Tras el brutal asesinato del parlamentario venezolano Robert Sierra y su esposa María Herrera, el presidente venezolano Nicolás Maduro dijo en un discurso el 27 de octubre que “purgará” y “revolucionará” las fuerzas policiales del país. Esto llega como respuesta no solo al asesinato de Sierra, sino también al del líder miliciano José Odreman una semana después y al fracaso general de la aplicación de la ley para ocuparse de las tasas crecientes del crimen en el país.
Venezuela tiene la segunda tasa de asesinatos por cabeza en el mundo detrás de Honduras. En una encuesta de Gallup de 2013 se colocaba a Venezuela como “la nación [más] insegura del mundo”, un sentimiento compartido por muchos de sus ciudadanos: encuestas de Gallup de 2014 mostraban que solo un 19% de los venezolanos se sentían seguros andando solos por la calle de noche.
Maduro rechazaba la idea de que el reciente asesinato de Robert Sierra fuera consecuencia de un robo chapucero y más bien insistía en que era un asesinato político premeditado. Sospecha que el malvado crimen fue facilitado con la ayuda de alguien dentro de las propias fuerzas de policía.
El que la declaraciones de Maduro sean ciertas o no es algo que no nos importa. El presidente tiene toda la razón en su diagnóstico, de que el problema del delito venezolano está en su raíz, requiriendo una respuesta drástica. Sin embargo, si el apoyo de Maduro a la Revolución Bolivariana socialista es un indicador, sus esfuerzos harán poco por acabar con la violencia que asuela el país.
El culpable real del crimen desbocado en Venezuela es el socialismo.
Un artículo reciente de Forbes detallaba las formas en que la economía venezolana está al borde del desastre. Lo que el artículo no menciona es que Venezuela está clasificada la 175ª del mundo en libertad económica, la más baja en Sudamérica solo detrás de Cuba. Así que la inestabilidad económica es esperable y no es un secreto que las duras condiciones económicas estimulan un mayor comportamiento delictivo.
Pero esa no es la única forma en que el socialismo está causando crímenes en todo el país. Normalmente términos como “capitalismo” y “socialismo” se aplican a naciones enteras en un contexto político, pero en una relación económica, esto también puede aplicarse a sectores concretos. Una nación se convierte en socialista cuando deroga la propiedad privada en favor de la propiedad del estado (pública), así que consiguientemente, un sector se convierte en socialista cuando se deroga la competencia privada y el estado se lo apropia.
La provisión delos servicios de policía en Venezuela es por supuesto socialista, llevando a todas las ineficiencias y malos servicios esperados que son endémicos para las instituciones socialistas. La función de policía está desconectada del sistema de precios (siendo financiada mediante impuestos obligatorios en lugar de por comercio voluntario), lo que significa que no hay mecanismo de retroalimentación para ayudar a la prevención del delito. Parte del plan de Maduro es dar al ejército un papel más importante en las funciones locales de policía y por tanto ha anunciado un aumento de sueldo del 45% para el personal del ejército. Pero sin una retroalimentación generada por el mercado, no tiene forma de estimar lo rentable (o no) que será está acción.
Además, en ausencia de competencia, los incentivos de los policías y administradores están muy disminuidos, aparte de la buena voluntad ocasional que algunos puedan poseer. Aun así, en la medida en que algunos están motivados por el deseo de mantener sus juramentos y servir y proteger a la ciudadanía, sin duda hay al menos tanto que, dada su posición privilegiada, buscan explotar su poder mediante extorsión, acuerdos con cárteles de drogas o incluso asesinatos políticos.
Human Rights Watch afirma que la “policía comete uno de cada cinco delitos” en Venezuela. Pero la corrupción no se limita simplemente al nivel local, ya que los crímenes del régimen del anterior presidente Hugo Chávez están bien documentados. Dado que Maduro fue el sucesor elegido por Chávez, sin duda nada ha cambiado.
En su discurso, Maduro dijo que crearía una nueva “ética del poder” para cavar con la práctica policial de “usar el poder para enriquecerse”. Esta es la realidad de la fórmula socialista: tratar de cambiar la naturaleza humana en lugar de adaptarse a ella. Siempre que alguna gente tenga poder sobre otros y los gobierne, no sorprende que se abuse de dicho poder. Donde quiera que exista este poder irresponsable de policía, no hay controles y contrapesos sensatos, porque el poder crea un riesgo moral que es difícil de evitar por parte de todos.
Ni siquiera un país tan desarrollado como Estados Unidos es inmune a los efectos perjudiciales de las instituciones socialistas, como nos recuerdan de forma escalofriante las tasas de homicidios de Chicago. A nivel federal, la lista de escándalos de corrupción en EEUU no se limita tampoco a solo el Watergate, sino que en realidad es larga y amplia.
Por suerte hay una alternativa, que es el capitalismo. Estados Unidos ha empezado a dar un ejemplo al mundo en el desarrollo de empresas privadas de seguridad. Hoy hay tres veces más agentes privados de seguridad que policías públicos en el país. En general, el sector de la seguridad privada está en auge con la creciente popularidad de sistemas alarmas, cajas fuertes, barrotes para ventanas, armas de fuego personales, etc.
En respuesta al fracaso de los gobiernos en prevenir el crimen, Latinoamérica está experimentando asimismo un enorme aumento en el empleo en policía privada. Una preocupación por este desarrollo es que la mayoría de los latinoamericanos viven en la pobreza debido a políticas económicas socialistas en la región y que por tanto son incapaces de pagarse dicha protección. La otra preocupación más acuciante se refiere a eliminar la corrupción del estado, ya que la seguridad privada no es ninguna defensa frente a criminales públicos.
La única forma de revolucionar genuinamente las fuerzas policiales de Venezuela y reducir finalmente los niveles criminales es mediante políticas capitalistas. Por desgracia, es improbable que el presidente Maduro adopte cualquier de estas.
Publicado el 5 de noviembre de 2014. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.