Los recortes fiscales son solo para los poderosos

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Hace noventa y siete años, una banda pequeña pero decididamente despiadada de revolucionarios trató de demostrar que era posible lograr felicidad material (y justicia social) reemplazando los mercados libres por la planificación económica.

En su obra clásica Socialismo, escrita en 1922, solo cinco años después de la revolución bolchevique de 1917, Ludwig von Mises predecía el fracaso del comunismo soviético. Apuntaba que los planificadores estarían luchando a ciegas, al faltarles la información vital que proviene de los precios del mercado libre. En sus palabras, el mercado actúa como “un plebiscito diario de lo que hay que producir y quién ha de producirlo”.

“El problema del cálculo económico es el problema fundamental del socialismo”, escribía Mises.

Los escritores socialistas pueden continuar publicando libros acerca de la decadencia del capitalismo y la llegada del milenio socialista, pueden pintar las maldades del capitalismo con colores espeluznantes y compararlas con el atractivo retrato de la bendita sociedad socialista, sus escritos pueden continuar impresionando a los irreflexivos, pero esto no puede alterar el destino de la idea socialista. (…) No pueden hacer viable el socialismo.

Por supuesto, Mises tenía razón. El experimento soviético produjo miseria humana a una escala prodigiosa, generando el hambre y el asesinato de decenas de millones de personas.

Y no tenía menos razón en otra predicción: en decir que los escritores socialistas continuarían “impresionando a los irreflexivos” con su creencia en el glorificado gobierno, a pesar de todos los horrores y fracasos.

Todo el debate sobre creación de empleo aquí, en el estado de Missouri a lo largo de 2013 ilustra nuestra continua susceptibilidad a lo que Mises llamaba “el problema fundamental del socialismo”: la idea falsa de que los políticos y planificadores pueden elegir ganadores y perdedores económicos.

Merodeando en busca de empleos (con dinero del contribuyente)

En la continua evolución de esta idea “inviable”, hemos pasado de una forma de estatismo a otra: del comunismo a la economía del tercer mundo (con proyectos mastodónticos como la Presa de Asuán en Egipto) y de la economía del tercer mundo a lo que llamaremos economía de tercer grado, en la que todos quieren un objeto nuevo reluciente a costa del contribuyente.

Hace tres años, el objeto nuevo reluciente del afecto de nuestros legisladores en Jefferson City fue la creación propuesta de una “Aerotropolis” o “China Hub”, en el Aeropuerto Internacional de Lambert-St. Louis, respaldada por millones de dólares de desgravaciones fiscales estatales.

En 2013, el objeto reluciente que pretendían el gobernador de Missouri, Jay Nixon, y los líderes políticos de ambos partidos era una fábrica nueva de grandes aviones comerciales.

En septiembre, Nixon vetó una propuesta que hubiera supuesto un cierto alivio fiscal para todos los habitantes de Missouri, tanto personas como empresas- Dijo que no se necesitaba un alivio fiscal porque Missouri ya es “un estado de impuestos bajos”. Luego, en diciembre, el gobernador cambió de idea y pidió a los legisladores de Missouri que aprobaran un recorte fiscal masivo (incluso mayor que el que había vetado) para uso exclusivo de una empresa.

¡Qué extraño y al tiempo qué típico!

A los defensores del gran gobierno les gusta desdeñar la importancia de los impuestos (pensando que nunca se puede gravar y gastar lo suficiente)… hasta que hay algo que quieren, como una nueva fábrica. Entonces los impuestos importan de repente, importan mucho.

Lo que ocurrió entre septiembre y diciembre fue la Gran Subasta de Trabajos de Boeing. Cuando los 31.000 miembros de la International Association of Machinists (IAM) en el estado de Washington votaron dos a uno rechazar la oferta de Boeing de un convenio de ocho años, la empresa decidió poner en juego la fabricación de un nuevo modelo, el 777X, invitando a otros estados a hacer propuestas.

Boeing inició una guerra de ofertas que atrajo a gobernadores de veintidós estados y aproximadamente el doble de ese número de jurisdicciones locales. No fue sino descaradamente franca al describir todo lo que quería respecto de incentivos financieros y cosas gratuitas. Quería:

  • Un lugar sin coste o con un coste muy bajo.
  • Instalaciones sin coste o con un coste significativamente reducido.
  • Mejoras de infraestructura proporcionadas en la ubicación.
  • Apoyo completo en la formación de los trabajadores.
  • Reducción significativa en la toda estructura fiscal aplicable, incluyendo impuesto de sociedades, impuesto de franquicia, impuesto de ventas/uso, impuestos a los ingresos/licencia empresarial e impuestos especiales.

Es difícil pensar una mejor lista de deseos para bienestar corporativo o capitalismo de compinches.

A petición de Nixon, el Parlamento de Missouri y el Consejo del Condado de Saint Louis juntaron rápidamente un paquete conjunto que ofrecía a Boeing 3.500 millones de dólares en rebajas y desgravaciones fiscales, en su mayoría a lo largo de un periodo de diez años. Esto equivale a casi 600$ por cada hombre, mujer y niño en Missouri. Una porción sustancial de las desgravaciones fiscales estatales en oferta eran transferibles, lo que significaba que Boeing podía venderlas en efectivo a otras empresas que quisieran obtener rentas en Missouri.

Pero eso no fue bastante.

El parlamento de Washington superó la apuesta, aprobando exenciones fiscales y otras prestaciones valoradas en cerca de 9.000 millones de dólares durante dieciséis años. En una segunda votación a principios de enero de 2014, el capítulo de Seattle de la IAM aprobó la oferta de Boeing de un convenio a largo plazo. Con ello, Boeing anunció que mantendría la fabricación del 777X en su enorme fábrica de Everett, Washington.

Los impuestos importan… a todos

Al acabar esta saga, Nixon y otros defensores entusiastas del paquete de ayuda a Boeing (incluyendo la Cámara Regional de Saint Louis) no se quejaron por haber sido un  hombre de paja en un juego complejo de búsqueda de rentas y política corporativa. Por el contrario acumularon loas a sí mismos. Fue, dijeron, un esfuerzo que mereció la pena y que demostraba que nuestro estado puede jugar en las grandes ligas del desarrollo económico, obteniendo la atención y el respeto de una de las mayores y más respetadas grandes empresas estadounidenses.

A lo que preguntamos: ¿qué pasa con todos los demás empresarios en el estado de Missouri? ¿No entran en vuestro pensamiento? ¿No se os ocurre que el gran motor de creación de empleo en este país a lo largo de las últimas décadas ha sido la pequeña empresa, no la gran empresa?

El analista político del Show-Me Institute, Patrick Ishmael , dirigía la atención hacia este punto en un artículo en el St. Louis Business Journal el 24 de enero de 2014. Escribía:

Si, como nos dicen a menudo, Missouri es un “estado de bajos impuestos”, ¿por qué era necesario hacer aún más bajos los impuestos de Boeing? ¿Y por qué debería el estado apoyar ayudas corporativas a una empresa, pero negarlas activamente a empresas familiares en nuestra comunidad?

Canalizadas en otra dirección, los incentivos que ofreció el estado de Missouri a Boeing habrían hecho posible rebajar el impuesto de sociedades de Missouri del 6,25% a la mitad.

Pensad en lo que significaría para miles de empresas de Missouri.

¿Quién puede decir que ese sustancioso alivio fiscal para todas las empresas  no crearía muchos más empleos que el añadido de una sola fábrica de Boeing?

Missouri ha estado entre los estados más generosos (o, para ser más precisos, entre los estados más derrochadores) a la hora distribuir desgravaciones fiscales a empresas favorecidas políticamente. También ha estado por detrás de casi todos los demás estados en crecimiento económico y creación de empleo.

Todos los años, el estado de Missouri entrega unos 400 millones de dólares en desgravaciones fiscales destinados a desarrollo económico. Es dinero que supuestamente va a nuevas empresas y desarrollos comerciales prometedores. Pero el retorno de esta inversión de dinero del contribuyente no solo es malo, es pésimo. Una y otra vez, las que deberían ser grandes historias de éxito se han convertido en decepciones.


Publicado el 12 de agosto de 2014. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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