¿Deben los defensores del libre mercado rechazar el calentamiento global?

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Es imposible inventar algo así. Alguien llamado David Grimes declaró en el diario británico The Guardian que el “liberalismo económico”, para quien significa la ideología del laissez-faire, choca con “la evidencia científica”. ¿Qué evidencia? Puede uno preguntarse. Bien, el incuestionable dogma científico sobre el calentamiento global es uno:

“El cambio climático lo ilustra bien, porque pese a la abrumadora evidencia de la influencia antropogénica, hay una  tendencia por parte de aquellos con declaradas perspectivas de libre mercado a negar el calentamiento global. La razón que sustenta la negativa está clara: si uno acepta la mediación humana en el cambio climático, entonces el apoyo a acciones que lo mitiguen debería ser el siguiente paso. Pero el demonio de la regulación es un puente demasiado largo para muchos libertarios”

No hay duda de que algunos individuos que pretenden ser abogados del libre mercado, rechazan los argumentos antropogénicos del calentamiento global sin tener en cuenta las evidencias. Yo me declaro agnóstico respecto a este asunto; aunque, ciertamente, rechazo la ridícula afirmación de que exista algo como la “ciencia construida” y que la cuestión esté fuera de debate. Y al contrario que muchos supuestos grandes hombres y mujeres de ciencia, yo rechazo estar de acuerdo con que los “negacionistas” del calentamiento global son herejes que deberían ser quemados en la hoguera (o el equivalente moderno de arruinar su carrera).  A nadie capacitado para el pensamiento lógico debería resultar obvio que el apoyo de uno al libre mercado es totalmente independiente de su opinión acerca del calentamiento global. No hay razón en absoluto por la que alguien que acepte la realidad antropogénica del calentamiento global tenga que apoyar la regulación estatal de todos los usos de la energía. Decir esto sería como afirmar que aceptar la teoría del Estrecho de Bering determina la opinión sobre el salario mínimo. Así que ¿por qué Grimes piensa así? Puede verse en su cita de arriba, donde dice:

“La razón que sustenta la negativa está clara: si uno acepta la mediación humana en el cambio climático, entonces el apoyo a acciones que lo mitiguen debería ser el siguiente paso.”

¡Ah, así que de eso se trata! Aceptación del calentamiento global = aceptación de la “mitigación” = aceptación de la regulación estatal. Caso cerrado.

Grimes incluye muchas suposiciones en esta única afirmación. Veámoslo más de cerca:

¿Si uno acepta que el calentamiento global es un grave peligro, es, sin embargo, necesario apoyar acciones que lo mitiguen aun cuando no puedan demostrar en absoluto que mejoran efectivamente la situación?

Aun asumiendo que el calentamiento global estuviera probado más allá de una duda razonable, la carga de pruebas de éxito recae todavía sobre aquellos que quieren medidas para mitigarlo. Concretamente, tienen que ser capaces de probar que tales medidas tienen una oportunidad razonable de conseguir los fines deseados. La mayoría no lo ha hecho. De hecho, muchos científicos afirman que ya es demasiado tarde para parar el calentamiento. Muchos dicen que aun cuando se llevaran a cabo mayores acciones a nivel global, el resultado esperado a largo del siglo sería demasiado pequeño como para suponer una diferencia. En otras palabras, es fútil en este momento promulgar nuevas medidas. (También aquí). Probablemente, si es demasiado tarde, no haya razón por la que debiéramos estar debatiendo medidas de mitigación. Pero, por supuesto, habiéndose dado cuenta de que el  mensaje “es demasiado tarde” es un lema desastroso, éste ha sido cambiado por “¡no es demasiado tarde si actuamos ahora!”.

Por esta misma afirmación, si los controles globales sobre la producción y el uso de la energía no se imponen para 2020, estamos condenados.

Cuando llegue 2020, sin embargo, la fecha cambiará a 2025, y así sucesivamente. De hecho, la banda del calentamiento global es como los Adventistas del Séptimo Día que mantuvieron que el fin del mundo llegaría en el siglo XIX, y cambiaron la fecha cuando no ocurrió.

Observemos, sin embargo, que todo el discurso depende de asumir que toda medida mitigadora debe consistir en edictos y regulaciones socialistas. ¿Podría haber medidas que no estuvieran basadas en órdenes socialistas y sistemas de control? Todos sabemos que cualquier sugerencia de este tipo sería expulsada de la sala a carcajadas por los científicos del calentamiento global, quienes, además de ser expertos en el clima, son también expertos en política, economía, y cualquier otro campo en el que decidan serlo. Las soluciones privadas no merecen ser siquiera debatidas desde su punto de vista, incluso si un entusiasta del laissez-faire con la mente puesta en el calentamiento global sugiriera otra cosa que no fuera el control estatal de la economía global, sería inmediatamente excluido del debate. Todos sabemos lo que realmente significa “medidas de mitigación”.

Así, puede haber cualquier número de medidas apoyadas por defensores del libre mercado preocupados por el calentamiento global; desde una mejor filtración del agua, hasta ingeniería agrícola, desalinización, o sistemas de distribución de agua, todas pueden llevarse a cabo en un contexto de libre mercado. Pero no, nada de esto es aceptable. Las únicas medidas aceptables por personas como Grimes pasan por el control estatal de todos los medios de uso de la energía y de la producción.

Para apoyar cualquier medida mitigadora, también es importante un análisis del coste. Sabiendo que el verdadero coste de someterse a un régimen regulador del calentamiento global sería demasiado alto, es necesario para los reguladores presentar los efectos del calentamiento global nada menos que como un horrible paisaje post-apocalíptico de las proporciones de Mad Max. Esto les permite afirmar que ningún coste es demasiado alto para adoptar su régimen.

De vuelta al mundo real, sin embargo, los costes deben considerarse siempre.

La mayoría de las “soluciones” al calentamiento global ofrecidas por las élites globales incluye la generalización del empobrecimiento de mucha de la población al limitar la producción de bienes, y el uso de fuentes de transporte. Tales “soluciones” minarán masivamente los avances en los estándares de vida de miles de millones de personas corrientes justo cuando, finalmente, empiezan a salir de los demoledores niveles de pobreza. En otras palabras, la mayoría de los reguladores anti calentamiento global (la mayoría de los cuales es gente blanca y pudiente de los países del primer mundo) quiere negar a los pobres del mundo sus lavadoras. Para Grimes, un intelectual blanco en un país rico, no soportará las consecuencias de las “soluciones” al calentamiento global. Pero para muchas personas, el coste de las “soluciones” al calentamiento global serán, de hecho, extremadamente altas. Así que tal vez se pueda perdonar a mucha gente por rechazar la suposición del hombre blanco rico de que las restricciones en el uso y producción de la energía son lo mejor de lo mejor.

Quienes proponen la regulación del calentamiento global ignoran por completo estos costes, y en su lugar insisten en que la desertificación destruirá la sociedad humana, de modo que es mejor, simplemente, hacer pobre a todo el mundo ahora antes que más tarde. El argumento es tal que así: el calentamiento global convertirá muchas áreas de la tierra en inhabitables y la gente se unirá en hambrientas bandas de carroñeros como resultado. Así que la única solución es forzar a la gente a retroceder a los niveles casi insostenibles de subsistencia, de manera que después no se transformen en caníbales pos-apocalípticos. Afirman, por ejemplo, que buena parte del Sur de Estados Unidos se convertirá en desierto y que muchas ciudades costeras quedarán anegadas por los crecientes niveles del agua.

Lo que están diciendo realmente, por supuesto, es que en caso del calentamiento global, gran número de personas tendrán que migrar a otros lugares. Cuando advierten de que el Sur se convertirá en desierto, nunca mencionan, por ejemplo, que Canadá tendrá un clima más hospitalario, o que la Bahía Hudson será un área más templada y un emplazamiento natural para mayores redes de comercio y ciudades.

Así que lo que tiene que hacer la masa es probar que el coste de la migración en el futuro es evidentemente más alto que el coste de destruir la economía global ahora. Ciertamente, esto no ha sido probado, y dado que los grandes flujos migratorios son relativamente comunes en la historia humana, representar tal situación como propia del Apocalipsis es, en el mejor de los casos, deshonesto. Además, en tanto que los procesos de subida del nivel del mar y de desertificación no ocurrirán de la noche a la mañana, sabemos que habrá tiempo para que las personas migren, así como que muchos de los lugares a los que migraran son ahora virtualmente inhabitables.

De hecho, parecería que si la migración masiva se da en nuestro futuro, querríamos hacer cualquier cosa que podamos para animar ahora el crecimiento económico. Para invertir en tecnologías que contribuyan a hacer más fácilmente transportable el capital (como ordenadores y vehículos más pequeños y ligeros) y a animar a la gente a ahorrar para el futuro.

La alternativa ofrecida por los que proponen la regulación del calentamiento global –empujando a gran parte del mundo en vías de desarrollo a una abyecta pobreza– estarán seguros de traer algo mucho peor, tal como guerras civiles sin fin entre las poblaciones en las que exista un estilo de vida de clase media a la vista, pero secuestrado por las élites globales en nombre de la salvación del mundo.

Así, si el calentamiento global se encuentra de hecho en nuestro horizonte, parecerá que perfeccionar tecnologías como desalinización del agua, acueductos, técnicas mejoradas de agricultura, y reducir los costes de productos básicos como casas y aparatos de ahorro de trabajo sería esencial. Buena parte del mundo ya ha estado trabajando en estos problemas, y el calentamiento global no ha tenido nada que hacer con ello. Los israelíes han estado desarrollando sistemas de agua y agricultura cada vez mejores durante décadas. Muchos países desérticos (incluyendo el oeste de Estados Unidos) han estado trabajando en mejores sistemas de distribución y filtración de aguas. Muchas sociedades, tales como los Países Bajos y Singapur ya enfrentan varios asuntos relacionados con concentrar poblaciones. [1]

Pero uno puede estar preguntándose qué sociedades son las mejores a la hora de enfrentar dichos asuntos. No debe sorprendernos que sean las sociedades con poblaciones más ricas y las economías más industrializadas y fuertemente capitalizadas las que ofrezcan las mejores soluciones para enfrentar todos los problemas que el calentamiento global tenga que proponer. En otras palabras, las economías más libres ofrecen las mejores esperanzas para dirigir esos asuntos. No oímos muchos sobre Venezuela, por ejemplo, en cuanto a los últimos avances científicos en producción de energía, depuración de aguas, o construcción.

Mientras tanto, aquellos que apoya la “mitigación” del calentamiento global están más interesados en perjudicar el sistema que hace más fácil combatir los problemas relacionados con el clima. Al empobrecer al mundo, los reguladores del calentamiento global desean ver que unos pocos puedan hacerse con una suerte de tecnologías que serían útiles en un mundo más cálido. Para David Grimes, “la ciencia” aparentemente dice que las poblaciones pobres son mejores que las poblaciones ricas a la hora de mejorar su medio ambiente. Si esto es ciencia, lo único que podemos esperar es que la “anti ciencia” prevalezca de vez en cuando.


[1] Lea el proyecto de Acuerdo de Copenhague para obtener más información a lo largo de estas líneas.


El artículo original se encuentra aquí. Traducido por Francisco Cano Carmona.

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