¿Puede la teoría austriaca ayudar en las predicciones?

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[Una versión previa de este artículo se publicó en Realclearmarkets.com]

Un panel de discusión en la Universidad Mises 2014 se ocupó de la cuestión de si la economía austriaca puede mejorar la predicciones financieras.

Primero queremos distinguir entre un significado coloquial de predicción (mejorar la precisión de las expectativas de uno) y el sentido más riguroso de conocer realmente el futuro. Los austriacos destacan que la creencia de que uno conozca realmente el futuro puede ser muy peligrosa, especialmente cuando los planificadores centrales empiezan a pensar que sus estadísticas y gráficos constituyen bolas de cristal.

Por otro lado, los economistas austriacos indudablemente predicen en el sentido coloquial de mejorar la precisión de las expectativas. De hecho, los economistas austriacos incluso miran a ambos lados antes de cruzar la calle.

Una discusión secundaria se ha centrado en la predicción de fallos de comentaristas financieros concretos que tratan de usar una aproximación austriaca. Es un punto aceptable: que prediga para ganarse la vida merece que se examine su historial. Pero en el proceso queremos tener cuidado en asignar correctamente la culpa: ¿hay que culpar a la teoría o el practicante uso incorrectamente la teoría o combinó esa teoría con malos datos?

Así que, primero, queremos ser concretos acerca de lo que puede y no puede hacer la propia teoría económica. Los críticos parecen pensar que la teoría debería ser un mapa, cuando la propia teoría se parece más a una brújula: una brújula que te dice dónde ir, no cómo llegar allí. Igual que hay brújulas buenas y malas, hay teorías buenas y malas.

En el mundo real, la predicción es un espectro: podríamos predecir que el sol saldrá mañana, que el invierno será más frío que el verano, que la creación de dinero lleva a la inflación. Todas estas predicciones están sujetas a factores externos, por tanto tendrán diferentes probabilidades y distintas magnitudes.

Solo leer astronomía no te dirá si el invierno será suave. E indudablemente no te dirá si un día concreto será frío. Igualmente, la teoría económica no te dará magnitudes precisas ni unos plazos precisos. Para eso necesitamos complementar la teoría con datos. Esta proposición, que la teoría sola no te da todas las respuestas, es parte de una “incertidumbre radical” en economía austriaca, un concepto admirablemente popularizado por el superventas de Nassim Taleb, El cisne negro.

Para predecir realmente usando una teoría económica (cualquier teoría), se necesitan datos. Una buena teoría dirá qué datos se necesitan. Si se eligen bien, esos datos proporcionan las magnitudes y son las magnitudes las que dan los mejores plazos.

Para ver por qué, pensemos en andar hacia atrás en un tren que va hacia el este. El tren se dirige al este y nosotros andamos hacia el oeste. ¿En qué dirección se mueve tu cuerpo? Bueno, ¿estás andando rápido? ¿Se mueve lento el tren? La física de Newton o la anatomía humana solo te responderán parcialmente. Más cerca que la física de Aristóteles y la anatomía del pulpo, sin duda. Pero necesitaremos complementar la teoría con datos. La teoría es necesaria, pero insuficiente.

La cuestión es, por tanto, si la economía austriaca es una teoría mejor. Si da mejores respuestas sobre tendencias fundamentales. Después de eso, no importa qué teoría te lleve allí, tendrás que saltar a los datos.

Uno de mis ejemplos favoritos es el papel del consumo en el crecimiento económico. El consumo se considera por la mayoría de los economistas no austriacos como un indicador positivo de la situación económica. Como el termómetro de un doctor, el consumo te dice si la economía está “sana” y si es probable que crezca. Los no austriacos hacen esta correlación en buena parte mediante correlaciones: un mayor consumo se corresponde con crecimiento futuro.

Un austriaco, por el contrario, empieza con una causación lógica. Y, lógicamente, cuando se consume un recurso extra, eso significa que no se invirtió ni se ahorró. Después de todo, solo puedes hacer tres cosas con un recurso: consumirlo, invertirlo o dejarlo aparte para el futuro. Así que si se aumenta el consumo de recursos y necesariamente se rebaja la inversión física o se disminuye la existencia de recursos ahorrados.

Así que un austriaco no celebra ingenuamente el consumo. Más bien, nuestra teoría no dice qué datos usar después. ¿Se desvió el consumo extra de la inversión? ¿O se desvió del ahorro?

Si vino del ahorro, entonces es posible que aumente el PIB de mañana, aunque “robado” al futuro disminuyendo los recursos ahorrados. Por otro lado, si vino de la inversión, los ortodoxos se equivocan completamente: desviar de la inversión al consumo no tendrá ningún impacto en el crecimiento actual y en realidad dañará el crecimiento futuro. Simplemente porque la inversión fabrica cosas en el futuro, mientras que el consumo no lo hace.

Aquí se trata de que los datos por sí solos no te cuentan toda la historia, lo que es una proposición nuclear de la aproximación austriaca. Por el contrario, hay que empezar con una buena teoría que diga que datos se necesitan y dónde mirar después. Guiar ese proceso es la proposición fundamental de la predicción austriaca y pedir más es no entender esencialmente lo que puede hacer la teoría. Igual que solo Newton no te dirá quién está andando hacia el oeste en un tren, solo la teoría austriaca no hará todo el trabajo en la inversión.


Publicado el 11 de octibre de 2014. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.