El senador Ted Stevens explicaba una vez que Internet es una “serie de tubos” y “no un gran camión”. Los comentarios de Stevens me entristecieron, ya que me inquietó que nunca fuéramos a escuchar una idiotez de ese calibre a un cargo público importante. ¿Habíamos llegado al máximo de estupidez en el Capitolio?
Hubo un rayo de esperanza hace unos pocos años cuando el congresista Hank Johnson compartía, en un Comité, su temor a que si demasiada gente se mudara a Guam podría “girarse y volcarse”.
Johnson es un tonto conocido, así que aún estaba cauteloso. Quizá tuvimos suerte. Quizá la estupidez realmente se había acabado.
Así que imaginad mi completa alegría cuando otra conocida habitual en Washington, Hillary Clinton, dirigió sus considerables talentos analíticos hacia la cuestión de la creación de empleo durante el ciclo de elecciones de 2014.
En un mitin en Boston, Clinton opinaba: “No dejéis que nadie os diga que son las empresas y negocios los que crean empleos. Conocéis esa vieja teoría, la ‘economía de la filtración’. Se ha intentado, ha fracasado. Ha fracasado muy espectacularmente”.
Hablando estrictamente, la “economía de la filtración” es un tipo concreto de política económica identificada con Reagan en la década de 1980. Pero dado el contexto de su discurso, está claro que Clinton está usando la expresión para invocar la afirmación izquierdista general de que cualquier política fiscal que sea relativamente amable para el crecimiento empresarial y la acumulación de riqueza privada es algo que produce a los asalariados y otros no propietarios de negocios en algún tipo de desventaja.
Por supuesto, la primera respuesta que viene a la mente es la de Rothbard: “No es un delito ser un ignorante en economía, que es, después de todo, una disciplina especializada y que la mayor parte de la gente considera una ‘ciencia lúgubre’. Pero es totalmente irresponsable tener una opinión ruidosa y vociferante sobre temas económicos manteniéndose en este estado de ignorancia”.
Aunque sea tentador despachar a Clinton como una chalada alucinada, creo que este tipo de declaración no es simple estupidez, como las de los señores Stevens y Johnson. Más bien creo que Hillary estaba engatusando a la masa, consintiendo una visión popular del mundo en la izquierda. Peor, imagino que los mejor formados entre su audiencia (catedráticos, periodistas) podrían incluso estar de acuerdo con la mayoría. Así que merece la pena deconstruir exactamente por qué es errónea esta opinión.
Empecemos con qué es exactamente un “empleo”. Hay un “empleo” cuando una organización te contrata para llevar a cabo servicios a cambio de una compensación. Debe ser voluntario o lo llamaríamos “esclavitud”. Y debe ser una organización o lo llamaríamos “autoempleo”. Puede ser autónomo o mendigo, pero no es un “empleo”.
¿Qué tipos de organización crean entonces “empleos”? ¿Quién contrata a gente para llevar a cabo servicios a cambio de una compensación, realizada y pagada voluntariamente? Bueno, en realidad tenemos un nombre para eso: empresas. Ya sean con o sin ánimo de lucro, las empresas proporcionan precisamente el 100% de todos los empleos que no son públicos.
Y aquí está la trampa: “no públicos”. Hillary está expresando una visión del mundo que ve dos tipos de empleos perfectamente legítimos en el mundo: los empleos en el sector privado (“empresas y corporaciones”) y los empleos públicos. Ambos son perfectamente legítimos, desde este punto de vista. Independientes pero iguales.
El problema es que los empleos públicos son muy diferentes de los empleos “de negocios”. Los empleos públicos se financian a punta de pistola (¿pagáis voluntariamente los impuestos?) Se proporcionan a menudo a punta de pistola (tratad de abrir una oficina que compita con Correos en vuestro pueblo). Y lo más importante: los empleos públicos son parasitarios. El gobierno no nación con pistolas para apuntar a nadie: las compró con impuestos. Robadas a la gente con empleos. En la empresa.
De hecho, sin los impuestos parasitarios que los gobiernos imponen a las empresas, Hillary Clinton no estaría en un gran salón de baile con una brillante limusina, un helicóptero y guardias armados con bonitos trajes. Quizá estuviese emitiendo un podcast en su sótano, esperando enganchar a oyentes de Rachel Maddow. O quizá estuviera de vuelta en Little Rock trabajando largas horas en Rose Law Firm. Hillary debe todo a las empresas y los empleos que crean.
En la visión del mundo de la que habla Hillary, podemos desplumar a las empresas porque el gobierno estará allí para darnos todos los empleos. Curiosamente, sería exactamente el mismo gobierno que obtiene todos sus recursos de… las empresas. Así que no necesitamos al portador, porque el parásito estará ahí para hacer su trabajo. El portador puede morir, pero el parásito estará siempre con nosotros.
Publicado originalmente el 4 de diciembre de 2014. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.