Defensa del optimismo

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[Este artículo es una adaptación de un discurso pronunciado en el Círculo Mises de Costa Mesa 2014, “Sociedad sin estado”, el 8 de noviembre de 2014]

Hoy os prometí algún optimismo. Quizá uno de los libertarios más optimistas de todos los tiempos fue Murray Rothbard, un alegre guerrero intelectual si es que hubo alguna vez uno. Y era muy entusiasta acerca de la revolución de las ideas libertarias, porque entendía fundamentalmente que la libertad es la única manera de organizar la sociedad que es compatible con la naturaleza humana y la acción humana. Y fue este optimismo, esta incólume creencia en que tenemos razón y los estatistas se equivocan, lo que le llevó a producir una obra impactante en defensa de la libertad personal. Dejadme ahora destacar que Rothbard, a pesar de su reputación como intelectual intransigente, veía sus esfuerzos como pragmáticos, no utópicos. Entendía con bastante claridad que el utopismo era el marchamo de los defensores intelectuales del estado, no de los detractores del estado. Entendía que utopismo y estatismo, no la libertad, produjeron los grandes monstruos y las grandes guerras del siglo XX.

Sobre todo, entendía que los verdaderos utópicos eran los planificadores centrales que creían que podían superar a la naturaleza humana y dirigir a los actores humanos como una manada. Por citar a Murray: “El hombre que pone todas las armas de fuego y todo el poder de toma de decisiones en manos del gobierno central y luego dice: ‘¡limítate!’ es el que es realmente el utópico impracticable”. A los ojos de Rothbard, un mundo libertario sería mejor, no perfecto. Así que aunque nuestra revolución sea indudablemente intelectual, también es optimista y pragmática. Deberíamos hablar de libertad en términos de principio esenciales y cómo esos principios crean una sociedad mejor precisamente porque están de acuerdo con el deseo humano innato de libertad. Dejad que los estatistas expliquen sus grandes planes, mientras que nosotros ofrecemos una visión realista de un mundo organizado en torno a la sociedad civil y los mercados.

Ahora bien, todos los que tenemos en cuenta la libertad hemos oído al menos una versión de la acusación de “irrealistas”: “Oh, el libertarismo estaría bien, pero es irrealista”, dicen. Una cosa es hablar de anarcocapitalismo en una discusión en un dormitorio o en una clase de filosofía, pero esa sociedad es impracticable e idealista para el mundo real. Los estados han existido tanto tiempo como las sociedades humanas, nunca te librarás de ellos. Algunos incluso llegarían de afirmar que existe un mercado para “servicios” públicos, mostrando cómo los estados parecen seguir brotando en la historia humana.

Pero examinemos esto. Si creéis que el estado es dañino en lugar de benevolente, si creéis que el estado amenaza los derechos individuales y los derechos de propiedad, en lugar de protegerlos, si creéis que el estado disminuye nuestras posibilidades de paz y prosperidad, si creéis, en suma, que el estado es una fuerza abrumadora para mal de nuestra sociedad, una fuerza que nos perjudica a todos, ¿por qué es irrealista trabajar por su eliminación?

Advertir que la acusación de ser irrealistas, impracticables o excesivamente idealistas nunca se aplica a la medicina o la prevención del delito. Nadie dice al investigador del cáncer: “deberías ser más realista, el cáncer y las enfermedades infecciosas siempre existirán. ¿Por qué no trabajar sencillamente en hacer que el resfriado común sea un poco menos grave?” Nadie dice al investigador criminal. “bueno, el crimen organizado y la violencia son sencillamente parte de la naturaleza humana, es inútil tratar de prevenirlos. Tal vez deberíais sencillamente centraros en reducir los robos de bicicletas”.

¿Por qué deberíamos entonces estar arrepentidos o ser tímidos o menos que completamente optimistas en nuestra lucha contra el estado? No deberíamos. Como el investigador del cáncer, el luchador contra el delito, deberíamos estar orgullosos, deberíamos ser optimistas y deberíamos ser vigorosos en  nuestra oposición al gobierno. Deberíamos estar tan absolutamente seguros como estaba Murray Rothbard del éxito final de nuestra misión.

Soy optimista porque el estado es fiscalmente insostenible

Estad seguros de que ganaremos. El estado, al menos como está constituido actualmente en EEUU y la mayoría de las naciones occidentales, está muriendo bajo el peso de su completa insostenibilidad fiscal.

Tengo curiosidad por saber si alguno ha oído hablar de Herbert Stein. Puede que conozcáis a Ben Stein de “Win Ben Stein’s Money” y Todo en un día. Herbert Stein era su padre. Herbert Stein era economista y presidente del Consejo de Asesores Económicos, una especie de banda de animadores de los presidentes Richard Nixon y Gerald Ford. No es mi tipo como economista y solo estaba vagamente a favor del mercado libre, pero seguía siendo un economista. Y aparentemente un hombre interesante: es sus últimos años escribía una columna de consejos anónima llamada “Dear Prudence” para Slate y otros periódicos.

Herbert Stein inventó su propia ley, conocida como ley de Herbert Stein. Es esta: “Si algo no puede continuar eternamente, se parará”. Suena simple. La usaba para describir tendencias económicas como los déficits de la balanza de pagos. Quería decir que no hacía falta ningún programa para detener algo que se pararía por sí solo, algo que no podría sostenerse. Y está claro que el gobierno  federal de EEUU, el gobierno mayor y más poderoso que haya existido nunca, no puede sostenerse. No en el sentido fiscal. No hay forma ni manera.

No hablamos simplemente de los 17 billones de dólares en deuda del tesoro que debe el gobierno federal a sus acreedores. Hablamos de insostenibilidad a un nivel mucho mayor. Laurence Kotlikoff usa un concepto conocido como diferencial fiscal, que es mucho más apropiado y mucho más deprimente, que seguir la deuda del Tesoro. El diferencial fiscal mide básicamente el valor actual de los futuros ingresos fiscales frente al valor actual de las obligaciones futuras del gobierno. Así que no solo incluye la deuda del Tesoro, sino también la Seguridad Social, Medicare, prestaciones sociales, etc. Y Kotlikoff llega a un diferencial fiscal de más de 200 BILLONES de dólares. Dejame repetirlo: 200 BILLONES DE DÓLARES. NO tenemos hoy tiempo para discutor los detalles de la situación fiscal del gobierno federal y cómo se ha llegado a este diferencial fiscal. Pero estad seguros de que la realidad es salvajemente peor de la que prácticamente nadie en el gobierno o en los medios de comunicación admitiría.

Entended que hay cero voluntad política en Washington para recortar los grandes gastos en cosas como Seguridad Social, Medicare, bienestar y defensa. Cero. ¿Recordáis los aullidos durante los debates del secuestro fiscal? ¡Fijaos en la furia cuando el Congreso simplemente considera recortes en la tasa de crecimiento de ciertos programas! Hay cero voluntad política en Washington para enormes aumentos de impuestos, lo que tampoco ayuda de todos modos. La política no resolverá este problema. La realidad fiscal de nuestro gobierno federal no puede arreglarse, política o económicamente. No podemos crecer para salir de ella. Las cifras tras el diferencial fiscal de Kotlikoff simplemente no pueden superarse, solo pueden posponerse (y empeorarse) mediante una eterna expansión monetaria.

Parece casi gracioso, pero esta realidad debería darnos motivos para el optimismo. Sabemos que la disposición actual no puede continuar, así que (como gente a la que le preocupa la libertad) tenemos una tremenda oportunidad para reconocer esto y empezar a construir el futuro. No tenemos que trabajar bajo el engaño de que todo continuar como siempre, de que el sistema funcionará con solo reformarlo o ajustarlo o elegir a la gente correcta. Podemos ser honrados y reconocer que la democracia no funciona, no puede funcionar y cuanto antes se muestre como un fracaso, mejor. Deberíamos celebrar entender esto, porque no puede producirse ningún progreso hacia la libertad hasta que entendamos la realidad y entendamos el problema que tenemos entre manos.

Soy optimista porque el estado es intelectualmente insostenible

Pero hay una razón más profunda y satisfactoria para que seamos optimistas. El estado no solo es fiscalmente insostenible, es también intelectualmente insostenible. Deberíamos ser optimistas porque estamos viviendo en principio de lo que Hans-Hermann Hoppe llama la revolución “de abajo arriba”. De abajo arriba porque empieza en el nivel individual e hiper-local. De abajo arriba porque se basa en la descentralización radical y la secesión política. De abajo arriba porque elude la política y las estructuras tradicionales de poder. De abajo arriba porque elude las escuelas estatales, los intelectuales estatales y los medios de comunicación estatales.

Los gobiernos y las clases políticas que los dirigen, están afrontando una revolución no violenta de ideas que era difícilmente imaginable hace solo veinte años. Y esta revolución atacará el corazón del único activo real de estos estados: su legitimidad a los ojos de aquellos a los que gobiernan. La revolución de abajo arriba se basa en personas informadas que cada vez necesitan menos a élites, políticas, académicas o científicas para dirigir sus vidas. Se basa en el reconocimiento de que los planes de gobierno nacional y global han fracasado a la hora de resolver, o al menos encauzar, enormes problemas estructurales como el hambre, la atención médica, la energía y el desarrollo económico. Se basa en la descentralización radical, política y de otros tipos, porque la enorme diversidad de intereses individuales requiere acabar con los edictos de arriba abajo del gobierno y con el acoso del 51% del electorado.

Esto puede ocurrir (y está ocurriendo) sin siquiera la aceptación tácita o comprensión de la libertad entre la mayoría de la gente, necesariamente. Simplemente ven con sus propios ojos que el estado no funciona, así que naturalmente buscan otra vía. Creo que esto especialmente cierto en los jóvenes actuales, que no son especialmente libertarios, pero aun así desconfían profundamente del gobierno.

La tecnología desempeña un papel enorme en esta revolución de abajo arriba. La tecnología nos ha dado la capacidad de encontrar compañeros de viaje en todas partes del mundo y de comparar notas sobre lo que están hacían nuestros supuestos gobernantes. Ha quitado el monopolio en el mercado de las ideas a los medios de comunicación tradicionales. Ha rebajado enormemente el coste de aprender y adquirir conocimientos. ¡Ha llevado literalmente el enorme almacén del conocimiento humano a la punta de nuestros dedos! Los gobiernos van a pasar un mal rato manteniendo toda esta información, por no mencionar las ideas de la libertad, lejos de gente que está cada vez más conectada y hambrienta de una vida mejor.

La pasta de dientes está fuera del tubo, por decirlo así. Para ser absolutamente claro: la tecnología no es una ideología. Y la tecnología la usa el estado, igual que se usa contra el estado. ¡Imaginad a J. Edgar Hoover con el aparato actual de la NSA disponible! Y la tecnología nunca puede cambiar la decisión fundamental ante nosotros: libertad o estatismo. No hay “tercera vía”. O los humanos se relacionan entre sí voluntariamente, mediante sociedad civil y mercados, o se relacionan entre sí usando coacción, mediante el delito o el gobierno. Medios económicos o medios políticos, la vieja alternativa sigue siendo la misma.

Pero el flujo libre y casi instantáneo de información ha transformado radicalmente el mundo. A los gobiernos les gusta hablar de democracia. Bueno, están a punto de tenerla buena y dura. Democracia real, donde la gente vota con sus pies, sus carteras y sus móviles, cruzando fronteras.

Soy optimista en que esta interconexión global planteará una enorme amenaza para la viabilidad de muchos estados-nación y en consecuencia para sus clases políticas dirigentes. La gente está ahora conectada por ideas, por intereses, por valores compartidos, por el comercio y no solo por la geografía y la nacionalidad. De hecho, la geografía y la nacionalidad están disminuyendo en importancia cada día.

Quizá el mayor legado de la revolución en línea sea el abandono de los sistemas educativos estatales. Los sindicatos de maestros, las escuelas sórdidas y obligatorias, las enormes burocracias administrativas, las pensiones extravagantes y la aplastante deuda crediticia estudiantil son insostenibles. Las escuelas públicas está claro que cuestan demasiado y enseñan pocas cosas de importancia, como lenguas clásicas, matemáticas y ciencias precisas, habilidad comercial y gestión monetaria. Lo que sí enseñan es a menudo dañino y estatista: toda la panoplia de estudios de víctimas.

La libertad no es posible en una sociedad llena gente mal educada y adoctrinada por el estado. Así que la necesidad de separación de la educación y el estado nunca ha sido mayor y está en nuestro umbral. La revolución de la educación en línea, aún en su infancia, hará el aprendizaje más barato, más fácil, más eficiente y (lo que es más importante) responsable. La educación basada en el mercado producirá resultados reales, la antítesis de la educación pública. Todos nos alegraremos de ser testigos del desplome del modelo de educación del estado.

Todos estos felices desarrollos tendrás lugar a s propio ritmo, a veces rápidamente (como con la caída de la antigua Unión Soviética) y a veces lentamente. Hay un gran motivo para el optimismo de que esta revolución de abajo arriba pueda tener lugar inexorablemente y sin violencia. No hay garantías, por supuesto, y puede esperarse que los intereses políticos reaccionen violentamente cuando se vean amenazados. Pero muchos de estos cambios sísmicos ya están en marcha y uno tiene la sensación de que el poder está alejándose de las clases políticas, lenta pero constantemente. Estados y estatistas están perdiendo su mayor activo, la legitimidad.

Nada en esta desaparición de la legitimidad del estado debería sorprendernos. Igual que Mises explicó concluyentemente la imposibilidad del socialismo como sistema económico, el gran economista español Jesús Huerta de Soto y otros han defendido la imposibilidad del estatismo como sistema social, legal y político. Como explica Huerta de Soto, simplemente no es posible defender intelectualmente un estado central coactivo con un monopolio sobre la agresión. Ese estado no puede alcanzar sus objetivos de coordinación, igual que los planificadores económicos no pueden saber el precio a fijar en una fanega de trigo o el número de automóviles a producir. El enorme volumen de información que necesitaría un estado que abarcara todo está demasiado disperso, es demasiado tácito, cambia demasiado rápidamente y está demasiado distorsionado cuando lo dirige el estado en lugar de recibirlo los mercados.

No es la libertad lo que es imposible, señoras y caballeros, es el estatismo.

Conclusión

Personalmente, no me importa si te calificas como un conservador, un constitucionalista, un liberal clásico, un libertario, un minarquista, un anarcocapitalista, un progresista o lo que sea: este mensaje es para ti. Todo lo que importa es que reconozcas y estés de acuerdo en que el estado está fuera de control, aunque sea solo un área, como las leyes sobre drogas o la política exterior, ¡podemos hablar luego de los detalles! Estamos tan lejos de lo que cualquiera en esta sala considera una sociedad libre que muchas de estas etiquetas y diferencias parecen mínimas, como mínimo.

Murray Rothbard usaba la metáfora del tren de la libertad, que creo que se aplica muy bastante bien hoy; en realidad la tomó del veterano Gene Burns, que fue un extraordinario presentador de radio durante años en San Francisco.

La metáfora del tren de la libertad para crear un movimiento es muy sencilla: si quieres más libertad, únete a nosotros. Sube al tren. Puedes bajarte cuando quieras. Quizá estás a favor del 60% de nuestras ideas o del 80%, o del 90%, o lo que sea. Solo únete a nosotros y ve tan lejos como quiera, bájate cuando quieras. Como dije antes, estamos tan lejos de lo que cualquiera en esta sala considera una sociedad libre que apenas deberíamos preocuparnos de eso ahora. ¡Simplemente hagamos que el tren se mantenga en marcha en la dirección correcta! Me gusta de verdad esta metáfora: sin duda mejora el ponernos eternamente en cajas estrechas.

Así que para terminar dejadme que os anime a adoptar una estrategia optimista para la libertad. Entended que simplemente no tenemos que convencer a todos o siquiera a una mayoría de la gente, de que la libertad es mejor. Indudablemente no tenemos que convencer a nuestros oponentes. Hoy, igual que en la América colonial durante nuestra revolución, la mayoría de la gente está mirando desde la valla.

Como dijo recientemente un locutor de radio, Herman Cain, a un oyente, solo podemos salvar a los que hay que salvar. Demasiado a menudo dejamos que los estatistas enmarquen el debate. Demasiado a menudo la gente que ama la libertad se define por lo que nos oponemos (el gobierno) en lugar de por lo que proponemos: la libertad.

Así que propongamos la libertad y defendamos el optimismo. Después de todo, a pesar del estado y sus depredaciones, seguimos llevando vidas magníficas comparadas con prácticamente todos los humanos que anduvieron alguna vez por la tierra, reyes y reinas incluidos. Si dejamos que el estado nos haga infelices o pesimistas acerca de nuestro futuro, habremos fracasado no solo ante nuestros hijos y nietos, sino también ante nuestros ancestros.

Gracias.


Publicado el 17 de noviembre de 2014. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.