Dinero, valor subjetivo y oro

0

John Tamny, de la revista Forbes escribió un artículo reciente en el que atacaba al economista austriaco David Gordon por no ser suficientemente misesiano en una reseña del libro Money, de Steve Forbes y Elizabeth Ames. Esas críticas pueden ser un ejercicio útil cuando el autor tiene un sólido conocimiento de los axiomas austriacos y las contribuciones de Ludwig von Mises a la economía. Cuando estos fundamentos no son firmes, el resultado simplemente añade confusión.

Mi lectura de la crítica de Tamny a Gordon encuentra la ausencia de dos elementos clave de economía austriaca en los cuales Mises sin duda no discrepaba, que son: (1) la naturaleza subjetiva del valor y (2) la afirmación de que “hay solo un cuerpo coherente de economía” y este “no permite ninguna división en ramas especiales”.

La naturaleza subjetiva del valor es una noción austriaca que prácticamente todos los textos ortodoxos de principios de economía aceptan de boquilla en su primer capítulo, pero casi inmediatamente proceden a abandonar en temas concretos. Esto es especialmente cierto en el área de la macroeconomía, en la que a los agregados basados en contabilidad de renta nacional les falta cualquier fundamento en la lógica de la elección basada en las evaluaciones subjetivas de la gente de la utilidad de los bienes económicos.

El fallo de la ortodoxia en cumplir el segundo elemento clave de la economía austriaca ha afectado mucho a la teoría monetaria. De hecho, una de las principales contribuciones de Ludwig von Mises a la economía (desafortunadamente poco apreciada fuera de la Escuela Austriaca) fue integrar la teoría del dinero con la teoría general del valor.

Son precisamente estas dos áreas en las que Gordon critica el libro de Forbes y Ames. Aunque Gordon parece encontrar mucho de valor en ese libro (después de todo, las políticas que defienden los autores serían preferibles a las que soportamos actualmente), las críticas que hace reflejan apropiadamente las diferencias entre los austriacos y visiones más ortodoxas. Hasta donde yo sé, Steve Forbes es más bien un partidario del lado de la oferta que un austriaco, así que es difícil que sorprenda que los austriacos encuentren algunos puntos de desacuerdo no triviales con él.

La mayor violación de la noción de la naturaleza subjetiva del valor en el artículo de Tamny es tratar de establecer el dinero como vara constante para medir el valor objetivo. La única forma de que un economista austriaco encontrara válida la metáfora de la “vara de medir”, y aun así de forma limitada, sería si el dólar estuviera definido realmente como oro. En ese caso, cada dólar tendría, o un peso concreto en oro (digamos 25,8 granos de oro de una pureza de nueve décimas), o un derecho a ese peso en oro. Cuando el mundo seguía el patrón oro clásico, la divisa de cada país estaba descrita de esa manera, así que cada unidad de divisa era un peso concreto de oro. En ese caso, y solo en ese caso, el oro sería como una “vara de medir”. No dinero fiduciario, eso sí, sino oro. Sin embargo, una vez que se rompe la relación de redención entre el papel moneda y el oro al que se tenía derecho, entonces usar el oro de la forma en que describen Forbes y Ames es un control de precios, aunque aplicado por intervenciones en el mercado en lugar de por decreto.

Su sistema tiene mucho en común con el sistema de Bretton Woods, mientras que el que defiende Gordon se acerca más al patrón oro clásico de 1815-1914. Esta es una diferencia que está lejos de ser inocua. Mientras que  el fracaso de Bretton Woods fue visto como inevitable por muchos austriacos, el más importante Henry Hazlitt en sus editoriales del New York Times (lo que le costaría el empleo), debido a los defectos del sistema, el patrón oro no se vino abajo, sino que se abandonó debido a sus virtudes. Si se hubiera seguido el patrón oro clásico, hubiera sido mucho más difícil, si no imposible, financiar la guerra que puso en el mundo a Lenin y Hitler.

Tamny cita a Mises, en La acción humana, diciendo que “el dinero no es sino un medio de intercambio personal” y comete un luego el non sequitur de deducir de esto que Mises ve el dinero como una “medición [las cursivas son mías] que favorece en intercambio de bienes económicos reales”. Por el contrario, La teoría del dinero y del crédito, de Mises indica en términos indiscutibles que el dinero no es y no puede ser una vara constante de medir. Es decir, cuando  Mises se refiere a “la ingenua creencia popular en la estabilidad del valor del dinero”, está desacreditando esa opinión, no apoyándola.

La punto más serio de disputa entre la visión de Forbes-Ames defendida por Tamny y desdeñada por Gordon es su política propuesta de que: “la Reserva Federal usaría sus herramientas, principalmente operaciones de mercado, para mantener el valor del dólar ligado a esa tasa del oro”. Facilita las cosas que tanto Tamny como Gordon parezcan aceptar usar a Mises para decidir el caso. El juicio de Mises en este asunto puede encontrarse en el Capítulo 13 de La teoría del dinero y del crédito:

El ideal de un dinero con un valor de intercambio que no esté sujeto a variaciones debido a los cambios en la relación entre la oferta monetaria y su necesidad (…) reclama la intervención de una autoridad regulatoria en la determinación del valor del dinero y su continua intervención.

Aunque esta cita parece apoyar la política de Forbes-Ames por encima de la Gordon, Mises deja muy claro en el mismo capítulo  que su política no llegará a su objetivo pretendido, lo que es una de las afirmaciones clave de Gordon. Como él dice:

Una vez se admite que el estado pueda y deba influir en el valor del dinero, aunque solo fuera para garantizar la estabilidad de su valor, el peligro de errores y excesos aparece de nuevo inmediatamente.

Esas posibilidades (…) han subordinado el irrealizable ideal de un dinero con un valor invariable de intercambio a la demanda que el estado debería al menos evitar ejercer cualquier influencia sobre el valor del dinero. Un dinero metálico, cuyo  aumento o disminución en la cantidad disponible es independiente de una intervención humana deliberada, se está convirtiendo en el ideal monetario moderno.

Este demuestra con amplitud que no es David Gordon quien está en desacuerdo con Mises o cree saber cuál debería ser la cantidad correcta de dinero. Más bien es John Tamny aquel cuyas opiniones están en desacuerdo con las de Mises y son Forbes y Ames los que puede que no conozcan la cantidad correcta de dinero, pero crean que la Fed sí, al menos se están guiados por el precio del oro.


Publicado el 30 de octubre de 2014. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

Print Friendly, PDF & Email