Pensadores que cuestionaron el estado

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[Este ensayo está adaptado del discurso de David Gordon el Círculo Mises de Costa Mesa]

Estoy encantado de ver tanta gente con la mente abierta con respecto a la sociedad sin estado. Por desgracia, hay que gente que no es como vosotros. Esa gente leerá acerca de lo malo que es el gobierno y puede llegar a la conclusión de que este debería limitarse. Pero rechaza de inmediato la idea de que podamos arreglárnoslas sin ningún estado. Me recuerdan al hombre que lee lo malo que es fumar para la salud y deja de leer.

En un pequeño discurso no puedo ofrecer una historia completa del pensamiento acerca de la sociedad sin estado. Por el contrario, me concentraré en unos pocos destacados. Me gustaría empezar con lo que considero una curiosa paradoja en la historia del pensamiento político. Si preguntáis hoy a la gente acerca de una sociedad sin estado, a menudo responderán: “es una bonita idea, pero sencillamente no funcionaría- Podría ser estupenda si pudiésemos confiar en la cooperación pacífica para resolver nuestros problemas, pero no es realista pensar que esto es posible. No podemos arreglárnoslas sin estado”.

La paradoja que mencioné es esta: En el antiguo pensamiento político, a veces encontramos lo opuesto a esta reacción: el anarquismo podría funcionar, pero no sería una buena idea. El Libro II de la República de Platón, por ejemplo, describe una sociedad pequeña de personas que producen bienes y los intercambian por lo que producen otros. Pero esta sociedad se describe en términos poco halagadores como la “Ciudad de los Cerdos”. El principal problema con ella es que la gente podría hacerse demasiado avariciosa. Necesitamos una clase guardiana especial para controlar a la gente. Con su superior raciocinio, los guardianes impedirán que la gente se vea dominada por su inapropiado deseo de riqueza.

Aristóteles y Platón a menudo no están de acuerdo, pero en el Libro 1 de su Política, Aristóteles también describe una sociedad que funciona sin un estado. Habla de familias que se unen en una comunidad para la producción y el intercambio. Como Platón, Aristóteles no quiere pararse aquí. Pero, al contrario que Platón, que dice que necesitamos un estado para impedir que la gente se desmadre, Aristóteles tiene una razón distinta para introducir el estado. Dice que la vida más alta para la mayoría de la gente es dedicarse a la deliberación pública sobre los asuntos de la ciudad. La asociación de familias dedicadas a la producción debe limitarse por un régimen político, en el que pueda tener lugar la deliberación pública. Tiene una frase famosa sobre esto: “el hombre es un animal político”. La deliberación política real no es en absoluto la vida más alta. La vida más alta es la ida del filósofo, pero solo está disponible para unos pocos. Para la mayoría de la gente, la deliberación política en la ciudad es esencial para un buena vida y una comunidad basada en el interés económico no proporcionará esto.

Hubo pensadores en la antigüedad que, contrariamente a Platón y Aristóteles, rechazaban el estado. Por ejemplo, el filósofo estoico del siglo III, Zenón de Citio, escribió un libro anti-estatista al que se denomina normalmente como La República de Zenón. Por desgracia, el libro no ha sobrevivido y solo sabemos sobre su contenido mediante citas de otros. Pero, de nuevo, lo que quiero destacar es que para Platón y Aristóteles el anarquismo podría funcionar pero no sería una buena idea.

Quiero saltar de Platón y Aristóteles a un escritor muy posterior. Omito toda explicación de la Edad Media y el Renacimiento: como dije antes, este discurso no pretende ser un análisis histórico. El pensador que quiero explicar es el gran liberal clásico francés, Frédéric Bastiat (1801–1850), que escribió un panfleto, La Ley, que se publicó en junio de 1850. El año de su muerte. Por cierto, ese libro me causó una gran impresión cuando estudiaba bachillerato hace más de cincuenta años y continúa impresionándome. Bastiat cuestionaba la suposición fundamental  tras el rechazo del anarquismo en el pensamiento político antiguo. Es la idea de que necesitamos tener una clase por encima de toda la masa de gente, que tiene que ser moldeada por aquellos de sabiduría superior. Esto está claro en Platón, con su clase de guardianes, pero incluso en Aristóteles los ciudadanos que deliberan sobre el bien de la ciudad gobiernan sobre los que no son ciudadanos en la ciudad. Bastiat preguntaba: ¿por qué debemos asumir esto? ¿De dónde obtiene su “sabiduría” la supuesta clase superior y qué da a esta clase el derecho a gobernarnos?

Bastiat planteaba algo que podría tomarse en un sentido anarquista, aunque él mismo no lo aplicara en ese sentido: Si partimos de la premisa de que cada persona tiene los derechos a la vida, la libertad y la propiedad, entonces cualquier poder que tenga el estado solo puede proceder de que el pueblo acepte darle este poder. Lo esencial de Bastiat es que incluso si la gente acuerda crear un estado, este no puede adquirir nuevos derechos que no tengan los individuos. El estado no podría adquirir derechos adicionales. La implicación anarquista para esto es que si las personas no tienen el derecho a monopolizar los servicios de protección en un territorio concreto, tampoco lo tiene el estado. La vía para el anarquismo está clara.

Los argumentos de Bastiat destruyen la base intelectual del estado. No necesitamos un grupo superior de gobierno sabio por encima de nosotros y ese grupo no tiene derecho a hacerlo. Pero si aceptamos este argumento, tenemos que afrontar la pregunta: ¿por qué existen los estados?

Quiero mencionar a dos pensadores que nos ayudarán a responder a esta pregunta: Franz Oppenheimer (1863–1943) y su discípulo Albert Jay Nock (1870–1945). Oppenheimer era un sociólogo alemán que se exilió después de que Hitler llegara al poder en 1933. Enseñó en Estados Unidos y murió en Los Ángeles, no muy lejos de donde estamos ahora. Escribió The State, que se publicó en 1908 y se tradujó al inglés en 1915. Nock escribió Our Enemy the State en 1935.

Oppenheimer y Nock decían que había dos maneras de adquirir riqueza; una era la producción y el comercio pacíficos. A esta la llamaban los medios económicos. Por desgracia, hay otra manera de conseguir riqueza. Es apropiarse de la riqueza de aquellos que la han producido, Llamaban a esto los medios políticos. Definen al estado como la organización de los medios políticos. Desde esta perspectiva, el estado es una organización depredadora, una banda de ladrones.

Es una teoría muy interesante, pero ¿cómo sabemos que es verdad? La historia no es una disciplina a priori. No podemos deducir solo usando la lógica que hayan ocurrido ciertos acontecimientos. La única forma de demostrar que Oppenheimer y Nock iban por el buen camino es mediante la investigación histórica.

Eso es justamente lo que hicieron Oppenheimer y Nock: proporcionaron ejemplos históricos para apoyar su teoría del estado. Oppenheimer realizó un estudio cuidadoso de la literatura antropológica. Todo estado que fue capaz de descubrir y descrito en esta literatura empezó como un grupo depredador. También revisó el mundo antiguo y llevó su estudio a lo largo de la Edad Media hasta su propio tiempo. El estado siempre era depredador.

Nock resumía en su libro la teoría de Oppenheimer y la aplicaba a la historia estadounidense. El estado estadounidense, como todos los demás, era depredador. Nock apoyaba con vigor la opinión de Charles A. Beard, en su famoso libro An Economic Interpretation of the Constitution of the United States (1913). Según Beard, la Constitución se escribió para defender los intereses económicos de un grupo particular de personas ricas. El estado estadounidense era una banda depredadora, igual que los demás estados.

Quiero apuntar una cosa acerca de la estructura lógica de la argumentación de Oppenheimer y Nock. Cuando expliqué esta argumentación en uno de mis cursos en línea para la Academia Mises, un estudiante planteó una objeción. Preguntó: ¿no ha habido ejemplos históricos de sociedades sin estado? Tenía razón, sin duda las ha habido, pero eso no refuta a Oppenheimer y Nock. Su tesis es que todo estado es depredador. Para rebatirlo, hay que encontrar un estado que no fuera depredador. No es parte de su tesis que toda sociedad tenga un estado. Ejemplos de sociedades sin estado habrían sido buenas noticias para Oppenheimer y Nock, porque eso nos habría dado alguna razón para pensar que también podemos arreglárnoslas sin estado.

Bastiat cuestionó la antigua enseñanza de que la gente tenía que estar gobernada por una élite superior. Oppenheimer y Nock demostraron que el estado es una banda de ladrones. Las opiniones de estos pensadores son muy útiles para combatir los que Nietzsche llama “el más frío de todos los monstruos fríos, el estado”.


Publicado originalmente el 13 de diciembre de 2014. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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