Cada mayo que se conmemora un aniversario más de los acontecimientos de Mayo del ’68 políticos de la vieja guardia recuerdan aquellos sucesos con nostalgia, y no faltan jóvenes, de grupos opositores y oficialistas, que parecen identificarse con aquella (falsa) epopeya estudiantil. Aquellos sucesos cuya chispa se encendió en la Universidad de la Sorbona, París, y se repitieron en otras partes del mundo, son vistos de manera idealista por aquellos izquierdistas “anti-autoritarios”. No obstante, Mayo del ´68 trajo consecuencias negativas. Se equivocan, lamentablemente, quienes creen que los “sueños” de aquella juventud desencantada no se cumplieron.
Mayo del ’68, el Mayo francés, es, si se quiere, el evento más importante de la llamada nueva izquierda. Una izquierda aparecida a mediados del siglo XX, aparentemente decepcionada del modelo soviético, pero que creyó ciegamente en individuos igual de autoritarios e intolerantes como Fidel Castro. Una izquierda conformada por descubridores del anarquismo (más bien anarcocomunismo), quienes, no obstante, no pensaron en lo contradictorio de estar contra la autoridad y rendirle culto a un “héroe” como el Ché Guevara, responsable, entre otras cosas, del asesinato de numerosos opositores cubanos, no necesariamente “lacayos del imperio”.
Quienes defienden revueltas como las de Mayo del 68 hablan de un movimiento estudiantil tan opuesto al capitalismo como al socialismo autoritario. Las banderas con la Hoz y el martillo usadas por algunos manifestantes parisinos hacen pensar lo contrario. En cualquier caso, esa nueva izquierda, “libertaria” no sólo terminó, en parte, incorporándose al aparato gubernamental al cual criticaron. Terminó aliándose con el militarismo más rancio, añadiéndole un discurso ecológico radical bastante reaccionario y retrógrado, y una dosis de xenofobia tercermundista (aun entre sus partidarios del primer mundo). Como consecuencia tenemos aquellos Foros Sociales mundiales, con hippies escoltados por militares. El auge del neo-comunismo, también llamado socialismo del Siglo XXI, no sólo se debe al fracaso del mal llamado neoliberalismo, sino a esa semilla sembrada a fines de los 60, la cual permitió, 10 años después de la caída del muro de Berlín, el renacimiento del socialismo despótico.
Otro importante derivado de la nueva izquierda fue la forzosa vinculación entre liberalismo moral y socialismo. El liberalismo, desde sus inicios, defendió la libertad individual, el derecho a hacer con nuestras vidas lo que quisiéramos siempre y cuando no atentáramos contra los derechos de los otros. Esa parte moral del discurso liberal fue tomada por la nueva izquierda, y también por ciertos partidos socialdemócratas “modernizados”. Los liberales, lamentablemente, no supieron popularizar su ideología, seguramente por utilizar un discurso académico, y eso facilitó la trangiversación. Sólo faltaba que la izquierda se apropiara del discurso ético del liberalismo y acusara de conservadores a los defensores de la libertad individual.
El libertarismo: La verdadera opción ante el poder del Estado
Para Mayo del 68, la propaganda anti-capitalista había ya calado incluso entre quienes se consideraban enemigos del totalitarismo. Desde 1929, los Estados Unidos, considerados por los ignorantes como un ejemplo del capitalismo radical habían optado por un modelo económico intervencionista cercano a la doctrina socialdemócrata. Todo gracias a las ideas del inglés John Keynes, aplicadas a partir del New Deal. Estados Unidos era la principal potencia enemiga de la Unión Soviética , pero no era “el país más capitalista del mundo”, y su conducta “imperialista” respondía más al Estatismo que a la iniciativa privada.
En los años 60, economistas liberales comoMurray Rothbard, defensores del libre mercado, habían cuestionado no sólo el modelo económico estatista de Norteamérica. Fueron más allá, y cuestionaron cualquier intervención estatal en la vida privada, incluyendo en casos polémicos como la orientación sexual o el consumo de drogas. Murray Rothbard los catalogó como “crímenes sin víctima”, y en la sociedad liberal, en caso de existir el Estado, este se encargaba de castigar la agresión de un individuo hacia otro, no hacia si mismo. De todas maneras, Rothbard consideraba que el Estado no debía existir. Su postura ante la guerra de Vietnam, era, además, de abierto rechazo. Simplemente consideraba contradictorio utilizar al Estado para combatir al comunismo, y la la guerra como un irrespeto a la libertad. Un discurso poco agradable para el Status Quo, incluso entre quienes se consideraban “defensores del capitalismo”.
Esos liberales norteamericanos, como Rothbard, defensores a ultranza de la libertad individual, han sido catalogados como “libertarios” (libertarians), pués, la centro-izquierda estadounidense ya se había apropiado de la etiqueta de “liberales”. Eran, y siguen siendo, unos hippies, pero “de derecha”. Su postura no es contradictoria, pués, la libertad económica, es decir, el derecho a la propiedad y el comercio libre, no debe ser restringido ni arrebatado por el Estado.
Pensó Rothbard en una posible alianza con la nueva izquierda norteamericana, la cual, siendo bastante plural, defendía muchos valores afines al pensamiento libertario, aunque recharazan al mercado. La alianza, por supuesto, nunca se dio. Los neo-izquierdistas se convirtieron en adoradores de autoritarismos exóticos y revolucionarios, y siguieron considerandose enemigos del capitalismo. Además, Rothbard no contó con algo importante: el discurso ecologista radical, capaz de criminalizar la industrialización por ser contaminante. Poco importaba la libertad económica si el mundo se calentaba. Eso vino después.
Es a Rothbard, y no a Marcuse, a quién debieron haberse leído los estudiantes de Mayo del 68. Libros como el “Manifiesto Libertario” son una verdadera alternativa a los autoritarismos de izquierda y de derecha, aportando soluciones más allá de la crítica, sin un lenguaje rebuscado al estilo de la Escuela de Frankfurt. Es lamentable pensar que la obra de pensadores como Marcuse, representantes de una izquierda crítica que se estaba quedando sin planteamientos ni ideas, y se encontraba en un callejón sin salida, hayan sido tan influyentes.
Mejores consecuencias tuvieron fenómenos como la primavera de Praga, cuando los checos, en 1968, protestaron ante la invasión de tropas rusas en su país. La República Checa, hoy día, es una nación con bastante crecimiento económico y libertad ciudadana, al igual que otros países de Europa del este. En contraste, el legado de Mayo del 68, en la propia Francia, es todo lo contrario: un país en decadencia, destinado a empeorar por culpa del Estado intervencionista.
Escrito por Ernesto Soltero para austroanarquistas.com.