Secesión y producción de la defensa

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[De la colección The Myth of National Defense editado por Hans-Hermann Hoppe]

Serán minoría aquellas personas que se opongan a la producción privada de zapatos o conciertos de rock. Empero, casi todo el mundo considera que hay ciertos bienes o servicios que no pueden estar basados en una coordinación puramente voluntaria.

Bienes de carácter cultural como la música clásica o el estado del bienestar y en particular el poder legislativo junto con el cumplimiento de la ley deberían ser garantizados por instituciones basadas en la compulsión y la coerción según la creencia popular, como de hecho así sucede en los estados actuales.

Según el pensamiento laissez-faire esta idea no se justifica porque el sector privado es capaz de producir mejor que el público en todos los campos, incluyendo la seguridad y la defensa.[1] Los individuos y su coordinación voluntaria no son solamente capaces de producir todos los bienes y servicios que los gobiernos y otras organizaciones estatales ofrecen sino que además son capaces de alcanzar mejores resultados que estas instituciones.

Una de las proposiciones de esta escuela de pensamiento es que las organizaciones gubernamentales para la seguridad y la defensa deberían ser abolidas o reformadas de tal manera que puedan ser operadas de manera privada.

Estas reformas deberían ser implementadas, al menos teóricamente, a través de las propias organizaciones gubernamentales. Este proceso deber guiarse por el conocido camino de las privatizaciones, desnacionalizaciones, descolonizaciones y un largo etcétera[2]. Si esto no ocurriese, otra posibilidad podría ser la de abolir dicho control gubernamental sin la implicación de las anteriormente mencionadas organizaciones. Esta corriente ha ido ganando la atención de economistas y otros estudiosos de las ciencias sociales y se han aproximado a ella bajo el concepto de “secesión”[3].

Lo cierto es que la mayoría de estos trabajos son deslavazados y no discuten la secesión desde el estudio de la ciencia económica.

Las siguientes líneas pretenden aclarar ciertos puntos a este respecto. En concreto, analizaremos cómo debería procederse a una secesión de manera satisfactoria y demostraremos que la condición y el estado de reposo a alcanzar tienen una naturaleza más ideológica que militar. Nuestro estudio contribuye así mismo a la economía de la defensa, un campo que ha quedado algo relegado en la teoría económica y por lo tanto la secesión no ha sido tratada en profundidad.

Definición de secesión

La secesión es generalmente entendida como la separación unilateral de una de las partes de la unidad con la que ésta guardaba una relación.[4] Por consiguiente, la secesión frente a un estado es la separación de una persona o de un grupo de personas de este estado que actúa como unidad  y con la que guardaban una vinculación hegemónica.

En cualquier caso, definir la entidad de la cual los secesionistas huyen como “la unidad” no es útil, al mismo tiempo que desafía al sentido común. Consideremos por un momento el caso de un inquilino, llamémosle Smith, que rehúsa pagar su alquiler. Aunque Smith es parte de una comunidad más amplia de propietarios e inquilinos, uno no diría que la acción tomada por Smith se trate de una secesión. Sino más bien de la ruptura de un contrato. Igualmente se podría decir sobre las divisiones empresariales dentro de una firma comercial. Aquí tampoco cabría interpretar tal acto como de secesión, sino más bien de finalización del contrato.

No es útil clasificar las rupturas de contratos como secesiones porque nos avocaría a una definición demasiado amplia. Nuestra intención es distinguir entre las desvinculaciones sociales “buenas” porque traen consigo la acción puramente privada de aquellas quiebras en las instituciones sociales que son “malas” como el robo, el fraude, los asesinatos o imperfecciones contractuales. Por lo tanto deberíamos encontrar una definición que aúne el sentido común, la semántica y el propósito de nuestro análisis.

Usaremos por tanto el término secesión para referirnos a la rotura de lo que Mises denominaba vínculos hegemónicos, diferenciándolo entonces de la ruptura de una vinculación contractual; ya que según señala el propio Mises:

Hay dos tipos de cooperación social: cooperación por cuenta contractual que implica una coordinación voluntaria y por otro lado cooperación bajo compulsión o hegemonía… En el ámbito contractual los individuos de una sociedad intercambian ciertos bienes y servicios de una cierta calidad. Aceptando el sometimiento bajo un poder hegemónico el individuo no aporta ni recibe nada que sea totalmente definitivo. Se embebe en un sistema en el que ha de contribuir de manera indefinida a cambio de recibir lo que el planificador considere otorgarle[5].

Uno podría ahondar más en la diferencia entre lazos contractuales y hegemónicos intentando comprender mejor de qué manera este “planificador” misiano adquiere la propiedad. Lo cierto es que sólo hay dos maneras de agenciarse una propiedad que ya tiene un legítimo dueño: Bien ésta es enajenada con el consentimiento del presente tenedor. Una segunda variante por la que dicha propiedad es arrebata contra su voluntad, violando los derechos de propiedad, Tertium non datur. En palabras del sociólogo alemán Franz Oppenheimer; o bien uno utiliza los medios económicos para apropiarse de la cosa o utiliza los políticos.[6] Un individuo al consentir la transferencia de su propiedad lo hace de manera definitiva. Mientras que todas aquellas transferencias que no respeten su voluntad serán por lo tanto indefinidas.

Cuando la violación de los derechos de propiedad la realiza  una persona “común” ésta es despreciada por la sociedad. Las acciones de asesinos o ladrones son vistas como algo incompatible con la vida en sociedad. En contraste cuando el “planificador” ejerce tal violación de la propiedad privada nadie se escandaliza –al menos la gran mayoría-  y ven tal situación compatible con las relaciones sociales. Por consiguiente, los habitantes de un territorio al no repudiar estas prácticas cuando se dirigen contra terceros y al no oponerse cuando son efectuadas contra ellos mismos, están legitimando dichas tropelías. Ésta es la naturaleza de los vínculos hegemónicos entre el director-planificador y sus sujetos.

Ahora, si la secesión es la ruptura unilateral de unos vínculos hegemónicos por parte de sus sujetos, esto puede significar dos cosas: (A) los sujetos han dejado de apoyar la violación de la propiedad por parte del dirigente, por ejemplo, mediante insumisión fiscal o simplemente dejando de servir al gobernador. (B) Empiezan a resistirse cuando el director-planificador intenta violar sus derechos o los de un tercero.

La secesión es una subclase especial de reforma política. No es el dirigente el que lleva a cabo la reforma modificando las vinculaciones políticas existentes sino que es iniciada y promocionada por los propios gobernados, que unilateralmente deciden abolir dichos lazos.

De una manera más precisa, los secesionistas abolen el aspecto hegemónico de las existentes instituciones. Por ejemplo, en el área de la producción de la defensa la secesión no implica necesariamente que una fuerza policial o militar que ya existe tenga que ser disuelta. La policía o el ejército pueden continuar mientras que operen mediante acuerdos voluntarios con el resto de la sociedad. No habría pues más reclutamiento y su financiación no se cargaría contra erario público.

La secesión como una continuación.

La secesión no es un todo o nada. Sino que cubre un amplio abanico de desvinculaciones con los vínculos hegemónicos. Puede aplicarse a una parte de los lazos hegemónicos y puede darse en ciertas “islas” geográficamente separadas antes que en todo un territorio conectado.[7]

En algunos casos históricos prolongaciones estatales se separaron de la unidad geográfica original. Por ejemplo, cuando los EEUU consiguieron la secesión de Gran Bretaña en 1776, la Confederación Sureña de los propios EEUU o países como Estonia, Lituania, Ucrania o Armenia de la Unión Soviética a principios de 1990.

En contraste, en otros lugares y tiempos, la secesión se limitó a generar “islas” bien diferenciadas unas de otras pero que seguían manteniendo esos lazos hegemónicos. Como así fue el caso de los cantones suizos en 1291, que por siglos no formaron un territorio integrado. Igualmente sucedió con las ciudades de Hansa, que durante sus mejores días eran “libres”, esto es que no estaban sujetas a los impuestos imperiales. Así mismo durante la Alta Edad Media varias ciudades –especialmente en el norte de Italia pero también en Flandes y en el sur de Alemania- se separaron durante algún tiempo del Sacro Imperio Romano. En la mayoría de los casos eran correctamente gestionadas por patriarcas o se convirtieron en repúblicas.

La continuidad de la dispersión geográfica de regímenes políticos está mejor ilustrada con casos actuales como el de Baarle, un pueblo belga en Países Bajos. Curiosamente, este enclave no mantiene una homogeneidad política en sí misma, puesto que igualmente tiene enclaves holandeses ¡que a su vez contienen otros belgas! Algunas calles se rigen por leyes belgas y otras por holandesas. Incluso casas de una misma calle pueden pertenecer a países diferentes.[8]

Otra buena ilustración para las posibilidades de la secesión geográfica es la desintegración del Imperio Franco sobre el año 800, que estableció el orden feudal tan característico de la Edad Media. Como consecuencia, los emperadores alemanes se quedaron únicamente con cuantas “islas” apenas unas fortificaciones imperiales (Pfalzen) y monasterios.

Más que una excepción, los lazos hegemónicos con islas rodeadas por otros territorios fueron en realidad una constante durante siglos en la civilización occidental.

Por herencia, matrimonio, compra y también por secesiones la aristocracia se fue haciendo de territorios dispersados por toda Europa. Igualmente sucedía con docenas de ciudades “libres” y en ciudades donde el emperador no era capaz de gobernar. Este tipo de situaciones eran particularmente comunes en Alemania hasta la Guerra de los Treinta Años.

Las posesiones coloniales de las potencias Europeas por todo el mundo son otro ejemplo de territorios desconectados geográficamente pero con vínculos hegemónicos comunes. Por supuesto que fue mediante la secesión que estos países lograron su independencia después de la Segunda Guerra Mundial.

Finalmente, como hemos mencionado más arriba la secesión no significa que haya que romper todos los vínculos hegemónicos entre el gobernador y sus sujetos. Aquí también nos enfrentamos a una evolución o maduración de la misma. La secesión podría referirse al sólo hecho que los sujetos demanden impuestos más bajos o se nieguen a participar en el ejército del gobernante. Puede entenderse también que los individuos no acepten ni toleren que haya privilegios monopolísticos para ciertos grupos.

Así mismo la relación entre los gobiernos y sus distintos individuos no tiene necesariamente que ser homogénea como ha quedado demostrado a lo largo de la historia. Por ejemplo, tanto en el centro y en el este de Europa los Judíos sufrieron pero también se beneficiaron de su particular situación, que les proporcionó una moderada soberanía territorial. Los famosos “guetos” lejos de ser instituciones de pura opresión, como habitualmente son presentados, eran también pequeñas islas de libertad sobre las leyes que limitaban al resto de ciudadanos. (Los guetos judíos estaban exentos de aquella jurisdicción que no fuese judía y de algunos tipos de impuestos)[9]

Sirvan como ejemplos los diplomáticos o los militares que se rigen por normas distintas al resto de la población, sin ser menos cierto que la ley marcial es en algunos casos más severa al mismo tiempo que puede serlo más laxa en otros[10].NT Lo cierto es que la mayoría de estas situaciones no surgieron a partir de secesiones. De cualquier modo y para el caso que nos ataña, estos ejemplos nos sirven para comprender que dichos que puede haber una discriminación dentro del mismo marco legal.

Las únicas limitaciones existentes para la dispersión geográfica de regímenes “políticos” son las complicaciones que surgirían de la delimitación de la propiedad privada.

En teoría cada propietario – y en particular los terratenientes- podrían elegir instaurar un nuevo conjunto de normas que los usuarios de sus propiedades tuviesen que respetar.[11]

Nótese que en este contexto el solo hecho de oponerse al gobierno aunque suponga obedecerle únicamente por prudencia ya significaría “secesión originaria”. Dado que mi cerebro forma indudablemente parte de mi propiedad el gobierno no tendrá por tanto control de mis pensamientos, por lo que su capacidad para controlar mi pensamiento se reduce.

Si la causa última de un movimiento secesionista es la liberación de un territorio que forma parte en otro, establecer un fuerte sentimiento secesionista entre la población es el primer paso. Estas “islas” son habitualmente dependientes del intercambio de bienes y servicios con otros territorios. Los secesionistas están forzados a abolir aranceles y adoptar el libre mercado porque además al hacer tal cosa estarán mostrando las bondades de la cooperación voluntaria y los beneficios que ésta implica.

Aplicar dichos principios de libertad y prosperar es la mejor carta de presentación para animar a otras “islas” a adoptar este modelo y reducir así las diferencias políticas entre los territorios[12].

Beneficios de la secesión.

Antes de detenernos en los pormenores de cómo materializar los deseos secesionistas, debemos resaltar las dos ventajas principales de hacer una reforma política por medio de la secesión.

Primero, por su propia naturaleza la secesión no transforma sino que elimina los vínculos hegemónicos que unen a la parte con el todo. Cualquier otro tipo de reforma política mantiene esta relación y simplemente modifica en qué manera el gobernador usa su poder.

Organizaciones nucleares del estado como son las fuerzas armadas, la policía o los tribunales mantienen su monopolio y todos sus competidores son declarados ilegales. Por lo tanto, en el mejor de los casos, las meras reformas sólo alivian la carga que éstos suponen. Personas con una mentalidad más abierta remplazarán a aquellas con una visón más dictatorial y burocrática.  Regímenes más aceptables (la democracia en nuestros días) reemplazan a aquellas formas de organización política que no se adaptan a las tendencias del momento (las monarquías). En cualquier caso cuando el fervor del momento haya pasado nada se opone a la expansión del monopolio del estado en otras áreas como el estado del bienestar, la cultura, la economía, etc…[13] Es más, en muchos casos las reformas emprendidas en pleno apogeo revolucionario acaban por ser bastante descafeinadas para cuando quieren ser implantadas.

En el peor de los casos y desgraciadamente éstos suelen ser mayoría, las reformas terminan por crear nuevos vínculos hegemónicos mediante agencias que acaparan mayor control (centralización). Para terminar con los privilegios de la aristocracia los liberales clásicos se apoyaron primero en el rey y después se sirvieron de las democracias centralizadas en aras de defenderse de fueros regidos por monarcas o aristócratas.[14] Más que reducir el poder político, la realidad es que éste cambiaba de manos y se centralizaba. Creando incluso instituciones más poderosas de las que se intentaban eliminar. El éxito cortoplacista de los liberales clásicos trajo en realidad mayores obligaciones en el largo plazo y alguna de ellas nos ha tocado pagarla en el siglo XX.

Ésta es la razón por la que el liberalismo clásico ha fallado[15]. No hay que desvincular el esporádico éxito del liberalismo clásico con la plaga totalitarista sufrida durante el siglo pasado. El problema radica en que las reformas liberales no fueron adoptadas de manera espontánea y voluntaria por las distintas entidades locales sino que fueron impuestas. Es cierto que esta “técnica” fue muy efectiva para implementar el programa liberal de una sola vez en un país controlado por un estado democrático centralizado. Sin tal aproximación esta transición hubiese sido gradual, lo que hubiese permitido que algunas islas en esta ocasión del Ancien Régime habrían perdurado durante un largo periodo de tiempo. Lo cierto es que esto como cualquier otro propósito bien intencionado puede ser un arma de doble filo y que eventualmente mute  contra la vida, la libertad y la propiedad.[16]

Se puede buscar una analogía con las leyes del ciclo económico. Aquellas inversiones que no son soportadas por el ahorro tienden a mal invertirse y crean burbujas que antes o después terminan por conducir a un proceso de contracción económica.         La imposición de la libertad no genera verdadera libertad sino que tras un breve periodo de sueños liberales lo que nos atormentará será una pesadilla totalitaria.[17]

Lo cierto es que ni en Europa ni en los Estados Unidos el liberalismo clásico ha sido incapaz de salvaguardar la propiedad privada y la libertad individual durante más de un par de décadas. Contrasta esta situación con lo que sucedía en la Edad Media donde la religión Cristiana delimitada las obligaciones y derechos de aquellas personas llamadas al Reino de los Cielos.  Generalmente la gran mayoría de los autores han señalado que la población se consagraba al sometimiento del Ordenamiento Divino. Sin embargo, son menos aquellos quienes señalan que también lo estaba la capacidad de actuación de los gobernantes. La Cristiandad limitaba las intenciones  y ansias de la aristocracia lo que ayudaba a garantizar la libertad de los individuos.[18] En Europa el liberalismo clásico jamás se arraigó entre la población. Su rápido florecimiento se marchitó a finales del SXIX desembocando en los conocidos esquemas socialistas del Comunismo, Fascismo y Nacional Socialismo. En EEUU la fallida Guerra de Secesión dio paso a un estado del bienestar con gran gasto militar, tendencia que se ha mantenido creciente desde entonces.[19] Es cierto que el gobierno americano no puede ser aún comparado con el peso que tenían los Nacional Socialistas en Alemania o los Bolcheviques en lo referido a poder interno. Pero en términos absolutos se ha convertido en el mayor y más poderoso gobierno que la historia ha conocido y esta supremacía es especialmente notable en política exterior y en los conflictos bélicos[20].

A toro pasado la pregunta no es tanto –como muchos libertarios del siglo XX han asumido- por qué los felices años del liberalismo clásico se desvanecieron para encaminarse a una época de control gubernamental sin precedentes, sino que el interrogante es cómo pudo tan siquiera florecer el liberalismo clásico de manera efímera. Probablemente la respuesta es el tiempo que le lleva a las democracias centralizadas consolidarse. Las nuevas tendencias democráticas tienen que penetrar en las cabezas de los individuos, la nueva etapa política (nacional) tiene poco a poco que ir incorporándose a la conciencia de las personas.

Claramente, la secesión evita los problemas en el largo plazo que genera la “imposición de la libertad.” Deberá pasar algún tiempo para que las condiciones propicias de una secesión se den. Y por aquel entonces ya serán varias las sombras (lacra de ilustración) que se ciernan sobre la secesión.  Pero en cualquier caso, al menos estas reformas alcanzarán su objetivo genuino pero esta vez sin las semillas para su propia destrucción.

Una segunda ventaja de la secesión es que no sólo protege la propiedad privada sino que además se basa en ella. Donde el gobierno es por su naturaleza una organización coercitiva en el que imperan los “medios políticos” la secesión es un proceso totalmente armonioso que respeta la propiedad privada bajo los “medios económicos.” Por lo tanto se congratula con uno de los requisitos básicos de la reforma libertaria que es el no violar la propiedad privada en una revolución.[21] Como resultado el nuevo orden es más pacífico y viable que cualquier otro impuesto mediante reformas típicas, al dejar el esqueleto político anterior intacto[22].

Condiciones para la secesión: La ley de Boétie.

La secesión no nos conduce a una guerra necesariamente. De cualquier modo el gobierno tiene obviamente un interés en mantener sus vínculos hegemónicos de los que se beneficia. Por consiguiente intentará resistirse contra tal situación utilizando la fuerza; los secesionistas deberán encontrar la manera de superar dicha oposición forzosa.

El principal escollo técnico para los secesionistas es la mayor cantidad de recursos y armamento a disposición del gobierno. Es más, el gobierno controla todos los cuerpos encargados de la seguridad y la defensa. De primeras el gobierno disfruta del monopolio militar[23].

Dicho lo anterior, estos problemas iniciales pueden ser superados a lo largo del tiempo. Organizaciones criminales y paramilitares (por ejemplo el IRA,  la Fracción del Ejército Rojo, la Acción Directa o la OLP antes de embeberse en la Autoridad Palestina) consiguieron armarse en el mercado negro con relativa facilidad. Gobiernos extranjeros tienden a apoyar este tipo de movimientos.  Por lo tanto la existencia de estas organizaciones paramilitares demuestra que es posible construir tales estructuras, sobre todo si son apoyadas por un tercero. Estos actores que forman, aconsejan y apoyan siempre acaban apareciendo a lo largo del tiempo[24].

Es cierto que los secesionistas no pueden construir un complejo industrial en su territorio por lo que tienen que utilizar armamento ligero (pistolas, fusiles, ametralladoras, granadas, etc.) No podrán aprovecharse de la fuerza aérea ni de carros de combate. Ni mucho menos de una armada o de bases militares con hospitales y otras facilidades.

En cualquier caso, el armamento pesado y las grandes infraestructuras militares son ventajosos cuando se enfrentan ejércitos regulares.[25] Pero dicha superioridad se difumina cuando los enemigos prefieren jugar de manera diferente. Ejemplos notables de esta situación son la guerra de Vietnam y la US Army, el Afganistán soviético, la operación de Naciones Unidas en Somalia o el primer intento de invasión ruso en Chechenia allá por 1994-96.[26] Las guerrillas de Hezbollah han desplazado al moderno y sofisticado ejército israelí del sur del Líbano, el cual había estado ocupado durante veinte años. Este caso ilustra que las insurrecciones secesionistas no tienen que ser necesariamente un fracaso por motivos de equipamiento y organización.

La inferioridad numérica tampoco ha de ser un problema. Es cierto que los secesionistas serán una minoría de la población. Pero éste es el sino de todo grupo políticos, incluso para los miembros del poder establecido en relación al total de sus votantes. El gobierno no puede gestionar el control de cada persona en cada instante. El gobierno puede funcionar cuando los ciudadanos en su mayoría aceptan comportarse conforme a unas reglas, lo que permite al gobierno centrarse sólo en aquellos que no las cumplen.

Ésta es una de las leyes principales de la política: los vínculos hegemónicos se mantienen porque la mayoría los acepta. Es a esto lo llamaremos la ley de Boétie. Pues en el SXVI el filósofo francés Etienne de la Boétie fue quien sucintamente introdujo dicha teoría, al explicar que son los propios habitantes los que aceptan ser sometidos desde el momento que cesan en el empeño de poner fin a su servidumbre[27].

De primeras no es el gobernador quien hace de los ciudadanos sirvientes sino que las propias personas se prestan a ser controladas. El gobierno pasa entonces a ser un agente activo y la población uno pasivo. Empero, el sujeto es el agente fundamental de la sociedad que además tiene una virtud: gozar de la libertad de elección. Por consiguiente pueden elegir aceptar esos vínculos hegemónicos de la misma manera que pueden decidir rechazarlos.

¿Por qué los ciudadanos eligen sometimiento? Porque en su opinión es lo correcto o lo mejor que se puede hacer dadas las circunstancias. Las ideas y las opiniones que justifican los vínculos hegemónicos son por lo tanto la causa última donde se apoya el poder político. Por este motivo los dirigentes extranjeros que no tienen legitimidad a ojos de la población que gobiernan busquen apoyarse en cabecillas locales que por tradición sí cuentan con ese beneplácito entre esas gentes. Por ejemplo, los Romanos gobernaban a los judíos mediante reyes judíos y el Imperio Británico lo hacía en la India sirviéndose de gobernantes locales. Es por esta razón que los estados modernos se esmeran en tener la educación bajo su control.

Así, es preferible que un gobierno base los vínculos hegemónicos en la virtud de las ideologías que hacerlo por la fuerza bruta.[28] Por lo tanto podemos apreciar que el factor fundamental para el éxito de una secesión no es de naturaleza técnica.  Como toda transformación de la sociedad, la secesión tiene que venir dada por un cambio previo en la esfera espiritual de los individuos.[29] Los verdaderos cimientos en los que se sostienen los vínculos hegemónicos son las ideologías que a ojos de la población legitiman las acciones del gobierno. Por consiguiente las secesiones con visos de prosperar requieren de una previa transformación del mayoritario sentir político.

Condicionantes para la secesión: Genocidio y Expulsión

Por el momento hemos visto que una condición necesaria para el éxito de una secesión es que una mayoría (y lo que esto significa puede cambiar dependiendo de las circunstancias y del momento) repudie los vínculos hegemónicos que hasta la fecha habían aceptado.

Esto no significa ni mucho menos que la supremacía ideológica asegure el éxito de la secesión emprendida. Si los gobernantes actuales son capaces de movilizar suficientes fuerzas como para terminar o expulsar a la población rebelde entonces los secesionistas también estarán sentenciados.

Ambas técnicas han sido frecuentemente aplicadas para frenar la insurgencia. El genocidio ya fue infligido en el intento de secesión de la Vendeé, donde la República Francesa arrasó unos 100 caseríos y pueblos.[30] En el SXX era también la solución preferida por los regímenes comunistas para resolver sus problemas con secesionistas. Palmarios ejemplos son la exterminación soviética de los gulags y el exterminio de los Jemeres Rojos en Camboya.[31] Ejemplos modernos de expulsiones o “relocalizaciones” como medio para evitar secesiones son el caso de Filipinas (1901-02), y las antiguas provincias del este de Alemania (partes hoy de Rusia, Polonia y República Checa) de donde la población germana fue expulsada después de los ajustes de la II Guerra Mundial.[32] Ahora mismo los planes para la expulsión de los palestinos por parte de Israel está ampliamente tratado en la prensa.[33]

Aunque el gobernador pudiese tener a su disposición las fuerzas necesarias para causar un genocidio o expulsión puede que elija no utilizarlas. Aparte de los escrúpulos personales esto podría acarrear el repudio del resto de la población leal. Además debido a la división del trabajo un genocidio tendría graves consecuencias económicas para el propio dirigente.[34]

Secesión y combate privado

Asumamos ahora que las condiciones anteriormente mencionadas se cumplen. Hay un número relevante de secesionistas que no están por la labor de mantener sus vínculos hegemónicos actuales. Estas personas ya no perciben al gobernador como el legítimo dirigente sino como a un criminal y al mismo tiempo que dichos dirigentes no se encuentran en condiciones para sofocar tal revuelta.

¿Cómo prevenir que las fuerzas armadas -ya establecidas- de estos gobernantes continúen financiándose de los tributos que han de pagar coactivamente los ciudadanos? Claramente no queda otra solución que la misma que se aplica para cualquier otra violación de la propiedad privada: Los criminales deben ser perseguidos por todos sus actos y se les debe aplicar la correspondiente pena para disuadirles de dicha actitud. Por lo tanto los secesionistas deberán utilizar la fuerza para combatir contra estas fuerzas armadas.

Inicialmente no podrán apoyarse en ninguna organización gubernamental pues todas las fuerzas del orden  (policía y ejército) son monopolio del estado gobernante. No obstante, como ya hemos comentando y más adelante analizaremos en profundidad éste es sólo un problema temporal.

El problema principal es conceptualmente distinto. Hace referencia a la naturaleza de la nueva defensa, la cual debe derrocar a las fuerzas hegemónicas. Lo que en realidad sucede es que todos los individuos y organizaciones dedicadas al esfuerzo militar de los secesionistas tienen que estar en consonancia con los principios que estos quieren instaurar; esto es la gestión privada. Tienen que respetar la propiedad privada de todas las personas involucradas ya sean afines o no. No es sólo una cuestión de orden ético sino también por pragmatismo. Si las fuerzas militares que están por surgir durante la secesión y que tienen visos de perdurar, toda vez esta triunfe, se originan en una quiebra de la propiedad privada entonces serán caldo de cultivo para la siguiente tiranía. Como mucho, el nuevo gobierno remplazará al antiguo pero la hegemonía estatal continuará.

Por lo tanto es imperativo que en una secesión la guerra sea  de producción privada. La violación de la propiedad privada tiene que ser rechazada de pleno para evitar que las milicias tengan la tentación de establecer vínculos hegemónicos allí donde actúen. La tolerancia cero con este asunto es la única forma de garantizar que después de la guerra se den las circunstancias para que el nuevo orden privado pueda florecer. Además esta manera de actuar con respeto a la propiedad privada acercará aquellas personas que son neutrales y a los antiguos enemigos al movimiento secesionista pues verán las ventajas del nuevo ordenamiento voluntario y de cooperación social.[35]

La guerra de producción privada no significa que sólo individuos aislados acudan al combate. De hecho es improbable que esto sucediese en un escenario privatizado pues es intrínseco al movimiento liberal buscar la cooperación puesto que ésta es más eficiente que la producción individualizada.[36] En cualquier caso, la guerra privada también incluye actividades aisladas y de auto-defensa,

Uno podría plantearse si los esfuerzos individuales tienen la  más mínima opción de triunfo frente a fuerzas ya establecidas. Y la respuesta es que sí. Es cierto que no podrán sobrepasar a la policía y al ejército por si mismos pero al menos les crearán suficientes problemas; serán capaces de alterar su tranquilidad, aterrorizarlos de diferentes maneras y generarles dudas e inquietudes.[37] Dado el contexto que planteamos donde la secesión es una idea mayoritaria sería muy difícil para la policía pudiera ajusticiar a un individuo actuando como lobo solitario pues éste recibiría cobijo y apoyo del resto de la población. Éste es un incentivo que estimularía a otros emprender el mismo camino.

Más importante que dichas acciones aisladas son evidentemente las coordinadas y organizadas milicias. Éstas pueden infligir un gran daño a las indeseadas fuerzas gubernamentales. Pueden capturar fuerzas enemigas y desarmarlas, pueden asaltar depósitos de armas y apropiarse de ellas y equiparse con cargo al gobierno, pueden también sabotear las comunicaciones y logística gubernamental. Incluso durante un corto periodo de tiempo podrían controlar un territorio hasta que el mayor número de fuerzas estatales les hiciesen disolverse.

Estas tropas podrán confiar en la ayuda de la población, quienes les ofrecerán cobijo y soporte. Así mismo los secesionistas también podrían aprovechar la ayuda popular de otras maneras. El apoyo de individuos, familias o pequeños grupos es en realidad la clave de las operaciones militares para los secesionistas. Tenemos que tener en mente que, al menos al principio, los secesionistas no tendrán ninguna organización logística o de inteligencia. El apoyo espontáneo de la gente proveerá dicha infraestructura. Tal tipo de apoyo espontáneo en mayor o menor medida integra económicamente y socialmente a guerreros aislados y milicias en un orden social más extenso. Los beneficios de la división del trabajo en una escala más amplia incrementarán su productividad.

Aunque las milicias habitualmente no están remuneradas es plausible que con el tiempo emerja un cuerpo de soldados con salario estable. Esta profesionalización será un paso natural en una creciente economía sumergida que potenciará de nuevo la productividad de los secesionistas.

Uno no esperará que las milicias estén organizadas bajo un mando único, nada más lejos de la realidad. La tendencia natural es que varios grupos independientes se formen de manera espontánea. Con esto no se conseguirán todos los objetivos militares pero sí ayudará a transcurrir por este difícil camino. Puesto que todos estos grupos persiguen los mismos objetivos bajo las mismas premisas (evitar la violación de la propiedad privada) no necesitan de un mando único coordinado. Mientas respeten los derechos de propiedad privada en toda su extensión su acciones estarán intrínsecamente armonizadas y no existirá contradicción entre unos y otros. Todos contribuyen al objetivo común, facilitándose las tareas.

Visto esto, los secesionistas pueden infligir un gran daño a las fuerzas gubernamentales sin exponerse a un gran riesgo personal. Comparativamente los secesionistas pueden ser unas fuerzas mucho más rudimentarias pero que en muchos aspectos igualan o incluso superan a la policía y al ejército. Dado que no son sólo un grupo de secesionistas de manera aislada ni organizada sino todo un movimiento social el que apoya y contribuye a este esfuerzo común.

Los resultados se traducen en grandes costes para el gobierno establecido pues enfrentarse a un número pequeño de secesionistas requiere de un gran número de fuerzas regulares. Verbigracia, después que Napoleón invadiese España y venciese a las fuerzas regulares se encontró con una fuerte oposición por parte de los combatientes organizados de forma espontánea. Menos de 50 000 de estas famosas guerrillas tuvieron en jaque a más de 250 000 soldados franceses, que finalmente acabaron retirándose de España. Igualmente los partisanos rusos atacaron sistemáticamente a más de veinte divisiones alemanas en la Segunda Guerra mundial y fueron claves para la derrota germana.[38] Más recientemente en 1960, unos 20 000 combatientes argelinos plantaron batalla a 400 000 bien entrenados soldados franceses, obligando una vez más a las fuerzas regulares a retirarse. 500 miembros de Hezbollah hicieron frente a 20 000 soldados israelíes y acabaron también por abandonar el sur del Líbano. Por lo tanto es manifiesto que aun sin una gran infraestructura los secesionistas pueden crear un escenario donde no compense a las fuerzas regulares el intentar dominar el territorio.

Combate de guerrilla

Lo anteriormente presentado sobre cómo unas fuerzas relativamente primarias pueden efectivamente resultar determinantes no es sólo un mero pasatiempo intelectual, no son simples teorías imposibles de aplicar en el mundo real. En realidad son todo lo contrario ya que los conflictos armados basados en una producción privada de los medios de combate son un recurrente en la historia de la humanidad. Son “tan viejos como las montañas y preceden al combate regular.”[39]  Es cierto que para referirse a esta guerra de producción privada es más común utilizar términos como “combate partisano”, “guerras menores”, “guerra de guerrillas” o “conflicto de baja intensidad.”

La expresión más famosa es efectivamente “guerra de guerrillas” (en referencia a la guerra de los españoles contra Napoleón) que en la segunda mitad del SXX ha sido popularizada por teóricos y combatientes comunistas.[40] Es un tipo de combate al que se recurría mucho antes que cobrase fama en China, Yugoslavia, Cuba o Argelia. En la antigüedad,  Esparta tuvo éxito frente a la Liga Ateniense. En la Edad Media los galeses resistieron 200 años la invasión normanda que previamente había engullido Inglaterra después de la decisiva batalla ante el rey Harold. Sólo después de siglos la guerrilla perdió en Irlanda de la misma manera que duró décadas en Holanda durante el SXVI aunque en este caso sí terminó por fructificar. Más recientemente hay guerrillas sin sesgo comunista como la sucedida en la Guerra de Secesión Americana, los rebeldes árabes bajo el mando de Lawrence contra los turcos y las SS alemanas al final de la Segunda Guerra Mundial.[41]

De todas las formas de organización militar ésta es la que mejor encaja con los principios de la sociedad civil. El proceso de decisión es descentralizado al nivel de milicias que interactúan pero manteniendo una independencia. Los vínculos entre las milicias y la población son del tipo contractual y en concreto voluntario (Mises) que relacionan a la población con los combatientes mediante una red espontánea de ayuda basada en el principio fundamental del respeto y la defensa de la propiedad privada.

En contraste con la guerra convencional la guerrilla se adapta perfectamente a la formación de una sociedad puramente voluntaria. Los vínculos hegemónicos en los que descansan las tropas “regulares” a saber; los impuestos, la inflación y la compulsión continúan toda vez las hostilidades hayan concluido.[42] Por otro lado la debilidad de las guerrillas previene un potencial abuso posterior, simplemente los vínculos hegemónicos no existen.

La guerra de guerrillas en el SXX ha sido predominantemente cosa de la insurgencia  comunista. Pero esto no contradice nuestra idea que la guerrilla sea el modelo mejor para la guerra privada. Fue sólo después de las victorias comunistas en China, Yugoslavia, Argelia, Cuba, Vietnam y allí donde fuese que se erigieron en otros regímenes autoritarios que muchos autores explican que los totalitarismos fueron una consecuencia natural de las guerrillas y que este modelo organizativo era básicamente comunista. Pero nada más lejos de la realidad; Mao Tse-tung y Fidel Castro pagaron por sus provisiones en metálico,[43] y es cierto que sus reclutamientos fueron voluntarios y esto sucedió porque consiguieron el apoyo de la población al generar un enemigo foráneo (China, Yugoslavia, Argelia) o presentando al país como una marioneta de un gobierno extranjero (Cuba).

Esto no hace más que confirmar la tendencia histórica que las guerrillas están motivadas por patriotismo y sentimientos nacionalistas[44] y que virtualmente todas las insurrecciones son movimientos de liberación que buscan deshacerse de un indeseable gobernador, habitualmente extranjero[45]. El hecho que la guerrilla esté basada en patriotismo y libertad nos permite entender cómo estos movimientos consiguen extenderse por todo el espectro social creando una causa común. Los comunistas clamaron que fue su guerra per se lo que hizo que la gente se uniese al movimiento comunista. El sentimiento subyacente era liberarse de un gobierno apagado y marchito y corrupto por lo que estas gentes hubiesen seguido a cualquiera que les ofreciese un cambio. La mayoría de ellos jamás habían oído hablar sobre Marx o Lenin y lo poco que sabían de lo que acontecía en Rusia –si es que les despertaba algún interés- era por comentarios sesgados de los aquellos comunistas fanáticos. Por supuesto que todas estas personas que buscaban en los nuevos dirigentes terminar con el descontento generado por la clase política no cabían imaginar que los eventos tornarían en algo mucho peor después de todo.

Es significativo que las anteriormente mencionadas guerrillas comunistas tenían ya algún tipo de sistema impositivo y que su objetivo político no era abolir el régimen contra el que luchaban sino subvertir la compulsión como de hecho así sucedió. De cualquier manera estos acontecimientos no cambian que las guerrillas estaban basadas en la coordinación voluntaria de la población. Un famoso guerrillero enfatizaba la crucial importancia que tenía el apoyo de la población en el éxito de los movimientos de insurrección:

El guerrillero necesita de la total ayuda de los locales. Ésta es una condición indispensable. La mencionada falta de legitimación popular es visible en el fracaso de los bandoleros que operan en una región. Tienen todas las características de los guerrilleros: homogeneidad, respeto por el líder, valor, conocimientos de la zona y muchas veces habilidades tácticas. Lo único que les falla es el apoyo popular por lo tanto finalmente son capturados y ajusticiados por el orden público[46]. (Ernesto Guevara) 

Otro astuto observador escribía bajo el impacto de los éxitos comunistas:

Cuando hablamos sobre el guerrillero, hablamos de un partisano político, un civil armado que tiene por arma principal no su rifle o su machete sino su relación con la comunidad donde lucha.[47]

La población…es la clave de esta lucha.  Lo cierto es que es la población la que está luchando. La Guerrilla es percibida por la gente de una manera que el soldado estatal jamás lo hará (si fuese así no cabría revolución) por lo que el guerrillero lucha apoyado por civiles no combatientes que les ofrecen camuflaje, información, refugio e infraestructuras.[48]

Muchos fallos de movimientos secesionistas se deben a este punto. Cuando los insurrecionistas no son capaces de obtener el apoyo de la población entonces es difícil que sean capaces de conseguir los objetivos propuestos. Éste es el caso de las ciudades norteñas italiana durante el medievo, habiendo ya conseguido la independencia del Santo Imperio Romano y habiendo establecido su hegemonía sobre los territorios adyacentes se alienaron de la población, significando esto su fin.  Otro de los motivos para la práctica extinción de la Vendée en 1793 fue la desvinculación que hubo entre la competente aristocracia militar por parte de la incompetente población campesina. La guerrilla griega se rebeló entre 1946-49 por el mismo motivo. En 1958-61 la Organisation d’Armée Secrète argelina se alienó contra las más patrióticas capas de la sociedad de Francia y Argelia debido a sus actos de terroristas. Más recientemente intentos de crear una guerrilla en Perú (Sendero Luminoso), Kurdistán (PPK) y en otras naciones europeas han fracasado porque los insurrecionistas no tuvieron ningún apoyo real de la población. Eran grupos terroristas, estaban aislados y antagonizaban con la población y el gobierno.[49]

Observemos por tanto que en cualquier caso los secesionistas no son los únicos que tienen que preocuparse con el problema de la alienación. También los gobiernos establecidos tienen que encarar este escenario. Por consiguiente los secesionistas no deben temer en el inicio de su empresa la superioridad militar del poder establecido. Armamento pesado, flotas, armas nucleares e infantería son útiles cuando uno se enfrenta al mismo tipo de ejército regular pero son contraproducentes si han de enfrentarse a una guerrilla. Cuando 500 soldados se presentan en un pueblo para detener a un único sujeto es inevitable que se produzca una alienación frente a la población. Independientemente de lo que haya acontecido con dicho sujeto la sensación de o bien cierta cobardía o desconfianza por la desproporcionalidad de fuerzas generará un sentimiento encontrado sobre la población. Al mismo tiempo grandes bombardeos y carros de combates son pocas veces utilizados de forma discriminada y causan entonces bajas civiles y esto al final crea un clima de desaprobación popular cuando los locales ven a vecinos, familiares o amigos ser las bajas colaterales.

Un problema similar se presenta cuando las fuerzas gubernamentales no aplican el uso de la fuerza de forma proporcional mientras que nuestros soldados sí lo harán. Esto es respetar los derechos de propiedad de la población tanto afín como enemiga.
El juramento de respeto a los derechos de propiedad de amigos y contrarios puede parecer a primera vista un impedimento contra la libertad de acción del individuo mas es todo lo contrario. Lo cierto es que es un poderoso medio para ganarse el entendimiento de la población. No es por tanto una desventaja militar sino un gran golpe contra el gobierno en el poder pues sino adopta los mismos principios la población terminará por volverse en su contra. Por tanto, la ventaja inicial de las fuerzas gobernantes en lo relativo a material y laxitud moral son meramente aparentes. Tarde o temprano tendrán que luchar contra los secesionistas en términos parejos.

Tales consideraciones también nos deben llenar de cautela en el uso de mercenarios, es decir: guerreros extranjeros profesionales. Estos tienen una falta de vinculación con los motivos secesionistas lo que genera una peligrosa posibilidad de alienación frente a la población. Lo mejor por lo tanto es dejarles al margen pues si la gran mayoría de la población busca la secesión sus recursos no serán necesarios.

Por consiguiente, tomar el control de un territorio requiere de una cooperación voluntaria entre los guerrilleros y la población. Y esto encaja con la filosofía militar de los secesionistas libertarios. No es por accidente que la guerra de guerrillas haya sido la táctica favorita para secesionistas, movimientos minoritarios que luchan contra el poder centralizado y aunque los procesos de descolonización han perjudicado el entendimiento de la guerra de guerrillas esto no es aplicable a los movimientos secesionistas.[50]

Grosso modo el tipo de combate de la guerrilla por su naturaleza está basado en el respeto de la propiedad privada y la coordinación voluntaria. El modelo de guerrilla está alejado de los grandes complejos militares. Sin embargo esto no excluye el hecho que, históricamente, la guerrilla se ha servido de elementos estatales como impuestos en pequeña escala.

La secesión libertaria presupone que la mayor parte de los habitantes de un territorio quieren establece un orden basado en el respeto a la propiedad privada y deshacerse del gobernante actual. Estas personas por lo tanto proveen de medios a la guerrilla mediante esa red civil que permite equilibrar la guerra. Entendiendo tal mayoría a la luz de la Ley de Boétie; debe haber un número de personas suficientes para soportar el combate de guerrilla.

La otra cara de la moneda es el tipo de guerrilla que lo único que busca es subvertir el poder, estos simplemente caen un una contradicción. Antes o después acabaran remplazando voluntarios por reclutas, donaciones por impuestos y así mismo el apoyo voluntario por otro compulsorio. El resultado es una pérdida de todas la ventajas anteriormente descritas de las que disfruta una guerrilla libertaria.

Se pueden extraer dos conclusiones principales: la primera es que es la guerra secesionista no se basa en el campo de batalla sino en la batalla de la ideas. Los secesionistas tienen que persuadir a la población para legitimar su causa, esto es introducir el concepto de la propiedad privada. Sólo cuando se gana esta batalla se está en disposición de plantar cara a ese gobierno que rige mediante la compulsión

La segunda es que no es necesario utilizar esquemas compulsorios como impuestos y conscripción para financiar el esfuerzo militar. Bien los secesionistas tienen el apoyo necesario de la población –por lo que toda la compulsión es superflua y posiblemente contra productiva- o bien no existe este apoyo por lo que la guerrilla libertaria no tendría sentido.

Eficiencia económica de la guerra privada

Ahora nos toca ocuparnos cómo de eficiente económicamente hablando sería la organización espontánea de organizaciones militares, incluyendo guerrillas clandestinas, en comparación con la tropas gubernamentales y si puede haber alguna correlación en términos puramente militares.[51]

Las organizaciones militares voluntarias respetan todo tipo de propiedad privada en sus actividades. Sus soldados son voluntarios o contratados con fondos donados por la población mediante contratos privados. Por el contrario las organizaciones militares de carácter compulsorio se basan en la violación de los derechos de propiedad, en particular se sustentan en la conscripción y/o financiación compulsoria mediante impuestos.

Consideremos primero el asunto de su control.  ¿Quiénes toman las decisiones finales en la guerra de producción privada y en la que es estatalizada? En el ámbito privado de la defensa ésta descansa en cada tenedor de la propiedad. Las personas que financian la guerra privada puede seguir invirtiendo o retirarse de la producción en cualquier momento.  La mayoría de los inversores no tienen grandes participaciones en la producción de la defensa (ni en casi cualquier otra producción) en todo caso tienen algún control sobre el proceso que se circunscribe a su propiedad. Pero si retiran su patrocinio, si rechazan trabajar para el ejército o financiarlo entonces estarán asignando sus recursos en otro tipo de actividad en perjuicio de la bélica.

Podrán ser varios los motivos que les llevasen a retirar dicho apoyo. Una persona quizás decida abandonar su función de soldado para dedicarse a la extracción de acero porque considera que así conseguirá mejores medios para alcanzar su fin. Quizás un capitalista retirará su créditos para invertirlos en una planta de textil pues el retorno de la inversión es más apetecible. Pero también el soldado o el capitalista podrían retirar su apoyo por una cuestión mucho más prosaica como es la falta de confianza en el mando militar de su unidad o porque considere perfeccionada la misión original (puede que ya no haya más enemigos) y por tanto esté ávido de nuevos proyectos. Cualquiera que sea el motivo al final es el individuo quien decide si le merece la pena o no el esfuerzo que realiza. Por consiguiente los agentes involucrados tienen un impacto real en la producción de la defensa.

En el orden privado, las decisiones sobre el consumo y la inversión que los individuos toman están estrechamente ligadas y equilibran la producción de la defensa. Y dado que la inversión busca en última instancia satisfacer el deseo de consumir son los ciudadanos como consumidores quienes determinan cómo y qué servicios de defensa son producidos y por quién; es la soberanía del consumidor.

Si los consumidores estiman que hay una necesidad urgente de servicios defensivos debido a que intuyen la amenaza de un enemigo incrementarán su gasto en bienes militares. Otros colaborarán como milicias locales o nacionales y otros simplemente subscribirán los servicios de agencias de defensa (por ejemplo, un contrato de una unidad aerotransportada puede fijase para que ésta combata al enemigo en un radio dado con respecto al cliente). Consecuentemente la producción de la defensa se vuelve más rentable y atraerá más material y recursos que de otra manera habrían sido invertidos en la producción de manzanas, papayas o ropa.

Por otro lado los consumidores reducirán su demanda de servicios de defensa cuando no sientan una amenaza inmediata, por lo tanto la producción de estos será menos rentable. El mercado de la defensa se ajustará acorde a la nueva realidad. Su tamaño se reducirá (a favor de otros mercados) y su estructura se adaptará de igual manera. Nuevas organizaciones y nuevos servicios aparecerán para dar solución al nuevo escenario de la defensa en función de la tendencia de los consumidores a gastar en ello. Por ejemplo, es posible que los bienes y servicios usados por los profesionales de la defensa (cazas, armamento pesado o uniformes al igual que puestos de mando, tácticos y teóricos militares) se verán más afectados por la reducción del mercado que aquellos que son utilizados por milicias amateur (armas ligeras).

Por lo pronto en una sociedad libre la producción de la defensa se ajusta siempre a las necesidades de los ciudadanos tanto como humanamente es posible. Con los consumidores dirigiendo y compensando la producción gracias a sus decisiones de gasto y produciendo otro tipo de servicios o bienes que satisfacen mejor las necesidades demandadas. Consecuentemente este hecho fuerza a asignar los recursos de la manera más diligente y eficiente como sea posible. Simplemente porque uno no puede permitirse mal asignar recursos en servicios que la sociedad no requiere pues esto supondrá una merma en sus ingresos.

Siendo así, en una sociedad libre habría varios proveedores de defensa compitiendo por los mismos recursos. Estas empresas estarían embebidas en un sistema de mercado. Subsecuentemente podrán aplicar el cálculo económico para seleccionar la tecnología más eficiente y la manera más apropiada para resolver los problemas defensivos que se presenten.

Por el contrario en la organización de la defensa estatalizada las decisiones militares son habitualmente tomadas por los propietarios de los medios de producción. Entiéndanse como aquellos que están en posesión de los carros de combate, cazas, buques o bases. Esto viene a introducir que no siempre las decisiones militares son tomadas por la jerarquía de la escala de oficiales. En la mayoría de los países occidentales así sucede al menos en tiempos de paz. La decisiones militares relevantes son tomadas por altos dirigentes civiles como el ministro de defensa, el presidente de la república, el primer ministro o el canciller. En cualquier caso la producción estatalizada de la defensa implica que aquellos que gestionan el estado pueden imponer sus juicios de valor en detrimento del resto de la sociedad. El estado recluta soldados y confisca la propiedad privada para financiar su guerra. Que el soldado quiera enrolarse en el ejército no tiene ninguna importancia; él debe servir. Que el capitalista desee invertir en otros proyectos no tiene importancia; su dinero debe ser confisgado.[52]

Desde un punto de vista económico el resultado final de todo esto es una mala asignación de los recursos. El estado produce cañones y buques de guerra que detraen recursos a la producción de mantequilla o a otros servicios que los ciudadanos valoran en mayor medida.

Dicha desapropiada asignación de los recursos no hará otra cosa que acrecentarse con el paso del tiempo. Puesto que los productores estatales de la defensa pueden incrementar sus ingresos con sólo aumentar el gasto militar, la defensa estatalizada tiene una inherente tendencia a expandir sus actividades sin atenerse a consideraciones. Se emplearán más recursos en la defensa de los que serían demandados en una sociedad libre. Las organizaciones con apoyo institucional aumentarán artificialmente su poder, tamaño y perseguirán fusiones tanto horizontales como verticales. Esto significa que el potencial crecimiento de un mercado de la defensa se vería reducido y la quiebra del sistema de precios hará imposible el cálculo económico.[53] Como consecuencia cada vez es más difícil decidir la tecnología más adecuada para la defensa y la mejor manera de organizarla.

Incluso dentro de la propia industria de defensa, el natural ajuste entre bienes y servicios se ve distorsionado. La posibilidad de ignorar las necesidades de los consumidores da a los productores la oportunidad de producir bienes que sólo ellos  consideran importantes. Puesto que ellos son normalmente los directores ejecutivos de las organizaciones militares profesionales tienden a favorecer la producción de armamento pesado y que requiera alta cualificación (para militares e impartida en sus centros de formación) sobre otros tipo de productos militares. Intentan impedir la competencia de las organizaciones defensivas no profesionales y muchas veces buscan prohibir o reducir el uso y la tenencia de armas.

Liberados de la necesidad de servir a los consumidores lo más eficientemente posible los productores de defensa tienen una tendencia a comportarse de manera despilfarradora. Por otro lado, la facilidad de recurrir al reclutamiento es especialmente peligrosa pues permite a los líderes exponer a sus tropas a un riesgo innecesario ya que en ambos casos disparan con pólvora del rey.

No es sorprendente que los escenarios compulsorios en la producción de la defensa tengan los mismos fallos en el cálculo económico que cualquier otro ámbito de la economía civil. Centrémonos en la pregunta de si, al menos en términos puramente militares, las tropas regulares son superiores a las de formación espontánea; esto es organizaciones militares privadas. Si este fuese el caso resultaría descorazonador para los potenciales secesionistas.

Eficiencia militar del combate privado

En nuestra comparativa de la efectividad militar entre una organización voluntaria y otra compulsoria podemos obviar lo relativo a técnicas, tácticas, estrategias y otros aspectos relacionados. Nos centraremos en el aspecto organizativo y cómo este afecta al rendimiento militar.

Primero consideremos qué perfil de personas ocuparán los puestos de decisiones en los dos modelos. Nos centraremos fundamentalmente en su naturaleza política. En ambos casos los dos regímenes atraerán un gran número de simpatizantes y patriotas. La diferencia en este punto estriba que las organizaciones compulsorias están sujetas a la perniciosa influencia de la burocracia.[54]

En los regímenes puramente voluntarios los líderes militares son elegidos por su suficiencia en la materia que desempeñan. Claro es el caso de las milicias dónde sus líderes son proclamados por aclamación. Éstas deberían, como otras organizaciones, elegir líderes afables y sociales durante tiempos de paz. Sin embargo, durante la guerra deberán cambiar a líderes con más dotes para el combate pues es ahora una cuestión de vida o muerte. Siendo así está en el propio interés de los milicianos está el elegir al más capaz; de otra manera habrá miembros que abandonen la milicia si perciben la incapaz del líder.

En las agencia de defensa privadas basadas en la cooperación voluntaria las cosas funcionan prácticamente igual. Los dueños de dichas empresas tienen el mayor interés en contratar al mejor personal para las posiciones ejecutivas. Si fallan a la hora de identificar el talento corren el riesgo que la competencia se haga con ellas. Al mismo tiempo, los soldados que ya hayan sido contratado por esta firma podrían darse igualmente cuenta que los mandos más capaces están en la competencia y no estar dispuestos a arriesgar su vida bajo un oficial menos talentoso.

Estos mecanismos son parcialmente destruidos por el impacto de la compulsión. El reclutamiento previene a los soldados de desertar cuando perciben que el mando es incompetente. El reclutamiento genera desmotivación y esclavos temporales. Esto contrasta con una mayor motivación de las tropas voluntarias generando una ventaja competitiva para estas últimas.

Los efectos de la financiación compulsoria son igualmente contraproducentes, reducen la necesidad de satisfacer al consumidor por parte de las agencias militares. Por consiguiente esto abre la puerta a que los ejecutivos militares se dediquen a satisfacer sus propias necesidades tanto en los servicios y productos que proveen como el personal que contratan.

Es importante entender que no existe tal cosa como “servicio de defensa” o “bienes de defensa.” Todos los bienes y servicios son heterogéneamente concretos. A saber: “una hora de guardia de la propiedad X en el emplazamiento Y” o  “la fortificación de una colina A contra potenciales asaltos de divisiones acorazadas del tipo B o infantería del tipo C.” En una sociedad libre son los miembros quienes deciden qué servicio ha de producirse. En contraste, la financiación compulsoria permite a los mandatarios obviar las necesidades de sus ciudadanos y centrarse en sus propios objetivos. Lejos de fortificar una colina A, fortificarán B porque el terreno es más sencillo o bien para proteger el rancho que tiene el sobrino del general. Y es que antes que defender la propiedad privada de la población civil podrían dedicar los recursos a proteger sus propias bases.

Antes que seleccionar a los más capaces el criterio que se impondrá es el del clientelismo, el amiguismo y la devolución de favores inherente a las organizaciones políticas. También podrán caer en el error de organizar la defensa no de la manera más eficiente sino a la luz de otros intereses.

La mejor aproximación para evitar dichos comportamientos es promulgar directivas para que todos los ejecutivos utilicen los recursos de la misma manera y sigan el cumplimiento de la reglamentación.  Esto es someterse a la burocratización de informes y permisos. Los líderes militares reciben instrucciones sobre qué hacer y dónde hacerlo y la contratación de personal se restringe a los criterios dados por los generales sin consideración de las necesidades preferentes para una situación en particular.

En lo referido a la selección de personal estos procedimientos tienden a fracasar. La mejor manera de ver si alguien es capaz de realizar un trabajo es dejarle practicarlo y evaluar si es apto o no para desempeñar dicha función. Una persona que se presenta de manera voluntaria a una organización de defensa privada pronto tendrá que demostrar que es válida en su campo. Sólo cuando haya demostrado suficiencia podrá continuar progresando en la organización. En las organizaciones compulsorias estas pruebas se llevan en un escenario excesivamente artificial. Verbigracia, uno no puede decir si un soldado es lo suficientemente marcial. Estas habilidades no pueden comprobarse sin una referencia estandarizada y el problema es que en las organizaciones compulsorias este estándar es fijado de una manera mucho más arbitraria que en las agencias de carácter voluntario.

Como ya hemos visto las agencias de seguridad privadas mientras disfrutan de todas las virtudes de los esquemas compulsorios no sufren de ciertas de sus desventajas. Son más propicias para encontrar y contratar talento, al mismo tiempo que son flexibles para adaptarse a las necesidades de la coyuntura.

En cualquier caso, sólo nos hemos detenido a examinar pequeñas unidades como guerrillas. Nuestro razonamiento implica que dadas las mismas condiciones para unidades pequeñas, la organización privada es superior a la estatal. Sin embargo las fuerzas del estado son siempre un número mayor. ¿Pueden nuestras pequeñas unidades revolucionarias enfrentarse a gobiernos organizados con un mayor número de recursos?

Antes de responder a dicha pregunta atendamos al hecho que quizás no sea necesario generar una situación de manifiesta hostilidad. El objetivo de la secesión es romper con los lazos que unen a un grupo de individuos con el gobierno al que ha dejado de aceptar como legítimo. Esto sólo concierne a los secesionistas pero no al resto de la población que aún quiere seguir bajo el protectorado de los gobernantes actuales y es natural que las fuerzas gubernamentales pretendan recuperar  el terreno donde se encuentra la revuelta en aras de proteger a sus súbitos. Pero la realidad es que dicho territorio no será nunca más homogéneo sino un mapa repartido entre los colores gubernamentales y secesionistas. Por si mismo esto no debería implicar una inherente situación de violencia[55].

Supongamos pues que todos los habitantes de cierto territorio quieren la secesión y que las tropas del gobierno rechazan abandonar dicho emplazamiento. Supongamos además que las tropas no pudiesen reclamar ninguna parcela de tierra como propia. Estaríamos hablando entonces de simples agresores, por lo que los habitantes se verían motivados a expulsarlos. Aún así, ¿cómo podrían los secesionistas conseguirlo? ¿Pueden construir unas fuerzas armadas equiparables a las gubernamentales y vencerlas en campo abierto?

Una vez más, debemos primeros hacernos la pregunta de si los secesionistas necesitan en realidad tener una armada de gran tamaño. Ya hemos mencionado que nuestros libertarios partisanos disfrutan de la cooperación voluntaria por y para la defensa de la propiedad privada. Éste es un poderoso principio que sirve como referencia a la hora de actuar. A partir de aquí es dudoso que se necesitase una gran agencia que coordinase a todos los individuos. No necesitan una unidad de mando pues existe una unidad de principios.

Hemos señalado los beneficios y los límites de esta lucha secesionista. La organización descentralizada de pequeñas unidades de combate puede generar unos costes notablemente altos para el gobierno aunque es muy probable que esto no sea suficiente.

La tropas gubernamentales deben ser vencidas en caso que ellas mismas no acepten retirarse ¿pero pueden ser vencidas? Depende fundamentalmente de que el gobierno sea capaz de concentrar un número suficiente de fuerzas en el territorio secesionista como para aplacar la revuelta. Pero por mucho que lo consigan, el movilizar un gran número de tropas será estéril pues los secesionistas volverán a la guerra de guerrillas hasta que surja una nueva oportunidad.[56] Cuando el gobierno pueda movilizar un número suficiente de tropas, entonces sí que la formación de tropas secesionistas en una escala mayor se antoja necesario. Esta concentración de efectivos se puede conseguir mediante las tres formas que generalmente se utilizan en el mercado civil, a saber: (1) creciendo, (2) fusionándose y (3) mediante joint-venture.

La formación de grandes ejércitos privados mediante fusión está ampliamente documentado en la historia. De hecho los ejércitos eran de un modo u otro “privados” puesto que eran controlados por una sola agencia y normalmente pertenecían a un único individuo o estaban regidas por señores de la guerra guiaban a sus soldados en el campo de batalla.  Ejemplos de estos dueños de ejércitos son Alejandro el Grande, César, Atila o Federico el Grande.

Incluso si la posibilidad de la fusión o del crecimiento no fuese posible, la historia ha demostrado una y otra vez que en tiempos de extrema crisis las organizaciones de defensa privadas han sabido encontrar uniones temporales para hacer frente a grandes desafíos. En los momentos más cruciales de la civilización Occidental, dichas tropas independientes se han unido de manera espontánea para hacer frente a un inminente enemigo. Ejemplos de esta acción podemos encontrar en la batallas contra los Hunos en el 451 a.c, contra los Sarracenos en el 732 a.c, frente los Magiares en el 955 a.c, igualmente contra los Turcos en 1683, contra Napoleón en 1813 y en cierta manera contra Hitler entre 1941-45. Incluso los movimientos secesionistas han conseguido exitosamente formar joint-ventures como es el caso de Países Bajos y Suiza.

En suma;  las organizaciones de defensa, ceteris paribus, son más efectivas que las organizaciones compulsorias. Una secesión satisfactoria no implica la expulsión de las tropas gubernamentales pero permitirán alcanzar el objetivo de manera diferente. La expulsión del enemigo requiere una concentración de tropas similar a las del oponente, que en cualquier caso podrían conseguirse mediante mecanismos ya existentes en el mercado.

Conclusión

Hemos visto que la secesión es la única manera de reforma política que por su naturaleza no contradice la instauración de un orden puramente privado. Hemos por lo tanto enfatizado la armonía existente entre la secesión libertaria (que esencialmente es una resistencia que niega cualquier tipo de gobernador) y el combate privado (que es aquella resistencia que se sirve de la fuerza para revelarse contra el gobernador). Una secesión satisfactoria presupone que una mayoría substancial de la población está en la línea de pensamiento de los secesionistas. La misma condición ha de suponerse para los individuos y para las tropas que surgen de manera espontánea para decantar la guerra basándose en la voluntariedad del esfuerzo militar. Si se lo proponen las fuerzas secesionistas podrían derrotar a cualquier ejército al disfrutar una eficiencia y efectividad superior.

Por un lado tenemos que insistir en la importancia que tiene la educación como medio para preparar la secesión. Por el otro no se puede esperar alcanzar este objetivo de una sola vez, en un mismo momento a lo largo de todo el territorio. Más bien, la secesión va surgiendo en distintas regiones de manera gradual y espontánea en las distintas regiones e incluso en diferentes estratos poblacionales en diferentes lapsos temporales.

Es probable que estos resultados no sean agradables para aquellos que detestan la dispersión en múltiples colores del mapa político. Pero servirán de acicate para aquellos que trabajan por una sociedad más libre.


[1] Véase Gustave de Molinari “De la production de la sécurite” Journal des Economistes 8, no 22 (1849); Murray N. Rothbard, Power and Market (Kansas City: Sheed and Andrews, 1977) ídem, for A new Liberty (New York: Macmillan, 1978); Morris and Linda Tannehil, The market for liberty (New York: Laissez Faire Books, 1984); Hans-Hermann Hoppe, A theory of Socialism and Capitalism (Boston: Kluwer Academic Publisher, 1989) idem The Economics and Ethics of Private Property (Boston: Kluwer Academy Publishers, 1993) idem “The Private Production of Defense”  Essays in Political Economy (Aubrun, Ala: Ludwig von Mises Institute, 1998) Bruce Benson The Enterprise of Law (San Francisco: Pacific Institute, 1991);St. Blankertz, “Eingreifen statt Übergreifen,” in Fritz Fliszar, ed.Freiheit: die unbequeme Idee (Stuttgart 1995); idem, Wie liberal kannStaat sein? St. Augustin: Academia, 1997). Sobre la desnacionalizacion y los ejércitos privados, ver Jeffrey Rogers Hummel, “Deterrence vs. Disarmament: The Practical Considerations,” Caliber 9, no. 5 (1981); idem, “On Defense,” Free World Chronicle II, no. 2 (1984);idem, “The Great Libertarian Defense Debate: A Critique of Robert Poole’s Defending a Free Society,” Nomos 3, nos. 2 and 3, (1985); idem, “A Practical Case for Denationalizing Defense,” The Pragmatist 3, nos. 5 and 6 (1986). Para trabajos sobre el cumplimiento de la ley also John C. Lester and D.L. Wilson, Ku Klux Klan: Its Origin, Growth, and Disbandment (New York: Neale, 1905); Jeremiah P. Shalloo, Private Police (Philadelphia: American Academy of Political and Social Science, 1933); William C. Wooldridge, Uncle Sam, the Monopoly Man (New Rochelle, N.Y.: Arlington House, 1970); Joseph R. Peden, “Property Rights in Celtic Irish Law,” Journal of Libertarian Studies 1, no. 2 (1977): 81–95; Diego Gambetta, The Sicilian Mafia: The Business of Private Protection (Cambridge, Mass.: Harvard University Press, 1993); Martin van Creveld, The Rise and Decline of the State (Cambridge, U.K.: Cambridge University Press, 1999), chap. 1.

[2] Ver Murray N. Rothbard, The Ethics of Liberty, 2nd ed. (New York: New York University Press), part 5; idem, For A New Liberty, chap. 15; Hans-Hermann Hoppe, “De-socialization in a United Germany,“ Review of Austrian Economics 5, no. 2 (1991); Arthur Seldon, ed., Re-Privatizing Welfare: After the Last Century (London:Institute for Economic Affairs, 1996).

[3] Este paper fue escrito en el otoño de 1999 y presentado en Febrero de 2000. Desde entonces, las estrategias secesionistas han sido ampliamente debatidas en Internet sin demasiada aportación científica. Para estudios científicos al respecto ver  Hans-Hermann Hoppe, “Against Centralization,” Salisbury Review (June 1993); idem, “Small is Beautiful and Efficient: The Case for Secession,” Telos 107 (Spring 1997); idem, “The Economic and Political Rationale for European Secessionism,” in David Gordon, ed., Secession, State, and Liberty (New Brunswick, N.J.: Transaction Publishers, 1998). Ver también otros artículos contenidos en este volumen. Considerable a pesar de su alcance limitado es James M. Buchanan and R.L. Faith, “Secession and the Limits of Taxation: Toward a Theory of Internal Exit,” American Economic

Review 77, no. 5 (1987) Otros trabajos importantes de filosofía política que tratan el tema son Johann G. Fichte, Beitrag zur Berichtigungder Urteile des Publikums über die Französische Revolution

(Leipzig: Meiner, [1793] 1922), en particular cáp. 3 Augustin Thierry, “Des Nations et de leurs rapports mutuels,” Saint-Aubun, ed., L’Industrie littéraire et scientifique liguée aavec l’Industriecommerciale et manufacturière (Paris: Delaunay, 1816); P.E. de Puydt, “Panarchie,” Revue Trimestrielle (July 1860); Ernest Renan, “Qu’est-ce qu’une nation?” OEuvres Complètes (Paris: Calman-Levy,1947); Ludwig von Mises, Nation, Staat und Wirtschaft (Vienna: Manz, 1919), p. 27; idem, Liberalismus (St. Augustin: Academia, 1993), pp. 95 ff.; Murray N. Rothbard, “Nations by Consent: Decomposing the Nation-State,” Journal of Libertarian Studies 11, no. 1 (1994). Para debates sobre la secesión desde un punto de vista legal ver Robert W. McGee, “Secession Reconsidered,” Journal of Libertarian Studies 11, no. 1 (1994),  y Detmar Doering, Friedlicher Austritt (Brussels: Centre for the New Europe, 2002). Para esquemas prácticos Jörn Manfred Zube, Was muss an den Secession and the Production of Defense Staatsverfassungen geändert werden, damit ein andauernder Friedemöglich wird, und wie können dese Reformen durchgesetzt werden? (Berrinia, NSW, Australia: Libertarian Micro-Fiche Publishing, [1962] 1982), and Frances Kendall and Leon Louw, After Apartheid: The Solution for South Africa (San Francisco: Institute for Contemporary Studies, 1987).

[4] Por ejemplo el Webster’s New International Dictionary 2nd ed (Springfield, Mass.: G and C Merriam, 1953) lo define como “separación formal de una organización como una comunidad religiosa o federación de estados” The Oxford English Dictionary (Oxford,U.K.: Oxford University Press, 1971) lo define como “acción de retirarse de una alianza, federación u organización  política”

[5] Ludwig von Mises. La Acción Humana. (Auburn, Ala.: Ludwig von Mises Institute, 1998), pp. 196 –97.

[6] Ver Franz Oppenheimer, Der Staat (Berlin: Libertad, 1990), pp.19 ff. Para entrar en detalle sobre los distintos tipos de apropiación ver Rothbard, Ethics of Liberty, chap. 6; and Hoppe,Theory of Socialism and Capitalism, chap. 2. Mises (Human Action,pp. 197 ff.) señala la distinción que hay entre lazos contractuales y hegemónicos (medios económicos o políticos) que es común a todas la teorías de sociedad y se refiere en este contexto a los trabajos de Ferguson, Spencer, Sombart y Engels.

[7] Ver Creveld, Rise and Decline of the State.

[8] Estoy en deuda con el Profesor Barry Smith por este ejemplo.

[9] Ver Guido Kisch The Jews in Medieval Germany: A Study of Their Legal and Social Status (Chicago: University of Chicago Press, 1942)

[10] 10J.G. Fichte (Französische Revolution, pp. 113–18) ha estudiado casos de “Estado dentro de un estado” resaltando que los siguientes grupos han estado bajo el amparo de leyes distintas a la población común: Los Judios, los militares, la nobleza y la jerarquía eclesiástica.

NT NT: En EEUU los militares pueden comprar alcohol con 18 años cuando la edad legal civil son 21 años.

[11] Ver Rothbard, For A New Liberty, chap. 12; Hoppe, “Private Production of Defense”; Werner Habermehl, “Ein Versuch über Monarchie,” eigentümlich frei 8 (April 1999): 271 ff.

[12] Ver Hoppe, “Economic and Political Rationale for European Secessionism.”

[13] Las democracias expanden el poder del estado más allá incluso que las monarquías. Ver Bertrand de Jouvenel, Du pouvoir (Paris: Hachette, 1972); Hans-Hermann Hoppe, Democracy—The God That Failed (New Brunswick N.J.: Transaction Publishers, 2001).

[14] Ver Alexis de Tocqueville, L’Ancien Régime et la Révolution (Paris: Calman-Lévy, 1887); de Jouvenel, Du Pouvoir; Creveld, Rise and Decline of the State.

[15] Ver Hans-Hermann Hoppe, “The Western State as a Paradigm: Learning from History,” Politics and Regimes. Religion and Public Life 30 (1997); idem, “The Future of Liberalism: A Plea for a New Radicalism,” Polis 3, no. 1 (1998); idem, Democracy—The God That Failed.

[16]  Se puede argumentar que en países como Prusia el poder establecido ayudo inicialmente al nuevo estado centralista para evitar el nacimiento de pequeñas islas liberales que habrían contagiado al resto de la población. (ver por ejemplo el caso de estudio por parte de Gerhard Krüger . . . gründeten auch unsere Freiheit. Spätaufklärung, Freimauerei, preussisch-deutsche Reform, der Kampf Theodor von Schoens gegen die Reaktion (Hamburg: Bauhütten Verlag, 1978) Huelga decir que las nuevas élites sustituyeron al antiguo poder fáctico.

[17] Para una elaboración sistemática de este argumento acerca de la teoría del ciclo ver: Jörg G. Hülsmann, “Toward a General Theory of  Error Cycles,” Quarterly Journal of Austrian Economics 1, no. 4 (1998). Una implicación  concerniente en el campo político es que establecer el liberalismo a escala global mediante fuerzas armadas internacionales como las Naciones Unidas o la OTAN traerá consigo peores consecuencias a largo plazo. Ver K. Annan, “Two Concepts of Sovereignty,” The Economist [November 18, 1999]: 49 ff.)

[18] Ver Fritz Kern, Recht und Verfassung im Mittelalter (Darmstadt: Wissenschaftliche Buchgesellschaft, 1965); and Otto Brunner, Land und Herrschaft, 2nd ed. (Munich and Vienna: Rohrer, 1942).

[19] Ver Gordon, ed., Secession, State, and Liberty

[20] Ver Robert Higgs, Crisis and Leviathan (New York: Oxford University Press, 1987); John V. Denson, ed., The Costs of War (New Brunswick, N.J.: Transaction Publishers, 1999).

[21] Ver Rothbard, Ethicas of Liberty parte 5.

[22] Esta es la razón por la que los separatistas tienden  a ser pacíficos y las guerras civiles en busca de la supremacía territorial acaban por generar vencedores y vencidos dentro del mismo país, sembrando odios y rencores. Para un estudio comparativo sobre separatistas y guerras civiles ver Alexis Heraclides, “The Ending of Unending Conflicts: Separatist Wars,” Millenium 26, no. 3 (1997). Estoy especialmente agradecido a Mr. Reinhard Stiebler por haber presentado este trabajo.

[23] La definición de Max Weber sobre el qué es el gobierno apunta en esta dirección. Ver “Politik als Beruf,” Schriften zur theoretischen Soziologie, zur Soziologie der Politik und Verfassung (New York: B.Franklin, 1968),  Así mismo Mises en “La Acción Humana” define al estado como “el aparato social para la coerción “  Para ilustraciones históricas sobre el monopolio estatal del armamento ver  Ekkehardt Krippendorff, Staat und KriegFrankfurt/M.: Suhrkamp, 1985).

[24] Rolf Schroers (Der Partisan [Köln: Kiepenheuer and Witsch, 1961]) discute que estas terceras partes interesadas ofrecen un servicio importante al otorgar reconocimiento político a los movimientos separatistas y evitan así que la comunidad internacional los tache de criminales.

[25] Martin van Creveld, The Transformation of War (New York: FreePress, 1991, chap. 2) Son las conocidas “guerras trinitarias” de Von Clausewitz en las que hay una clara distinción entre civiles, combatientes y líderes políticos. Argumenta que hay un cambio de paradigma hacia las guerras no-trinitarias. “conflictos de baja intensidad” que se están dando en varias partes del mundo, validando ese cambio de paradigma enunciado en 1960. Carl Schmitt (Theorie des Partisanen [Berlin: Duncker and Humblot, 1995], pp. 51, 79, 81 f., 90 ff.)

[26] Para ver más sobre estos ejemplos consultar Creveld, Transformation of War, y

Ralph Peters, Fighting for the Future (Mechanicsburg, Penn.:Stackpole, 1999) Para ver el oscuro futuro de la operación rusa en Chechenia que comenzó en otoño de 1999 ver Hans Krech, Der Zweite Tschetschenien-Krieg (Berlin: Köster, 2002).

[27] Etienne de la Boétie, The Politics of Obedience (New York: Free Life Editions, 1975), p. 50.

[28] Ver el argumento clásico en David Hume The First Principles of Government,” Essays, Moral, Political, and Literary (Indianapolis, Ind.: Liberty Fund, 1987).

[29] Algunos trabajos profundizan en la diseminación de idea a través del tiempo y del espacio. Para aproximaciones socio-científicas ver: Dixon R. Fox, Ideas in Motion(New York, 1935); Lymann Bryson, ed., The Communication of Ideas (New York: Cooper Square, 1964); Fritz Redlich, “Ideas: Their Migration in Space and Transmittal over Time,” Kyklos 6, no. 4 (1953); Nathaniel Weyl y Stefan Possony, The Geography of Intellect (Chicago: Regnery, 1963); y Barry Smith, “A Theory of Divides” (manifiesto no publicado, SUNY at Buffalo, 1999). Para una aproximación biogenética ver  Richard Dawkins, The Selfish Gene (Oxford: Oxford University Press,1976); Richard Brodie, Virus of the Mind: The New Science of the Meme (Seattle: Integral Press, 1996); and Susan J. Blackmore, The Meme Machine (Oxford: Oxford University Press, 1999).

[30] Ver John Ellis, A Short History of Guerrilla Warfare (New York:St. Martin’s Press, 1976), p. 58

[31] Ver Andrea Graziosi, The Great Soviet Peasant War: Bolsheviksand Peasants, 1917–1933 (Cambridge, Mass.: Ukrainian Research Institute at Harvard University, 1997); Rudolph J. Rummel, Death by Government (New Brunswick, N.J.: Transaction Publishers, 1994); Stéphane Courtois, et. al., Le livre noir du communisme (Paris: Robert Laffont, 1997)

[32] Ver Alfred-Maurice de Zayas, A Terrible Revenge: The Ethnic Cleansing of the East European Germans, 1944–1950 (New York: St. Martin’s Press, 1994).

[33] Ver por ejemplo Martin van Creveld, “Sharon’s Plan is to Drive Palestinians Across the Jordan,” Sunday Telegraph (28 April 2002); Meron Benvenisti, “Preemptive Warnings of Fantastic Scenarios,”

Haaretz (15 August 2002).

[34] Por este motivo los liberales clásicos  creen que los genocidios no tendrían lugar en una época que se caracterice por la división el trabajo (conocimiento) a escala internacional. Ver por ejemplo Martin van Creveld, “Sharon’s Plan is to Drive Palestinians Across the Jordan,” Sunday Telegraph (28 April 2002); Meron Benvenisti, “Preemptive Warnings of Fantastic Scenarios,” Haaretz (15 August 2002).

[35] Aquí no podemos detenernos a enumerar las acciones concretas que serían permisibles en un escenario de guerra privada. Para esta investigación deberíamos comenzar con las consideraciones generales de Rothbard. (Ethics of Liberty, chaps. 12 and 13) y considerar la doctrina agustina sobre la guerra justa y su desarrollo por parte de Aquinas y otros. Para ver debates actuales ver James T. Johnson, Morality and Contemporary Warfare (New Haven, Conn.: Yale University Press,1999) También beneficiaría el análisis historio de la ley positiva acerca sobre situaciones parecidas a la guerra privada como el Reglamento de Partidas y Cuadrillas español del 28 de Diciembre de 1808, el Corso Terrestre del 17 Abril de 1809 y el prusiano Edikt über den Landsturm del 21 Abril de 1813.

[36] Ver Mises La Acción Humana pp 157 ff

[37] Ver la lista para “resistencia total” en H. v. Dach, Der totale Widerstand: Kleinkriegsanleitung fürjedermann (Biel: Schweizerischer Unteroffiziersverband, 1958), traducida al inglés como Total Resistance. Swiss Army Guide to Guerrilla Warfare and Underground Operations (Boulder, Colo.: Paladin Press, 1965). Datch  es un oficial de la armada Suiza.

[38] Schmitt, Theorie des Partisanen, pp. 58 f.

[39] 39Walter Laqueur, Guerrilla: A Historical and Critical Study (Boston: Little, Brown, 1976), p. ix.

[40] Una magistral argumentación de la historia de las guerrillas puede ser encontrada en Walter Laqueur (Guerrilla, pp. 100 ff., 326 ff.) donde señala que la guerrilla había sido estudiada por los teóricos militares mucho antes que ganase relevancia con la insurgencia comunista. Tanto es así que durante el SXVIII y XIX ya había monográficos sobre este fenómeno bajo el nombre de “guerras menores” o “guerras partisanas” Ver por ejemplo Johann von Ewald, Treatise on Partisan Warfare (London: Greenwood, [1785] 1991); W. von Valentini, Abhandlungen über den kleinen Krieg (Berlin: Boicke, 1799); C. von Decker, Der kleine Krieg im Geiste der neueren Kriegsführung (Berlin,1821); J.F.A. Le Mière de Corvay, Des partisans et des corps irréguliers (Paris: Anselin and Pochard, 1823) Un genio militar como Carl Von Clausewitz abordó la guerra de guerrillas en “De la Guerra” refiriéndose  a los problemas de “armar a la nación” y la “guerra popular” de manera concreta y sin considerarlo un tema accesorio. En cualquier caso y aunque en su trabajo, que fue publicado poco después de su muerte, Clausewitz respetando la sensibilidad de quien le empleaba suavizó el efecto de ésta. Pero también es cierto que en sus lecciones en la Escuela de Guerra Prusiana explicó e hizo hincapié en los problemas derivados de la guerra de guerrillas. Ver su Schriften-Aufsätze-Studien-Briefe, W. Hahlweg, ed. [Göttingen, 1966], pp. 226–539.) El primer tratado que se detiene a examinar la situación la idoneidad de la guerrilla para los regímenes comunistas es probablemente una colección de volúmenes de 1928 con  contribuciones de  Kippenberger, Wollenberg, Unschlicht, Piatnitzki, Tuchatschewski y Ho Chi Minh, hay dos capítulos que fueron escritos por el general de personal del Ejército Rojo. El libro fue publico bajo el seudónimo de “A. Neuberg”   con el título de Der bewaffnete Aufstand. Versucheiner theoretischen Darstellung (reimpresión en Frankfurt. Europäische Verlagsanstalt, 1971); traducido al inglés como Armed Insurrection (New York: St. Martin’s Press, 1970).  Más recientemente podemos encontrar los trabajos de Ernesto Guevara, Guerrilla Warfare (New York: Monthly Review Press, 1961) and Mao Tse-tung, On Guerrilla Warfare (New York: Praeger, 1961) que recibieron un interés mundial debido al éxito de sus autores en el campo de batalla y generaron una ola de estudio y análisis. Por ejemplo Schroers, Der Partisan; Régis Debray, La critique des armes (Paris: Seuil, 1974). Carl Schmitt (Theorie des Partisanen, pp. 38 ff.) El estudio de la guerrilla va desde Clausewitz hasta Lenin “Fighting Guerrilla Operations,” Collected Works (Moscow: Foreign Languages Publishing House, 1930), vol. 10 ;George Sorel, “Réflexions sur la violence,” Mouvement Socialisté (1906); and Mao (On Guerrilla Warfare). Para más literatura al respecto ver  Schmitt, Theorie des Partisanen, p. 65, and Creveld, The Transformation of War.

[41] Para estudios al respecto ver: Ellis, A Short History of Guerrilla Warfare; idem, From the Barrel of a Gun: A History of Guerrilla Revolutionary and Counter-Insurgency Warfare, from the Romans to the Present (London: Greenhill Books, 1995); Laqueur, Guerrilla; y Anthony James Joes, Guerrilla Warfare: A Historical, Biographical, and Bibliographical Sourcebook (London: Greenwood, 1996). Sobre la guerrilla de la Guerra de Secesión Americana Rothbard, Conceived in Liberty, vol. 4, The Revolutionary War, 1775-1784 (New York: Arlington House,1979); Noel C. Fisher, War at Every Door: Partisan Politics and Guerrilla Violence in East Tennessee, 1860–1869 (Chapel Hill: University of North Carolina Press, 1997); y Sean M. O’Brien, Mountain Partisans: Guerrilla Warfare in the Southern Appalachians,

1861–1865 (Westport, Conn.: Praeger, 1999). Para una revisión de la guerrilla después de 1865 en referencia al Ku Klux Klan ver Lester y Wilson Ku Klux Klan. Sobre las SS ver Alexander Biddiscombe, Werwolf! The History of the National Socialist Guerrilla Movement, 1944–1946 (Toronto: University of Toronto Press, 1998).

[42] Ver Jouvenel, Du pouvoir; and Higgs, Crisis and Leviathan.

[43] En el caso de Mao esto es crucial, puesto que el gobierno chino envileció la divisa con una alta inflación. Los efectos redistributivos de la inflación dañaron a la clase media y empleados públicos alienando a estos pilares pertenecientes al viejo régimen del gobierno. Ver Kia-Ngau Chang, The Inflationary Spiral: The Experience of China, 1939–1950 (New York: Wiley and Sons, 1958). Especial agradecimiento a Mr. Daniel Rosenthal por presentarme el trabajo de Chang.

[44] Laqueur, Guerrilla, pp396ff. Igualmente Martin Van Creveld debatía que el patriotismo, más que el nacional socialismo, fue factor motivante del espectacular rendimiento de la Wehrmacht en la segunda guerra mundial. Ver Creveld, Fighting Power (London: Greenwood 1982)

[45] Hannah Arendt, On Revolution (New York: Viking Press, 1963)

[46] Guevara, Guerrilla Warfare, p. 17.

[47] Robert Taber, The War of the Flea: A Study of Guerrilla Warfare: Theory and Practice (New York: Lyle Stuart, 1965), p. 1

[48] Ibid p20

[49] Por ejemplo, sobre las ciudades italianas: Creveld, Rise and Decline of the State, p. 108; sobre la Vendée: Ellis, Short History of Guerrilla Warfare, pp. 55 ff.; sobre la guerrilla griega, Taber, War of the Flea, pp. 147 ff sobre los movimientos secesionistas en EEUU.: Wesley A. Riddle, “When to Revolt,” Free Market 13, no. 6 (1995); Thomas DiLorenzo, “Yankee Confederates: New England Secession Movements Prior to the War Between the States,” SObre la secesión, el estado y la libertad: Gordon, ed.; Joseph R. Stromberg, “Republicanism, Federalism, and Secession in the South, 1790 to 1865,” Secession, State, and Liberty, Gordon, ed.; and William J. Watkins, “Live Free or Separate,” Free Market 16, no. 8 (1998); sobre el OAS: Schmitt, Theorie des Partisanen, pp. 65 ff.; sobre los insurrecionistas contemporáneos dedicados al terrorismo: Ellis, From the Barrel of a Gun.

[50] Laqueur, Guerrilla, pp. 395, 409.

[51]  Nuestro análisis está basado en las notas de pie de página número 1. El resto de escuelas de pensamiento económico han quedado, en lo concerniente a la producción privada de la defensa, restringidas a los trabajos clásicos como  Lorenz Von Stein Die Lehre vom Heerwesen –als Theil des Staatswissenschaft (Stuttgart: Cotta, 1872). and Johann von Bloch’s Der Krieg—der künftige Krieg in seiner tech- nischen, volkswirtschaftlichen und politischen Bedeutung, 6 vols. (Berlin: Puttkammer and Mühlbrecht, 1899). Para conocer la historia (tradicional) del pensamiento económico de la Guerra ver Edmund Silberner, La guerre dans la pensée économique—du xvi au xviii siècle (Paris: Librairie du Recueil Sirey, 1939), e idem, The Problem of War in Nineteenth Century Thought (Princeton, N.J.: Princeton University Press, 1946).

[52] No consideremos aquí la financiación de la guerra mediante la inflación, que además de los efectos arriba enunciados, acarrea la destrucción del sistema monetario y provoca una asignación intemporal de los factores de producción. Ver Mises La acción humana, ídem Nation, Staat, und Wirtschaft, pp. 117 ff. y Aaron Director, ed. Defense, Controls, and Inflation (Chicago: University of Chicago Press, 1952).

[53] Ver  Von Mises La Acción Humana sobre la importancia del libre mercado para ofertar bienes de uso militar así como el trabajo de Mises en Nation, Staat und Wirtschaft, pp. 117ff. y de su discípulo Stefan Possony, Die Wehrwirtschaft des totalen Krieges (Vienna: Gerold, 1938).

[54] Ver las consideraciones generales en Burocracia de  Von Mises.

[55] Ver Rothbard, For a New Liberty, chap. 12.

[56] Puede ser que los estados sureños perdiesen la guerra de Secesión por utilizar métodos de guerra convencionales cuando quizás hubiese sido más apropiado utilizar la táctica de la guerrilla. Ver Robert L. Kerby, “Why the Confederacy Lost,” Review of Politics 35, no. 3 (1973); Grady McWhiney, “Conservatism and the Military,” Continuity 4/5 (1982); y Richard E. Beringer, et al., Why the South Lost the Civil War (Athens: University of Georgia Press, 1986), esp. pp. 340–47. Estoy especialmente agradecido a Jefrry Tucker y a Joshep Stromberg por presentarme este caso. Por ejemplo, según el oficial prusiano Colmar Freiherr (Leon Gambetta und seine Armeen [Berlin: Schneider, 1877], p. 36), la Francia republicana perdió la Guerra de 1870-71 contra los alemanes, que ya habían derrotado anteriormente al emperador francés, porque el líder republicano Gambetta insistió en una “gran guerra”. La guerrilla hubiese sido mucho más efectiva. Otro ejemplo es el de 1935-36 donde Mussolini sometió a Abessina (actual Etiopía) ver Schmitt Theorie des Partisanen, pp. 42f. Rothbard (Revolutionary War, 1775–1784, pp. 23ff.) donde argumenta que la colonias secesionistas ganaron la Guerra contra Gran Bretaña a pesar de enfrentarse de manera convencional en vez de utilizar la guerrilla.


Traducido del inglés por Eduardo Llarena.