Cómo las organizaciones sin ánimo de lucro mejoran las libertades y los mercados

0

[Este artículo se publicó originalmente en Mises Daily en 2006]

Las organizaciones sin ánimo de lucro desempeñan un papel integral en una economía de libre mercado. El establecimiento de una organización voluntaria sin ánimo de lucro no es simplemente una acción para obtener un estatus de exención de impuestos para proteger riqueza dentro de un sistema impositivo asfixiante, aunque sea un fin espléndido por sí mismo.

Por el contrario, las organizaciones sin ánimo de lucro están preocupadas por generar mejoras concretas de todo tipo, sobre una base voluntaria, incluyendo tendencias como el desarrollo de ideas, la promoción y salvaguarda de culturas y religiones, donaciones de caridad y guardia de tesoros históricos.

Dentro del sector con ánimo de lucro, las empresas están motivadas para ser simples y eficientes, de forma que los beneficios puedan distribuirse a sus propietarios e inversores. Sin embargo, el ánimo de lucro tiene otros motivos. Es una organización de miembros voluntarios que existe para alcanzar algún propósito concreto y dedicar sus fondos y recursos a la maximización de aquellos fines que sus miembros y benefactores desean alcanzar. Esto se logra sobre una base de no tener beneficios ni pérdidas. Una organización sin ánimo de lucro consigue un estatus de exenta de impuestos con Hacienda porque sus miembros no se benefician financieramente de cualquier beneficio.

De hecho, hay quienes argumentan que todo debería ser con ánimo de lucro y que fue Hacienda la que creo en la práctica las organizaciones sin ánimo de lucro. Siempre ha habido organizaciones sin ánimo de lucro, como instituciones religiosas, universidades, hospitales, asilos, orfanatos, etc. Más bien el gobierno (mediante su regulación y políticas fiscales) ha distorsionado el mercado hasta el punto de que la organización y los motivos empresariales se convirtieron en constantemente cambiantes para mantener a raya los efectos negativos del robo masivo y la burocracia.

Y así Hacienda, en un intento de suavizar las consecuencias dañinas en el sector que se dedica a los ideales filantrópicos, ofreció el estado ánimo de lucro o escape fiscal. Como el engaño de la “zona empresarial” y otros incentivos fiscales, el estatus de exento de impuestos es un intento de ingeniería social mediante “políticas de robo “más amables y gentiles”. Así que Hacienda creó el estatus fiscal para las organizaciones sin ánimo de lucro, pero no el propio concepto.

Por supuesto, la falta de ánimo de lucro no equivale a pérdidas, sino que se basa en un concepto de equilibrio, de forma que quienes dirigen la organización pueden concentrarse en llevar a cabo sus objetivos sin tener que proporcionar ganancias financieras a quienes la financian. Son los líderes de la organización, junto con donantes y miembros, los que se unen voluntariamente para un objetivo similar, puedan no medirse adecuadamente los resultados. Al escribir sobre fundaciones sin ánimo de lucro, el Dr. Randall G. Holcombe escribe:

Las fundaciones han dedicado cada vez más sus recursos sobre todo a impedir que ocurran problemas. Esta línea de razonamiento ha llevado a los fundaciones a dedicar recursos considerables hacia el desarrollo de las ciencias sociales y a analizar temas de políticas públicas. Las fundaciones se han expandido de la caridad, definida de forma estricta, al mundo de las ideas. Promoviendo las ideas que puedan hacer del mundo un lugar mejor, todos pueden beneficiarse.

Continúa diciendo: “Es más difícil evaluar la eficacia de las ideas que la eficacia de las donaciones de caridad, lo que plantea la pregunta de qué fundación que financie ideas hace realmente del mundo un lugar mejor”.

Holcombe da en el clavo, aunque la evaluación de la eficiencia sea tema distinto para otro momento y lugar. En Self-Renewal: The Individual and the Innovative Society, John W. Gardner observa el mercado de las ideas:

El sector [sin ánimo de lucro] es una fuente importante de renovación, Una idea que es polémica, impopular o extraña tiene pocas posibilidades ya sea en el mercado comercial o en el político. (…) El sector acoge cómodamente a innovadores, movimientos inconformistas, grupos que creen que deben luchar por su lugar al sol y críticos y disidentes de convicciones tanto progresistas como conservadoras. Y es precisamente de esas personas y grupos donde se puede esperar la aparición de ideas que dominarán nuestra sociedad y nuestro mundo dentro de un siglo.

Esto nos lleva a quizá el aspecto más encomiable del sector sin ánimo de lucro: consiste en coaliciones y sociedades voluntarias de personas que han decidido asumir una causa importante y, por tanto, pueden reemplazar lo que de otra forma podría ser la mejora del sector público en ese dominio concreto. Después de todo, las autoridades consideran que determinados bienes o servicios son necesarios para una sociedad democrática y si la provisión de estos bienes y servicios no se asume voluntariamente por los empresarios, en una operación sin ánimo de lucro, es probable que aparezca el gobierno y grave al sector privado para financiar su provisión como bienes públicos. En ese caso, el cabildeo político, los intereses partidistas y otras proezas desagradables es mucho más probable que tengan una influencia negativa en el resultado de los objetivos declarados.

Los receptores de servicios sin ánimo de lucro consiguen beneficios importantes por su funcionamiento, incluyendo lo que deriva de think tanks de investigación, instituciones educativas, organizaciones sanitarias, organizaciones familiares y religiosas, sociedades culturales y étnicas, sociedad de conservación histórica y aquellas organizaciones no convencionales que ayudan a la gente con discapacidades o encuentran casa a mascotas sin hogar. Las personas que se benefician de organizaciones caritativas sin ánimo de lucro tienen menos autonomía cuando esos servicios son el resultado de subvenciones públicas y disposiciones sociales de bienestar.

Así que podemos pensar en una coalición de filántropos y voluntarios orientados a objetivos uniéndose para prevenir un mayor atrincheramiento del estado de bienestar. Aunque es verdad que muchas organizaciones sin ánimo de lucro (principalmente las que tienen programas de bienestar social) pueden ganar con concesiones públicas, las organizaciones sin embargo sirven como baluartes del mercado libre cuando impiden en inicio de la planificación social centralizada o de más bienes públicos.

Además, quienes financian o prestan servicios voluntarios en organizaciones sin ánimo de lucro normalmente exudan una gran pasión por aquello a lo que dedican su tiempo, esfuerzo y dinero. La satisfacción de las cosas bien hechas o el logro de objetivos es indudablemente un factor motivador para seres humanos que tratan de alcanzar ideales filantrópicos. Quizá el aspecto más noble de las recompensas recibidas por medio de una organización sin ánimo de lucro sea, en lo que se refiere a la financiación privada, que ninguna persona está obligada a pagar por un resultado o prestación que no apruebe. La gente que no apoye las actividades sin ánimo de lucro no tiene que interactuar con esa organización.

La división entre sectores “sin ánimo de lucro” y “con ánimo de lucro” es una idea admirable. Para persona que no buscan ganar un rédito en la inversión y quieren invertir en los objetivos elegidos no monetarios de una organización, las sin ánimo de lucro le permiten contribuir a esos resultados deseados. Quizá un beneficio psicológico sea más importante para algunos que un beneficio monetario. Estas ganancias no monetarias son esenciales para la “buena vida” disfrutada por los que viven en un sistema libre y burgués. Después de todo, ciertos servicios no pueden convertirse fácilmente en beneficios monetarios se benefician del apoyo financiero de partes voluntarias, así como de la falta del hombre del saco de Haciendo robando las ganancias.

De hecho, como señalaba Murray Rothbard en “The Myth of Neutral Taxation”, los benefactores y miembros de organizaciones sin ánimo de lucro son, esencialmente tanto inversores como consumidores. ¿Cómo es eso? Rothbard lo explica:

En cierto modo, lo miembros son “consumidores”, excepto que consumen los servicios de la organización, no comprando un producto, sino ayudando a que la organización persiga sus objetivos. Los miembros-donantes son al mismo tiempo los consumidores y los inversores, los consumidores y los que toman las decisiones de producción. (…)

Incluso cuando los objetivos explícitos de la organización sean ayudar a no donantes, sigue aplicándose esta regla (la de que los consumidores que guían las decisiones de producción son los donantes). Supongamos, por ejemplo, que la organización es caritativa y da limosnas a los pobres. En cierto modo, el propósito es beneficiar a los pobres, pero aquí los consumidores reales, las guías para las decisiones de producción, son los donantes, no los receptores de caridad. La caridad sirve para los fines de los donantes y esos fines son a su vez ayudar a los pobres. Pero son los donantes los que están consumiendo, los donantes los que están mostrando su preferencia por sacrificar un beneficio inferior (el uso de su dinero en otra cosa) por uno mayor (dar dinero a la caridad para ayudar a los pobres). Son los donantes cuyas decisiones de producción guían las acciones de la caridad.

Las características de la economía sin ánimo de lucro son tales que el gobierno al mismo tiempo la anima y la desanima mediante subvenciones y restricciones, proclamando las virtudes de algunas y expresando escepticismo hacia otras. En una verdadera economía de mercado, el gobierno no tendría ningún peso en la formación, misión o resultado social de ninguna organización, sea con o sin ánimo de lucro.

De hecho, en un entorno de mercado perfectamente libre, no habría planes fiscales redistributivos u por tanto no habría necesidad de crear un entorno fiscal favorable dentro del marco de las organizaciones sin ánimo de lucro. Sin embargo, en el trono celestial del estado Leviatán regulatorio y fiscal, la organización sin ánimo de lucro es una pequeña vía de escape para quienes quieren obtener tanta ventaja como sea posible, perdiendo tan poco como sea posible en los pasillos del poder.

Es verdad que las organizaciones sin ánimo de lucro residen en un sector “oculto” de nuestra economía, uno al que se presta a veces escasa atención. De hecho, todas nuestras vidas están afectadas de alguna manera por una serie de organizaciones sin ánimo de lucro que trabajan por alcanzar objetivos concretos de forma voluntaria y no coactiva. La forma de empresa sin ánimo de lucro es indispensable tanto para los receptores individuales como para los benefactores que la financian.


Publicado el 28 de agosto de 2014. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.