¿Quién posee el Polo Norte?

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La batalla por el Polo Norte se está acrecentando entre gobiernos nacionales a lo largo del Círculo Polar Ártico, ya que todos han puestos sus ojos en los vastos recursos naturales que hay en la región ártica. El fondo oceánico contiene el 22% de todo el petróleo y gas natral no usado del mundo, la mayor concentración no perforada que queda.

Desde este año hasta 2017, EE. UU. presidirá el Consejo Ártico (CA), un foro internacional fundado en 1996, compuesto por los estados miembros, Canadá, Dinamarca, Finlandia, Islandia, Noruega, Rusia, Suecia y EE. UU. El propósito del CA es

proporcionar un medio para la cooperación, coordinación e interacción entre los Estados Árticos [y] la comunidades indígenas árticas [para tratar] temas de desarrollo sostenible y protección medioambiental.

Sería interesante ver, dados los recientes antagonismos entre EE. UU. y Rusia, lo agresivamente que se ejerza la presidencia del CA y para qué fines. El gobierno de EE. UU. ha estado recibiendo críticas por no expresar mayor interés por el Ártico (Hillary Clinton en 2011 fue la primera secretaria de estado en acudir a una reunión del CA), pero todos saben que se produce un giro de 180 grados en el momento en que Washington percibe una ganancia política a obtener.

Entretanto, la Federación Rusa ha estado incrementando su maquinaria de propaganda con el presidente Vladimir Putin fotografiado en un submarino en el Mar Báltico, coincidiendo con el anuncio de la reapertura de las bases militares árticas de la URSS. Durante su expedición Arktika 2007, ejecutaron una artimaña de relaciones públicas y plantaron una bandera rusa en el fondo del Polo Norte para mostrar simbólicamente que es suyo.

Para complicar las cosas, Dinamarca hizo una petición a la ONU el año pasado, reclamando 900.000 km2, ¡un área veinte veces el tamaño de la propia Dinamarca! Canadá también ha estado en la refriega de la propaganda, desde que su primer ministro declarara que Santa Claus es ciudadano canadiense.

De hecho, todos los miembros del CA reclaman la propiedad del Ártico e incluso algunos observadores no miembros están terciando.

La base legal para el control estatal del Ártico

Estas reclamaciones se basan en la Ley del Tratado Marítimo de 1982 de la ONU, que establecía nuevas indicaciones para fijar los límites en alta mar, con particular relevancia para los recursos naturales subterráneos. El tratado establecía la noción de Zona de Exclusión Económica (ZEE), áreas sobre las que un estado tiene todos los derechos de exploración, minería, etc. Las ZEE se extienden 200 millas náuticas desde la costa de una nación.

El tratado también establecía formalmente la noción de derechos sobre la plataforma continental, que permite a los estados cuyas “fronteras” se extiendan vía plataformas continentales más allá de sus ZEE, reclamen también esta distancia (nota: esta definición legal difiere enormemente de la geológica). Así que estos conflictos son el resultado de ZEE superpuestas. Sin embargo, si un estado puede demostrar que esta área disputada está junto a su línea de costa, puede poder imponerse a la ZEE de otro estado.

A pesar de que el antiguo presidente de EE. UU., Harry Truman, fuera el primero en invocar la noción de derechos de plataforma continental, EE. UU. aún no ha ratificado la Ley del Tratado Marítimo. Es el único gobierno del CA y uno de los pocos gobiernos del mundo que aún tiene que hacerlo.

¿Puede ser una guía la ética de los derechos de propiedad de Rothbard?

Con tantas reclamaciones en conflicto, algunas extravagantes, hace falta un sistema racional de derechos de propiedad para resolver el debate. Después de todo, ¿por qué debería tener cualquiera de estos estados (los cuales tienen poca o ninguna presencia en buena parte del Ártico) más derecho a la frontera ártica que exploradores privados, industriales o nativos?

Una teoría sistemática de los derechos de propiedad humana fue establecida por Murray Rothbard, en su clásico de 1982, The Ethics of Liberty. Las ideas expuestas en este libro seminal pueden aplicarse al conflicto ático, y en realidad a toda disputa sobre propiedad que pueda encontrarse.

Rothbard empieza afirmando la verdad de la autopropiedad, la idea de que todos tienen un derecho de propiedad sobre su propia persona y por tanto un derecho natural a la libertad, en virtud de la propiedad de cada individuo sobre sus propias facultades físicas y corporales. Este control no puede desparecer mientras la persona esté viva y la propiedad de cada persona sobre sí misma es por tanto inalienable.

Rothbard procede a continuación a demostrar cómo los derechos de propiedad de tierras o bienes físicos se deducen lógicamente de los derechos de propiedad al propio cuerpo. El filósofo de la ilustración del siglo XVII, John Locke se ve habitualmente como el primer defensor de este principio de la apropiación, que declara que al “mezclar el trabajo con la tierra” (usando y transformando un recurso sin dueño), el objeto en cuestión se convierte en justa propiedad de esta persona, el primer usuario.

Estas ideas se repiten constantemente en el lenguaje coloquial, con expresiones comunes como “el que lo encuentra, se lo queda” o “se atiende primero al que llegue el primero”.

Por supuesto, todos poseen su propio cuerpo y el sentido común sugiere que la primera persona en establecerse en un terreno deshabitado es el dueño de este. Además, como argumenta Rothbard, negar estas ideas es argumentar que debería permitirse que algunas personas controlen a otras (esclavitud) o que está bien repartirse las pertenencias de otros para sí mismo y sus amigos (robo).

¿Así que quién, si ha habido alguien, se ha apropiado del Ártico y quienes serían los usurpadores? Salvo en las áreas en que hay habitantes, solo una región diminuta del Océano Ártico y sus regiones de la plataforma continental se ha desarrollado o colonizado. Así que las reclamaciones legales realizadas por diversos estados en el Ártico no se basan en ninguna realidad económica o ninguna apropiación del mundo real. Es decir, muchos estados reclaman el control de la región pero casi en ningún lugar se está haciendo esto a solicitud de sus verdaderos propietarios. Sin este paso económico clave (según Rothbard) es imposible hacer una reclamación legítima y moral sobre el Ártico.

La realidad política

La ética de la libertad proporciona una ruta para evaluar todas estas reclamaciones de territorio ártico, pero encontramos poca consideración por ideas sensatas de propiedad en la región.

¿Cómo se compara el modelo de la apropiación con las reclamaciones gubernamentales sobre el Ártico? Bueno, el estado de Dinamarca no está usando los 900.000 km2 de Océano Ártico o la tierra inexplorada y sin perforar por debajo de ellos, así que indudablemente no tiene ningún derecho a ella. Lo mismo vale para Rusia, Finlandia, Suecia o EE. UU. Ninguno de ellos tiene un derecho razonable a nada ello, más allá de unas pocas áreas diminutas.

Complicando el asunto está el hecho de que en muchas áreas costeras, ya hay gente indígena viviendo en el Ártico, que está usando este territorio y que tienen un derecho que tendría que respetarse, sin un estado que proclame la soberanía-propiedad sobre ellos.

Ha habido numerosos casos de pueblos indígenas, como los sami, que se han visto obligados a pagar impuestos a múltiples gobiernos, a pesar de sus declaraciones de independencia. Además estuvo la Relocación del Alto Ártico de la década de 1950 (una “solución” al llamado “problema esquimal”), con la que el gobierno canadiense reubicó por la fuerza a las familias inuit en el Alto Ártico para usarles como “mástiles humanos” sobre territorios disputados.

El resultado probable

Por desgracia, la historia demuestra que los gobiernos están siempre más preocupados, no por respetar los derechos de propiedad, sino por encontrar nueva gente y territorio a controlar mediante el uso de fuerza militar: a sus ojos, el poder supera al derecho.

Así que mientras que el derecho natural tal y como lo explica Rothbard proporciona una base racional para resolver pacífica y justamente todo tipo de disputas sobre propiedad, la razón de estado de los gobiernos para el expansionismo ártico es sencillamente que el que tiene las mayores armas se merece el botín.

Opresión de los nativos árticos, derechos no reconocidos de exploradores e industriales, incluso conflicto armado entre estados árticos: estas son las únicas alternativas a la ética de la libertad. Y mientras se ignoren los argumentos de Rothbard, estos los resultados inevitables a esperar. Después de todo, esto es el siglo XXI, así que quizá sea el momento de probar algo nuevo, en lugar de las justificaciones políticas gastadas e irracionales del pasado.


Publicado originalmente el 7 de abril de 2015. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.