La guerra contra las drogas no es como la guerra contra la pobreza

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Como pueblo aparentemente de mentalidad belicista, los estadounidenses (o al menos nuestros líderes políticos estadounidenses) han estado cómodos considerando parte del programa político interno como guerras durante décadas. Dos de las más destacadas han sido la Guerra contra la Pobreza y la Guerra contra las Drogas.

A pesar de las similitudes en sus nombres, hay una diferencia importante entre ambas. La Guerra contra la Pobreza no es una guerra real. La Guerra contra las drogas sí.

La Guerra contra la Pobreza no es una guerra real porque no hay enemigo al que ataquemos para luchar contra la pobreza. Muy al contrario. La Guerra contra la Pobreza identifica a la gente pobre y le da cosas. A veces es renta. Otras es comida, o sanidad, o educación.

Si se hace alguna analogía con la guerra, la Guerra contra la Pobreza es más como el Plan Marshall que proporcionó ayuda a las víctimas de la guerra independientemente de cualquier culpa en causar la guerra. Si la gente es víctima de la pobreza, la Guerra contra la Pobreza le da cosas, quizá con la idea de que las cosas pueden ayudarles a escapar de la pobreza.

La tasa oficial de pobreza en Estados Unidos no ha bajado desde finales de la década de 1960, así que si la idea de la Guerra contra la Pobreza era reducir la pobreza, entonces, según las estadísticas del propio gobierno, no ha funcionado. Pero eso es otro tema. Se trata de que la Guerra contra la Pobreza no es realmente una guerra.

La Guerra contra las Drogas es una guerra real. Su nombre oculta a la gente que son los combatientes. Realmente es una guerra contra los compradores y vendedores de drogas. La policía se está armando con armamento de tipo militar y está utilizando tácticas militares para atacar al enemigo (compradores y vendedores de droga) y los miembros del enemigo declarado también están tomando las armas para defenderse a sí mismos y a sus propiedades, en parte contra la policía, pero también en parte contra otros ciudadanos. Evidentemente, la policía no protegerá a la gente con la que están en guerra, ni sus propiedades.

De hecho, con leyes de confiscación civil, la policía no solo se incautará de la propiedad contra la que han declarado la guerra, sino de toda propiedad asociada con aquellos a quienes tratan como combatientes enemigos.

En su mayor parte, las leyes en Estados Unidos se escriben y aplican para proteger a minorías de cualquier tipo, ya estén definidas por raza, género, edad, preferencias sexuales o religión, pero la única gran excepción a la protección de minorías es que la Guerra contra las Drogas ha señalada a personas a perseguir basándose en sustancias que estas deciden comprar y vender.

No hace mucho tiempo, el sistema legal iba contra gente que realizaba actividades homosexuales o matrimonios interraciales, pero hemos ido más allá y las leyes ahora protegen las decisiones que toma la gente en su vida privada, aunque mucha gente no las apruebe. (Una excepción es el matrimonio del mismo sexo, que sigue sometido a debate). La libertad no tiene sentido si a la gente solo se le concede la libertad de tomar decisiones políticas que aprueban los líderes políticos.

A pesar del progreso en algunas áreas protegiendo a las minorías, la Guerra contra las Drogas es una notoria excepción. No hablo del hecho de que las minorías raciales tan más probabilidades de ser el objetivo en la Guerra contra las Drogas (cosa que es verdad). La minoría a la que me refiero son los compradores y vendedores de drogas, independientemente de sus demás características. ¿Por qué perseguir a esa minoría mientras extendemos las protecciones legales a tantas otras?

El gobierno no se contenta con solo atacar a los verdaderos compradores y vendedores de drogas: pone trampas para atraer a gente para que acepte transacciones con drogas incluso sin tener ninguna otra evidencia contra ellos.

Un artículo de USA Today describiendo estas operaciones de engaño dice: “Las investigaciones de los pisos seguros de la ATF ya tienen un reveés legal. Dos jueces federales en California sentenciaron este año que los agentes violaron la Constitución al impulsar a la gente a ‘delitos ficticios’ que no habrían cometido en otro caso; un tribunal federal de apelaciones en Chicago está considerando si una operación allí constituyó inducción al delito”.

¿Cómo es la gente objetivo de las operaciones de engaño? El artículo continúa diciendo: “En un caso en San Diego, el informador del gobierno (…) testificó que a veces se aproximó a gente en la calle para ver si querían realizar un robo de drogas. (…) En otro caso, un juez de un tribunal federal de apelaciones dijo que la ATF envió a un informador a reclutar de forma aleatoria malhechores en una zona peligrosa del pueblo”.

“Algo está mal ahí”, dijo la catedrática de derecho de la Universidad de Chicago, Alison Siegler, parte de un equipo de juristas en contra de las tácticas de la ATF en un tribunal federal de Illinois. “El gobierno está creando estos delitos y luego eligiendo quién es el objetivo”.

Justificando sus acciones, en el mismo artículo, la ATF dice: “sus agentes se basan en historiales delictivos, ficheros de inteligencia policial e información confidencial para identificar a gente ya responsable de robos violentos”.

A pesar de las contradicciones en los párrafos precedentes, una razón por la que la gente que es objetivo de la Guerra contra las Drogas tiene historiales delictivos es que el gobierno les ha declarado la guerra. Más aún, si la ATF está realmente dirigiéndose contra gente responsable de robos violentos, debería arrestarlos por robo, en lugar de tratar de atraparlos con una operación engañosa de drogas.

La Guerra contra las Drogas es una guerra real en la que el gobierno ha señalado a una población minoritaria (compradores y vendedores de drogas) para atacarla. Va contra ellos con armamento y tácticas de estilo militar, de forma que puede confiscar su propiedad y encarcelarlos.

La Guerra contra la Pobreza no es una guerra. Es una operación de mantenimiento de paz que proporciona bienes, servicios y dinero a los pobres, igual que hizo el Plan Marshall en Europa tras la Segunda Guerra Mundial.

En ninguna de estos casos están los programas alcanzando sus objetivos declarados. La tasa de pobreza no está disminuyendo y la gente continúa comprando y vendiendo drogas. Pero bueno, ya lo sabíais antes de empezar a leer esto.


Publicado el 2 de agosto de 2014. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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