Por qué el gobierno aún no ha conseguido destruir la economía

0

[Esta entrevista proviene del número de diciembre de The Free Market]

 

Pierre Lemieux escribió un libro indispensable (Somebody in Charge: A Solution to Recession) para quien quiera entender el antes, durante e inmediato después de la “Gran Recesión”.

La importancia de este libro es más mayor que solo su análisis de la crisis. Expone minuciosamente las debilidades y mentiras subyacentes de todo el programa de activismo político keynesiano dirigido por los “espíritus animales”, la irresistible necesidad de acción de quienes se consideran erróneamente al mando.

Lemieux concluye: “Las causas y el legado de la crisis económica de 2007-2009 revela una profunda crisis subyacente, que es una crisis de autoridad” (p. 162). Como yo concluía en mi detallada artículo de reseña del libro de Lemieux, “Si este libro se leyera extensamente dentro y fuera de las aulas, podría ser muy útil en hacer que más gente descubra que no necesitamos a nadie al mando”. Una economía libre funcionaría bien si se le dejara y si sus agentes estuvieran relativamente libres de obstáculos por acciones del gobierno. Esas acciones que obstaculizan la economía incluyen (pero no se limitan a) dirección erróneas fiscal y de la Fed de la producción, cargas regulatorias y políticas erróneas que distorsionan las iniciativas.

En el número del invierno de 2014-2015 de Regulation, el profesor Lemieux vuelve al mismo tema, pero con aspecto distinto, cuando pregunta (y responde): “¿Por qué la regulación no ha aplastado la economía estadounidense?” Su respuesta: los mercados son resistentes. La regulación es para los empresarios como poner alambre de espino en la barandilla para evitar que la abuela se caiga: hace que vaya más lento pero no la detiene. En el proceso de responder a su pregunta, también proporciona una explicación de por qué a la secuela de la crisis de 2007-2009 se le llama a menudo el Gran Estancamiento. Según Lemieux (p. 15), “la regulación es bastante probablemente el elefante invisible en la habitación”. Yo miraría más allá a la incertidumbre de régimen de Higgs, pero es una objeción mínima.

David Henderson y Peter Boettke ofrecen la idea tanto sobre por qué los mercados son resistentes como bajo qué circunstancia los mercados mejoran más la prosperidad. Henderson  hace su contribución desde sus Diez Pilares de la Sabiduría Económica. El más relevante aquí y uno que debería ser más entendido es el “Pilar nº 10”: “La competencia es una mala hierba dura, no un flor delicada”. Boettke dice algo similar, con dos añadidos: primero, incluso una libertad económica mínima ofrece a la gente una forma de mejorar sus vidas incluso bajo las circunstancias más complicadas, y segundo, los mercados llevan a la prosperidad cuando se encuentran en una disposción institucional apropiada. Su resumen:

Los mercados son como malas hierbas. Son imposibles de eliminar. Los mercados aparecen dondequiera y cuandoquiera que haya oportunidades de ganancia mediante intercambio para las personas. Pero no todos los mercados son iguales. Los intercambios de mercado en ausencia de reglas de propiedad tienen lugar, pero poseen características que no son deseables para el crecimiento económico a largo plazo.

Los mercados no necesitan la aprobación de iure para existir, pero para que la actividad económica sirva como base de prosperidad económica general en una sociedad concreta, deben existir dentro de un cuerpo legal. (…) Las reglas del juego son probablemente el determinante m´s importante del rendimiento económico. (p. 198)

Aunque la regulación haya retardado (pero no aplastado) la economía, ¿cuánto daño ha hecho quizá la regulación a largo plazo? Basándose en un estudio de John W. Dawson y John J. Seater (“Federal Regulation and Aggregate Economic Growth”), Lemieux responde que, contrafactualmente, el impacto es más importante de lo que podría pensarse:

Dawson y Seater afirman por tanto que si la regulación federal hubiera permanecido al nivel de 1949, el PIB de EE. UU. de 2011 habría sido de 54 billones de dólares en lugar de los actuales 15 billones. Visto desde otro punto de vista, el estadounidense medio (hombre, mujer y niño) tendría ahora aproximadamente unos 125.000$ más al año para gastar, lo que equivale a tres veces el PIB por cabeza. Si esto no es un colapso económico, ¿qué es? Las estimaciones de Dawson y Seater sugieren que la productividad total del factor se ha visto afectada negativamente por la regulación durante todo el periodo de 57 años que estudiaron, pero con un efecto negativo mayor desde mediados de la década de 1960 hasta aproximadamente 1980, un efecto algo menos negativo a partir de ahí y hasta finales de la década de 1990 y un gran efecto negativo de nuevo al principio del siglo XXI. (p. 15)

En general, es un lento y constante declive desde un potencial de poco más de 2.000$ al año por cabeza.

Los datos que apoyan esto vienen de estudios que examinan no solo el efecto de la regulación sobre el crecimiento, sino el tamaño del gobierno para el crecimiento económico. Los resultados de Gwartney, Holcombe y Lawson (“The Scope of Government and the Wealth of Nations“) y Vedder y Gallaway (“Government Size and Economic Growth“) implican que las pérdidas son grandes incluso con pequeños aumentos en el gasto público federal. Escribiendo en 2009, yo estimaba que un aumento en el gasto del 20% al 22% del PIB a lo largo de un periodo de diez años podría reducir el PIB real por persona en torno a 4.400$ solo en el décimo año.

Lemieux concluye:

El coste marginal de la regulación debe aumentar al aumentar sus existencias. Además, las rigideces del mercado causadas por la regulación aumentan el coste de adaptarse a la destrucción creativa que produce el cambio tecnológico. El papel de la regulación podría explicar por qué Europa, donde el mercado laboral está más regulado que en Estados Unidos, se estanca aún más.

La resistencia de los mercados, especialmente en una economía rica y a veces todavía flexible como la de Estados Unidos, ha disminuido el efecto de la regulación. Sin embargo, es razonable creer que, a lo largo de las más de seis décadas desde la Segunda Guerra Mundial, la regulación ha eliminado un gran bocado de prosperidad potencial. No ha recortado realmente el nivel medio de vida, pero esto es solo un premio de consolación, pues podría llegar algo peor si no se hace retroceder el buldócer regulatorio.

Si un resolvemos la “crisis de autoridad”, el actual estancamiento es probable que continúe en el futuro previsible. Como yo mismo concluía en 2009, aunque el impacto para la prosperidad y la innovación es importante, “el coste en libertad perdida puede ser incalculable”.


Publicado originalmente el 2 de febrero de 2015. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

Print Friendly, PDF & Email