Análisis post mortem de la iniciativa suiza del oro

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La iniciativa suiza del oro ha venido y se ha ido. Puede resumirse como mucho ruido y pocas nueces. Incluso si se hubiera aprobado, la iniciativa no hubiera tenido impacto real en la capacidad del banco central de imprimir dinero o desarrollar una política monetaria.

El banco central está defendiendo actualmente un mínimo de 1,2 francos suizos por euro. Al fijar su divisa, el banco central suizo ha optado básicamente por seguir la política monetaria excesivamente laxa de su vecino. Para mantener el cambio, el banco central suizo ha estado comprando euros imprimiendo francos suizos. El banco central devuelve luego los euros a la oferta monetaria de la Eurozona comprando bonos públicos europeos. Podía igualmente haber usado esos euros para comprar dólares para oro. En ambos casos, los euros o dólares se devuelven al mercado y por tanto la acción suiza no influye a las respectivas ofertas monetarias de Europa o EE. UU. Debemos recordar que los tipos de cambio se determinan por diferencias en tasas de crecimiento monetario y previsiones  de cuáles serán dichas diferencias en el futuro.

El gobierno suizo y el banco central suizo se oponían a la iniciativa. Esto no debería sorprender. Es normal en políticas públicas usar tácticas atemorizantes para justificar el robo continuo del gobierno.

Por este medio el gobierno puede, de forma secreta y sin ser observado, confiscar la riqueza de la gente y ni siquiera un hombre entre un millón detectará el robo.

—John Maynard Keynes

El banco central suizo decía que la iniciativa limitaría su flexibilidad para ocuparse de una crisis de liquidez o de una inflación desbocada. Como el banco central no podría vender su oro, afirma que se vería muy presionado para proporcionar liquidez en caso de una crisis bancaria. Por supuesto, esto supone que el banco central impediría que su balance se expandiera, lo que no tiene sentido. No hay nada que impida al banco central imprimir francos suizos para obtener liquidez e imprimir aún más francos suizos para comprar oro.

También afirma que si tuviera que llevar a cabo ventas de sus activos en el mercado abierto para combatir la inflación, la incapacidad de vender un 20% de su activo limitaría su margen de maniobra. Esto no llega a ser ingenioso. No hay nada en la iniciativa que limite la capacidad del banco central de vender el 80% de su activo que no se mantenga como oro. Tampoco debemos olvidar nunca que la inflación es un fenómeno monetario. Al banco central se le pide flexibilidad para manejar un problema creado por darle flexibilidad en primer lugar.

Aunque la iniciativa ha sido calificada como extremista o revolucionaria por muchos críticos, es bastante tibia en comparación con el papel del oro en el banco central suizo en el pasado. Por ejemplo, Suiza mantuvo el 40% de su activo en oro entre 1936 y el año 2000. ¿Limitó esta restricción más exigente la capacidad del banco central de imprimir dinero? En relación con el oro, el franco suizo ha perdido un 90% de su valor desde 1914. ¿Durante este tiempo los activos en oro del banco limitaron seriamente el margen de maniobra de la política del banco central? Una lectura superficial de la prensa financiera durante este periodo demuestra claramente que no.

Aunque la iniciativa habría hecho poco por limitar la banca central, habría sido sin embargo un paso en la dirección correcta, igual que el intento de Ron Paul de auditar la Fed en Estados unidos. ¡Lo que la iniciativa destaca es el sentimiento general del público de que hay algo podrido en Dinamarca! Todo dólar, euro o yen que creen los bancos centrales es un impuesto a los saldos en efectivo. Un impuesto que nadie ha votado. Es robarte mientras duermes. Aunque los banqueros centrales pueden ir a almuerzos elegantes con trajes de Armani de miles de dólares, eso no disminuye la realidad de que no son sino falsificadores. La única diferencia entre ellos y el tipo que imprime billetes es que no temen que la policía eche abajo su puerta.


Publicado originalmente el 3 de diciembre de 2014. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

 

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