La unidad básica de toda actividad económica es el intercambio libre y sin coacciones de un bien económico por otro. Además, la decisión de realizar el intercambio se basa en las preferencias subjetivas clasificadas ordinalmente de cada parte en el intercambio. Para lograr la máxima satisfacción en el intercambio, cada parte debe tener la completa propiedad y control del bien que desea intercambiar y puede disponer de su propiedad sin interferencias de un tercero, como el gobierno.
El intercambio tendrá lugar cuando cada parte valore el bien a recibir más que el bien que entrega. El resultado esperado (en modo alguno garantizado) es una mayor satisfacción total para ambas partes. Cualquier satisfacción o insatisfacción posterior con el intercambio debe afectar completamente a las partes afectadas. La mayor satisfacción esperada que prevé uno o ambos no puede depender de dañar a un tercero en el proceso.
Los terceros no pueden crear valor obligando al intercambio
Pueden deducirse varias observaciones de la explicación anterior. No es posible que un tercero dirija este intercambio para crear un resultado más satisfactorio. Ningún tercero tiene la propiedad de los bienes a intercambiar; por tanto, ningún tercero puede tener una preferencia subjetiva legítima sobre la que basar una evaluación respecto de la mayor satisfacción a obtener. Además, la mayor satisfacción de cualquier intercambio no puede cuantificarse en ninguna forma cardinal, pues la preferencia subjetiva de cada parte es solo ordinal.
Esto descarta toda medición utilitarista de la satisfacción sobre la que puedan basarse las intervenciones. Cada intercambio es un mundo económico en sí mismo. Recopilar estadísticas sobre el número y la equivalencia en dólares de muchos intercambios no tiene ningún sentido para fines que no sean históricos, tanto porque los dólares implicados no sean representativos de las preferencias y satisfacciones de otros implicados en el intercambio como porque el volumen y las equivalencias en dólares de intercambios futuros son independientes de intercambios pasados.
Un ejemplo: El caso del etanol
Examinemos un intercambio reciente y típico que viola nuestra definición de un verdadero intercambio, pero lo justifican los intervencionistas públicos actuales: el uso subvencionado, protegido y obligatorio del etanol.
Se obliga al uso del etanol, es decir, el gobierno obliga a su mezcla como gasolina. El gobierno no posee el etanol, así que no es posible que tenga una preferencia subjetiva válida. Los obligados a comprar etanol en realidad reciben cierta insatisfacción. Si hubiesen deseado comprar etanol, no habría hecho falta ninguna orden.
Como los que realizan el intercambio forzoso no deseaban en principio el etanol, no tiene sentido incluir el valor en dólares de las ventas de etanol en las estadísticas que pretendan medir el valor social de los bienes intercambiados en nuestra economía. Aun así, el gobierno incluye todos los intercambios obligados como una fuente de “valor” en sus propios cálculos.
Es solo un ejemplo destacado de muchas mediciones como esa que se incluyen en nuestras estadísticas del PIB tratando de convencernos de que “nunca hemos estado mejor”.
Otro ejemplo: La economía soviética
Nuestra visión defectuosa de que los gobiernos pueden mejorar la satisfacción nos hizo que juzgáramos mal la amenaza militar de la Unión Soviética durante décadas. Nuestra CIA puso valores en dólares occidentales en los datos de la producción soviética para llegar a la conclusión de que su economía estaba creciendo más rápidamente que la de EEUU y sobrepasaría el PIB de EEUU en algún momento no lejano en el futuro. Excepto mínimas excepciones, todos los recursos de producción económica en la Unión Soviética eran propiedad del estado. Esto no significa necesariamente que al estado le fuera posible tener preferencias subjetivas válidas, pues quienes ocupaban cargos importantes en el estado, los ocupaban por la tolerancia de los que solo podría describirse como jefes de bandas, que mantenían sus cargos muy provisionalmente.
La propiedad estatal no es propiedad real. Lo que están en posiciones de poder con responsabilidad sobre recursos mantienen sus cargos para una periodo concreto de tiempo y tienen poca o ninguna capacidad para pasárselo a sus herederos. Así que los recursos acaban sucumbiendo a la ley de la tragedia de los comunes y se saquean hasta la extinción. Sin embargo, el despilfarro de los recursos de propiedad común de la Unión Soviética fue calculado por nuestra CIA como respondiendo a una demanda legítima.
El profesor Yuri Maltsev vio de primera mano la destrucción total de la economía soviética. En Requiem for Marx da un retrato desgarrador del sufrimiento del pueblo ruso mediante una planificación centralizada irracional dirigida por el estado, que no se acercaba a atender las necesidades legítimas de la gente, mientras nuestra CIA continuaba publicando estadísticas falsas de la supuesta fortaleza de la economía soviética,, a partir de las cuales la administración Reagan basó su expansión militar sin precedentes en tiempos de paz.
Permitir el intercambio pacífica, redirigir el intercambio violento
Con la premisa de que ningún intercambio puede dañar a otro, como se explica tan bien el libro del Dr. Thomas Patrick Burke, No Harm: Ethical Principles for a Free Market, llegamos a la conclusión de que ninguna agencia externa puede crear mayor satisfacción económica que un intercambio libre y sin coacción. Las estadísticas que apoyan esas intervenciones no tienen sentido, porque no pueden reflejar la satisfacción obtenida por preferencias subjetividad verdaderas ordinales. Una vez se reconoce y acepta esta explicación, las consecuencias para la mejora de nuestra satisfacción total no enormes. Nuestra economía puede librarse de los intercambio y regulaciones económicos dirigidos por el gobierno.
Publicado originalmente el 7 de enero de 2015. Traducido del inglés por Mariano Bas Urible. El artículo original se encuentra aquí.