Cuando el banco central se reúne para decidir el nivel de los tipos de interés, a la mayoría de la gente solo le preocupa una cosa: ¿las cuotas de los préstamos de mi casa, coche y tarjeta de crédito van a subir, bajar o seguir igual? Aunque no es una preocupación trivial, dada la importancia de gestionar un presupuesto familiar, esa visión limitada hace escasa justicia al amplio, crítico y complejo papel que desempeñan los tipos de interés en una economía
Lo que nos dicen los precios de los refrescos acerca de los tipos de interés
La explicación habitual es que los tipos bajos son buenos y los tipos altos son malos. Pero el problema real no son los tipos “altos” de interés, sino los tipos incorrectos de interés. Veréis, los tipos de interés son como los precios. Como el precio de un refresco se acuerda entre vendedor y comprador, los tipos de interés son el precio de los préstamos acordados entre prestamista y prestatario.
Supongamos que el gobierno obligara a que el precio de los refrescos fuera la mitad de su nivel de mercado, encarcelando a cualquiera que los vendiera a algún precio por encima de este nivel. ¿Qué ocurre? Los amantes de los refrescos se lanzan a las tiendas a comprarlos. Los fabricantes de refrescos, por el contrario, sufren enormes pérdidas y cierran o encuentran alguna forma de fabricar refrescos más baratos y menos sabrosos por la mitad del coste original. La oferta de refrescos se desploma, mientras la calidad de los buenos refrescos cae libremente.
Paradójicamente, establecer un precio artificialmente bajo hace que un producto sea fácil de comprar durante un tiempo, pero acaba llevando a escaseces. Los tipos de interés en la mayoría de las economías modernas funcionan de una forma similar. El banco central fuerza este precio (el tipo de interés) a un nivel deseado mediante un extenso control regulatorio sobre el sistema bancario, basándose en el hecho de que el dinero que crea es el único permitido en el comercio. Cuando el banco central fija los tipos de interés demasiado bajo, los prestatarios piensan que la vida es estupenda. Casas, coches y muebles parecen baratos y empezar un negocio con un préstamo resulta sencillo. Excepto que los prestamistas perspicaces no ven mucho sentido a prestar más, porque ya no les compensa adecuadamente sus costes y riesgos. No solo desaparecen los préstamos de estos prestamistas, sino que cae la calidad de los préstamos restantes.
Crear muchos préstamos baratos de baja calidad
¿Cómo cae la calidad de los préstamos? Igual que los fabricantes de refrescos que fabrican productos baratos y de peor sabor, los proveedores de crédito (los bancos) se alejan de fuentes de financiación de inversores perspicaces que les cobrarían más y por el contrario se centran en conseguir dinero barato directamente del banco central, que lo crea de la nada y lo presta al banco al tipo barato.
Con esta financiación barata y con la capacidad de revender los préstamos a organizaciones públicas y cuasi-públicas, como Fannie Mae, los bancos no tienen que ser tan cuidadosos con a quién prestan y pueden aceptar alegremente cuotas más bajas de intereses de los prestatarios. Y, si las cosas van mal, el sistema bancario puede también apelar a la Fed y el tesoro de EE. UU. para rescates.
Los prestatarios de riesgo que eran incapaces de pagar el tipo de interés que demandaban los prestamistas perspicaces pueden ahora acceder a préstamos baratos. Simultáneamente, incluso los prestatarios de alta calidad se ven dirigidos equivocadamente por los bajos tipos hacia proyectos que resultan ser malas inversiones.
Además, como los préstamos creados de la nada parecen exactamente como el dinero que está en manos de los prestamistas perspicaces, esta mala calidad queda velada y a la gente se la engaña haciéndole creer que los prestamistas perspicaces están dando préstamos, cuando en realidad están huyendo a las montañas. (Pero incluso los prestamistas perspicaces se ven engañados en las fases iniciales del auge, ya que hace que los prestatarios se vean más estables y rentables de lo que realmente son).
Consumiendo más de lo que producimos
Esto acaba en desastre. Los prestatarios se endeudan demasiado y el dinero prestado de la nada inunda la economía. El nuevo dinero en manos de la gente hace que la economía consuma más de lo que produce y el resultado es un déficit comercial grande e insostenible. El nuevo flujo de dinero empuja al alza los precios y hace que la divisa se debilite.
Después de sentirse forrada, la gente se da cuenta de que no está tan bien como pensaba, ya que los aumentos de precios se comen sus niveles reales de vida. Obligado a controlar la inflación antes de que destruya los niveles de vida de todos, el banco central aumenta los tipos de interés para animar a los prestamistas perspicaces a prestar más. Los negocios adictos a los préstamos baratos encuentran que sus costes de entradas y financiación aumentan inesperadamente, dañando la rentabilidad.
La vuelta de la financiación perspicaz es crítica para el crecimiento económico sostenible, porque financia inversiones productivas de capital que generan el máximo retorno, creando empleos y productos asequibles y de calidad. Entretanto, los tipos de interés más altos castigan a quienes se atiborraron de crédito barato, restaurando en la economía una realidad y equilibrio sanos.
La próxima vez que el banco central se reúna para decidir el nivel de los tipos de interés, no preguntéis solo cuánto van a costar las cuotas de vuestro préstamo el próximo mes. Preguntad también: ¿están los tipos de interés en el nivel adecuado para crear un progreso económico sostenible y podría yo estar viviendo una ilusión?
Publicado originalmente el 4 de diciembre de 2014. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.