¿La gente tiene más dinero? ¡Pongámosle un impuesto!

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Como destacaban David Henderson y Peter Boettke, los mercados y la competencia son como malas hierbas, no flores delicadas. Las economías se recuperan incluso de los más graves episodios de auge-declive y a pesar de la incertidumbre de régimen que retarda el crecimiento. Incluso la carga de regulación, en expresión de Pierre Lemieux, causa “colapsos a cámara lenta o estancamiento, no un crash. Pero puede contarse con algo, en cuanto la innovación o la recuperación empiece a proporcionar poder adquisitivo adicional para la clase productiva de la economía, la masa de las “necesidades no atendidas” empezará rápidamente a reclamar en voz alta una mayor porción pública del “botín” para algún  bien público que se imagina mejor.

Un ejemplo reciente, un editorial, “Capitalize on low fuel prices by raising Colorado gas tax”, en el Denver Post, destacaba que los precios actualmente bajos y que se espera que sigan bajos de la gasolina presentan una excelente oportunidad para aumentar sin traumas el impuesto a la gasolina, si no a nivel federal (debido a la resistencia de algunos a aumentar los impuestos), entonces a nivel estatal. Como piensan muchos de los que apoyan el gran gobierno, un dólar extra en el bolsillo de un contribuyente potencial lo gasta mucho mejor la élite ilustrada.

El argumento del Post me recordó a mi segundo pasaje favorito de la literatura libertaria clásica, la comparación de Lysander Spooner entre el recaudador de impuestos y el bandolero. Digo el segundo, porque si dijera cuál es mi favorito alguien me recordaría la distinción de Franz Oppenheimer y Murray Rothbard entre los medios políticos (saqueo, depredación) y los medios económicos (producción voluntaria e intercambio) o las numerosas contribuciones de Bastiat, como La Ley, “La petición de los fabricantes de velas” o “Lo que se ve y lo que no se ve”.

La propuesta del Post, como argumenta Spooner, te haría tener al gobierno cabalgando a tu lado mientras conduces, extrayéndote tanto como te beneficies de esta “sociedad” al tiempo que continúa metiendo mano en tu bolsillo. Apenas lo notarás, nos dicen. ¡Son solo unos peniques en cada dólar! ¿Quién podría oponerse, salvo Walter Block?

¡Lysander Spooner! Spooner fefutó muy eficazmente la idea de que el gobierno y sus impuestos sean equivalentes a ser miembro voluntario de un club para ganancias mutuamente beneficiosas al compararlo con un bandolero.

El hecho es que el gobierno, como un bandolero, dice a un hombre: La bolsa o la vida. Y muchos, si no todos los impuestos, se pagan bajo la compulsión de esa amenaza.

Es verdad que el gobierno no aborda a un hombre en un lugar solitario, le empuja a la cuneta y, poniéndole una pistola en la cabeza, procede a vaciarle los bolsillos, Pero el robo no deja de ser un robo en ese sentido y es mucho más ruin y vergonzoso.

El bandolero asume solo sobre él la responsabilidad, el peligro y el delito de su propio acto. No pretende tener ningún derecho sobre tu dinero ni intenta usarlo para tu propio beneficio. No pretende ser nada más que un ladrón. No ha adquirido la suficiente impudicia como para afirmar ser simplemente un “protector” ni el que tome el dinero de los hombres contra su voluntad, simplemente para permitirle “proteger” a esos infatuados viajantes, que se se sienten perfectamente protegerse a sí mismos o no apreciar este peculiar sistema de protección. Es un hombre demasiado sensato como para hacer declaraciones como estas.

Además, habiendo tomado tu dinero, te deja, que es lo que quieres que haga. No persiste en seguirte en el camino, contra tu voluntad, suponiendo ser un “soberano” por derecho, debido a la “protección” que te proporciona. No sigue “protegiéndote”, ordenándote que te postres y le sirvas, obligándote a hacer esto y prohibiéndote hacer aquello, robándote más dinero tan pronto como le interese o plazca hacerlo y calificándote de rebelde, traidor y enemigo de tu país y disparándote sin piedad si discutes su autoridad o te resistes a sus demandas. Es demasiado caballero como para ser culpable de esos engaños e insultos y villanías como estos. En resumen, además de robarte, no intenta hacer de ti su incauto o su esclavo.

La propuesta también ilustra el análisis de coste-beneficio de muchos defensores de los impuestos y el gasto público: cualquier programa existente es más importante que cualquier programa nuevo. Nunca hay una necesidad de repriorizar. Al hacerse disponibles nuevas fuentes potenciales de ingresos o si la élite reconoce potencial fiscal sin usar, nuevo gasto público, siempre para una necesidad no atendida, es más beneficios que cualquier gasto de un ganador real de cualquier beneficio privado.

La ignorancia económica abunda. Los recursos son escasos. Siempre hay fines y necesidades no atendidas en competencia. Pero en un mercado no intervenido, en una economía libre, una necesidad no atendida es un fin sacrificado, temporalmente dejado aparte, ya que los recursos se usan para fines más valorados.

Guardaos de estos “engaños e insultos y villanías” cuando llegan a un gobierno nacional estatal o local cerca de vosotros.

 


Publicado originalmente el 19 de enero de 2015. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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