La fe de Woodrow Wilson en la guerra

0

George W. Bush no fue el primer presidente en tener una política exterior “basada en la fe”. La mayoría de la gente sabe que Woodrow Wilson (1856–1924) fue presidente de EE. UU. desde 1913 hasta 1921. Alguno quizá sepa que fue gobernador de New Jersey de 1911 a 1913. Pero probablemente pocos sepan que fue hijo de un pastor presbiteriano, presidente de la Universidad de Princeton (entonces una institución presbiteriana que siempre había estado dirigida por clérigos hasta Wilson) de 1902 a 1910 y tenía una política propia basada en la fe. Pero igual que la política exterior de Bush, la de Wilson estuvo marcada por una fe defectuosa. Malcolm Magee es el director del Institute for the Study of Christianity and Culture, “una organización de investigación académica” no “afiliada a ninguna iglesia u organización religiosa”, que “examina la intersección de religiones, y particularmente de la fe cristiana y las culturas que las rodean”. No dice concretamente en su importante y profundo libro What the World Should Be: Woodrow Wilson and the Crafting of a Faith-Based Foreign Policy (a partir de aquí What the World Should Be) por qué se interesó tanto por Wilson, pero está claro que de entre todos los presidente de EE. UU., Wilson era el más apropiado para estudiar la intersección de religión y cultura como explica sencillamente Magee en la tesis del libro en su prólogo: “La tesis de este libro es que el futuro presidente estaba inmerso en una tradición concreta de Princeton y sudpresbiteriana que absorbió, bastante literalmente, en las rodillas de su padre, Joseph Ruggles Wilson, su devota madre, Janet Woodrow Wilson, y los clérigos, familia y amigos activamente religiosos que le rodearon desde su juventud”. What the World Should Be “es un intento de dejar que Wilson sea Wilson, el hombre que a lo largo de su vida usó palabras como pacto y libertad no en términos de sus definiciones seculares modernas, sino de una tradición retórica calvinista concreta, con la que hoy no estamos muy familiarizados, especialmente entre los investigadores de relaciones exteriores estadounidenses”. Después de este importante prólogo, Magee desarrolla sus tesis en cuatro capítulos:

  1. El desarrollo del pensamiento de Woodrow Wilson hasta 1913
  2. Los retos de la actualidad: La persistencia del orden internacional
  3. Manteniendo los principios en la paz y la guerra
  4. Negociando las tablas de la ley

Después de un breve epílogo hay cuatro apéndices, notas, una bibliografía y un índice. Magee considera a Wilson “una de las personas más complicadas que ocupara la Casa Blanca”. Entender a Wilson y su aproximación a la política exterior “requiere un conocimiento de las convicciones religiosas que informaban su visión del mundo, sus ideales, sus suposiciones y prejuicios”. “La religión [de Wilson] era inseparable de los demás aspectos de su filosofía”. Magee cree que a la “opinión” de John Maynard Keynes de que Wilson “pensaba como un pastor presbiteriano, con todas las fortalezas y debilidades de esa forma de pensar” se ha “olvidado, en su mayor parte, en las investigaciones históricas modernas respecto de las relaciones exteriores de EEUU durante la presidencia de Wilson”. Wilson, que apoyaba las ideas de su tío James Woodrow sobre darwinismo teísta (ver Gary North para más detalles), “creía que Estados Unidos fue elegido divinamente para hacer la voluntad de Dios en la tierra”. Estados Unidos era la “nación redentora” destinada por Dios a “educar y liderar el mundo”. Mientras era presidente de Princeton, Wilson dijo en un discurso que la intensa tarea ante nosotros era “hacer de Estados Unidos una nación cristiana poderosa y cristianizar el mundo”. Wilson se vía a sí mismo como “el mensajero nombrado divinamente”. Estados Unidos era su parroquia y él sería “un evangelista, un misionero, para la exportación de la democracia cristiana”. Se comparaba con el profeta Ezequiel. Igualaba patriotismo con cristianismo y Estados Unidos con el pueblo elegido de Dios. Lo más interesante en What the World Should Be es cómo Wilson se veía a sí mismo y a Estados Unidos durante la Primera Guerra Mundial. Dijo poco después de que empezara la guerra que “puede haber sido un don del cielo”. Magee comenta: “No le perturbó el conflicto, ya que, a pesar de la carnicería, parecía abrir posibilidades para su propia misión de llevar el orden de Dios al mundo. Lo reclamaba Dios”. Estando “predispuesto a ser un anglófilo”, Wilson interpretaba la información “de una forma que favorecía a los intereses británicos y penalizaba a Alemania, mientras seguía creyendo que él y su país estaban siendo absolutamente neutrales”. Wilson tenía algunas ideas extrañas acerca de la neutralidad. Su neutralidad “activa”, “permitía a Estados Unidos actuar a favor de lo correcto”. Estados Unidos usaría “su poder como un neutral agresivo para someter las fuerzas del desorden y el egoísmo en el mundo en todas partes”. Wilson se refería a su política de neutralidad como la “conquista pacífica del mundo”. Estados Unidos era elegido por Dios para ser la “nación mediadora del mundo”. Estados Unidos era la “casa del Señor” y la “ciudad en la colina”. La entrada en guerra de Estados Unidos significaba la “salvación” para los Aliados. Wilson creía en usar “fuerza neutral para mediar en la paz”. Incluso cuando los soldados estadounidenses estaban muriendo en Europa, Estados Unidos era “neutral en espíritu” al luchar en una “guerra justa”. Naturalmente, después de llevar al país a la guerra, Wilson defendía un aumento en el ejército, las reservas y el gasto bélico, pero “solo para defensa”. Si la guerra se hacía necesaria “debe ser una guerra para hacer la paz”. Quería un “nuevo orden internacional” que impediría que esa guerra ocurriera en el futuro. El Tratado de Versalles le permitiría como presidente “ver a los pueblos no blancos necesitados de instrucción”. Todo lo que dice Magee acerca de las ideas políticas y religiosas de Wilson está bien documentado y escribe en un tono neutral. El problema con Wilson, creo yo, no es que rechazara su fe, sino que dicha fe tenía defectos. Para otro presbiteriano antiguo cuyas opiniones fueran contrarias a las de Wilson ver  J. Gresham Machen (1881–1937), un investigador del Nuevo Testamento que enseñó en el Seminario Teológico de Princeton de 1906 a 1929. Solo hay dos cosas que redimen a Wilson. Una, que vetó la Ley Volstead, pero su veto fue anulado. Y dos, criticó la Guerra Mexicana de 1846, pero posteriormente envió tropas de EEUU a México en 1914. Y, por supuesto, podemos “agradecerle” a Wilson que sancionara la Ley de la Reserva Federal y la Ley de Ingresos de 1913. Para un análisis reciente de Wilson que es todo menos neutral, ver Theodore and Woodrow: How Two American Presidents Destroyed Constitutional Freedoms, del juez Napolitano.


Por Lawrence M. Vance. Publicado el 20 de noviembre de 2014. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

 
Print Friendly, PDF & Email