El capitalismo de compinches nos rodea por todas partes. Estamos tan acostumbrados a él que a menudo ni siquiera lo advertimos. Cada vez que un negocio de propiedad privada usa su influencia sobre los cargos públicos (por ejemplo, amistad, dinero u otros favores) para moldear políticas públicas a su favor o evitar la aplicación de leyes existentes, vemos un ejemplo de capitalismo de compinches. El capitalismo de compinches reduce la responsabilidad de políticos y hombres de negocios por sus acciones y también afecta a la libertad de otros para competir en el mercado.
Una de las formas más comunes en que se manifiesta el corporativismo en Serbia es la concesión de grados profesionales y puestos de trabajo basada en ser miembros de un partido político y no en la experiencia profesional. Por ejemplo, las instituciones de educación superior, incluyendo universidades públicas y privadas, pueden conceder grados académicos a gente con rendimiento defectuoso, pero de quienes esperan beneficiarse esas instituciones mediante su influencia política. Estos resultados en el fenómeno conocido como “captura del estado”, cuando un grupo de intereses toma control del proceso de toma de decisiones del estado con el fin de adquirir beneficios privados o de partido. Esto impone inevitable los costes de esas intervenciones sobre el resto de la población.
El dinero y el poder se concentran en un grupo relativamente pequeño de personas muy íntimamente aliadas, mientras que los costes se dispersan por toda la población. Como consecuencia, cada individuo en la población general experimenta solo un pequeño impacto negativo de una política corporativista concreta. Por otro lado, cada uno de estos individuos del grupo relativamente pequeño que está en el poder tiene un interés creado en mantener la relación con sus aliados en la economía. Los costes individuales de organizar la relación de compinches están lejos de compensarse con los beneficios que cada uno de sus participantes pueden sacar de su relación.
Al mismo tiempo, para el resto de la población, los costes de oportunidad de investigar la estructura de las relaciones de compinches en lo alto de la política y la economía son altos. Además, los costes de organizar algún tipo de respuesta pública eficaz y con sentido al corporativismo es alta para cada individuo respecto de los beneficios potenciales. Generalmente es extremadamente difícil coordinar un gran número de personas (es decir, millones) con distintos intereses, necesidades, planes y expectativas de una forma que lleve a una acción centrada y eficaz.
Muchos de mis amigos serbios son vagamente conscientes de este problema, pero a menudo dicen que “tienen que preocuparse por pagar las facturas y llevar comida a la mesa” y que “no tienen tiempo para cambiar el mundo”.
El resultado final de esas constelación de costes y beneficios es que las relaciones corporativistas son bastante resistentes al cambio. Una vez establecidas, hace falta mucho tiempo, y normalmente un acontecimiento catastrófico o una serie de escándalos, para que la población general haga algo. Por esto los ejemplos evidentes y asombrosos de corporativismo son valiosos para recordarnos la naturaleza del sistema económico en el que vivimos.
Uno de estos ejemplos asombrosos de capitalismo de compinches se está produciendo actualmente en Serbia. Hay fuertes evidencias de que la tesis de doctorado del ministro de asuntos interiores de Serbia, Nebojša Stefanovic, está llena de texto plagiado y que su contribución investigadora es igualmente nula. El ministro obtuvo su doctorado en la Universidad Megatrend de Belgrado, de propiedad privada, en solo dos años. También obtuvo su licenciatura y su maestría en la misma universidad siendo al mismo tiempo un político de alto nivel en el partido del actual primer ministro, Aleksandar Vucic. La tesis de Stefanovic ha sido examinada por economistas de la London School of Economics, la European Business School en Wiesbaden y la Universidad de Belgrado y todas las evaluaciones concluyen que está llena de plagios.
Entretanto, se descubrió en Megatrend otro caso, quizá aún más asombroso, de falta de honradez académica. Un grupo de investigadores descubrió que era falsa la afirmación del propietario y decano de la Universidad Megatrend, Mica Jovanovic, de que obtuvo su doctorado en la London School of Economics. La administración de la London School of Economics confirmó que Jovanovic nunca acudió a la LSE.
En estas condiciones, cabría esperar algún tipo de estrategia de mitigación por parte de las autoridades políticas, como trasladar al ministro incriminado a un puesto distinto y menos prominente. Sin embargo, no ha pasado esto. El primer ministro serbio, Aleksander Vucic, defendió a Jovanovic desde el día en que apreció la primera evidencia de plagio. En una rueda de prensa, incluso calificó al análisis de los economistas de la LSE como “la explicación más estúpida” que haya visto nunca. Incluso afirmó públicamente que el ministro de educación estaba de acuerdo con su valoración del análisis de los investigadores de la LSE.
Como las ventas de la mayoría de los medios dependen directa o indirectamente de la aprobación por cargos públicos mediante relaciones corporativistas con sus propietarios y patrocinadores, los medios formales se resisten a publicar cualquier cosa que pueda enfadar a dichos cargos públicos. Las protestas públicas sobre estos casos se han expresado sobre todo a través de los blogs. La frustración de la gente se acumuló al no haber ninguna acción por parte del gobierno. El gobierno acabó eliminando parte de la protesta recomendando que el decano de la Universidad Megatrend dimitiera de ese puesto, cosa que hizo poco después. Pero en su discurso de dimisión a la facultad y el personal de Megatrend, dijo que no había necesidad de preocuparse y exclamó alegremente que “tenemos un sólido apoyo del primer ministro”. El ministro Stefanovic sigue en su cargo y rechaza todas las acusaciones de plagio.
Por muy repulsivas y sorprendentes que puedan parecer las acciones de la gente implicada en este caso, son perfectamente explicables. El ministro Stefanovic es un político joven y con aspiraciones, pero e faltaba cierto prestigio académico para cimentar su ascendente trayectoria política. Es también el tipo de persona que evidentemente gusta al primer ministro serbio y quiere tener como parte de su gobierno. Pero como Stefanovic puede que no tenga el nivel académico necesario para satisfacer los estándares básicos de integridad académico, puede ser beneficioso para su jefe, Vucic, convencer a los examinadores de Megatrend para rebajar sus estándares en este caso. Esta persuasión no hace falta siquiera que sea directa. Basta con que los examinadores sepan que, como había dicho su decano, “tienen el pleno apoyo” del primer ministro. Como este apoyo puede debilitarse si suspenden a su miembro del partido favorito, los incentivos para rebajar los estándares de la integridad académica están establecidos. Lo único que falta es poner en marcha la maquinaria bien engrasada del capitalismo de compinches.
Descubrir a Stefanovic fue el primer fallo en el funcionamiento de esta maquinaria. Este fallo plantea la pregunta de cuántas veces los estándares académicos en la educación superior de Serbia se han rebajado en el pasado. ¿Cuántos doctores falsos hay en el establishment político y económico de Serbia?
Para los no iniciados, esto puede sonar como una historia sacada de un sketch de Saturday Night Live o Monty Python. Pero es dolorosamente real. Deberíamos usar esta lección para subrayar lo básico del corporativismo presente en casi todas las esferas de la actividad política y económica en todos los países. A menudo nos acostumbramos gradualmente a que los políticos usen la fuerza del aparato estatal para ayudar a sus compinches y dejamos de enterarnos. Pero el hecho de que nos acostumbremos a ello no hace a esta disposición social menos peligrosa. Solo nos lleva más en la dirección de vivir en una realidad de Saturday Night Live o Monty Python.
Publicado el 15 de agosto de 2014. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.