Cómo Occidente inventó el individualismo

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[Inventing the Individual • Larry Siedentop • Belknap Press, 2014]

 

Vivía en Marruecos hace unas pocas décadas y necesitaba algunos muebles para nuestro piso. Un estudiante de universidad del que me había hecho amigo, Hamid, se ofreció a tomar mi dinero y negociar con el vendedor en mi nombre mientras yo bebía café en una qahwa cercana, porque, como él decía, el precio de los muebles se triplicaría si el mercader viera a un estadounidense a una manzana de su tienda.

Me resistía a aceptar la oferta de Hamid solo porque no quería que se metiera en tantos problemas, pero confundió mi pausa con desconfianza. Así que me aseguró que no me engañaría porque había comido conmigo y con su familia y por tanto disfrutaba de un estatus similar al de un miembro de la familia.

Ningún marroquí puede engañar a un miembro de la familia o a alguien que haya comido a su mesa. Di a Hamid mi dinero y posteriormente volví a mi casa encontrando una estupenda selección de mobiliario a un buen precio marroquí.

Posteriormente conocí al dueño de una empresa de construcción que me explicó más cosas sobre la ética empresarial en Marruecos. Me dijo que dedicaba una buena parte de su tiempo a evitar los intentos de engaño de suministradores, clientes y empleados. Me sorprendió la agudeza que se veía en idear nuevas formas de engaño. Confirmó lo que me había dicho Hamid: engañar a otros no se considera poco ético en absoluto, sino que es una señal de ser un hombre de negocios astuto. Pero engañar a los miembros de la familia es inmoral.

La ética empresarial marroquí podría sorprender a los occidentales, pero los antiguos griegos y romanos la habrían entendido y aplaudido según Larry Siedentop en su nuevo libro: Inventing the Individual: The Origins of Western Liberalism.

En palabras de Siedentop, el libro es “una historia de los pasos lentos, irregulares y difíciles que han llevado a que la acción moral individual sea reconocida y protegida públicamente, con igualdad ante la ley y derechos ‘básicos’ aplicables”.

Como los marroquíes, los antiguos griegos y romanos se preocupaban poco por los que no eran miembros de sus familias. Los que estaban “fuera del círculo familiar no se consideraba que compartieran ningún atributo con los que estaban dentro. No se reconocía ninguna humanidad común, una actitud confirmada por la práctica de la esclavitud”.

El pasado es un país extranjero, pero los países extranjeros son más extranjeros de lo que creen los políticos y economistas en Occidente. El premio para el lector en el paquete de Siedentop es la comprensión de que en el núcleo del liberalismo clásico hay una gema nueva y rara.

Cuando no reconocemos su excepcionalidad, proyectamos nuestros valores en culturas pasadas y modernas. Siedentop explica los fracasos de los intentos de construir naciones por parte de políticos de EE. UU. en Oriente Medio, así como los intentos fallidos de desarrollo económico por parte de economistas ortodoxos sin tampoco mencionarlos.

El individualismo liberal clásico no existía en el mundo antiguo. Siedentop escribe: “Desde el siglo XVI y la aparición del estado-nación, la gente en Occidente ha entendido que ‘sociedad’ significa una asociación de individuos”. Para los antiguos romanos y griegos, la sociedad consistía en una serie de familias extendidas. Los jefes de las familias, incluyendo clanes y tribus basados en familias, tenían todo el poder y tomaban todas las decisiones. Solo los jefes de familias podían convertirse en ciudadanos en las polis.

La antigüedad no tenía ninguna noción de que los poderes del gobierno estuvieran limitados por los derechos de las personas, ni siquiera para los jefes de familias. “Los ciudadanos pertenecían a la ciudad, en cuerpo y alma”. Mujeres, niños, esclavos y no ciudadanos no tenían ningún derecho y vivían solo como le placiera al jefe de familia.

Los antiguos no tenían tampoco ningún concepto de la igualdad del hombre. Incluso para Platón y Aristóteles existía una jerarquía natural de la humanidad, muy similar al sistema de castas de la India. Algunos habían nacido para gobernar, otros para servir o luchar. Someterse a las necesidades de la ciudad como determinaran los jefes de familia era la única razón para la existencia y cualquier persona que no contribuyera a la causa podía ser ejecutada legalmente o, lo que era peor, exiliada.

Siedentop dedica solo el primer capítulo a la cultura de la Grecia y Roma antiguas, pero creo que es el más importante, porque obliga al lector a afrontar el enorme contraste entre esa cultura y la cultura del Occidente moderno. La historia de una gestación dolorosamente lenta del individualismo desde su concepción en el primer cristianismo mediante los movimientos monásticos, las revoluciones en el gobierno de la iglesia, la creación de un espacio secular y finalmente su nacimiento durante la Reforma es provechosa, pero el valor real del libro reside en la comprensión de que este proceso tuvo lugar solo en Occidente y no en ningún otro lugar en la historia del mundo.

Para entender el impacto de la tesis de Siedentop, los lectores tienen que compararla con las obras de Helmut SchoeckGeert HofstedeShalom H. Schwartz. Schoeck nos informa de que la envidia es el principio organizador de la sociedad y el enemigo del individualismo liberal clásico que el resto del mundo no solo no comparte, sino que aborrece. Dentro de Occidente, EE. UU. destaca como un aparte extremo del individualismo.

Por supuesto para redondear el tema la gente tiene que leer el ensayo de Hayek, “Individualism: True and False” para entender cómo los socialistas crearon un pseudoindividualismo que es en su mayor parte una resurrección del antiguo colectivismo griego y romano.

El individualismo liberal clásico no existe en el mundo moderno fuera de EE. UU. y Europa y aquí está muriendo. Las culturas colectivistas del resto del mundo difieren poco de las de las antiguas Grecia y Roma. Si economistas y políticos entendieran la excepcionalidad del liberalismo clásico, dejarían de tratar de echar vino nuevo en odres de vino viejo, lo que hace que se estropee el viejo. Y lamentarían el auge del socialismo.


Publicado originalmente el 31 de marzo de 2015. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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