Como espectador frecuente del Canal de Historia, he llegado a apreciar varios de sus programas semanales, no solo por sí mismos, sino por los muchos principios de economía demostrados en cada episodio. He escrito previamente sobre las lecciones de la tienda de empeños, describiendo unos pocos conceptos económicos notables de ver La casa de empeños y Los restauradores. Otro programa de televisión así es Cazadores de tesoros. Aquí no solo se ve la teoría económica clásica en la práctica, como la ventaja comparativa y la especialización y el comercio, sino también otras ideas austriacas.
Cazadores de tesoros sigue la actividad diaria de dos recolectores, Frank Fritz y Mike Wolfe. Viajan por el país, deteniéndose en desguaces y visitando negocios de viejos productos estadounidenses oscuros, en busca de gangas. Los espectadores aprenden la historia de unas pocas cosas elegidas y luego empieza el regateo. Los compradores hacen sus ofertas y los vendedores contraofertan, un toma y daca, hasta que llegan a un precio acordado o llegan a un impasse y pasan a otra cosa. Se muestran los valores subjetivos de cada parte, indicando las expectativas previas de ambos actores.
El objetivo de los recolectores es encontrar antigüedades valiosas con un descuento y venderlas a clientes al por menor con un beneficio. La actividad se ve a veces desacreditada por críticos del mercado libre que creen que los recolectores están explotando a los propietarios. Les ven negociar un precio bajo y el beneficio previsto que cada cosa les dará y concluyen que debe haber prácticas injustas. La pregunta que nunca plantean es: si los propietarios fueran capaces de vender estos productos a precios superiores, ¿por qué no lo han hecho?
La respuesta es que no todos tienen juicio empresarial para ver la riqueza futura en una pila de desperdicios o en un garaje repleto. Ludwig von Mises, en su tratado La acción humana, explica que el empresario “no se deja guiar por lo que era y es, sino que dispone sus asuntos basándose en su opinión acerca del futuro. Ve el pasado y el presente como los demás, pero juzga el futuro de forma diferente”. De esta forma, los recolectores están previendo los deseos futuros del consumidor y actuando de tal manera que estén listos para atenderlos.
Mirando con más detalle, vemos que no solo está implicada esa previsión, sino toda una estructura de producción creada para ayudarles a alcanzar sus fines. Deben emplear capital de tal manera que puedan llevar al mercado esos bienes, que en cierto modo son comparables con bienes de orden superior, en el sentido de que no están disponibles inmediatamente para el consumidor.
Los compradores al por menor no tienen acceso directo a las cosas concretas que quieren comprar. Los recolectores asumen una tarea extensiva, conduciendo para encontrar piezas que quieran los consumidores en algún momento futuro. Para esto, la pareja debe usar dinero para cubrir sus gastos, como gasolina, hoteles, mantenimiento, transporte y, por supuesto, la compra de inventario. También supone un conocimiento experto del mercado de antigüedades para saber qué cosas se buscan y cuánto pueden estar dispuestos a pagar los compradores en el futuro. A menudo, las cosas que seleccionan requieren reparaciones y restauración para conseguir el máximo beneficio o incluso simplemente para venderlas. Esto requiere otros especialistas, más recursos y tiempo adicional, mostrando así los muchos papeles que desempeña el capital y los beneficios añadidos de cambiar el proceso de producción a formas más indirectas.
Esto revela también los riesgos asociados con llevar un negocio. El espectador tiene una idea de cuánto beneficio produciría cada cosa, pero no está siempre claro que se venda por ese precio. Se ve también que algunas cosas son más difíciles de vender de lo previsto, lo que significa un beneficio menor para los recolectores. Deben pagar a su empleada, Danielle, que espera un salario regular, y cubrir otros costes del negocio, se mueva o no el inventario.
Los vendedores parecen entender esto implícitamente, por lo que están frecuentemente deseando deshacerse de cosas que han poseído durante décadas. No poseen la misma estructura de producción que han acumulado Fritz y Wolfe y están encantados de vender sus bienes a un comprador intermedio, incluso si significa un precio menor que en el mercado al por menor. Una oferta de efectivo en el presente es lo suficientemente atractiva como para renunciar a una cantidad mayor en el futuro, revelando su preferencia temporal. En algunos casos, vemos que han comprado estas piezas por mucho menos de lo que ofrecen los recolectores, proporcionando al dueño cierto retorno sobre su compra inicial. Otras veces, vemos que los dueños se sorprenden de que alguien dé tal valor a su propiedad, en cuyo caso están encantados de vender a cualquiera, porque les beneficiará en formas que no habían entendido previamente.
Otras barreras potenciales para los recolectores son los dueños que no están dispuestos a vender nada. Los dos pueden dedicar muchas horas en la carretera y encontrar difícil comprar algo que baste para cubrir los gastos de gasolina, no digamos conseguir un beneficio. Aunque esto sea un desgracia para los recolectores, revela la acción racional de los dueños, que venlas ofertas y deciden que es mejor esperar. Aunque no podemos saber con precisión por qué deciden dejar pasar la oportunidad de vender algo, podemos concluir de la praxeología que es debido a una desutilidad percibida en la transacción. Repito, solo las transacciones acordadas mutuamente tienen lugar en estos mercados.
Mediante esta serie vemos riqueza que se crea ante nuestros ojos. Lo que estaba ocioso, piezas casi olvidadas de historia antigua cobran nueva vida y proporcionan nueva riqueza a todas las partes. Lo que a menudo no vemos en el programa son los consumidores finales, que se benefician del trabajo de los recolectores y a quienes estos últimos deben tener siempre presentes.
Publicado el 10 de septiembre de 2014. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.