El fracaso de los tipos fijos

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[Este artículo apareció originalmente en The Free Market en enero de 2004]

“El mundo está en una crisis monetaria permanente”, observó una vez Murray N. Rothbard, “pero de vez en cuando la crisis se agudiza y cambiamos ruidosamente de marcha de un sistema monetario defectuoso a otro”. Los sistemas monetarios construidos sobre divisas flotantes son cosas frágiles. La mayoría del mundo funciona actualmente bajo esta disposición.

Lo único peor, según Rothbard, eran los tipos de cambio fijos basados en dinero fiduciario y coordinación internacional. Los mercados son fluidos y cambiantes. El tipo de cambio fijado por el gobierno está condenado a ser demasiado alto o demasiado bajo, con problemas en ambos casos. La historia de los intentos por mantener unos tipos fijos de cambio por acuerdo internacional es una historia larga y rica de fracasos, ilustrando de nuevo que el poder del gobierno no es comparable a las incansables y despiadadas fuerzas del mercado. Todo lo cual no encaja bien con la habilidad de China para mantener su propio tipo de cambio fijo frente al dólar.

Nuestro propio dólar ha llevado una vida tempestuosa de adolescente, aparentemente incapaz de mantenerse dentro de los límites establecidos por las autoridades. El Acuerdo de Bretton Woods duró de 1944 a 1971 y fue una forma de sistema de tipo fijo de cambio basado en coordinación internacional. El dólar se definió como 1/35 de una onza de oro.; todas las demás divisas se fijaron en términos del dólar. Es importante indicar que el dólar solo era redimible en oro para los gobiernos extranjeros.

Como cabía esperar, el gobierno de EEUU infló la divisa, como tienden a hacer los gobiernos. Los dólares crecieron rápidamente; la oferta de oro, no. Inevitablemente, a medida que los gobiernos extranjeros empezaban a convertir sus dólares en oro, el Tío Sam encontraba que su reserva de oro estaba aligerándose. Naturalmente, tuvo que romper el Acuerdo, lo que llevó a una devaluación del 8% del dólar, entre otras cosas. Pero eso no podía detener el empuje de las fuerzas del mercado, que, como el desbordado río Potomac en los días anteriores al huracán Isabel, simplemente ignoraban lo que el hombre ponía en su camino. En febrero de 1973, el dólar fue devaluado de nuevo. En marzo, se acabó el Acuerdo del Smithsonian. Desde entonces, el dólar ha sido una divisa fiduciaria flotante sin relación con el oro.

Europa tampoco fue capaz de construir un sistema duradero basado en una divisa fiduciaria. La Comunidad Económica Europea estableció uno de los sistemas de tipo de cambio ligado más conocidos en abril de 1972. Los miembros de la CEE decidieron que sus divisas se mantuvieran dentro de límites establecidos entre sí. Este acuerdo fue conocido con el colorido nombre de “la serpiente”. Las presiones del mercado también acabaron con la serpiente, ya que los gobiernos fueron incapaces de mantener sus divisas dentro de estas bandas.

El siguiente paso fue el Sistema Monetario Europeo, en marzo de 1979. Aquí las divisas se mantenían unidas por el Unidad de Moneda Europea (UME), una unidad de cuenta basada en una media ponderada de los tipos de cambio de los países miembros. Se vino abajo en el otoño de 1992, después de experimentar problemas graves y a pesar de los intentos de números bancos centrales europeos por mantenerla interviniendo directamente en los medios de cambio de moneda. De nuevo los dictados del gobierno resistieron como casas de heno frente a vientos de tempestad, es decir, no resistieron.

El último sistema creó el euro, que empezó en 1999. El euro es relativamente joven para los patrones monetarios. No hay todavía creadas tablas actuariales para la expectativa de vida del papel moneda, pero teoría e historia están de acuerdo en que es algo menos que permanente.

Los sistemas de cambios ligados son un magnífico combustible para las crisis, como los derivados de petróleo en un garaje; una pequeña llama puede iniciar un gran incendio y echar abajo una casa. Otro caso instructivo es la desintegración del peso en 1994-95 o la llamada Crisis Tequila.

Antes de la crisis, México ligó el peso al dólar, pero permitió una banda dentro de la cual podía flotar. El gobierno mexicano tenía que intervenir frecuentemente en el mercado para mantener esa banda. México experimentó un gran déficit comercial en 1994, quizá indicando que el peso ligado era más fuerte de lo que habría sido un peso sin intervención pública. El crecimiento de la oferta monetaria fue brusco en los años que precedieron a la crisis y un 20% o más anual a lo largo de la mayoría de 1994.

Como siempre parece ocurrir en estos tipos de sistemas, el gobierno mexicano no pudo controlar la oferta creciente de pesos, ni pudo estimular la debilitada demanda de pesos, tratando al mismo tiempo de mantener el valor del peso en relación con el dólar.

En diciembre empezó el fin de partida para esta disposición. El banco central de México finalmente devaluó el peso en un 13% el 20 de diciembre. Al final de diciembre, el peso flotaba libremente y cayó otro 15%. En el periodo de cuatro meses que empezó el 20 de diciembre, el peso perdió el 50% de su valor.

¿Quién puede olvidar la crisis asiática de 1997? Originada en Tailandia, see extendió por todo el sudeste asiático: el ringgit malasio, el dólar de Singapur, el peso filipino, el dólar taiwanés y la rupia indonesia, todos declinaron. La crisis asiática se propagó por los mercados financieros en todo el mundo.

Antes de la crisis asiática, Tailandia había ligado el tipo de cambio al dólar. De nuevo, el baht tailandeses,  se hizo más débil en el mercado y los inversores intercambiaban bahts por dólares. El banco central tailandés gasto más de 20.000 millones de dólares en tratar de mantener su tipo ligado, pero acabó teniendo que aumentarlo. Muy sencillamente, la oferta del  baht excedía la demanda de este en el mercado y la intervención del gobierno solo retrasó y exacerbó la crisis. En un periodo de cinco semanas, el baht tailandés perdió más de 20% frente al dólar. Otros países del sudeste asiático tuvieron que renunciar también a sus tipos fijos de cambio.

Esto nos lleva, de forma indirecta, a la contienda actual que rodea al yuan y el dólar. Como hemos remarcado a través de una historia corta y selectiva de los estallidos de divisas, debería estar claro que mantener una ligazón que no esté en armonía con las fuerzas del mercado es una receta para un costoso desastre.

Durante diez años, los chinos han mantenido un tipo fijo de cambio en torno a los 8,28 yuanes por dólar. Como se ha documentado, EEUU ha sido un gran importador de bienes chinos. Tomamos sus mercancías y ellos toman nuestros dólares.

Según James Grant, “los dólares se acumulan en el balance de la República Popular de China a un ritmo de 10.000 millones al mes”. Esa tendencia es insostenible. En algún momento, los chinos van a tener que dejar de adquirir dólares al tipo fijo. Parece que el yuan es demasiado barato a ese tipo y la oferta mentaría china está en auge. La gente está cambiando ansiosamente sus dólares por yuanes.

Entretanto, dinero y crédito están en auge en China. Como escribe Grant: “No es por tanto accidental que el mercado inmobiliario de Shanghái esté al rojo, que el crecimiento de los préstamos chinos este floreciente o que las asustadas autoridades monetarias chinas hayan sido incapaces de mantener la tapa sobre el crecimiento de la oferta monetaria china. Al hacer demasiado barato el yuan, también tenían que hacerlo, necesariamente, demasiado abundante”.

El resultante auge artificial en China no es bueno para los chinos. Un declive sigue siempre a ese auge. Si se la permite flotar, el yuan probablemente se fortalezca y parte de los flujos monetarios se ralentizarían o incluso invertirían. Puede ser demasiado tarde para China, cuyo gobierno parece tanto interesado en destruir su divisa como los funcionarios estadunidenses parecen inclinados por destruir el dólar, conscientemente o no.

Consideremos el fiasco del yuan-dólar como otro capítulo más de la larga saga de la lucha inútil del hombre por domesticar el papel moneda. El sueño inalcanzable es ser capaces de producir tanto como sea posible y mantener al tiempo su poder adquisitivo en el mundo real de las cosas.

Murray Rothbard escribió: “Los gobiernos no saben, ni quieren saber, que la única fijación con éxito de los tipos de cambio se produjo, no casualmente, en la época del patrón oro”. La razón es suficientemente fácil de entender. Funcionaba porque las unidades monetarias, como el dólar, se fijaban en términos de su peso en oro. El oro tiene que extraerse, manufacturarse dentro del mercado y no puede crearse de la nada.

Pero a los planificadores públicos no les gusta el oro. Les ata las manos. No pueden gastar tan libremente porque saben que tienen que redimir sus emisiones monetarias en oro. Controla sus tendencias inflacionistas.

Es fácil deprimirse cuando miras a tu alrededor y ves el estado de los asuntos monetarios. Pero, como advertía Rothbard y como demuestran las estampas históricas anteriores, tenemos una gran fuerza a nuestro favor. Como señalaba Rothbard alegremente: “Los mercados libres, no solo en el largo plazo, sino habitualmente a corto plazo, triunfarán sobre el poder del gobierno”. La incapacidad de los gobiernos de mantener tipos fijos de cambio frente a las fuerzas opuestas del mercado es solo una prueba más de su impotencia.


Publicado el 20 de agosto de 2014. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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