Epílogo de José Benegas para “Mercado para la libertad”

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La palabra anarquía tiene dos acepciones para el Diccionario de la Real Academia Española. Una es “ausencia de poder político” y la otra “desconcierto, incoherencia, barullo”. La primera es una definición, la segunda es un juicio de valor. La prueba está en que si buscamos en el mismo diccionario las definiciones de desconcierto, incoherencia y barullo, no encontraremos la palabra anarquía, precisamente porque no son sinónimos. Son los redactores del diccionario los que opinan que la ausencia de poder político es todo eso. Hablando de lo mismo pero de un modo más honesto Mercado para la libertad dice lo contrario. Es decir que el sometimiento a un poder político no genera más que desconcierto, que es una gran incoherencia (sobre todo para defender nuestra libertad) y que lo que obtenemos es puro barullo. A diferencia del diccionario la obra es una extensa exposición de razones que lo demuestran. La primera la podríamos dar ya: nunca dejes que tus palabras sean manejadas por una autoridad centralizada. El libro tiene más de 40 años de existencia y sin embargo para cuando ésta, su primera traducción al castellano (al nuestro, no el de la corona española) llega al mercado, todavía parece demasiado adelantado. Eso se debe, explicarían sus autores Linda y Morris Tannehill, a que el terreno todavía no ha sido despejado de las malas ideas. Mercado para la Libertad es un clásico del anarco-capitalismo, que no es otra cosa que la explicación de cómo la interacción pacífica también puede resolver problemas como la defensa contra la agresión y la arbitrariedad. “Mercado”, después de todo, no es más que el rótulo que le ponemos a la observación del fenómeno del orden social espontáneo y pacífico, por oposición al orden mítico y violento derivado de la política como dominación. Lo que resta es describirlo como es. A través de un pormenorizado análisis el libro muestra una sociedad que puede existir sin ninguna forma de sumisión política a eso que se conoce como gobierno. Responde a las inquietudes que podrían surgir al pensar en una sociedad por completo colaborativa siguiendo la lógica del interés propio como el átomo de la interacción y la colaboración social, al modo de Ayn Rand y Murray Rothbard que son sus dos grandes fuentes. Aunque vale aclarar que Ayn Rand no era partidaria del anarco-capitalismo porque pensaba que significaría el imperio de muchas bandas en lugar de una sola. El debate entre la idea de un gobierno limitado y la inexistencia de gobierno continuará y Mercado para la Libertad nos da motivos para adentrarnos en él. Mercado de la Libertad polemiza con todas las utopías autoritarias juntas, que se sincretizan en nuestro tiempo sin ningún pudor. Lo de utopía lo digo especialmente porque para muchos este pensamiento de una sociedad sin tutores sonará a eso mismo que es lo único que no es, es decir una utopía. La utopía es en realidad esperar respuestas del cielo, como lo es esperarlas de un aparato cuya única distinción es el uso legitimado de la fuerza. Tal es el tamaño del desafío que encara esta obra sin ir de uno en uno con los estatismos, sino a lo que tienen en común, es decir el supuesto de que es necesario que seamos gobernados. Existe la tentación a quedarse a mitad de camino al hablar de la libertad frente al gobierno, para no agitar los miedos de las mentes disciplinadas. Pero el miedo asociado a la palabra “anarquía” aparece cuando se discuten las arbitrariedades más gruesas. Nadie deja al amo, ni siquiera en pequeñas y tácticas dosis, sin antes repudiar el concepto mismo de sometimiento. Dentro de la jaula en la que estamos se vive en la ilusión de que lo que llamamos respeto es producto de la existencia de autoridad, pero es en verdad el secreto del éxito. En cada sucesiva crisis causada por ellos, los gobiernos actualizan sus campañas “moralizadoras” autoritarias (“protectoras”) que vienen a ponerle fin al supuesto “libertinaje”. Allá en su Olimpo los guardianes del mito del “bien común” quedan exentos de las consecuencias de sus propios actos. Ellos están para explicarnos cada vez que los problemas campean, que la culpa la hemos tenido nosotros por haber sido egoístas, en lugar de ser generosos con ellos. O con otros, pero a través de ellos. La batalla, como dicen los autores, comienzan por las ideas. La más importante es la que permite tomar al gobierno como lo que es: el mito de que podemos ser salvados de la incertidumbre si soportamos un vigilante sabio que nos controle, como si la amenaza no fuera la incertidumbre en sí, sino nosotros mismos. Es entonces cuando lo que parece estar más lejos en realidad está más cerca. Se puede creer en ideas falsas sin mirar la realidad ¿Pero cómo sobrevivirá el mito de los guardianes omniscientes contra toda evidencia? Desde una economía cuya superioridad es más fácil de imaginar, hasta la solución de disputas, el modo de tratar con el crimen, la protección de la vida y la propiedad, la creación de reglas objetivas, la hipótesis de una agresión externa y las razones por las cuales la guerra como la conocemos ya no podría tener lugar. Y todo esto como dice el libro sobre el final, no precisamente por cambiar la naturaleza humana, sino por abolir el estorbo del el aparato político que no permite a los sometidos ser humanos.


El presente es un epílogo escrito por José Benegas para el libro Mercado para la libertad, de  Morris y Linda Tannehill y traducido por Jorge Trucco. El libro puede aquirirlo aquí.

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