[Publicado originalmente en Epic Times]
Hace ochenta años, en otoño de 1934, apareció por primera vez en inglés La teoría del dinero y del crédito de Ludwig von Mises. Sigue siendo uno de los libros más importantes sobre dinero e inflación escritos en el siglo XX e, incluso ocho décadas después, sigue ofreciendo el análisis y explicación más claros de auges y declives, inflaciones y depresiones.
Mises insistía en que la montaña rusa del ciclo económico no la causaba ninguna debilidad o contradicción propia del sistema capitalista de libre mercado. Más bien, los auges inflacionistas seguidos por el declive de la depresión o recesión económica tenía su origen en el control y mala gestión del sistema monetario y bancario par parte del gobierno.
El dinero deriva de los mercados, no del gobierno
A partir de la obra previa de Carl Menger, Mises demostraba que el dinero no es la criatura o la creación de un Estado. El dinero es una institución social generada y basada en el mercado que aparece espontáneamente por la interacción de gente tratando de superar las trabas y dificultades del intercambio directo de trueque.
La gente descubre que ciertos materiales poseen una combinación de cualidades y características útiles que los hacen más comerciables que otros y por tanto son más fáciles de intercambiar por diversos bienes que alguien podría querer adquirir a cambio con posibles socios comerciales.
Históricamente, se atestiguó a lo largo del tiempo que el oro y la plata tienen aquellos atributos más deseables para su uso como medio de intercambio para facilitar la siempre creciente red de transacciones complejas de mercado que permitía el desarrollo de un sistema de división del trabajo cada vez más productivo.
Dinero y proceso de ahorro-inversión
El dinero no solo facilita el intercambio de bienes y servicios en el presente (manzanas actualmente disponibles por plátanos actualmente disponibles) sino que asimismo hace más fácil y posible el intercambio y transferencia de bienes y su uso a lo largo del tiempo.
Los inversores voluntarios pueden tomar de los ahorradores voluntarios sumas de dinero apartadas de rentas obtenidas para usarlas luego para comprar y alquilar diversas cantidades de recursos productivos (incluyendo equipos de capital, trabajadores contratados y recursos y materias primas útiles) para emplearlos en actividades e producción que finalmente generarán, en algún momento del futuro, bienes de consumo terminado potencialmente comerciables y rentables.
Con las ganancias obtenidas de esas ventas, el inversor devuelve los ahorros prestados con el interés acordado, lo que refleja la preferencia temporal de los ahorradores por haber estado dispuestos a diferir el uso de parte de su propia renta para el periodo de tiempo cubierto por el préstamo.
Bajo un sistema monetario metálico, como un patrón oro basado en el mercado, hay una relación bastante cercana y cerrada entre renta obtenida y gasto de consumo y ahorros apartados y ahorros tomados prestados para fines de inversión.
Supongamos que 1.000$ representen la renta monetaria obtenida por el gente durante un periodo concreto de tiempo. Y supongamos que esta gente que obtiene renta decide gastar 750$ en bienes deseados de consumo y ahorrar los 250$ restantes de renta obtenida.
Los 250$ de renta ahorrada pueden prestarse con interés a quienes deseen asumir proyectos de inversión orientados al futuro. Los recursos reales (capital, servicios laborales, materias primas) que representan los 250$ de poder adquisitivo se transfieren de los ahorradores a los inversores. Los recursos reales restantes de la sociedad representados por los 750$ del poder adquisitivo que los ganadores de rentas eligen gastar en el presente se dirigen a la fabricación y márketing de bienes de consumo más inmediatamente disponibles.
Así, los recursos escasos y valiosos de la sociedad se coordinan eficazmente entre sus dos usos generales, produciendo bienes más cercanos al presente (como un horno ya existente combinado con trabajo y materias primas para hornear el pan diario que la gente desea consumir) o usándose para fabricar bienes que estarán disponibles y se usarán en algún momento más tarde en el tiempo (como la fabricación de nuevos hornos para reemplazar los existentes que acaben averiándose y para añadirlos a los existentes de forma que la producción de pan pueda aumentar en el futuro).
Como todos los demás precios del mercado, los tipos de interés en préstamos coordinan las decisiones de los ahorradores con las de los prestatarios para mantener las ofertas en equilibrio tanto para bienes de consumo como para bienes de inversión orientados al futuro.
En principio, no hay nada que sugiera que dentro de la propia economía de libre mercado haya fuerzas que puedan producir desequilibrio o descoordinación entre las decisiones de los que comercian en el mercado. Esto sigue siendo verdad tanto para bienes de consumo en el presente como para ahorros en el presente a cambio de más y mejores bienes en el futuro mediante inversiones informadas y exitosas por parte de emprendedores con ánimo de lucro.
Los bancos centrales como la causa del ciclo económico
Pero lo que mostraba Ludwig von Mises en La teoría del dinero y del crédito y luego con un detalle aún mayor en su obra maestra, La acción humana, era cómo la armonía y la coordinación del mercado libre y competitivo puede desequilibrase mediante la planificación monetaria centralizada de gobiernos y bancos centrales.
Primero bajo un patrón oro debilitado y luego bajo sistema de papel monea puros controlados por los gobiernos, los bancos centrales tienen la capacidad de crear la ilusión de que hay más ahorro disponible en la economía para sostener usos orientados a inversión de recursos escasos en la sociedad de los que hay realmente.
Por ejemplo, en Estados Unidos, la reserva Federal tiene la autoridad y poder de comprar títulos públicos y otros “activos” como valores con respaldo inmobiliario y pagar por ellos creando dinero “de la nada” que luego se añade a los fondos prestables disponibles para el sistema bancario para fines de préstamo.
La gente puede seguir consumiendo y ahorrando en la misma proporción de su renta obtenido como hacía en el pasado, pero ahora las instituciones financieras han creado artificialmente crédito bancario para ofrecer a potenciales prestatarios y por debajo de los que serían en otro caso los tipos de interés generados por el mercado, haciendo así la toma de préstamos para inversión más atractiva de asumir.
Por usar nuestro ejemplo anterior, supongamos que la gente sigue gastando 750$ de sus 1.000$ de renta obtenida en bienes deseados de consumo y ahorran los restantes 250$. Pero supongamos que el banco central ha aumentado los fondos prestables disponibles en el sistema bancario en 250$ adicionales.
Los prestatarios de inversiones, atraídos por los bajos tipos de interés, toman prestados 500$ de los bancos: 250$ de “ahorro real” y 250$ de crédito creado artificialmente. Intentan tomar por valor de 500$ de los recursos escasos y reales de la sociedad para actividades de inversión orientadas a futuro y que no aumentarían la producción en la economía hasta algo después.
Pero los ganadores de rentas siguen gastando en bienes deseados de consumo 750$ de su renta adquirida originalmente. Esto genera que los limitados y escasos capital, trabajo y materias primas en la sociedad se vean “empujados” en dos direcciones incompatibles al mismo tiempo: hacia la fabricación por valor de 750$ en bienes de consumo y de 500$ en bienes de inversión, cuando para empezar solo había 1.000$ de dichos medios reales y escasos de producción.
Inflación de precios y mala dirección de recursos
Esto tenderá inevitablemente a empujar al alza los precios en general en la economía por encima de donde estarían si no hubiese sido por la expansión del banco central de la oferta de dinero en la forma inicial de nueva crédito bancario, ya que consumidores e inversores pujan entre sí por atraer en su dirección los bienes y servicios que, respectivamente, tratan de comprar. Así que esa manipulación monetaria siempre lleva con ella la semilla de una futura inflación de precios.
Al mismo tiempo, argumentaba Mises, el hecho de que el dinero recién creado entre primero en la economía a través del sistema bancario mediante préstamos de inversión produce una mala inversión de capital y una mala asignación de mano de obra y otros recursos, ya que los prestatarios inversores tratan de emplear (como en nuestro ejemplo) el equivalente al 50% de los recursos de al sociedad en actividades de inversión orientadas a futuro (500$), mientras que los ganadores de rentas solo desean ahorrar el equivalente al 25% de su renta (250$).
Aunque la inflación de precios empujará al alza la cantidad de renta monetaria obtenida en dólares, el desequilibrio insostenible entre ahorro e inversión producido por la política monetaria del banco central se reflejará en cualquier descoordinación entre el porcentaje de renta (y los recursos reales que representa) que la gente desea dejar aparte para ahorrar y la cantidad de dinero que los prestatarios inversores tratan de asumir como porcentaje de recursos reales disponibles en la sociedad, debido a la creación de dinero del banco central.
La corrección de la recesión sigue a la mala dirección inflacionista
La mala dirección de capital, trabajo y materias primas lejos de la asignación y uso coherente con las decisiones reales de la gente de consumir y ahorrar, significa que todo auge inflacionista inducido monetariamente lleva con él la semillas de una recesión económica final e inevitable.
¿Por qué? Porque una vez que la expansión monetaria o bien se ralentice o se acabe, los tipos de interés empezarán a reflejar más correctamente el ahorro real disponible para sostener las inversiones en la economía. En ese momento, empezará a descubrirse que capital y trabajo se han dedicado a usos y empleos inversores que no pueden completarse o mantenerse en un entorno que ahora es de inflación no monetaria.
Por tanto, una recesión económica es el periodo de descubrimiento de malas asignaciones de recursos escasos en la economía que requiere un reequilibrio y una recoordinación de ofertas y demandas para volver a una armonía determinada competitivamente por el mercado en las actividades económicas para el crecimiento, el empleo y los mejores niveles de vida a largo plazo.
El actual ciclo de auge-declive que han estado pasando EEUU y la economía mundial durante más de una década, ha mostrado al mundo la aplicación y la lógica de lo que demostró Mises en La teoría del dinero y del crédito hace décadas y por qué leer este verdadero clásico de la teoría y la política monetaria sigue ofreciendo una guía valiosísima para acabar con los ciclos económicos de nuestro propio tiempo.
Publicado el 8 de noviembre de 2014. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.