¿De modo que estás cansado del gobierno y sus estupideces? ¿No te gustan sus reglas arbitrarias, sus regulaciones, prohibiciones, tarifas, controles, etcétera? ¿No sabes cómo librarte? Te tengo una buena y una mala noticia. Comenzaré con la mala: no te librarás del gobierno de la noche a la mañana. Eso no sucederá. Lo siento de veras, pero así es. Ahora la buena. El gobierno no sobrevivirá a la larga. Reventará, tal como pasó en la Unión Soviética. No reventó porque Reagan dijo que reventaría, sino porque el sistema no podía sobrevivir. Las reglas eran absurdas, perversas; era imposible vivir con ellas. El socialismo y la planificación central distorsionaban la economía de manera importante, creaban grandes déficits de bienes y servicios (y exceso de otros, como los zapatos). Los mercados negros eran frecuentes en todo el Bloque del Este. En la Rusia soviética, los taxistas -empleados del gobierno- conducían durante la noche por las calles de Moscú y San Petersburgo, en busca de turistas occidentales, para ganarse unos dólares o marcos. Los empleados del gobierno en las plantas de Ucrania robaban bombillas de sus centros de trabajo y las sustituían por otras fundidas que traían de casa. Por todo ello el Bloque del Este reventó. La gente comenzó a vivir de acuerdo a sus propias reglas, no según las reglas del gobierno. Si no eres todavía un anarquista de mercado, o por lo menos alguna clase de libertario, te preguntarás qué tiene que ver lo que sucedió en la Unión Soviética con los modernos estados de bienestar, como los de Estados Unidos, Canadá, el Reino Unido y los de Europa Occidental. Tiene que ver con la ineficiencia gubernamental. Como dijo Murray N Rothbard en Power and Market (y en otros libros), “el socialismo no puede calcular”; o, como dijo David D Freidman en The Machinery of Freedom, eso le cuesta al gobierno el doble de lo que debería costarle producir algo; y, añadiría yo, no es seguro que alguien desee lo que está produciendo. “Sólo déjenme solo”, yo les habría dicho. Pero, como dije, decirle al gobierno que se vaya no hará que se vaya. Así no trabaja el gobierno. Hay dos maneras de obtener riqueza: el método económico (producción e intercambio voluntarios) y el método político (coerción). El primero beneficia a todas las partes implicadas, y no deja a nadie peor de lo que ya estaba antes (aquí se podría argüir que la competencia deja a los productores menos eficientes en condiciones peores; pero eso se debe a sus propios actos, no a los actos de otros). El segundo sólo beneficia a unos pocos intereses especiales y deja a todo mundo peor de lo que estaba antes. Sería lógico asumir que todo el mundo preferiría el método económico; pero hay una trampa oculta en el método político. En él tú no tienes que trabajar o producir, ni con tus manos ni con tu cerebro. Sólo tienes que votar, y el método económico será obstaculizado por las reglas del gobierno: regulaciones, impuestos, tarifas, prohibiciones, licencias… Claramente, es más atractivo el método político. Sólo que, a largo plazo, eso no funciona. Hay una diferencia de grado, que no de clase, entre la llamada civilización occidental y el Bloque del Este. Lo que una vez fundó la civilización occidental -el liberalismo clásico, i.e., el libertarismo- terminó siendo sustituido, durante el último siglo, por el altruismo y el misticismo. Y eso no es verdad sólo para el Oriente Medio o para los mullahs de Irán; también lo es para el actual sistema occidental. Lo que mantiene vivas a las naciones occidentales es lo que queda de lo que una vez fue. Mientras que el siglo 19 fue, en su mayor parte, un siglo de paz, comercio, sistemas bancarios y migración libres, el siglo 20 vino a ser un siglo de guerras, proteccionismo, keynesianismo y fronteras cerradas. Si no estamos muriendo de hambre en el mundo occidental se debe al siglo 19. El sistema actual no está funcionando. Estamos matando la gallina de los huevos de oro. Goza de los frutos, pero no derribes el árbol, como dijeron, hace años, un grupo de empresarios suecos radicales. ¿Tengo que añadir que no eran la voz de las Grandes Corporaciones? ¿Y entonces? ¿Qué, si no puedo hacer que el gobierno desaparezca mañana? Si reventará en veinte años o a partir de ahora, ¿eso qué? ¿Qué puedo hacer hoy? Hay mucho por hacer hoy. Es inútil tratar de vender el libertarismo a la sociedad “como un todo”. Es pérdida de tiempo y energía que pudieran usarse para cosas mejores. Saber y entender que el sistema actual reventará y provocará una situación aún más desesperada, eso dará a los iluminados un arma para enfrentar el mañana mejor que el arma que tiene el hombre promedio, que piensa que todo será igual para siempre. ¡Nada permanece! El cambio es el otro nombre de la actividad humana. Sé un iluminado, y, como tal, tienes que ser egoísta. Tienes que asegurar tu propia estabilidad para enfrentar los tiempos inestables que están por llegar. Se ha calculado que los huevos de oro serán sólo historia dentro de poco, en mi país, Suecia. Para el 2020 no habrá más dinero en la caja del gobierno para la atención de la salud, el bienestar y las pensiones. Ésa fue la gran noticia al comenzar el año. Pero de eso no se habla. Ningún político se molesta en discutirlo con seriedad. ¿Difícil entenderlo? No, muy fácil: no es algo que los votantes quieran escuchar. Los políticos no son filósofos o científicos; son vendedores, aunque con la peculiaridad de que, si bien sólo algunos les compran, todo mundo (excepto algunos grupos de interés especial) terminan pagando la cuenta. No es difícil imaginar qué sucederá. Ya pasó antes; sólo hay que mirar hacia Argentina y Uruguay. Ambas eran naciones ricas hace cien años. Uruguay fue la primera en caer, la democracia fue anulada, y en los 70’s esa pequeña nación sudamericana se convirtió en un matadero. Argentina fue una de las naciones más ricas en 1900. Enviaba ayuda a Suecia. Los trabajadores argentinos bebían vino con la cena. Hoy se conforman con tener empleo y encontrar alguien que les pague. Quedan contentos cuando la inflación no destruye sus ahorros. Uruguay y Argentina no eran países socialistas al estilo soviético. Eran estados de bienestar socialdemócratas. Se intentó, y fue un fracaso de los grandes. Si tienes activos, ¡ocúltaselos al gobierno! Todavía quedan paraísos fiscales en el mundo, como las Islas Caimán, Luxemburgo y (hasta hoy) Estonia. Si no tienes mucho que esconder, tienes que crearlo. Es necesario para los iluminados que inventen sistemas de ingresos libres. Hay muchas maneras de hacerlo. Tienen que ver con la cuestión de la oferta y la demanda. Seguro que hay mercados intervenidos ahí donde vives. Bienes y servicios que son producidos, pero que son detenidos u obstaculizados por el gobierno intervencionista. Pueden ser muchas clases de cosas. No me pondré moralizante en esto. Se puede ser taxista sin licencia, o fabricar licores ilegales, o contrabandear cigarrillos, vender marihuana, vender tus servicios artesanales en el mercado negro, etcétera. Tu imaginación es el único límite. Claro que hay riesgos. Y deben tomarse en cuenta. Pregúntate siempre: “¿qué pasa si me atrapan?, ¿cuál es la pena máxima?” Y luego decide qué riesgo correr. Yo no te diré hasta dónde llegues. Es buena idea diversificarte. Hacer varias cosas, tener varios mercados. Digamos que te haces fabricante de licores ilegales, pero no tienes tiempo para encontrar clientes. ¿Tienes amigos de confianza? Quizá ellos sepan de gente interesada en comprar. Si produces cosas ilegales, busca sitios alternativos para hacerlo. Un apartamento urbano no es el mejor lugar para ello. Mi mensaje más importante, tal como lo dije arriba, debe decirse una vez más: no juegues sus juegos. Juega tus propios juegos. Es arriesgado, pero, vamos, ¿eres un siervo o un hombre libre? ¿Alguien te dará la libertad, o tú la tomarás por ti mismo? Yo ya sé cuál fue mi elección.
Traducido del inglés por William GIlmore.