Escribiendo sobre las manifestaciones y revueltas de Ferguson, Darlena Cunha afirmaba en Time Magazine que el Tea Party “debe su nombre a una revuelta, la Fiesta del Té de Boston”. Cunha continúa afirmando después que las revueltas de Ferguson siguen la tradición de la Fiesta del Té de Boston, que celebra esta semana su 241º cumpleaños.
En respuesta, varios comentaristas conservadores negaron la afirmación de Cunha (y muchas similares) de que ambos eventos sean comparables.
Dan McLaughlin opinaba en The Federalist que las revueltas de Ferguson “no se parecen” a la Fiesta del Té de Boston y señalaba que la violencia de esta última (y fue violencia) se dirigía contra objetivos muy concretos, mientras que los manifestantes de Ferguson parecían emplear una violencia indiscriminada.
Está bien. Tácticamente, las revueltas de Ferguson no tienen prácticamente nada en común con la Fiesta del Té de Boston. Frente a la destrucción del té por la multitud de Boston, las revueltas de Ferguson fueron ineficaces y no tenían un objetivo claro. Los manifestantes de Ferguson ni siquiera atacaron el ayuntamiento de Ferguson, que claramente actuó con una legitimidad cuestionable que parece existir principalmente para extraer dinero de los “ciudadanos”, mientras que la policía hizo poco por proteger realmente la propiedad privada.
Los “patriotas” iniciaron violencia real… contra inocentes
Así que mientras que las revueltas de Ferguson se recordarán como estallidos inútiles de violencia mal dirigida, iniciados contra partes inocentes, no pretendamos que los autores de muchas acciones de protesta durante el periodo revolucionario no hicieron lo mismo.
Desde la perspectiva de los que defienden al Tea Party y condenan a los manifestantes de Ferguson, es inteligente seguir defendiendo concretamente la Fiesta del Té, porque los Hijos de la Libertad, un grupo muy unido de manifestantes implicados en la Fiesta del Té y a menudo liderados por Samuel Adams, eran conocidos por su violencia como banda, aunque fuera violencia más políticamente eficaz y mejor enfocada que la mayoría.
La Fiesta del Té quizá se recuerde tan amablemente porque fue de las acciones menos violentas de las acciones de protesta importantes perpetradas por los Hijos de la Libertad. La destrucción del té, que fue financieramente dañina para muchos ciudadanos privados distintos de la corporatista Compañía de las Indias Orientales, fue sin embargo relativamente inocua para el sector privado de Boston en general.
Pero cuando consideramos las muchas otras acciones de protesta de los Hijos de la Libertad antes del inicio de la Revolución, muchas de ellas podrían describirse fácilmente como actos de violencia no defensiva, intimidación y destrucción sin sentido. Muchos recaudadores de impuestos renunciaron a sus cargos por miedo. Otros, incluyendo ciudadanos meramente sospechosos de apoyar a los británicos, fueron embreados y emplumados (es decir, torturados) por los manifestantes.
Los realistas conocidos eran amenazados habitualmente con daños físicos, tanto a ellos como a sus familias y propiedades. Muchos realistas huyeron de las colonias por miedo a perder sus vidas y, después de la clausura del puerto de Boston, muchos se mudaron al centro de Boston buscando protegerse de las bandas. Se quemaron casas de realistas, el robo era habitual entre los Hijos de la Libertad (se robaron cientos de libras de la casa del gobernador Hutchinson después de ser saqueada por una banda de bostonianos pobres y de la clase trabajadora). Atrapados en medio de esto, debería recordarse, había niños y esposas de las partes culpables, que en muchos casos eran solo funcionarios de bajo nivel.
Así que, aunque hay muchas diferencias entre las manifestaciones de Ferguson y las de Massachusetts en la década de 1770, no puede decirse que unas deberían condenarse por ser violentas y las otras puedan alabarse porque no fueron violentas.
Y dada la naturaleza de la Revolución Americana, no debería sorprendernos en absoluto que los patriotas usaran habitualmente violencia no defensiva. Después de todo, la Revolución Americana fue una rebelión armada. A los niños en edad escolar se les enseña una versión muy edulcorada del conflicto, en la que los revolucionarios no atacan más que a soldados armados y los desacuerdos locales se definen por un debate vivaz no violento. Pero para mucha gente implicada en el conflicto, esto estuvo lejos de la realidad.
Por ejemplo, en el teatro de la guerra en el sur, el ejército británico armó milicias leales que iniciaron una campaña de tierra quemada contra los rebeldes. Quemaron viviendas hasta los cimientos, despedazaron y asesinaron a mujeres embarazadas, mostraron las cabezas decapitadas de sus víctimas y emplearon otras tácticas terroristas.
Los rebeldes respondieron de la misma forma, atacando a muchos que no tuvieron ningún papel en los ataques a casas de patriotas, incluyendo mujeres y torturando a supuesto tories con métodos como el “spicketing”, en el que se hacía girar a las víctimas sobre estacas puntiagudas hasta que estas quedaban empaladas.
Además, esas tácticas eran parte de una mayor radicalización de la población que se produjo en todas las colonias en respuesta a la ocupación británica y los abusos de las milicias leales. (Murray Rothbard se ocupa del verdadero radicalismo de la Revolución en el capítulo 80 de Conceived in Liberty).
De hecho, el destino de los leales durante la Revolución nos dice todo lo que necesitamos acerca de las acciones supuestamente “no violentas” de los patriotas. En todas las colonias, quizá hasta 60.000 leales huyeron de ellas. Probablemente a algunos les movió un apego nacionalista a los británicos, pero muchos miles (la mayoría, ciudadanos privados) huyeron porque temían por sus vidas o habían caído en la pobreza por las acciones de los patriotas.
El estado depende de iniciar violencia
Por supuesto, vivimos con violencia política cada día. El estado inicia violencia constantemente contra gente pacífica. El estado arresta, aterroriza, roba y destruye de forma habitual. Ataca a inocentes que no son culpables de nada, sino que crea “delitos” como violar las minucias regulatorias del estado o poseer una planta ilegal o vender leche ilegal. Si condenamos la violencia no defensiva de los manifestantes de Ferguson, tendríamos que condenar también toda violencia igualmente no justificada, incluyendo la de los empleados por el estado contra aquellos que no han iniciado violencia. Si se quiere mantener alguna coherencia ética, es imposible denunciar la violencia de los saqueadores de Ferguson y apoyar simultáneamente la violencia de las leyes anti-droga, el robo de los recaudadores de impuestos, los asaltos federales para aplicar leyes sobre armas o, en el caso de los revolucionarios, la violencia contra los hijos de los recaudadores de impuestos o los granjeros sospechosos de apoyar a los británicos.
La violencia empleada contra cualquiera que no sea quien inició violencia primero es siempre ilegítima, ya seas un saqueador de Ferguson o un tipo blanco con un sombrero de tres picos.
Nota: las opiniones expresadas en en este artículo no reflejan necesariamente las de Mises Hispano.
Publicado originalmente el 18 de diciembre de 2014. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.