Independicémonos de la Unión Monetaria Americana

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El reciente movimiento para desligar el franco suizo del euro por parte del banco central suizo nos recuerda la importancia de la elección de divisa. Al ligar el franco suizo al euro, el banco central suizo estaba en la práctica subvencionado al euro al rechazar competir con él. Si se hubiera llevado a largo plazo, esto habría significado de hecho una unión monetaria entre el euro y el franco. Sin embargo, por suerte para la mayoría, el banco central suizo mantuvo su independencia legal del euro y se acabó con la ligazón, liberando así a los tenedores de francos suizos de la nueva ronda de inflación de la oferta monetaria que se espera del Banco Central Europeo.

Los que tengan sus ahorros en euros no tienen tanta suerte. Los que están en la Eurozona y trabajan duro para ahorrar e invertir verán reducido el valor de sus euros para seguir subvencionando y rescatando a inversores bien relacionados políticamente que han financiado a los gobiernos europeos del sur. Entretanto, el gobierno de la Unión Europea se enriquecerá, y también sus amigos, mediante el mecanismo de creación de dinero. Esos son los resultados esperados de la expansión del monopolio monetario del dinero en la Eurozona.

El monopolio público del dinero

El experimento monetario europeo nos sirve de nuevo ejemplo de cómo un monopolio monetario es un componente indispensable de un intento de lograr unidad política y un gobierno más poderoso. Como ha señalado Philipp Bagus, la divisa conocida como euro un instrumento tan político como económico. Fortalece enormemente el poder de monopolio disfrutado por el estado naciente conocido como Unión Europea, sin tener que alcanzar primero una verdadera unión política de iure. Los banqueros centrales de una Europa unificada son mucho más poderosos de lo que los banqueros centrales de cualquier estado europeo habrían soñado nunca.

Aunque con mucho más avanzado a este respecto, Estados Unidos está sometido a una unión monetaria similar en mucha formas a la de la Unión Europea. En el siglo XVIII se derogaron las divisas estatales con la victoria de la nueva Constitución en 1788 y poco después de creó el Primer Banco de los Estados Unidos. En ese momento, el control público de la oferta monetaria estaba sin embargo lejos de ser completo. Un verdadero monopolio en funcionamiento sobre la oferta monetaria no se producirá hasta el siglo XX con el Sistema de la Reserva Federal, que mediante su poder regulatorio fue capaz de imponer un monopolio monetario de hecho en Estados Unidos.

Hoy es casi imposible realizar negocios en Estados Unidos sin usar dólares e EE. UU. y el gobierno federal, que regula férreamente el sistema financiero, desanima enormemente, hasta el punto de una completa impractibilidad, el uso de divisa producida privadamente o extranjera para los negocios cotidianos en EE. UU.

Por qué es importante la competencia entre divisas

Desde la perspectiva d un planificador central, la situación monetaria ideal es una sola moneda global controlada por un solo banco central. Con solo una divisa, un gobierno podría inflar a voluntad sin la amenaza de una divisa en competencia, salvo un mercado negro de monedas materiales, que por supuesto estaría prohibido. En otras palabras, cuanta menos competencia tenga un banco central frente a otras divisas, mejor.

En el otro extremo de este espectro hay una economía global con al menos docenas de divisas en competencia. Algunas divisas serían más estables y respetables que otras, pero todas estarían al menos algo limitadas por el conocimiento de que cada una de ellas, si se devalúa demasiado, sería abandonada en algún momento en favor de otra divisa más fiable y estable.

Así, si se quiere restringir el poder de los estados y aumentar la libertad personal y económica, uno de los primeros pasos más sensatos debe ser oponerse al control del estado sobre la oferta monetaria y, a falta de esto, debilitar el monopolio del estado mediante la competencia y la secesión.

Pequeños pasos hacia la libertad monetaria

Curiosamente, a pesar de un siglo de oferta monetaria totalmente centralizada y una prohibición constitucional a las divisas emitidas por los estados, algunos estados siguen imaginando que tienen un papel en el sistema monetario. Por ejemplo, tras la crisis financiera de 2008, legisladores de trece estados sugirieron que sus estados aprovecharan un (aparente) vacío en la Constitución e hicieran a las monedas de oro y plata de curso legal en sus estados, como cobertura frente al desastre económico. Utah fue ligeramente más allá:

Utah fue el primer estado en presentar su propia divisa alternativa cuando el gobernador Gary Herbert ratifico una ley [en 2011] que reconocía las monedas de oro y plata acuñadas por la ceca de EE. UU. como una forma aceptable de pago. Bajo la ley, las monedas (que incluyen las águilas estadounidenses de oro y plata) se tratan igual que los dólares de EE. UU. para fines fiscales, eliminando impuestos a la ganancia de capital.

Como el valor facial de algunas monedas de oro y plata acuñadas en EE. UU.  (como el águila de oro estadounidense de 50$ y una onza) es mucho menor que el valor del metal (…) la nueva ley permite que las monedas se intercambien a su valor de mercado, basado en el peso y el estado.

Aunque sea un paso en la dirección correcta, este tipo de cosas está evidentemente lejos de ofrecer nada que se parezca realmente a una competencia importante para el dólar de EE. UU.

Utah y el “ute”

Sin embargo, para explicarme, supongamos que Utah (que indudablemente tiene su propia historia secesionista particular) fuera aún más allá de esto y emitiera su propia moneda (llamada el “ute”), que la declara de curso legal en Utah junto con el dólar de EE. UU. Utilizando el antiguo franco suizo como modelo, en este escenario, el Banco Central de Utah también se ve obligado legalmente por el legislativo de Utah a garantizar que el ute tiene un respaldo del 20% en oro.

¿Se apresurarían todos a usar el ute? Probablemente no. El dólar de EE. UU. seguiría teniendo la ventaja con enormes efectos red de su lado. No hay razón para creer que la gente en toda la nación empezara a atesorar utes más de lo que los europeos atesoran hoy francos suizos. Sin embargo, el impacto sobre la libertad monetaria para muchos estadounidenses a lo largo del tiempo podría ser significativo. Los estadounidenses que busquen un refugio seguro podrían comprar utes y viajar a Utaj para abrir cuentas en utes no sería viable para la mayoría de la gente. Otros estados podrían adoptar también los utes como moneda de curso legal o simplemente permitir a la gente operar con utes.

Al mismo tiempo, todos seguirían siendo libres para usar el dólar de EE. UU. Los que se preocupen porque el ute sea “sospechoso” o esté a merced de siniestros inflacionistas de Utah podrían simplemente elegir no usar utes.

Pero incluso esta mínima competencia para el dólar disminuiría el poder de monopolio del que disfruta ahora la Fed. Aunque fuera una consideración mínima en términos de inmensa economía global, la existencia del ute limitaría parcialmente a quienes busquen inflar libremente el dólar. Los que entendieran el impacto de las políticas de dinero fácil de la Fed sobre sus ahorros podrían abandonar el dólar a favor del ute. Ahora considerada como “la Suiza de Norteamérica”, el ute se convertiría también en un modelo para otros estados y, al adoptar sus nuevas divisas o las de otros, el monopolio monetario de la Fed se vería todavía más impactado.

Una propuesta extremadamente modesta

Incluso un poco de alternativa monetaria es mejor que prácticamente ninguna alternativa en absoluto, pero evidentemente una propuesta así es extremadamente moderada y difícilmente se asemeja a lo que llamaríamos “banca de libre mercado”. El escenario del “ute” supone la presencia de bancos centrales (aunque en competencia) y divisas que están en el mejor de los casos respaldadas por dinero material. Por otro lado, el hecho de que este escenario parezca tan radical e inviable políticamente para muchos ilustra lo lejos que estamos del dinero fuerte y la libertad monetaria.


Publicado originalmente el 21 de enero de 2015. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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