencia, comercio y sistema de precios. Además, aparece el dinero en estos intercambios como producto que sirve como un muy necesario medio de intercambio y “medida” del valor.

Valor y precio

Cantillon realizó el primer análisis complejo moderno de los precios del mercado, mostrando en detalle cómo la demanda interactúa con las existencias  para formar precios. Frente a los clasicistas Smith y Ricardo y anticipando a los austriacos, Cantillon estaba muy interesado en la formación de los precios en el mundo real (es decir, los precios reales de mercado), en lugar de en la quimera de los precios “normales” a largo plazo. En una reciente discusión sobre Cantillon, el profesor Vincent Tarascio lo interpreta como un clásico o neoclásico, al menos en sostener que los precios de mercado tienden en el largo plazo a aproximarse al “valor intrínseco” de un bien, es decir, el coste de producción del producto en términos de entradas de tierra y trabajo. Era la teoría de Smith-Ricardo del “equilibro” de precios, que ha sido extendida básicamente en la teoría del “equilibrio general” de Walras.

Pero aunque hay pasajes en Cantillon que justifican esta postura y el término “avlor intrínseco” es ciertamente desafortunado, el profesor David O’Mahony, en un agudo comentario sobre el artículo de Tarascio, apunta que la aproximación de Cantillon era, en realidad, pre-austriaca. Primero, O’Mahony demuestras que el análisis de precios de Cantillon era el austriaco para una existencia dada de un bien evaluado y demandado por consumidores.

Citando a Cantillon: “está claro que la cantidad de un producto o de una mercancía ofrecida a la venta, en proporción a la demanda o número de compradores, es la bases sobre la que se fijan o siempre se supone que se fijan los precios reales de mercado”.  La demanda, a su vez, es subjetiva, dependiendo de “humores, modas, modo de vida”, etc. Estas valoraciones subjetivas son las que imparten valor a los productos ofrecidos a la venta. Es el “consentimiento de la humanidad”, dice Cantillon, el que da valor a “encajes, hilo, telas finas, cobre y otros metales”. Para Cantillon, los precios reales del mercado están determinados por la demanda: “A menudo ocurre que muchas cosas que realmente tienen este valor intrínseco no se venden en el mercado por esa valor: eso depende de los humores y modas de los hombres y de su consumo”.

Así que el valor de los productos lo imparte la valoración del consumidor: una idea proto-austriaca crucial derivada de los escolásticos medievales y españoles tardíos. De hecho, durante siglos, la postura escolástica y postescolástica había sido que el valor de los bienes se determina por la “utilidad” y la “escasez”, por la valoración subjetiva de una oferta dada. Cuanto mayor sea la utilidad, mayor será el valor, y cuanto más abundante sea la oferta, más bajo será el valor y precio de cualquier bien en el mercado. La aproximación de Cantilloin es un desarrollo complejo y elaborado de la postura escolástica.

Aunque Cantillon considera el “valor intrínseco de una cosa”, “la medida de la Tierra y el Trabajo que entran en su producción”, concede inmediatamente que la valoración subjetiva por los consumidores determina el precio, en lugar del “valor intrínseco”.[6]

Entrando en detalles sobre el valor intrínseco, Cantillon se refiere al caso hipotético de un americano que viaje a Europa a vender pieles de castor para sombreros, pero se ve “correctamente asombrado al saber que los sombreros de lana son tan utilizables como los de castor y que toda la diferencia, que genera un viaje marítimo tan largo, es la moda de quienes piensan que el castor es más ligero y agradable a la vista y el tacto”. En resumen, todo el coste de producción, todo el trabajo y esfuerzo que se empleaba en la producción y transporte de pieles de castor, no significa nada si el producto no satisface lo suficiente al consumidor como para pagar los costes y permitir al producto competir con otro producto de forma más barata en casa. Es la demanda del consumidor la que determina las ventas, así como el precio.

O’Mahony continúa apuntando que el modelo de estado-monopolio de Cantillon demuestra claramente que la demanda (en este caso, la del terrateniente monopolista mundial) determina el precio, y no el coste de producción. Así que Cantillon no prefiguraba la teoría clásica del equilibrio de que el coste de producción constituía el determinante a largo plazo, y por tanto presumiblemente el más importante, del precio del mercado. Por el contrario, para Cantillon el coste de producción tenía una función muy importante: decidir si un negocio podría dar beneficios u obtener pérdidas y dejar el negocio. Si el valor del consumidor y por tanto el precio de venta de un producto es suficientemente alto como para más que cubrir los costes, el empresa obtiene un beneficio; si no es suficientemente alto, sufre pérdidas y acaba teniendo que dejar el negocio. Es una parte importante de la visión austriaca del papel de los costes. Así, Cantillon explica costes y precios en la fábrica de encajes de Bruselas:

Si el precio que las damas pagan por el encaje no cubre todos los costes y beneficios no habrá estímulo para esta fabricación y el empresario cesará de realizarla o irá a la quiebra, pero como hemos supuesto que esta fabricación se continúa, es necesario que todos los costes estén cubiertos por los precios pagados por las damas de París.

Por tanto el movimiento hacia el equilibrio a largo plazo no es un proceso de ajustar los precios del mercado a costes intrínsecos de producción a largo plazo, sino de trabajadores y empresarios entrando y saliendo en diversas líneas de producción hasta que los costes de producción y los precios de venta se igualan. Como bien dice O’Mahony:

Así que para Cantillon no es tanto que los valores intrínsecos existan automática y espontáneamente y que los precios del mercado se dirijan hacia ellos, como que los precios ofrecidos en el mercado que determinan en qué costes de producción pueden incurrirse y no que los costes de producción determinen cuáles deben ser los precios.

Por supuesto, hay una gran distancia, tanto entre la aproximación de Cantillon y la de los posteriores Smith-Ricardo, como con la de los modernos neoclásicos ricardianos: ¿de dónde vienen los “costes de producción”? frente a aproximación de Cantillon y los clásicos, no hay nada intrínseco ni ordenado por alguna fuerza misteriosa fuera del sistema económico. Los costes de producción, como finalmente apuntaron los austriacos, están determinados por la demanda esperada de bienes y servicios del consumidor.

La incertidumbre y el empresario

Una de las contribuciones notables de de Cantillon al pensamiento económico es que fue el primero en destacar y analizar al empresario.[7] Para este mercader, banquero y especulador del mundo real, había sido inconcebible caer en la trampa ricardiana, walrasiana y neoclásica de suponer que el mercado se caracteriza por el conocimiento perfecto y por ser un mundo estático de certidumbre.  El mercado del mundo real está permeado por la incertidumbre, y es función de hombre de negocios, el “aventurero”, el empresario, atender y considerar esa incertidumbre invirtiendo, pagando gastos y luego esperando un retorno rentable.

Así que los beneficios son una recompensa por una previsión con éxito, por entender con éxito la incertidumbre en el proceso de producción. La suposición crucial smithiana-ricardiana y walrasiana (clásica y neoclásica) de que la economía está en perpetuamente en un estado de equilibrio a largo plazo inexorablemente elimina el mundo real de incertidumbre. Por el contrario, se centra en un País de Nunca Jamás y por tanto de perfecta certidumbre y perfecto conocimiento del presente y el futuro.

Así Cantillon divide a los productores en el economía de mercado en dos clases: “gente contratada”, que recibe un salario fijo o renta fija de la tierra, y empresarios, con retornos no fijos e inciertos. El empresario-granjero asume el riesgo de los costes fijos de producción y de unos precios inciertos de venta. Excepto para quienes solo venden “su propio trabajo”, los empresarios de negocios deben aportar dinero que, después de hacerlo, está “fijo” o dado desde su punto de vista. Como las ventas y los precios de venta son inciertos y no fijos, su renta empresarial se convierta en un remanente incierto.

Cantillon también considera que la omnipresente incertidumbre que asumen los empresarios es parcialmente consecuencia de un mercado descentralizado. En un mundo de un propietario monopolista, el mismo propietario decide precios y producción y hay poca incertidumbre empresarial. Pero en el mundo real los empresarios descentralizados afrontan una gran cantidad de incertidumbre y deben asumir sus riesgos. Para Cantillon, competencia y empresarialidad van de la mano.

Como en el caso de Frank Knight y los austriacos modernos, la teoría del empresario de Cantillon se centra en la función empresarial, su papel como asumidor de incertidumbre en el mercado, en lugar de, como en el caso de Joseph Schumpeter, en facetas de su personalidad.

El concepto de Cantillon también anticipa a Mises y los austriacos modernos en otro aspecto: su empresario no lleva a cabo una función disruptiva (como en Schumpeter), sino equilibradora, es decir, previendo con éxito e invirtiendo recursos en el futuro el empresario ayuda a ajustar y equilibrar oferta y demanda en los diversos mercados.

El profesor Tarascio apunta que la idea pionera de Cantillon de la omnipresente incertidumbre del mercado se olvidó durante mucho tiempo y estuvo fuera del pensamiento económico hasta que fue resucitada independientemente en el siglo XX por Knight y austriacos modernos como Ludwig von Mises y F.A. Hayek. Pero, comop comenta irónicamente el profesor O’Mahony: “”Aceptar su reconocimiento de la incertidumbre [de Cantillon] cuando le observamos como hace el profesor Tarascio desde una perspectiva actual es así más que una reflexión sobre muchos economistas modernos cuya capacidad de ignorar la incertidumbre resulta nada menos que un extraño tributo a la presciencia de Cantillon”.

Puede que sea extraño, pero hay un método para la locura. Pues, como entiende completamente bien el profesor O’Mahony, la economía moderna es una serie de modelos y ecuaciones formales que pretenden determinar totalmente el comportamiento humano, al menos en el ámbito económico. Como dice O’Mahony, uno podría “preguntarse si la actividad empresarial puede por su naturaleza ser objeto de representaciones o modelos formales en absoluto. Si puede, ¿habría espacio para la incertidumbre, en el sentido verdadero de la expresión y, por tanto, espacio para la propia empresarialidad?” En resumen, la teoría económica debe elegir entre modelos matemáticos formalmente elegantes, pero falsos, y el análisis “literario” de la propia vida humana real.

Teoría de la población

La teoría de los salarios de Cantillon depende la población de una manera que fue copiada casi palabra por palabra por Adam Smith en La riqueza de las naciones, que a su vez inspiró la famosa histeria antipoblacionista de Malthus. La teoría de los salarios a largo plazo de Cantillon depende de la oferta de mano de obra, que a su vez depende del nivel y crecimiento de la población Frente al posterior Malthus, sin embargo, Cantillon realiza un análisis complejo de los determinantes del crecimiento de la población. Diagnostica a recursos naturales, factores culturales y estado de la tecnología como particularmente importantes.

Veía proféticamente que la colonización de Norteamérica no sería un simple desplazamiento de un pueblo por otro, sino que la nueva tecnología agrícola soportaría una población mucho mayor por acre de tierra. De ahí que el grado en que puedan utilizarse los recursos, tierras y trabajo existentes dependa del estado de la tecnología. Así, la Norteamérica precolonial no estaba “superpoblada” por indios, como habían creído algunos; por el contrario, el nivel de población indio se había ajustado a los recursos y tecnologías disponibles. En resumen, Cantillon anticipó la teoría moderna de la población “óptima”, en la que el tamaño de la población tiende a ajustarse al nivel más productivo, dados los recursos y tecnologías disponibles.

Aunque Cantillon describía una supuesta tendencia pre-maltusiana de los seres humanos a multiplicarse como “ratas en un granero”, sin límites, también reconocía que los valores religiosos y culturales pueden modificar esas tendencias. Un aumento en la demanda de productos agrícolas que sean intensivos en terrenos tendería a reducir la demanda de mano de obra agrícola y acabarían causando una caída en la oferta de dicha mano de obra y por tanto de la población en su conjunto. (Cantillon, debe recordarse, estaba escribiendo en una época en la que la abrumadora mayoría de la población se dedicaba a la agricultura). Un aumento en la demanda de productos agrícolas intensivos en mano de obra, por otro lado, produciría un aumento en la demanda de mano de obra y por tanto de la población. Al vivir también en un país y en una época de grandes territorios feudales, Cantillon observaba que eran los gustos de las clases propietarias  los que determinaban los gustos de los consumidores y los valores de la sociedad, y por tanto la demanda de productos.

Debería advertirse que, de una manera inusualmente compleja, Cantillon apuntaba que estaba fuera del ámbito del análisis económico decidir si es mejor tener una gran población de gente más pobre o una menor población de gente que disfrute de un nivel de vida más alto: debe decidirse a través de los valores de la ciudadanía.

El profesor Tarascio apunta que el análisis de la población e Cantillon era mucho más sutil y moderno que el de Smith, Ricardo o Malthus. En lugar de preocuparse acerca de un futuro de explosión poblacional descontrolada, el marco teórico de Cantillon contaba con el cambio cultural actual hacia familias más pequeñas en países industrializados, así como con la probabilidad de que la población se ajustara a sí misma a la baja ante cualquier falta futura de recursos. Cantillo, por ejemplo, apuntaba, que al decaer las civilizaciones antiguas, el tamaño de su población decayó con ellas. El número de habitantes en el estado romano en Italia, por ejemplo, disminuyó de 25 millones a unos 6 millones en un periodo de 17 siglos.

Economía espacial

Richard Cantillon fue asimismo el fundador de las economías espaciales, del análisis de la actividad económica en relación con el espacio geográfico. Por supuesto, en cierto sentido los mercantilistas, al defender una balanza favorable del comercio geográfica, analizaron (aunque malamente) las actividades económicas en la medida en que atravesaban las fronteras nacionales. El análisis espacial, como ha apuntado el profesor Hebert, se ocupa de la distancia (costes de transporte y su relación con los precios, así como la ubicación de las actividades económicas) y el área (el desarrollo geográfico y límites de los mercados). Cantillon no solo desarrolló la teoría de la ubicación, sino que además la integró en su análisis microeconómico general. En particular, vio que los precios de producir, incluso cuando el dinero y los precios monetarios estaban en equilibrio, sería siempre mayor en las ciudades que en su lugar de producción por la cantidad necesaria para cubrir los costes y riesgos del transporte.

En consecuencia, los productos que son voluminosos o perecederos serían demasiado costosos o imposibles de transportar a las ciudades y por tanto serían mucho más baratos en sus lugares de producción. Por tanto, esos productos generalmente se producirían en áreas cercanas a las ciudades, donde los costes de transporte a los mercados urbanos no sean prohibitivos. Por tanto, en las manufacturas, Cantillon veía que en los casos en que los talleres tienen que usar materiales voluminosos en bruto con bajo valor unitario, tenderían a ubicarse cerca de la salida de dichos materailes. Pues en ese caso sería menos costoso transportar los productos menos voluminosos y más valiosos productos terminados a los mercados urbanos que enviar las materias primas.

Sobre la ubicación de zonas de mercados urbanos, Cantillon era muy sugestivo, apuntando que es mucho menos costoso para compradores y vendedores buscar un lugar concreto que viajar por la periferia buscándose y descubriendo los diversos precios que los compradores estaban dispuestos a pagar o los vendedores estaban dispuestos a aceptar. En términos modernos, Cantillon podría decir que los mercados centrales se desarrollan naturalmente porque rebajan  enormemente los costes de transacción, transporte, información y otros relacionados con el comercio.

Por tanto, aunque Cantillon veía cómo podían regularse armoniosamente los mercados y la ubicación de la actividad económica, no fue internamente un librecambista coherente, igual que no lo fue en el área del comercio internacional. Internamente, sostenía incoherentemente que los fabricantes necesitaban “mucho estímulo y capital” para encontrar e invertir en las ubicaciones óptimas.

Dinero y análisis de procesos

Un aspecto destacado de la teoría del dinero de Cantillon es su tratamiento del dinero como un caso especial del calor de los materiales en el mercado en general. Como en el caso de cualquier producto, el supuesto “valor intrínseco” del oro es el coste de su producción. El valor del oro y la plata, como otros materiales, se establece por los valores y por tanto las demandas de los usuarios en el mercado: por el “consentimiento de la humanidad”. Como en el caso de otras materias primas, tampoco Cantillon tiene una teoría del valor coste de producción del oro y la plata; simplemente sostiene, como en el resto de los casos, que estos productos solo pueden producirse si pueden cubrirse los costes con el valor del producto.

Sin embargo, el proceso de ajustar costes y valores en oro toma un tiempo relativamente largo, ya que su producción anual es una proporción pequeña de las existencias totales. Si el valor nominal del oro cae por debajo de su coste de producción, dejará de extraerse y si los costes caen abruptamente, la producción de oro se disparará, tendiendo a ajustar costes y valores normales. Cantillon reconocía que el papel moneda del gobierno y el dinero bancario no tienen virtualmente costes de producción y por tanto, ningún “valor intrínseco” en su terminología, pero apuntaba que las fuerzas del mercado mantienen el valor de ese dinero fiduciario a la par con el valor del oro o la plata en los que puede redimirse el papel. En consecuencia, un aumento en la oferta “de dinero ficticio o imaginario tiene el mismo efecto que un aumento en la circulación del dinero real”.

Pero, apuntaba Cantillon, dejad que se dañe la confianza en el dinero y se producirá un desorden monetario y se derrumbará la moneda ficticia. También apuntaba que el gobierno está particularmente sujeto a la tentación de imprimir dinero ficticio (una lección que indudablemente aprendió o al menos vio encarnada en el experimento de John Law). Cantillon también proporcionó un sólido análisis de cómo el mercado determina la relación de valores entre oro y plata.

Una de las grandes características del Essai de Cantillon es que fue el primero, en un análisis pre-austriaco, en entender que el dinero entra en la economía en un proceso paso a paso y por tanto no se limita a aumentar los precios en un agregado homogéneo.[8] Por tanto criticaba la ingenua teoría cuantitativa del dinero de John Locke (una teoría que aún siguen básicamente tanto economistas monetaristas como neoclásicos) que sostiene que un cambio en la oferta total de dinero solo causa un cambio uniforme proporcionado en todos los precios. En resumen, una oferta monetaria aumentada no se supone que cause cambios en los precios relativos de los diversos bienes.

Así, Cantillon pregunta “¿de qué manera y en qué proporción  aumenta los precios el incremento monetario?” y responde con un excelente análisis del proceso.

En general, un aumento del dinero real causa en un Estado un correspondiente aumento del consumo que produce gradualmente precios más altos. Si el aumento del dinero real proviene de minas de oro y plata en el estado, el propietario de esas minas, los aventureros, los fundidores, los refinadores y todos los demás trabajadores aumentarán sus gastos en proporción a sus ganancias. Consumirán (…) más (…) productos. Consecuentemente, darán trabajo a varios mecánicos que no tenían antes mucho que hacer y que por la misma razón aumentarán sus gastos. Todo este aumento en el gasto en carne, vino, lana, etc. disminuye la porción de los demás habitantes del Estado que no participen al principio de la riqueza de las minas en cuestión. La alteración del mercado, o de la demanda de carne, vino, lana, etc., al ser más intensa de lo habitual, no dejará de aumentar sus precios. Estos precios altos determinarán que los granjeros empleen más tierra para producirlos en otro año; estos mismos granjeros se beneficiarán por este aumento de precios y aumentarán el gasto de sus familias como los demás. Quienes aún sufran estos altos precios y aumento del consumo serán ante todo los terratenientes, durante el plazo de sus arrendamientos, luego sus sirvientes domésticos y todos los trabajadores de salarios fijos que mantengan a sus familias con dichos salarios. Todos ellos deben disminuir su gasto en proporción al nuevo consumo (…) es así, aproximadamente, como un aumento considerable en el dinero de las minas aumenta el consumo.

En resumen, los primeros receptores del nuevo dinero aumentarán el gasto de acuerdo con sus preferencias, aumentando los precios en estos bienes a costa de un menor nivel de vida entre los últimos receptores del nuevo dinero o entre los de rentas fijas que no reciben en absoluto el nuevo dinero. Además, los precios relativos se cambiarán en el curso del aumento general de precios, porque el gasto aumentado se “dirige más o menos a ciertos tipos de productos o mercancías, de acuerdo con la idea de quienes adquieren el dinero [y] los precios del mercado aumentarán para ciertas cosas más que para otras”. Además, el aumento general de precios no será necesariamente proporcional al aumento de la oferta monetaria. En concreto, como quienes reciben el nuevo dinero difícilmente lo harán en la misma proporción que sus anteriores existencias de efectivo, sus demandas, y por tanto los precios, no aumentarán todos en el mismo grado. Así, “en Inglaterra el precio de la carne podría triplicarse, mientras el precio del grano podría no aumentar más que un cuarto”. Cantillon resumía su idea espléndidamente, insinuando la importante verdad de que las leyes económicas son cualitativas y no cuantitativas:

Un aumento del dinero circulante en un estado siempre causa en él un aumento del consumo y un patrón más alto de gastos. Pero los altos precios causados por este dinero no afectan igualmente a todos los tipos de productos y mercancías proporcionalmente a la cantidad de dinero, salvo que lo que se añada continúa en la misma circulación que el dinero anterior, que es como decir salvo que a aquellos a quienes ofrecían en el mercado una onza de plata sea lo mismo y solo quienes ahora ofrecen dos onzas cuando la cantidad de dinero en circulación se dobla en cantidad y esto difícilmente será el caso. Creo que cuando se trae al estado una gran cantidad extraordinaria de dinero, dicho nuevo dinero da un nuevo giro al consumo e incluso una nueva velocidad a la circulación. Pero no es posible decir exactamente en qué grado.[9]

No solo eso; como ha apuntado el profesor Hebert, Cantillon también proporcionó un notable análisis proto-austriaco de los diferentes efectos del dinero yendo al consumo o la inversión. Si los nuevos fondos se gastan en bienes de consumo, entonces los bienes se comprarán “de acuerdo con la inclinación de quienes adquieren el dinero”, luego los precios de esos bienes aumentarán y cambiarán necesariamente los precios relativos. Si, por el contrario, el dinero aumentado llegado primero a las manos de prestamistas se aumentará la oferta de crédito y se rebajará temporalmente el tipo de interés, aumentando así la inversión.

Repudiando la visión superficial común, recuperada por la economía en siglo XX por John Maynard Keynes, de que el interés es un fenómeno puramente monetario, Cantillon sostenía que el tipo de interés está determinado por el número e interacciones de prestamistas y prestatarios, igual que los precios de los bienes concretos están determinados por la interacción de compradores y vendedores. Así, Cantillon apuntaba que

Si la abundancia de dinero en un estado viene de las manos de prestamistas de dinero, sin duda rebajará el actual tipo de interés al aumentar el número de prestamistas: pero si viene de las manos de quienes lo gastan, tendrá el efecto contrario y aumentará el tipo de interés al aumentar el número de empresarios que encuentren actividad por este gasto aumentado y que necesitarán tomar prestado para expandir su empresa a toda clase de clientes.

Por tanto, una oferta mayor de dinero puede rebajar o aumentar temporalmente los tipos de interés, dependiendo de quién reciba el nuevo dinero: prestamista o gente que se verá inspirada por su reciente riqueza a tomar prestado para nuevas empresas. Además, en su análisis de expandir el crédito rebajando el tipo de interés, Cantillon proporciona el primer indicio de la posterior teoría austriaca del ciclo económico.

Además, Cantillon presentaba el primer análisis complejo de cómo la demanda de dinero (o más bien, de su inverso, la velocidad de circulación) afecta al impacto del dinero y por tanto al movimiento de los precios. Como dice: “una aceleración o mayor rapidez en la circulación del dinero en el intercambio es equivalente hasta cierto punto a un aumento en el dinero real”. Una de las razones por la que los precios no aumentan en proporción exacta a un cambio en la cantidad de dinero es la alteración en la velocidad: “Un río que discurre en su lecho no fluirá con el doble de velocidad cuando se doble la cantidad de agua”. Cantillan también veía que la demanda de efectivo dependerá de la frecuencia de pagos realizada en la sociedad. Como resume Monroe la postura de Cantillon: “cuanto más largo sea el intervalo entre pagos, mayores serán las sumas que tendrán que acumularse en las manos de los pagadores y más dinero hará falta en el país”.[10]

Además, si la gente ahorra grandes sumas, pueden “mantener el dinero bajo llave durante periodos considerables”. Por otro lado, el desarrollo de sistemas de liquidación de deuda más eficaces, así como el desarrollo de papel moneda economizará efectivo: “La rapidez de circulación aumenta con la práctica de compensar cuentas entre mercaderes y con el uso de billetes de banqueros y orfebres, pues estos hombres no mantienen una cantidad equivalente de dinero a mano”. Cantillon resumía su análisis de la interacción de cantidad y velocidad: “Según los principios que hemos establecido, la cantidad de dinero circulando en los intercambios fija y determinar el precio de todo en un estado, teniendo en cuenta la rapidez o lentitud de circulación”.

Cantillon también proporcionaba una explicación magistral de las relaciones entre oro y plata y defendía la tipo de cambio de flotación libre entre oro y plata, atacando cualquier intento, indudablemente cualquier intento largo, de fijar el tipo de cambio entre ellos. Pues tal tipo se ve pronto obligado a someterse al tipo de mercado. Así que Cantillon veía el problema de tratar de mantener un patrón bimetálico con paridades fijas entre dos metales preciosos.

En general, podemos entender el entusiasmo de Hayek cuando concluye que la teoría monetaria de Cantillon “constituye, sin duda, el logro supremo de un hombre que fue el mayor personaje preclásico, al menos en este campo y a quien los propios escritores clásicos en muchos casos no llegaron a sobreasar sino ni siquiera a igualar”.[11]

Relaciones monetarias internacionales

Una de las características más notables (y ciertamente la que atrae más la atención de los historiadores) de la extensa teoría monetaria de Cantillon fue su análisis pionero de la tendencia hacia el equilibrio monetario internacional o el mecanismo de flujo de metales precios-precio que se ha atribuido por lo general a posteriores trabajos de David Hume.

Cantillon aplicó su “microanálisis de los cambios en la oferta monetaria dentro de un país a los cambios en la distribución del dinero entre países. Durante más de dos siglos, escritores mercantilistas y estadistas en Europa habían defendido una oferta incrementada de metales preciosos en un país como medio de crear poder estatal y estaba cada vez más claro que, sin tener monas de oro o plata, un nación solo podía aumentar sus existencias de dinero teniendo una balanza comercial favorable.

Estaba claro para los mercantilistas que esta no era una política que pudieran seguir con éxito todas las naciones, pues los balances comerciales “favorables de algunas naciones tendrían que compensarse necesariamente con los balances “desfavorables” de otras. En esta situación de desequilibrio, cada nación dependía de sí misma, ya que cada una intentaba beneficiarse a costa de otras naciones por políticas restriccionistas y belicistas. Pero había otro problema en el trasfondo. Como la mayoría de los escritores estaban al menos ligeramente familiarizados con la “teoría cuantitativa” o análisis de oferta-demanda del valor del dinero, aparecía una contradicción interna. Pues si la nación A conseguía una balanza comercial favorable y acumulaba metal precioso, este aumento incrementaría los precios en la nación A, haría no competitivos sus productos en los mercados mundiales y acabaría con la balanza favorable.

Nadie estuvo más lúcido acerca del problema del dinero y los pagos internacionales que Cantillon. Apuntaba que los metales preciosos pueden ser adquiridos dentro de un país excavando minas o mediante subsidios, guerra, pagos “invisibles”, tomando prestado o por una balanza comercial favorable con otros países. Pero entonces, en el análisis del proceso de Cantillon, o bien los propietarios de minas o bien los exportadores gastarían o prestarían el dinero. Parte del gasto del nuevo dinero sin duda se gastaría en el extranjero y además las mayores existencias de dinero aumentarían los precios en el interior, haciendo a los bienes nacionales menos competitivos. Las exportaciones caerían y las importaciones de productos extranjeros más baratos aumentarían y el oro fluiría fuera del país, invirtiendo la balanza comercial favorable.

De esta manera, Cantillon creó una teoría monetaria internacional integrada con su análisis nacional y fue uno de los primeros en crear una teoría del equilibrio monetario internacional. Pues el mercado mundial conseguía frustrar, al menos en el largo plazo, los intentos gubernamentales de intervenir y asegurar balanzas comerciales favorables. Debería además señalarse que el análisis de Cantillon contenía las bases, tanto de buena parte del mecanismo de equilibrado de metal precioso-flujo-precio: el gasto de los nuevos balances de efectivo monetarios aumentando las importaciones, como el aumento en los precios internos causado por una mayor oferta monetaria, con el efecto del precio de rebajar las exportaciones y aumentar las importaciones.

Richard Cantillon entendía la grave contradicción interna del mercantilismo: el aumento en los metales preciosos aumentaba los precios y por tanto destruía la balanza favorable de pagos que traía los metales preciosos. Su forma insatisfactoria de resolverla era aconsejar al rey que atesorara muchas de las existencias aumentadas para no aumentar los precios. Esto resultaba insatisfactorio, porque se supone que el dinero ha de acabarse gastando y, una vez gastado, tendrá lugar, se quiera o no, el temido aumento de precios.

Sin embargo, el profesor Salerno ha introducido una advertencia en el encomio a Cantillon, apuntando que se le ha calificado solo como un teórico del “semiequilibrio” porque no dio una imagen satisfactoria de cómo sería el estado de equilibrio y no pensó que la economía mundial tendiera firmemente hacia el equilibrio. Como consecuencia, Cantillon no presentó una teoría de la distribución del oro y la plata en el mundo en equilibrio.[12] Pensaba en la economía más bien como realizando eternos ciclos de desequilibrio en lugar de tender hacia un equilibrio.

La autorregulación del mercado

No tiene sentido perder el tiempo en una especulación infructuosa sobre si  Richard Cantillon fue un “mercantilista”. Los escritores del siglo XVIII no se agrupaban en esas categorías. Mientras que sugería incoherentemente, de acuerdo con las ideas de creación de estado de la época, que el rey debía amasar un tesoro a partir de la balanza comercial favorable, todo el empuje de la obra de Cantillon iba en dirección del librecambismo y el laissez faire. Pues estaba claro que las medidas mercantilistas acabarían cayendo por su propio peso.

Más importante es que Cantillon fue el primero en mostrar con detalle que todas las partes de la economía de mercado se ajustan en un patrón “natural”, autorregulado y equilibrador, con la oferta y la demanda existentes determinando precios y salarios y, en último término, el patrón de producción. Además, los valores de los consumidores determinaban la demanda, con la población ajustándose a factores culturales y económicos. Los equilibradores de la economía eran los empresarios, que ajustan y se ocupan de la omnipresente incertidumbre del mercado. Y si la economía de mercado, a pesar del “caos” que podría parecer a observadores superficiales, realmente se autorregula armoniosamente, la intervención pública como tal resulta o contraproducente o innecesaria.

Es particularmente instructiva la actitud de Cantillon hacia las leyes de usura, esa polémica cuestión que había finalmente proporcionado un descrédito injusto a todo el análisis económico de los escolásticos católicos. Este astuto mercader y banquero veía que los tipos concretos de interés en el mercado eran proporcionales al riesgo de imago que afrontaba el acreedor. El interés alto es el resultado de un riesgo alto, no de la explotación o la opresión. Como escribía Cantillon, “Todos los mercaderes en un Estado acostumbran a prestar mercancía o producir durante un tiempo para los vendedores y proporcionan el tipo de su beneficio o interés de acuerdo con su riesgo”. Los altos tipos de interés proporcionan solo un beneficio pequeño, debido a la alta proporción de impagos en préstamos arriesgados. Cantillon observaba también que los últimos escolásticos tardíos habían acabado aceptando, aunque reticentemente, permitir altos tipos de interés para préstamos arriesgados. Además, no debería imponerse un interés máximo, porque solo prestatarios y prestamistas pueden determinar sus propios temores y necesidades: “pues será muy difícil encontrar cualquier límite concreto, ya que los negocios dependen en realidad de los miedos de los prestamistas y las necesidades de los prestatarios”.

Finalmente, Cantillon veía que las leyes de usura solo podían restringir el crédito y por tanto elevar los tipos de interés aún más en los inevitables mercados negros. Por tanto las leyes de usura no rebajarían los tipos de interés, sino que más bien los aumentarían: “porque las partes contratantes, obedientes a las fuerzas de la competencia o el precio actual establecido por la proporción de tomadores y prestadores, generará acuerdos secretos, y esta limitación legal solo obstaculizará el comercio y aumentará el tipo de interés en lugar de asentarlo”.

Influencia

El Essai pionero de Richard Cantillon fue ampliamente leído y altamente influyente a lo largo del siglo XVIII. Fue ampliamente leído, como era habitual entonces, en forma de manuscrito “subterráneo”, por gente literaria, científica e intelectual, interesada en el avance del pensamiento y en los problemas prácticos del momento. La extendida confianza en dichos manuscritos derivaba de la severa censura francesa de ese periodo.

Así que el Essai fue ampliamente leído desde su escritura a principios de la década de 1730 y aún más después de su publicación en 1755. Fue leído ansiosa y plenamente por la primera escuela de economistas, los fisiócratas, y por su gran socio o compañero de viaje, A.R.J. Turgot. En esa sociedad cosmopolita del siglo XVIII en la que se entremezclaban intelectuales británicos y franceses, el Essai fue sin duda leído y repetido por el eminente filósofo escocés David Hume. Y tuvo el honor de ser uno de los muy pocos libros citados del el amigo íntimo de Hume, Adam Smith, un hombre cuyo hiperdesarrollado sentimiento de propiedad le impedía citar o reconocer a muchos predecesores.

Así que Cantillon fue muy influyente entre los economistas continentales y británicos hasta la publicación de La riqueza de las naciones en 1776. Sin embargo, tras la publicación de esa obra, el conocimiento e influencia de Cantillon fueron presa de la costumbre general post-smithiana de ignorar a todos y cada uno de los economistas anteriores a Adam Smith. La costumbre general del siglo XIX de olvidar el conocimiento de economistas antes de Adam Smith cometió una grave injusticia contra economistas anteriores y dio lugar a la errónea (y aún ampliamente compartida) ilusión de que la ciencia económica nación de golpe del cabeza de un gran hombre, igual que se suponía que Atenea nació completamente desarrollada y armada, de la frente de Zeus.

Pero el aspecto más maligno de esta adoración de Smith es que los economistas perdidos eran en muchos aspectos mucho más sensatos que Adam Smith y, al olvidarlos, mucho economía sensata se perdió durante al menos un siglo. En muchas maneras, como veremos, Adam Smith desvió la economía, la economía de la tradición continental que empezó como los escolásticos medievales y tardíos y continuó a través de escritores franceses e italianos del siglo XVIII, del camino correcto, y la llevó a uno muy distinto y erróneo. La “economía clásica” smithiana, como la llamamos hoy, se vio atrapada en el análisis agregativo, la teoría del valor coste de producción , los estados de equilibrio estático, la división artificial entre “micro” y “macroeconomía” y todo un bagaje de análisis holísticos y estáticos.

La desgraciada eliminación de la economía pre-smithiana permitió a los economistas clásicos smithianos apropiarse y dominar el pensamiento económico durante cien años. La “revolución marginalista” de la década de 1870, especialmente la teoría austriaca que empezó en esa década, devolvió en muchos sentidos a la economía al camino apropiado individualista, microeconómico y del valor subjetivo anterior a Smith en el continente europeo. No es casualidad que el propio Cantillon fuera redescubierto en 1881 por el casi “austriacos” revolucionario marginalista inglés W. Stanley Jevons, que ansiaba encomiablemente redescubrir economistas enterrados por la ortodoxia dominante de Smith-Ricardo.

Pero la economía por desgracia ha estado lejos de librarse del bagaje de Smith-Ricardo. El actual renacimiento de la teoría austriaca y la creciente búsqueda de una salida de la ortodoxia contemporánea por parte de muchos economistas de la corriente principal, es un intento de completar la promesa de la mal llamada “revolución marginalista” (realmente una revolución individualista-subjetivista) y de completar el destierro del paradigma británico clásico.


[1] Se ha producido una considerable confusión en los estudios de Cantillon por el hecho de que el primo, padre,abuelo y bisabuelo  de Cantillon tuvieran todos el nombre de Richard.

[2] Para aumentar la confusión genealógica, la madre de Richard, Bridget, era también una Cantillon, del condado de Limerick. El padre de Richard y su novia Bridget eran primos lejanos en la familia Cantillon. El abuelo de Richard y el bisabuelo de Bridget eran ambos hijos de Sir Richard Cantillon I.

[3] En lo más alto de la burbuja, la duquesa de Orleáns escribía, maravillada, “Es inconcebible cuánta riqueza hay ahora en Francia. Todo el mundo habla en millones. No entiendo nada, pero veo claramente que el dios Mammón reina en París como monarca absoluto”. Citado en John Carswell, The Smith Sea Bubble (Stanford: Stanford University Press, 1960), p. 101.

[4] La cita de Egmont está en Antoin E. Murphy, “Richard Cantillon–Banker and Economist”, Journal of Libertarian Studies 7 (Otoño de 1985), p. 185.

[5] F.A. von Hayek, “Introduction to a German translation of Cantillon’s Essai” (Jena: Gustav Fischer, 1931); de la traducción del prólogo de Hayek por Micháel Súilleábháin, Journal of Libertarian Studies, 7 (Otoño de 1985), p. 227.

[6] En un gesto aristotélico, Catillon declaraba que la tierra “es el origen o materia de la que se extrae la riqueza”, mientras que “el trabajo humano es la forma que la produce”, mientras que la riqueza no es intrínseca a los bienesm, sino que es “en sí misma nada más que el sustento y las comodidades de la vida”.

[7] En el Essai, una obra de solo 165 páginas, Cantillon hace no menos de 110 referencias distintas al empresario.

[8] Vickers escribe acertadamente que “En Cantillon, frente a otros escritores de la primera mitad del siglo [XVIII], el movimiento en la teoría y en la explicación hacia una descripción dinámica, frente a una definitoria y estática de los asuntos monetarios, tomó una forma microscópica y microeconómica. Su análisis económico empezaba siempre desde magnitudes y cantidades económicas individuales”. Y repite: “Precios de mercado, precios monetarios y niveles de actividad y empleo no se consideraban variables homogéneas. El Essai se interesa por la estructura de los precios de mercado, la estructura de las condiciones de oferta del mercado y la estructura de la actividad en la economía”.  Douglas Vickers, Studies in the Theory of Money 1690-1776 (Philadelphia: Chilton Co., 1959), pp. 187-188.

[9] Ver las citas y explicaciones en Chi-Yuen Wu, An Outline of International Price Theories (Londres: George Routledge & Sons, 1939), pp. 66-67.

[10] Arthur Eli Monroe, Monetary Theory before Adam Smith (1923, repr. Gloucester, Mass.: Peter Smith, 1965), pp. 255-256.

[11] Hayek, op. cit., nota 5, p. 226.

[12] Salerno señala que, al menos en este aspecto, el tratamiento de Cantillon fue inferior al del olvidado panfleto de un autor inglés desconocido, Isaac Gervaise, The System or Theory of the Trade of the World (1720). Gervaise trabajó el proceso de equilibrado y, creyendo en una firme tendencia hacia una posición de equilibrio, fue el primero en apuntar que en dicho equilibrio los metales preciosos se distribuirían de acuerdo con la demanda internacional de los mismos. Esa demanda se encarnaría en las actividades productivas de cada nación concreta. El panfleto de Gervaise permaneció sin leer hasta que lo resucitó el profesor Jacob Viner a mediados del siglo XX. Isaac Gervaise, The System or Theory of the Trade of the World, ed. J.M. Letiche (Baltimore: Johns Hopkins University Press, 1954).

Sin embargo Gervaise era inferior a Cantillon, presentando una aproximación agregativa y macroeconómica en lugar del análisis microeconómico pionero de procesos de este último.


Publicado el 16 de diciembre de 2010. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.