En defensa de la esclavitud

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Hay gente demasiado audaz, que propone abolir la esclavitud. Dicen que siendo libres, las personas que ahora viven bajo esclavitud serían más felices y productivas y que es, en todo caso, su derecho el asociarse o no asociarse libremente con quien ellas decidan.

Por muy atractiva que pueda parecer la idea, y dejando por un momento de lado los argumentos que soportan estas conclusiones, quienes hacen esta propuesta tienen la obligación de dar respuesta a las siguientes interrogantes antes de que logren convencernos de que la abolición de la esclavitud es no solo políticamente viable sino siquiera posible de concebir. Como vivimos, y desde casi siempre, hemos vivido en un sistema esclavista, es sobre ellos que pesa la carga de la prueba de mostrar que su alternativa es mejor. Las objeciones que tengo son las siguientes:

  • Hay muchas personas que viven bajo esclavitud que si esta se aboliera, no sabrían qué hacer con su vida. ¿A qué se dedicarían? ¿Quién les ofrecería trabajo? ¿Cuánto habría que pagarles? ¿Qué seguridad absoluta tendríamos de que todos conseguirían trabajo?  ¿Cómo asegurarnos de que ninguno de ellos moriría de hambre? Es gracias a que hay esclavitud que hoy tienen trabajo y alimento. Porque la esclavitud es un prerrequisito para poder realizar cualquier actividad productiva.
  • ¿De dónde sacarían los amos suficiente mano de obra y a un precio accesible? La libertad impondría un incremento imposible en los costes de producción. ¿Cómo se puede asegurar que se seguirá produciendo lo mismo si se deja libres a todos los hombres a que cada uno escoja hacer lo que quiera, si trabajar o no?
  • Sin esclavitud, cualquiera que encuentre a uno de estos desgraciados en la calle sería capaz de matarle. No tendrían la seguridad de la que ahora gozan.
  • La esclavitud se instituyó desde hace siglos y no conocemos otra forma de vivir. Por eso un esclavo debe tener un solo dueño, debe concedérsele al amo el monopolio de la coacción y la violencia sobre la vida de esclavo. Quien agreda al esclavo de otro amo es un delincuente y como tal debe perseguírsele y castigársele. Si los esclavos no tuvieran un solo amo, no tendrían esta garantía.
  • Si hoy se aboliera la esclavitud, debido a todos los problemas que planteo y a muchos más, la esclavitud volvería a surgir de todas maneras. El tiempo que esta gente invierte en decirnos que se debe abolir la esclavitud lo deberían utilizar mejor en pensar en formas sobre cómo limitar el poder del amo, para que no abuse de su poder.

¡No, señor! En tanto los que proponen abolir la esclavitud no de una respuesta satisfactoria a todas estas objeciones, y muchas más que omito por razones de tiempo; a menos que ellos no nos garanticen que con su sistema no habrá ni un solo liberto que sufra de ningún modo por la abolición de la esclavitud, yo voy a seguir defendiendo el estatus quo, una sociedad esclavista. Eso sí, el poder del amo debe ser limitado. Debemos regular las relaciones entre amos y esclavos para que aquellos no abusen de estos y, al mismo tiempo, proteger las actividades productivas que estos realizan. Podríamos llamar a esta iniciativa una especie de “pacto social”, del que todos salgan ganando. ¡Sí a la esclavitud controlada y no a las ideas radicales de abolirla!

 

La anterior argumentación podría parecernos absurda hoy con respecto a la esclavitud pero ciertamente no habría sido así en el siglo XIX, antes de que se aboliera esta. Tampoco le parece absurda hoy a mucha gente cuando, palabras más o palabras menos, una argumentación similar se usa hoy para defender la idea de un estado, siquiera mínimo, que obtiene sus ingresos mediante el poder hegemónico sobre un grupo de individuos, sencillamente porque éstos nacieron en cierta ubicación geográfica. Para comprobarlo, el amable lector puede sustituir en la argumentación anterior las palabras “esclavitud” y “esclavista” por “estado” y “estatista”, así como la palabra “amo” por “gobierno” y la palabra “esclavo” por “ciudadano”. Al evaluar la moralidad y la conveniencia de una sociedad sin estado, los argumentos a favor y en contra deben evaluarse al mismo nivel, sin prejuicios. Debemos siquiera abrir la mente para estar dispuestos a hacer este ejercicio de honestidad intelectual.

 

Nota: Los comentarios en el blog no reflejan necesariamente las opiniones de Mises Hispano.

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