La inclinación de la OMS contra el libre mercado en la atención sanitaria

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Una de las estadísticas hoy más comúnmente referenciadas contra un sistema de atención sanitaria de libre mercado es la clasificación de sistemas sanitarios en todo el mundo de la Organización Mundial de la Salud. Clasifica a los países con medicina socializada como Francia (con el número 1) en lo más alto y clasifica a Estados Unidos tan bajo como el número 37. En buena parte por este veredicto de la OMS, muchos estadounidenses que reclaman una reforma de la atención sanitaria quieren que dicha reforma se dirija hacia una medicina socializada. Es un error y la opinión de la OMS está sobrevalorada por la población general. La propia estadística, que clasifica a EE. UU. como 37º del mundo en atención sanitaria, es conocida por lo general. Más allá de esa idea, hay bastante misterio. Aunque mucha gente conoce la estadística, muy poca gente sabe realmente cómo se lleva a cabo.

Hay varios criterios en la clasificación de la OMS de los sistemas de atención sanitaria en todo el mundo. A verdad que algunos de estos criterios son esenciales para valorar y determinar la eficacia directa de cualquier sistema sanitario de una nación. Sin embargo, también es cierto que muchos criterios de la OMS no solo son irrelevantes para la calidad y eficacia real del sistema de atención sanitaria de un país, sino que también contribuyen a un sesgo, y particularmente a un sesgo contra sistemas sanitarios de libre mercado. En concreto, un criterio cómo cuántos pacientes pagan de su bolsillo e incluso un criterio tan subjetivo como la “justicia” (en el que Estados Unidos se clasifica el 54º en todo el mundo según la OMS).

Cuando la OMS rebaja la clasificación de Estados Unidos debido a una mala puntuación en criterios como los antes indicados, asume en la práctica que para su audiencia estaría bien que se redujera la calidad real de su atención médica, siempre que le costara menos. Aunque esto pueda ser verdad para cierta gente, no toda o siquiera la mayoría de la gente estaría dispuesta a este cambio. De hecho, una información algo menos citada de la OMS es que incluso la propia OMS clasifica como número 1 en el mundo en áreas de respuesta a las necesidades de pacientes en elección de proveedor, dignidad, autonomía, confidencialidad y la muy importante área de atención a tiempo.

Estados Unidos es también líder en tecnología médica. Por ejemplo, Estados Unidos tiene el doble de unidades de resonancia magnética y un 25% más de escáneres de tomografía axial por millón de personas que Italia, aunque Italia esté mucho más alta en la lista de la OMS que Estados Unidos. Según la OCDE, Estados Unidos tiene más escáneres de tomografía axial por millón de personas que cualquier país del mundo, y más unidades de resonancia magnética que cualquier país del mundo, salvo Japón.

Indudablemente el sistema sanitario estadounidense es muy problemático y está lejos de ser perfecto, aunque sí tiene varios aspectos virtuosos. Por ejemplo, las listas de espera para consulta en Estados Unidos son mucho más cortas que en países con medicina socializada. Por dar unos pocos ejemplos: En Estados Unidos, el plazo de espera para un especialista es de diecinueve días, mucho menos excesivo que los sesenta y cinco días de España. En Gran Bretaña, más de la mitad de los pacientes esperan más de dieciocho semanas (cuatro meses y medio) para consulta. Para una prótesis de cadera, en Estados Unidos hay que esperar unas tres semanas o menos, en Canadá, poco más de cuatro semanas. En Italia, hay que esperar setenta días para una endoscopia y las mujeres noruegas esperan más de dos meses para una histerectomía.  Además, el sistema sanitario de EE. UU. hace un trabajo excepcional a la hora de garantizar la privacidad del paciente y su libertad de elegir.

También resulta que parte de lo que permite a la mayoría de los sistemas de atención sanitaria europeos y asiáticos ser tan eficaces como son, es la ayuda que reciben de sus respectivas prácticas sanitarias privadas, que en muchas formas y en muchos países están mucho menos reguladas por el gobierno que el mercado sanitario privado de Estados Unidos. Para ver esto más claramente, puede verse que Canadá, que tiene un sistema sanitario público similar en muchos aspectos a los modelos europeo y asiático, se encuentra muy por debajo de dichos modelos. Probablemente esto se deba al hecho de que, al contrario que otros países, Canadá ha llegado a prohibir servicios sanitarios privados y por tanto su gobierno se queda solo en lo que se refiere a provisiones médicas.

Cuando la OMS calcula sus cifras, tiene en cuenta varios factores que dicen poco o nada acerca de la calidad real del sistema sanitario de un país y en muchos casos son definidas con un sesgo contra la atención sanitaria del mercado libre real. Si eliminamos esos criterios, el sistema sanitario de EE. UU. se ve mucho mejor de lo que parece si se considera todo lo que usa la OMS en sus clasificaciones. La OMS es una burocracia y no debería sorprender que, como tal, sea favorable a otras burocracias, como los sistemas sanitarios nacionales. Aunque el sistema sanitario de EE. UU. respecto de otros países se vea malo sobre el papel, según la OMS, aquello a lo que tendría que renunciar Estados Unidos para aparecer mejor a los ojos de la OMS, muchos podrían afirmar que es de mayor valor que lo que se obtendría para alcanzar esa clasificación superior: calidad a cambio de igualdad. Aunque nadie quiere poner un precio a la vida y a la vida sana, incluso los datos presentados por la OMS sugieren que la gente en países que sí lo hace probablemente esté mejor que los que no lo hacen.


Nota: las opiniones expresadas en este artículo no reflejan necesariamente las de Mises Hispano.

Publicado originalmente el 22 de diciembre de 2014. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.