Echar la culpa al frío

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En febrero, la Reserva Federal hizo una observación casual de que el invierno inusualmente severo fue parcialmente culpable del ritmo paralizado de la economía de EEUU. Los medios de comunicación, de los progresistas a los conservadores, todos destacaron el informe de la Fed y proporcionaron su correspondiente sesgo sobre cómo el tiempo daña la economía. Pero enseguida el foco volvió a las temperaturas brutalmente frías y no al impacto económico del invierno.

Sin embargo, recientemente, el Departamento de Comercio informó de que la economía de EEUU se contrajo realmente un 2,9% en el primer trimestre de 2014. Fue el tercer intento del Departamento de revisar sus cifras, con informes previos estimando primero un crecimiento del 0,1% y luego una contracción de 1,0%. Aunque esta pequeña “revisión” estadística era incómoda, se vio rápidamente seguida (de forma orwelliana) por un montón de informes que confirmaban que la economía ya ha rebotado y el segundo trimestre ha sido incluso mejor de lo anticipado previamente. (Según una estimación avanzada publicada la pasada semana por la Oficina de Análisis Económico, el PIB aumentó un 4% en el segundo trimestre y las cifras del primer trimestre se estaban revisando de nuevo).

Naturalmente, la campaña de “la culpa es del tiempo” volvió a aparecer. De hecho, Gus Faucher, vicepresidente y macroeconomista sénior del PNC en Pittsburgh, estima que más de la mitad de la contracción puede atribuirse al mal tiempo invernal. Bueno, esto plantea la pregunta: “¿Puede realmente el tiempo hacer que la economía se contraiga?”

El tiempo evidentemente afecta a la economía. Sin embargo, la afirmación de que el tiempo pueda realmente arrastrar a la baja a la economía es como mínimo dudosa. Aunque un mal tiempo invernal puede ralentizar la construcción, paralizar las ventas de automóviles y reducir el consumo de helados, la economía nunca hiberna. Por el contrario, la actividad económica simplemente cambia.

Una buena analogía es el gasto en consumo familiar. Cada mes, la familia media asigna cierta cantidad de renta disponible al ocio. Cómo se gasta el dinero (en restaurante, viajes, compras o cines) es irrelevante. De lo que se trata es de que la gente tiende a presupuestar una cantidad relativamente fija de renta en actividades de ocio. Si se inaugura un restaurante con buenas críticas o se estrena una película de éxito, una pareja joven no aumenta drásticamente su presupuesto mensual para ajustarse a las nuevas opciones de ocio. Por el contrario, el gasto de consumo puede trasladarse de las compras o el teatro a las cenas y el cine. Igualmente, una familia que esté planeando unas grandes vacaciones o un día en el estadio, o presupuesta ahorros adicionales a lo largo del año o rebaja otros gastos. Suponer que nuevas opciones de compra aumentan mágicamente el gasto es una mala economía.

Igualmente, los malos inviernos simplemente cambian la actividad económica. Aunque es verdad que las empresas pueden posponer proyectos de construcción y los consumidores dedicarán menos tiempo a salir, la economía no se paraliza.

Por el contrario, las empresas usan a menudo la calma posvacacional para completar el inventario anual, actualizar iniciativas de control de calidad o instalar nueva tecnología. Además, aunque algunos minoristas como los vendedores de helados, grandes almacenes y restaurantes pueden ver bajar sus ventas, otros verán inevitablemente aumentar las suyas, porque los consumidores tienden a quedarse y cenar en casa, acumular productos para emergencias y ver más televisión. En términos más reales, Ben & Jerry’s y Baskin-Robbins pueden sufrir, pero Amazon, Netflix y la tienda local de alimentación podrían ver aumentar sus ventas. Este efecto cíclico es natural.

También están los efectos secundarios. Más descargas de películas estimulan el sector de las telecomunicaciones. Los viajes al supermercado y las compras por Internet significan más entregas, lo que significa trabajo para los gigantes de la distribución (incluso contando con retrasos por mal tiempo). Es más, la economía está tan interconectada que un aumento en el frío significa inevitablemente más trabajo para camiones y equipos. Esto, a su vez, puede ayudar a ferreterías, mecánicos y distribuidores de recambios. Por no mencionar que un invierno crudo lleva inevitablemente a un mayor gasto en servicios públicos, eliminación de nieve y equipamiento industrial, como arados, barredoras de nieva y motosierras. Estos efectores secundarios continúan y continúan.

Además, en cada invierno hay un aumento en los viajes, ya que la gente escapa del frío intenso, lo que aumenta los ingresos para el sector aeronáutico y turístico. Entretanto, algunos destinos de viaje agradecen en realidad el frío del invierno. De hecho, esta temporada pasada, la mayoría de las estaciones de esquí en Estados Unidos abrieron antes y tuvieron su mejor temporada en años. (Cabe prever que se culpe a las inusuales temperaturas frías de este verano la poca asistencia a piscinas y centros turísticos en todo el país).

Finalmente, el crecimiento económico y el gasto en consumo no están conectados intrínsecamente. El poder de compra no se evapora solo porque el gasto pueda disminuir durante los meses fríos del invierno. Por el contrario, el ahorro aumenta las oportunidades de inversión y puede estimular los balances de empresas como Wells Fargo, Edward Jones y E*TRADE. Esto puede, a su vez, estimular la bolsa e incluso posiblemente el precio de las acciones de Unilever y Dunkin’ Brands (los padres corporativos de Ben & Jerry’s y Baskin-Robbins), incluso cuando los consumidores ansían chocolate caliente más que helados.

Aunque el tiempo puede afectar a la economía, la contracción reciente tiene poco que ver con el frío del invierno: la economía de EEUU es demasiado diversa y compleja. Por el contrario, somos testigos de los constantes efectos de políticas monetarias y fiscales fracasadas. Como señalaba la Comisión Wickersham hace años, “Estas leyes [de la economía] no pueden destruirse por gobiernos, pero a menudo en el curso de la historia humana los gobiernos han sido destruidos por ellas”.


Publicado el 27 de agosto de 2014. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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