Escocia y el plan de secesión de Hoppe

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Ha pasado más de una semana desde la publicación de los resultados finales de la votación del referéndum de independencia escoces del jueves anterior. A falta de otros análisis, parecería que el (ahora ex) primer ministro escocés Alex Salmond y Sí Escocia pueden haber empleado una estrategia errónea. Lo que deberían haber hecho es insistir durante las negociaciones pre-referéndum en que a cualquier área del consejo unitario que votara “Sí” a la independencia se le permitiría abandonar Reino Unido. En otras palabras, el movimiento de secesión debería haber sido descentralista y fragmentario.

Consideremos lo siguiente:

  • La pregunta planteada a los votantes ese jueves era: “¿Debería ser Escocia un país independiente?” La palabra “Escocia” se definió incluyendo las fronteras territoriales y marítimas escocesas actuales.
  • El resultado final de la votación fue Sí un 44,7% y No un 55,3%, con 3,6 millones de votos emitidos. Como requería la Ley del Referéndum de la Independencia Escocesa de 2013, estos votos se emitieron y contaron en 32 áreas de consejo unitario en toda Escocia.
  • Con 32 de 32 áreas de consejo declaradas, los resultados mostraron que cuatro de ellas (Glasgow, Dundee City, North Lanarkshire y West Dunbartonshire) votaron por la independencia. En número de votantes en estas áreas fue del 75% al 88%.
  • El voto “No” prevaleció en otras ocho áreas de consejo con ligeras mayorías que iban del 51% al 54%. La participación en estas ocho áreas fue del 84% al 89%.

La votación final revelaba simplemente lo difícil que era para Sí Escocia obtener un voto mayoritario para la independencia con 3,6 millones de votantes desperdigados por toda Escocia e ilustra por qué deberían haber promovido la secesión a pequeña escala de las áreas escocesas de consejo utilizando un modelo propuesto por Hans-Hermann Hoppe.

En su libro, Democracy: The God That Failed, Hoppe sugiere un medio de emplear la secesión para minimizar el conflicto con los gobiernos centrales y maximizar el éxito:

[Una] estrategia liberal-libertaria moderna de secesión debería inspirarse en la Edad Media europea, cuando, desde alrededor del siglo XII hasta bien avanzado en siglo XVII (con la aparición del estado central moderno), Europa se caracterizaba por la existencia de cientos de ciudades libres e independientes, entremezcladas con una estructura social predominantemente feudal.

Al elegir este modelo y luchar por crear unos EEUU [o Escocia, etc.] puntuados por un número grande y creciente de ciudades libre desconectadas territorialmente (una multiud de Hong Kongs, Singapures, Mónacos y Liechtensteins desparramados por todo el continente) pueden alcanzarse dos objetivos de otra forma inalcanzables, pero esenciales.

Primero, aparte de reconocer el hecho de que el potencial liberal-libertario se distribuye muy por igual en todo el país, esa estratega de separación desperdigada hace a la secesión menos amenazante política, social y económicamente.

Segundo, al seguir esta estrategia simultáneamente en un gran número de ubicaciones en todo el país, se hace cada vez más difícil para el estado central crear una oposición unificada en la opinión pública hacia los secesionistas, que conseguirían el nivel de apoyo popular y cooperación voluntaria necesarios para tomar medidas severas con éxito.

Hoppe señala además que:

El peligro de la mano dura del gobierno es máximo (…) mientras que el número de territorios de ciudades libres sigue siendo pequeño. Por tanto, durante esta fase es recomendable evitar cualquier confrontación directa con el gobierno central. En lugar de renunciar completamente a su legitimidad, sería prudente, por ejemplo, garantizar la “propiedad” del gobierno de edificios federales, etc., dentro del territorio libre y “solo” negar su derecho a impuestos y legislaciones futuras respecto a cualquiera y cualquier cosa dentro de su territorio. Suponiendo que se haga con el tacto diplomático apropiado y dada la necesidad de un nivel sustancial de apoyo en la opinión pública, es difícil imaginar cómo se atrevería el gobierno central a invadir un territorio y aplastar a un grupo de personas que no ha cometido otro pecado que tratar de ocuparse de sus propios asuntos. Por consiguiente, una vez el número de territorios secesionista haya alcanzado una masa crítica (y todo éxito en un lugar promovido una imitación en otra localidad), las dificultades de aplastar a los secesionistas aumentaría exponencialmente y el gobierno central se vería rápidamente impotente y se desplomaría bajo su propio peso.

Merece la pena notar que los gobiernos de Reino Unido y Escocia se comprometieron ambos en el Acuerdo de Edimburgo “a continuar trabajando juntos constructivamente” en interés de sus respectivos países, aunque prevaleciera el bando del “Sí”. Así, en este caso particular, una mano dura tras el referéndum por el gobierno central habría sido improbable.

También es posible que, basándose en la creencia de que la mayoría de Escocia votaría por mantenerse en el Reino Unido, David Cameron  y la coalición Mejor Juntos podría haber aceptado una propuesta de Sí Escocia para aceptar que cualquier área de consejo que lograra un “Sí” mayoritario abandonara el Reino Unido.

Por supuesto, había diversas razones políticas e ideológicas locales no libertarias por las que los escoceses no usaron esta estrategia. Si Sí Escocia hubiera usado la estrategia de secesión de Hoppe, habrían aparecido las ciudades-estado recién independientes de Glasgow y Dundee y las áreas de consejo de North Lanarkshire y West Dunbartonshire y para sobrevivir tendrían que haberse visto obligadas a seguir políticas genuinas de libre comercio con Reino Unido y el resto del mundo, en lugar de conservar el estado de bienestar escocés con ingresos fiscales generados por el petróleo y el gas de las plataformas del Mar del Norte. Habrían tenido que informar a los votantes acerca de las historias de éxito económico de ciudades-estado pequeñas e independientes como Hong Kong, Liechtenstein, Mónaco, San Marino y otras que adoptan políticas de libre comercio para sobrevivir y muchas de las cuales tienen sus propias divisas.

Los medios de comunicación informaron la pasada semana que Nicola Sturgeon, el gran favorito para convertirse en el próximo primer ministro de Escocia, no ha negado la posibilidad de otro referéndum de independencia en el futuro. Si se produjera esa votación, una aproximación hoppeana de secesión descentralizada y localizada proporcionaría perspectivas mucho mejores para el éxito tanto político como económico tanto a corto como a largo plazo.


Publicado el 2 de octubre de 2014. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.