Lo que no te dirán acerca del capitalismo

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[Una version de esta reseña de How Capitalism Saved America: the Untold History Of Our Country, from the Pilgrims to the Present  de Thomas J. DiLorenzo (Nueva York: Crown Forum, 2004) apareció en Quarterly Journal of Austrian Economics 8.1 ]

 

Una ventaja que tienen los economistas austriacos sobre los ortodoxos es que a menudo se especializan en otras disciplinas aparte de la economía. Este fenómeno austriaco es particularmente cierto en el campo de la historia.

Un buen ejemplo es Thomas J. DiLorenzo,  catedrático de economía en la Escuela de Negocios y Dirección Sellinger  en el Loyola College de Maryland. Después de leer su El verdadero Lincoln, uno pensaría que el escritor era un historiador también especializado en economía. En su nuevo libro, How Capitalism Saved America: The Untold History of Our Country, from the Pilgrims to the Present, DiLorenzo no solo mantiene, sino que establece firmemente, su estatus como historiador del máximo calibre.

Aparte del hecho de que el autor del libro es el muy respetado (excepto entre los adoradores de Lincoln) y muy publicado profesor DiLorenzo, sabemos que es seguro que es una buena lectura incluso antes de llegar al índice debido a la dedicatoria del libro: “A Ludwig von Mises, el más comprometido y logrado defensor de los mercados libres, la libertad individual y la sociedad libre del siglo XX”.

No es solo que no se encuentre a Mises mencionado en la mayoría de los libros de texto de economía, sino que la mayoría de los catedráticos de económica nunca han oído hablar de él. No sorprende que este libro necesitara enormemente contestar a los numerosos mitos y distorsiones promulgados en los de departamento de economía e historia de las universidades.

DiLorenzo mantiene claramente la tradición de Mises y le cita bastante a menudo en los dos primeros capítulos del libro. Pero esto no es un mero reempaquetado de La acción humana con un giro histórico, pues en lugar de repetir a Mises, DiLorenzo presenta a sus lectores un grupo diverso de pensadores que han tendio algo que decir acerca del capitalismo: John Locke, Murray Rothbard, Ayn Rand, Walter Williams, Leonard Read, Adam Smith, Joseph Schumpeter, George Reisman, Friedrich Hayek, Hernando de Soto, Tom Bethell, Thomas Sowell, Paul Johnson, Charles Adams, Henry Hazlitt, Israel Kirzner, Dominick Armentano, los presidentes Thomas Jefferson y James Madisony el congresista Ron Paul.

No es que todas estas personas usaran el término capitalismo, pues, como apunta DiLorenzo, “La palabra capitalismo fue acuñada nada menos que por Karl Marx, que esperara que ayudara en su ataque para denigrar el sistema de propiedad privada y libre empresa y promover el socialismo”.

Aunque este es un libro sobre capitalismo, no es un libro sobre economía. Como economista, DiLorenzo está naturalmente bastante cómodo cuando explica conceptos como soberanía del consumidor, oferta y demanda, escasez, división del trabajo, ventaja comparativa, inflación precios mínimos y máximos, monopolios, el problema del free-rider, expropiación, proteccionismo, mercantilismo, búsqueda de rentas, embargos, precios predatorios y precios de equilibrio. Pero como estos conceptos se explican todos en términos corrientes y solo se utilizan cuando son necesarios, no hace falta un conocimiento previo de economía. De hecho, debido a la omnipresente incomprensión del capitalismo, podría ser mejor que el lector no conozca nada de economía, porque tendría menos a “desaprender”.

El título del libro puede inicialmente parecer un ejercicio de hipérbole, pero no es el caso. How Capitalism Saved America es realmente la historia no contada de nuestro país. Después de un breve prólogo y dos capítulos cruciales de presentación sobre la naturaleza del capitalismo y los perpetradores del anticapitalismo, DiLorenzo nos lleva por nueve capítulos de historia de Estados Unidos, de los Peregrinos a la reciente “crisis” energética de California, y muestra “cómo, desde el mismo principio, el capitalismo ha sido vital para el crecimiento de Estados Unidos y cómo una excesiva interferencia pública en l economía solo ha exacerbado los problemas económicos y reprimido el crecimiento”. Aunque el libro está escrito cronológicamente, cualquiera de estos nueve capítulos puede leerse independientemente. Sin embargo, basta con uno para ver que el título del libro no es una exageración.

Como fue el propio Marx el que acuñó el término, no sorprende que se haya pensado falsamente que el capitalismo beneficia solo a los capitalistas y los ricos, mientras que explota a los trabajadores y los pobres. DiLorenzo rechaza como propaganda marxista la idea de que el capitalismo es “un juego de suma cero en el que ‘alguien gana, alguien pierde’”. Por el contrario, “El capitalismo triunfa precisamente porque el intercambio libre es mutuamente ventajoso”. Y no solo triunfa, es “el origen de las civilizaciones y el progreso humano”. El capitalismo ha “traído a las masas productos y servicios que una vez fueron considerados lujos disponibles solo para los ricos”. El capitalismo no es solo “la fuente mejor conocida de movilidad económica al alza (…) en realidad reduce las desigualdades económicas dentro de una nación”. En resumen, el capitalismo alivia la pobreza, aumenta los niveles de vida, expande las oportunidades económicas y permite a muchos millones vivir más tiempo, más sanos y más tranquilos.

DiLorenzo hace grandes afirmaciones para el capitalismo. Pero consideremos la alternativa: “Cuantas más regulaciones, controles, impuestos, industrias públicas, proteccionismo y otras formas de intervencionismo existan, más pobre será un país”. ¿Por qué se acusa entonces al capitalismo de causar monopolios, dañar a consumidores, poner en peligro a trabajadores, dañar el medio ambiente, causar inestabilidad, explotar el Tercer Mundo, alimentar la discriminación y causar guerras? ¿Por qué “un cuidadoso análisis de la historia de nuestra nación” revela “una larga serie de mitos que demonizan el capitalismo?” DiLorenzo cree que como hay “una extendida incomprensión de lo que es el capitalismo, nuestros líderes (y también mucho del público en general) culpa incorrectamente al capitalismo de cualquier problema económico que afrontemos”.

El autor no se olvida de nadie al mostrar la enorme inclinación anticapitalista  que hoy existe: el sector del espectáculo, universidades, intelectuales, fundaciones privadas, periodistas, personalidades de radio y televisión, columnistas, reguladores y agencias públicos, ecologistas, políticos, igualitaristas, ministros, sacerdotes, líderes religiosos. De hecho, incluso “la mayoría de los hombres de negocios no son tampoco capitalistas”. DiLorenzo acusa a las grandes empresas, no porque sean grandes o porque sean empresas, sino porque “muchas empresas apoyan políticas intervencionistas o anticapitalistas como el proteccionismo comercial o el bienestar corporativo porque esperan beneficiarse de las políticas a costa de todos los demás”.

Recordando a Murray Rothbard, DiLorenzo distingue cuidadosamente entre capitalismo de libre mercado y capitalismo de estado. El capitalismo de libre mercado (“capitalismo verdadero”) se basa en derechos garantizados de propiedad privada, división del trabajo, cooperación social, libertad de contrato e intercambio voluntario en el mercado libre. Se caracteriza por una ausencia de “excesiva regulación pública e impuestos”. DiLorenzo considera a la propiedad privada “la característica más importante que distingue al capitalismo”. En un sistema de propiedad privada “los individuos son libres para elegir distintas profesiones, patrones de consumo o estilos de vida, mientras no interfieran con la libertad de otros de hacer lo mismo”. La ausencia de “protecciones a los derechos de propiedad es una causa importante de la pobreza mundial”. Otro tema que aparece a lo largo del libro es el papel crucial del empresario en una sociedad capitalista.

Fiel al subtítulo del libro, DiLorenzo empieza en el capítulo tres con los Peregrinos. ¿Por qué murieron de hambre tantos de los primeros colonos norteamericanos? Adoptaron una propiedad comunal de la tierra y las propiedades. La ausencia de derechos de propiedad (una de las piedras angulares de capitalismo para DiLorenzo) destruye la ética del trabajo y acaba llevando al hambre. Después de garantizar los derechos de propiedad privada, los colonos empezaron a comerciar con los indios y a explotar sus ventajas comparativas. En vísperas de la Revolución estadounidense, el capitalismo había hecho a los colonos norteamericanos más ricos, más altos y más saludables que sus equivalentes británicos.

En el capítulo cuatro, “La revuelta capitalista de Estados Unidos”, DiLorenzo examina los asuntos económicos tras la Declaración de Independencia y la Constitución. Sostiene que debe entenderse el contexto económico dentro del cual se escribió la Declaración de Independencia. El rey Jorge “quería imponer por la fuerza e mercantilismo británico en las colonias”. A partir del Acta de la Melaza de 1733, DiLorenzo relata todos los indignantes intentos de Gran Bretaña de gravar y restringir el comercio de los colonos: las Leyes de Navegación, la Ley del Azúcar, la Ley del Sello, las Leyes de Townsend y la Ley del Té. Continúa con lo que considera que eran las “salvaguardas” incluidas en la nueva constitución para proteger el capitalismo: la cláusula del contrato, la cláusula del comercio, la cláusula del proceso debido, la cláusula de los impuestos uniformes y la cláusula del bienestar general. Sin embargo, debido al abuso posterior de estas cláusulas, la explicación de DiLorenzo de estas “salvaguardas” puede considerarse demasiado breve.

Una de las objeciones más comunes al ideal de una sociedad libre basada completamente en la propiedad privada es el asunto del transporte: ferrocarriles, canales y carreteras. En “Autopistas del capitalismo”, DiLorenzo se ocupa frontalmente de esta preocupación y destruye los mitos de los problemas del  “free-rider” y la “expropiación”. El hecho es que “la mayoría de las carreteras y canales fueron financiados privadamente en el siglo XIX”. Como la economía es el principal criterio de toma de decisiones en la construcción de carreteras privadas y la política  es el principal criterio de toma de decisiones en la construcción de carreteras públicas, “la construcción de carreteras privadas es inherentemente más eficiente que la construcción de carreteras dirigida por el gobierno”. DiLorenzo califica las demandas de proyectos de transporte financiados con impuestos como lo que son “bienestar corporativo”.

En siguiente mito derrumbado en How Capitalism Saved America es que el capitalismol explota a la clase trabajadora. El autor considera que este es uno de los mitos más persistentes y perniciosos acerca del capitalismo. La verdad es precisamente la contraria: “El capitalismo ha mejorado continuamente la porción de la clase trabajadora”. El capitalismo genera más tiempo libre, proporcionan bienes nuevos, mejores y más baratos y aumenta la seguridad en el trabajo, la productividad y los salarios.

DiLorenzo defiende el “trabajo infantil” y los “talleres ilegales” con un argumento que debería ser bastante evidente: Son mejores que las alternativas de malnutrición, hambre, prostitución, mendicidad y robo. Es la productividad creciente por trabajador adulto que produjo el capitalismo la que elimina la necesidad de trabajo infantil, ya sea en fábricas o en agricultura. El mito de que los sindicatos son responsables del aumento a largo plazo en los salarios y niveles de vida en Estados Unidos es derribado de forma similar.

Las proezas de los heroicos empresarios a los que se denomina equívocamente como “robber barons” merecen todo un capítulo. Centrándose en James J. Hill (ferrocarriles), John D. Rockefeller (petróleo) y Cornelius Vanderbilt (barcos de vapor), DiLorenzo concluye que estos hombres fueron héroes porque mejoraron las vidas de millones de consumidores, emplearon a miles de personas, crearon ciudades enteras, fueron pioneros en técnicas de gestión eficiente y donaron cientos de millones de dólares a obras de caridad. Distingue cuidadosamente entre lo que llama un “emprendedor de mercado” y un “emprendedor político”. Un emprendedor de mercado  llega al éxito agradando a sus clientes; un emprendedor político llega al éxito influyendo en la administración.

En “Mitos del antitrust”, DiLorenzo  refuta “la historia de cómo el capitalismo supuestamente se convirtió en monopolista a finales del siglo XIX y cómo se puso bajo control por medio de la regulación antitrust”. De hecho, considera “toda la historia del antitrust” como un mito. En lugar de ser monopolios que restringían la producción para elevar los precios, lo trusts de finales del siglo XIX “estaban expandiendo la producción y bajando los precios”.

La Ley Sherman Antitrust (1890) fue en realidad “pensada para proteger negocios incompetentes frente a la competencia superior, no para proteger a los consumidores frente al monopolio”. ¿Por qué apoyaron entonces tantos negocios la Ley Sherman? Por la misma razón que muchas grandes empresas apoyan hoy políticas intervencionistas y anticapitalistas: Querían usar el poder público  para dañar a sus competidores. La mayoría de los casos antitrust se revisan aquí: American Tobacco Company, Alcoa, el caso Ready-to-Eat Cereals, Brown Shoe Company, IBM, Schwinn, RCA, Pan Am y , por supuesto, Microsoft. DiLorenzo concluye que todo el sistema antitrust ha servido para disminuir la competencia empresarial y la eficiencia y productividad del mercado libre.

El capítulo nueve se dedica a la Gran Depresión. Aquí nuestro autor derriba dos mitos: el que la Gran Depresión fue causada por la quiebra del capitalismo y que la intervención del gobierno fue el remedio para salvarlo. Utilizando la teoría austriaca del ciclo económico y basándose en American’s Great Depression, de Murray Rothbard, DiLorenzo explica en términos sencillos lo que causó la recesión que Herbert Hoover convirtió en la Gran Depresión. Hoover fue un “intervencionista al estilo de FDR”, con “un conocimiento peligrosamente pobre de la economía”, que “hizo mal prácticamente todo lo que podía haber hecho”. Las políticas erróneas y los programas socialistas de Hoover atacaron el capitalismo de libre mercado y exacerbaron la Gran Depresión.

Al autor le preocupa especialmente el arancel de Smoot-Hawley, aprobado por el presidente Hoover, a pesar de una carta de protesta firmada por más de mil economistas. Bajo lo que DiLorenzo llama el “arancel Smoot-Hawley-Hoover”: “La tasa del arancel medio ascendía al 59,1%, el más alto en la historia de Estados Unidos”. El resultado de estos aranceles aumentados (el marchamo de la política económica republicana desde Lincoln) fue una guerra comercial que secó completamente la importación muchos productos, produjo por aranceles de represalia, profundizó en la Depresión y contribuyó al auge del nacionalismo militarista japonés.

Un mito aún mayor que la causa y el remedio de la Gran Depresión es que las políticas económicas de FDR nos sacaron de la Gran Depresión. DiLorenzo llama a esto “el mayor mito económico del siglo XX” y apropiadamente hace de “Cómo el New Deal dañó al capitalismo” su capítulo más largo. La comprensión de la economía de Roosevelt era todavía menor que la de Hoover. Como creía que los precios bajos causaron la depresión, FDR pagaba a los granjeros para no cultivar tierras ni criar ganado. La sopa de letras de Roosevelt de nuevos programas y agencias federales (NRA, NIRA, AAA, CCC, WPA, TVA, Seguridad Social, Fair Labor Standards Act, National Labor Relations Act, etc.) destruyó empleos y paralizó la recuperación.

La “cura” de FDR fue gasto público en proyectos para trabajar; su “cura” para el desempleo fue reclutar a millones de hombres y enviarlos a una guerra en ultramar. DiLorenzo  concluye que “en realidad, las políticas de FDR hicieron mucho peor la Gran Depresión, hicieron que durara más de lo que hubiera durado en otro caso y establecieron precedentes intervencionistas que han sido una rémora para la prosperidad económica y una amenaza para la libertad hasta el día de hoy”.

¿A quién atribuye entonces DiLorenzo  el acabar con la Gran Depresión? Naturalmente, la respuesta es al capitalismo. La prosperidad económica no se restauró hasta 1947, después de rebajar gasto público, intervención y regulación.

El último capítulo antes del epílogo del libro se ocupa de un acontecimiento que hemos vivido la mayoría: la crisis de la energía. Aquí DiLorenzo  incluye petróleo, gas natural y electricidad. El sector petrolero estadounidense empezó en un entorno de laissez faire. Soportó su primer ataque cuando se usó la Ley Sherman para dividir la Standard Oil Company. Luego llegó la Primera Guerra Mundial y la planificación centralizada del sector petrolífero. Naturalmente, esta “colaboración” entre gobierno y sector no acabó tras la guerra. La escasez de gasolina a principios de la década de 1970 no fue solo el resultado del embargo de petróleo de la OPEP. DiLorenzo también culpa al aumento de regulaciones y controles de precios. También considera la “crisis” del gas natural como inducida por el gobierno y atribuye el fin de la crisis a la desregulación del petróleo y el gas natural. También explica cómo la regulación, y no la desregulación, fue la causa de la reciente crisis eléctrica de California.

El demasiado familiar círculo del gobierno regulando un sector, creando una “crisis” y luego interviniendo aún más para resolver la crisis, empeorando las cosas, no es más evidente en ningún sitio que en los ejemplos de DiLorenzo del sector energético.

El libro concluye con un vistazo a “la eterna guerra contra el capitalismo” por intervención pública, regulaciones, agencias y burócratas. DiLorenzo también incluye profesores de universidad, políticos y abogados en su acusación. “Las universidades estadounidenses dedican una cantidad desorbitada de tiempo y recursos a enseñar a potenciales líderes empresariales, no cómo ser capitalistas, sino como ser burócratas corporativos”. Los políticos “ven a las empresas como vacas de efectivo a saquear en beneficio de sus propias carreras políticas”. “Los abogados ahora tienen incentivos para dedicar sus vidas planteando casos y buscando evidencias contra grandes empresas porque algunos consumidores usaron mal de forma estúpida sus productos”.

DiLorenzo también revisa brevemente tres libros anticapitalistas, pero superventas: Fast food: el lado oscuro de la comida rápida, de Eric Schlosser, Por cuatro duros : cómo (no) apañárselas en Estados Unidos, de Barbara Ehrenreich y Estúpidos hombres blancos y ¡Todos a la Calle!, de Michael Moore. Encuentra que el capitalismo atacado en estos libros no es capitalismo en absoluto, es socialismo, mercantilismo, intervencionismo y mitos anticapitalistas variados. Aunque estas “reseñas” son un plus añadido al libro, sería incluso mejor si se agrandaran y constituyeran una serie de apéndices.

How Capitalism Saved America es un gran libro en todos sus aspectos. Con 295 páginas, no es demasiado largo. Los títulos de los capítulos son indicativos de sus contenidos. Los capítulos están subdivididos con encabezados de sección. El prólogo no solo presenta el capitalismo y el anticapitalismo al lector, sino que resume brevemente el contenido de cada uno de los capítulos. El epílogo no es simplemente una repetición de la introducción. El libro está extremadamente bien escrito, con un uso cuidadoso de las cursivas.

El libro también está muy bien documentado. Y aunque las notas se hayan relegado al final del libro, los números de página en que aparecen se dan como encabezamiento para facilitar encontrarlos. La bibliografía no contiene todas las obras mencionadas en el libro, pero está anotada y sin duda estimulará más lecturas sobre diversos temas relacionados con el capitalismo. Y sí, el libro tiene un índice.

Thomas DiLorenzo ha escrito una obra maestra. Este libro debería ser una lectura obligatoria para todo recién ingresado en la universidad para inmunizarle contra la inclinación anticapitalista que tendrá en las clases de historia y economía. Debería ser de lectura obligatoria para todo graduado universitario para destruir los mitos del capitalismo a los que ha estado expuesto como estudiante. Pero no es solo un libro para estudiantes, pues todo maestro, político y ministro necesita también este libro. Para quienes ya somos verdaderos capitalistas del mercado libre, no solo tenemos una gran fuente de referencias, sino una gran arma en nuestro arsenal contra toda variedad de socialismo, intervencionismo y anticapitalismo.


Publicado originalmente el 16 de agosto de 2005. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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