Mi compañera de cena estaba indignada. “Es lamentable que tengamos que dar propina al camarero”, decía. “El dueño del restaurante tendría que pagar al personal lo suficiente como para vivir de ello”.
Imagino que es una actitud común entre los adaptados a nuestro clima cultural actual de envidia y desagrado por el éxito económico (la mentalidad anticapitalista, como la llamaba Mises). Es fácil caer en la trampa de pensar que damos propina a los camareros por simpatía, debido a su desgracia de tener que trabajar en un sector lleno de avariciosos propietarios de restaurantes que no pagan una “salario para vivir”. De hecho, dar propinas es una solución elegante del mercado a una serie de circunstancias concretas, a menudo presentes en trabajos de servicios, que hacen extremadamente problemático determinar un salario apropiado. La práctica de la propina solía ser más común, aplicándose a muchos más trabajos de servicios que en el presente, cuando está en buena parte restringida a camareros y porteadores. Parte de la razón de este olvido parcial es simplemente el discurrir errante del cambio económico, pero muchos trabajos que solían pagarse principalmente con propinas pasaron a cubrirse con legislación de salario mínimo y simplemente desaparecieron.
¿Por qué damos entonces propinas? A primera vista, parece bastante extraño que a un camarero le paguen dos personas diferentes (empresario y cliente) por el mismo trabajo. Pero en realidad, como clientes, estamos pagando por un aspecto muy distinto del trabajo del camarero que el empresario. El dueño del restaurante necesita una forma de llevar la orden del cliente a la cocina y la comida al cliente. Casi cualquiera que pueda andar en línea recta y usar un lápiz puede realizar esta tarea. Pero el dueño del restaurante también quiere clientes contentos y los clientes están contentos cuando tienen un camarero que puede resolver problemas, gestionar solicitudes especiales y en general hacer de su comida una experiencia agradable y esto es realmente una habilidad especial. Coordinar estos dos aspectos del trabajo, distintos y no relacionados cercanamente, es lo que constituye la propina.
Asimetría de información
El empresario quiere clientes contentos, pero tiene un doble problema de información. Como asunto práctico, le es difícil observar interacciones entre camareros y clientes. Además, las expectativas de los clientes respecto de la calidad de servicio son imposibles de observar. Esto se complica más por el hecho de que los miembros del personal son heterogéneos: son distintos en términos de niveles de habilidad, personalidad y otras características que afectan a la experiencia de la calidad de servicio del cliente. Así que el empresario no tiene la información que necesita para llegar a un salario apropiado para cada miembro del personal. Sin embargo el cliente participa de estas interacciones y como tal tiene una información completa tan completa como es humanamente posible. Si el cliente paga al servidor directamente por ese aspecto del trabajo, la decisión sobre el pago apropiado la toma la persona con la máxima información acerca del rendimiento laboral.
Alineación de incentivos
Los empresarios generalmente quieren que sus empleados den lo mejor de sí mismos y supuestamente están dispuestos a pagar por ello. Sin embargo, el problema de información antes mencionado incapacita su capacidad de hacerlo. Idealmente, las propinas hacen directamente proporcional y dan una respuesta inmediata en la compensación del servidor para la calidad del servicio proporcionado. Esto alinea los incentivos del empleado con los del empresario: ambos quieren ahora proporcionar un servicio de alta calidad al cliente, cada uno en su propio beneficio.
Compartiendo riesgos
Contratar a un nuevo empleado conlleva riesgos. Para el nuevo empleado, existe el riesgo de que el trabajo pueda no resultar como había esperado. Podría resultar un callejón sin salida sin futuro o insatisfactoria en muchas otras maneras. Sin embargo el empresario tiene un riesgo financiero. Las habilidades del nuevo empleado son desconocidas para el empresario al menos en cierto grao, independientemente de lo exhaustivo que haya sido el proceso de entrevistas. Hay incluso más incertidumbre con una nueva contratación sin experiencia: no hay historial sobre el que pueda trabajar el empresario. El empresario debe pagar el salario acordado y si el nuevo empleado no rinde como esperaba, está perdiendo dinero. Si el nuevo empleado acepta un salario garantizado menor y hace que su compensación esté de acuerdo con su rendimiento (la propina), esto alivia el riesgo de dos maneras. Primero, el empresario está más dispuesto a arriesgarse con un trabajador joven y sin experiencia. Si el salario es menor, el nivel mínimo de rendimiento necesario para que el empleado merezca el salario es asimismo menor. Segundo, como el empleado puede aumentar sus ingresos directa e inmediatamente mejorando su rendimiento, el trabajo no es tanto un callejón sin salida. El trabajo de bajo salario se convierte en un valioso punto de apoyo, permitiendo al empleado joven e inexperto aprender habilidades laborales, establecer un historial de rendimiento y avanzar hacia algo mejor. (Debería ser evidente que la legislación de salario mínimo cortocircuita toda esta disposición, haciendo que el empresario esté menos dispuesto a contratar a alguien salvo que esté seguro de que merece el salario superior. Así es como personas con menos habilidades ven cerrado el mercado laboral. Pero ese es el tema de otro ensayo).
Esa es la magia del mercado. Incluso hábitos cotidianos como dejar una propina a un camarero desempeñan un papel importante en la cooperación y coordinación sociales. Es una solución elegante a un problema de conocimiento, desarrollada espontáneamente mediante la acción de multitud de participantes en el mercado. Cuando se le deja, la gente tiene bastantes recursos.
Publicado el 13 de noviembre de 2014. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe.El artículo original se encuentra aquí.