Cómo los datos macroeconómicos animan la intervención pública

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Se sostiene por lo general que para que un economista sea capaz de evaluar el estado de una economía, necesita indicadores macroeconómicos que le dirán lo que está pasando. La pregunta que se plantea es: ¿por qué es necesario conocer el estado de la economía en general? ¿A qué propósito puede servir ese tipo de información?

Un examen cuidadoso de estos asuntos muestra que en un entorno de mercado libre no tiene mucho sentido medir y publicar diversos indicadores macroeconómicos. Este tipo de información es de poca utilidad para los empresarios. El único indicador al que debe prestar atención cualquier empresario de éxito es a si obtiene un beneficio. Cuanto mayor sea el beneficio, más beneficios produce a los consumidores un negocio concreto.

Prestar atención a los deseos de los consumidores significa que los empresarios deben organizar la estructura de producción para ese fin. Seguir diversos indicadores macroeconómicos será de poca ayuda en esta tarea.

¿Qué posible uso puede hacer un empresario de información acerca de la tasa de crecimiento en el producto interior bruto (PIB)? ¿Cómo puede la información de que el PIB aumentó un 4% ayudar a un empresario a obtener un beneficio? ¿O qué posible uso puede hacerse de datos que muestren que la balanza nacional de pagos ha entrado en déficit? ¿O qué uso puede hacer un empresario de información acerca del nivel de empleo o el nivel general de precios?

Los empresarios necesitan información muy concreta

Lo que necesita un empresario no es información macro general, sino más bien información concreta sobre demanda de los consumidores para un producto o una serie de productos. Los macroindicadores reunidos del gobierno no serán de mucha ayuda para los empresarios. El propio empresario tendrá que establecer su propia red de información con respecto a una empresa concreta. Solo un empresario sabrá qué tipo de información necesita para tener éxito en la empresa. A este respecto, nadie puede reemplazar al emprendedor.

Así, si una evaluación de la demanda de los consumidores por parte de un hombre de negocios es correcta, obtendrá beneficios. El marco de pérdidas y ganancias penaliza, por decirlo así, aquellos negocios que hayan juzgado mal las prioridades del consumidor y recompensa a quienes hayan ejercitado una evaluación correcta. El marco de pérdidas y ganancias asegura que los recursos se alejan de aquellos empresarios que no prestan atención a las prioridades de los consumidores para ir a quienes sí lo hacen.

“La economía” es solo una metáfora

En un mercado libre sin interferencia pública, la “economía” no existe como tal. Un entorno de libre mercado esta lleno de individuos que se dedican a la producción de bienes y servicios requeridos para sostener su vida y bienestar, es decir, la producción de riqueza real. Asimismo, en una economía de libre mercado cada productor es también un consumidor. Por razones de conveniencia, podemos calificar a la interacción entre productores y consumidores (para ser más precisos, entre productores) como la economía. Sin embargo, debe tenerse en cuenta que en ningún momento la llamada “economía” tiene vida propia o independencia de los individuos.

Mientras que el entorno de libre mercado la “economía” es solo una metáfora y no existe realmente como tal, el gobierno da a luz una criatura llamada la “economía” a través de su constante referencia estadística a ella. Por ejemplo, el gobierno informa de que la “economía” creció tanto y en tal porcentaje o de que el aumento en el déficit comercial amenaza a la “economía”. La “economía” se presenta como un ser vivo completamente independiente de las personas.

Las personas frente a la economía

De acuerdo con la forma ortodoxa de pensar, se debe diferenciar entre las actividades de los individuos y la economía en su conjunto (es decir, entre economía micro y macro). También se sostiene que los que es bueno para los individuos podría no ser bueno para la economía y viceversa. Dentro de este marco de pensamiento, a la “economía” se le asigna una importancia capital mientras que a los individuos apenas se les menciona.

De hecho, se tiene la impresión de que es la “economía” la que produce bienes y servicios. Una vez el producto lo produce la “economía”, lo que hace falta es su distribución entre individuos de la forma más justa. Asimismo, se espera que la “economía” siga la vía de crecimiento diseñada por los planificadores públicos. Así que cuando la tasa de crecimiento queda por debajo de la línea prevista de crecimiento, se espera que el gobierno dé a la “economía” un impulso apropiado.

Para validar el éxito o fracaso de la interferencia pública, se han ideado varios indicadores estadísticos. Un indicador fuerte se interpreta como un éxito mientras que un indicador débil sería un fracaso. Sin embargo, periódicamente, los cargos públicos también advierten a le gente de que la “economía se ha “sobrecalentado” (es decir, está “creciendo” demasiado deprisa).

En otros momentos, los cargos advierten de que la “economía” se ha debilitado. Así que siempre que la “economía” esté creciendo demasiado rápido, los cargos públicos declaran que el papel del gobierno y el banco central es impedir la inflación. Alternativamente, cuando la “economía” parece débil los mismos cargos declaran que es tarea del gobierno y el banco central mantener un alto nivel de empleo.

Agrupando muchas actividades en una estadística, los estadísticos del gobierno crean una entidad inexistente llamada la “economía” a la que reaccionan los cargos del gobierno y el banco central. (Sin embargo, en realidad, los bines y servicios no son fabricados y supervisados en su totalidad por un ser supremo. Cada individuo está enfrascado en su propia producción de bienes y servicios).

En la práctica los llamados indicadores macroeconómicos son dispositivos ficticios que usan los gobiernos para justificar la intervención en los negocios. Estos indicadores nos pueden decir muy poco acerca de la formación de riqueza en la economía o del bienestar de los individuos.


Publicado el 10 de noviembre de 2014. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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