A menudo escucho o leo a gente dentro del seno de las “familias liberales” (whatever that means) decir que lo que proponemos los anarcocapitalistas es utópico, que la sociedad libre es irrealizable, que el libre mercado es un imposible; que son ideales muy bonitos, pero poco realistas, que no se puede solucionar todo a punta de imponer la “razón del mercado”, y que sigue haciendo falta regulación política, eso sí, mínima, por mucho que nos joda. Que esa, la postura pragmática, debe ser la posición liberal más coherente con el mundo en que vivimos; la única que puede obtener victorias, si acaso pírricas, para la causa de la libertad.
En mi humilde opinión, este dictamen de lo que debe hacer un liberal, es decir, la tarea de moverse de forma pragmática en la arena política, sin esperar demasiado de su propia acción, no se percata de la capacidad “crítica” que ofrece la posición ancap.
Y me explico: la propuesta de una sociedad desestatalizada basada en el libre mercado, esto es, en la cooperación por vía de la libre competencia y de la función empresarial, no es una utopía en el sentido clásico del término, es decir, una idea deliberada, construida por la mente de unos pocos visionarios, que se busque realizar a toda costa en el marco del espacio-tiempo humano. La sociedad ancap, por tanto, no puede, por definición, representar una filosofía de la historia à la Marx, en donde una clase (el proletariado) sostiene la antorcha de la verdad, predestinada a triunfar e imponerse en el final de la historia.
Nada más lejos de lo que deseamos los ancaps. Nosotros no vamos por ahí diciendo que la clase empresarial está en posesión de una verdad que los liberará de todas sus ataduras, y que está destinada a reinar el mundo por los siglos de los siglos. El anarcocapitalismo NO es una utopía.
Por el contrario, la idea de una sociedad libre basada en el libre intercambio entre los individuos, sin la intervención política que lo único que logra es distorsionar los procesos de cooperación social, debe ser considerada como una “idea regulativa” (término que procede de Kant), es decir, como un criterio que nos permite juzgar, medir, qué tan próxima o alejada está nuestra sociedad actual de dicha sociedad libre ideal. En dicha idea regulativa no se propone ningún contenido que deba ser realizable en la historia, sino que sencillamente aparece como una brújula, una estrella del Norte que nos guíe a alcanzar mayores cotas de libertad en situaciones o entornos de falta de la misma.
Esta sugerencia, creo, permite entender mucho mejor el carácter crítico del científico social ancap en nuestra sociedad actual. Y, lejos de aparecer como un loco soñador, le permite fundamentar mejor su importante labor enjuiciadora de las instituciones, sin necesidad de tener que apuntarse a la opción política para intentar transformarlas “desde adentro”. Permite, igualmente, sintonizar mucho mejor con propuestas como las de Mises y Hayek en lo metodológico (soy consciente de que ambos nunca fueron ancaps), ya que tanto la praxeología como la teoría evolutiva de las instituciones pueden entenderse igualmente como ideas regulativas que guían la comprensión del científico social.
En definitiva, la próxima vez que oigamos la manida canción donde se equipara la sociedad libre ancap con las peores utopías de la historia, ya podemos contraargumentar señalando lo de la idea regulativa.