La Primera Guerra Mundial en nuestras mentes: Una visión histórica

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El cincuenta aniversario de la Primera Guerra Mundial en 1964 no se asemejó en nada a las prácticas del actual centenario. Merece la pena preguntarnos qué ha cambiado. Cuando yo estaba formándome en los sesenta en un pequeño pueblo de Texas, la Primera Guerra Mundial me parecía tan remota como la Guerra de Independencia. No es que el conflicto me fuera desconocido. En el parque de nuestra ciudad había una estatua de un soldado de la Primera Guerra Mundial y un monumento a los hijos del pueblo que murieron es la guerra. Y mi abuela y mi abuelo me contaban historias de alivio y celebración en 1918 al cavar la guerra.

En la escuela, la simplificación de los “estudios sociales” ya estaba bastante avanzada, pero mis maestros sí mencionaban la guerra, aunque incluían pocos detalles. La mayoría de los poseídos por una educación en una escuela pública a mediados de los sesenta tenían al menos una posibilidad de encontrar el poema de Alan Seeger “I Have a Rendezvous With Death”. Y yo había oído hablar de episodios históricos como el Batallón Perdido.

Pero en 1964, la Primera Guerra Mundial estaba siempre a la sombra de la Segunda Guerra Mundial. Con su encuentro con la muerte y sus batallones perdidos, la Primera Guerra Mundial era bastante deprimente, mientras que La Buena Guerra era un estimulante emotivo pero ennoblecedor. La Buena Guerra parecía abrumar todo con todas las películas, los supervivientes, las historias, la gloriosa Normandía, Las Ardenas y todo lo demás.

Pero incluso cuando cegados por la brillantez de La Buena Guerra, muchos estadounidenses con estudios recordaban las grandes polémicas revisionistas de los veinte y los treinta. Tras la primer guerra, varios historiadores estadounidenses escribieron historias que demostraban que los alemanes no eran la única potencia a la que merecía culparse por la llegada de la guerra. Estos “revisionistas” (Sidney B. Fay, Charles Beard, Harry Elmer Barnes, H.C. Engelbrecht y Bernie Hanighen, y otros) revisaron mucha de la historia recibida generada por los gobiernos de la Entente y los historiadores patrióticos que apoyaban la línea del partido. Como ahora llamamos “revisionistas” a numerosas escuelas de la interpretación histórica en Estados Unidos, llamaré a esta temprana tradición revisionista (con un reconocimiento a Paul Gottfried) “paleo-revisionistas”. Estos historiadores trajeron nuevas perspectivas a la historia de su tiempo, pero una cosa en común era que casi todos lamentaban en buena medida la guerra considerándola un asunto europeo que Estados Unidos hubiera debido dejar en paz. Este movimiento aumentó hasta que las gloriosas olas del intervencionismo de la Segunda Guerra Mundial simplemente anegaron dudas y preguntas acerca de la Primera Guerra Mundial.

Aun así, la década de 1960 fue también un punto de inflexión en la consideración estadounidense de la Primera Guerra Mundial, al menos en algunos aspectos. Bastante apartada de la historia paleo-revisionista de los orígenes de la guerra, el cincuenta aniversario trajo todo tipo de material conmemorativo y especialmente algunos relatos de primera mano. En este aspecto, quizá el libro más importante es la colección de ensayos de supervivientes editado por George Panichas, The Promise of Greatness: The War of 1914-1918 (1968). En conjunto, no hubo “inundación”, pero a pesar del previo desinterés del público estadounidense hubo algunos escritos buenos y evocadores que aparecieron en respuesta al aniversario.

Entretanto, en las universidades alemanas los sesenta trajeron una tormentosa polémica historiográfica conocida como el Debate de la Tesis de Fischer, un debate que se basaba en documentos alemanes recién examinados que parecían demostrar que los alemanes eran completamente culpables en empezar la guerra después de todo (de ahí el debate). Ahora bien, solo un pocos estadounidenses estudiosos de la Europa moderna conocieron algo de esta disputa. Aun así, la polémica europea y los escritos en recuerdo del cincuenta aniversario sí aumentaron el interés entre los investigadores y unos pocos empezaron a revisar la Primera Guerra Mundial. Uno de ellos, el historiador de Columbia, René Albrecht-Carrié, escribió una pequeña historia de la guerra dirigida a una audiencia amplia: The Meaning of the First World War (1965). Su libro era corto, centrado en un tema e incluso no informaba de muchos aspectos de la guerra (por ejemplo, la parte militar). Pero Albrecht-Carrié explicaba convincentemente algo esencial: la Primera Guerra Mundial fue el acontecimiento más importante del mundo del siglo XX. Las grandes turbulencias del siglo, afirmaba en un idioma algo tolkienesco, provenían de las fuerzas más profundas que “irrumpieron” en los años 1916 y 1917. El creciente interés estadounidense por un periodo olvidado también se mostraba en la colección de opiniones de historiadores ortodoxos en el libro de 1967, editado por Jack Roth, World War I: A Turning Point in Modern History. Para cuando entré en la universidad, a principios de los setenta, un par de profesores de historia jóvenes y enérgicos que conocí se había sumado a esta nueva tendencia, destacando en muchas formas la importancia de la Primera Guerra Mundial para la historia moderna.

Aunque la mayoría de los estudios renovados de la guerra no fueron sin embargo revisionistas, muchos de ellos armonizaban bastante bien con la aproximación paleo-revisionista, especialmente con los objetivos revisionistas de investigar aspectos olvidados de la historia y tratar de ver más allá de las glorificaciones patrióticas del conflicto. Muchos de los nuevos estudios también armonizaban con el revisionismo al destacar la voluntad y la individualidad entre los soldados y otros “grupos” normalmente tratados colectivamente. John Keegan no estaba cerca del bando revisionista, pero su libro de 1976, El rostro de la batalla, introdujo todo un nuevo interés en la motivación individual en el campo de batalla. Toda la aproximación de Keegan era explorar los rostros de las masas anónimas de soldados británicos, en este caso en la Batalla del Somme. Trench Warfare 1914–1918: The Live and Let Live System (1980), la intensa valoración de las treguas informales durante la guerra de Tony Ashworth, fue otro ejemplo de un libro con una circulación bastante amplia que se ocupaba del comportamiento y motivación del individuo en lugar de la masa. Y tal vez lo más importante fue que el gran historiador literario Paul Fussell dio al mundo su obra maestra, La Gran Guerra y la memoria moderna, en 1975, destacando así el análisis profundamente individual del sufrimiento y el recuerdo personal frente a los memorialistas mediatizados por el estado.

De una forma u otra, desde finales de los ochenta, las tendencias historiográficas europeas y esta apreciación europea bastante amplia de la importancia de la guerra disparó lo que ha sido una pequeña granja constante de libros sobre la guerra de 1914-1918. El historiador de Yale, Jay Winter, ayudó a crear una serie documental de PBS muy influyente: The Great War and the Shaping of the 20th Century in 1996. De hecho, Winter y numerosos investigadores internacionales han revitalizado el campo de los estudios de la Primera Guerra Mundial desde los noventa en adelante.

Una de las influencias más importantes en los paleo-revisionistas después de 1945 fue Ludwig von Mises. Sus contribuciones consistieron no tanto en estudios detallados como en análisis teóricos que ponen a la guerra en el contexto del estado creciente. Este análisis aparecía en su libro de tiempos de guerra, Gobierno omnipotente, pero también en el anterior Nación, estado y economía y muchas otras obras. Mises en realidad ofrecía a la escuela revisionista un marco teórico que se echaba en falta. También animó a muchos estudiantes en esta dirección, incluyendo a Murray N. Rothbard y Ralph Raico. Rothbard contribuyó muy sustancialmente en el campo de los estudios técnicos de la Primera Guerra Mundial al incorporar la teoría de Mises en la antigua escuela revisionista. Sus trabajos sobre colectivismo bélico, “la guerra como cumplimiento”, la historia financiera de la guerra y otros temas están en el centro del escenario en el paleo-revisionismo moderno. De hecho, Rothbard en realidad expandió el programa del revisionismo para abarcar una serie de nuevos temas en historia intelectual, económica y social en relación con el primer conflicto. Junto con Mises, Rothbard llevó al revisionismo en una dirección alejada del apoyo incondicional a Alemania bajo el káiser, una especie de caricatura de postura en la que se habían visto atrapados algunos revisionistas. Rothbard criticaba al estado como tal, incluyendo su versión alemana.

En esta tradición renovada, las obras de Ralph Raico, Robert Higgs, Jeff Riggenbach, Hans-Hermann Hoppe, Richard Gamble, Paul Gottfried, Thomas Woods, Joseph Stromberg y otros expanden las materias y temas de los estudios revisionistas de la guerra, dando nueva vida a una escuela anterior de pensamiento, en muchos aspectos paralela a la reaparición de la economía austriaca como un sistema dinámico y riguroso de pensamiento intelectual.

Sigue quedando mucho por hacer, pero los historiadores de tendencia austriaca de diversas disciplinas tienen ahora un plataforma mucho más amplia sobre la que trabajar. Aunque yo probablemente tienda a ver un vaso medio lleno en el análisis histórico y el progreso social, considerando los cambios de los que he sido testigo desde el quincuagésimo aniversario al centenario, creo que el retrato de la Primera Guerra Mundial en nuestras mentes es más completo y ajustado, el resultado de un salto cuántico en el conocimiento y el análisis histórico del quincuagésimo aniversario al centenario de ese conflicto masivo. Como el batallón, este pasado en realidad no se perdió, solo fue difícil de encontrar.


Publicado el 22 de octubre de 2014. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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