En contra de la política: Sobre gobiernos, anarquía y el orden

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Mientras estudiaba filosofía política en la universidad, a menudo reflexionaba: ¿por qué mis preferencias por la libertad tienen que depender de principios filosóficos, en vez de mi voluntad personal? ¿Por qué no es suficiente simplemente declarar que no elijo ser coaccionado por un sistema político? Dicha propuesta no me parece que sea tan fuera de lo común, después de todo, el mercado opera con tales supuestos voluntaristas con evidente éxito.

Esa pregunta me llevó a otras preguntas, tales como: “¿Por qué no es la libertad personal la condición presupuesta en la sociedad humana, con la carga de la prueba colocada en los que la restringirían?” La respuesta de los teóricos del “contrato social” de que hemos acordado restricciones del estado a nuestra libertad suenan falsas frente a los regímenes tiránicos y asesinos que han llegado a representar al mundo moderno de las políticas de los estados-naciones.

Para aquellos que comparten este amor por la libertad, y que igualmente se han preocupado por estas cuestiones, el libro de Anthony de Jasay demostrará ser valioso. De una manera lúcida e intelectualmente estimulante, desafía las justificaciones clásicas que se han ofrecido en nombre del poder estatal: desde la teoría del contrato social hasta los bienes públicos y los fundamentos de las economías de escala, analiza cuidadosamente, y arroja dudas sobre los argumentos para la autoridad del estado.

Las indagaciones de de Jasay del concepto de “gobierno limitado” revelan una consciencia de las dificultades inherentes a todas las formas de comportamiento colectivo: a saber, que “la elección colectiva no es independiente de lo que un número significativo de individuos desean que sea”. En cualquier tipo de sistema político -incluyendo uno democráticamente constituido- es imposible para la autoridad política permanecer “limitada”, excepto por que se le imponga una autoridad soberana superior, cuyas acciones propias deben, a su vez, ser supervisados ​​por un poder soberano aún mayor, ad infinitum. A las Naciones Unidas, por ejemplo, se le ha dado un cierto grado de autoridad para controlar los excesos de los estados-naciónes, pero ¿qué controlará a las Naciones Unidas?

“Un gobierno limitado con soberanía popular”, de Jasay nos dice que, “es precario”, y dependiente de la aceptación generalizada de ciertas proposiciones filosóficas. El caso de la libertad, es decir, nunca es más fuerte que la insistencia de cada uno de nosotros a que sea preservada. La libertad deberá desmoronarse cuando su fundamento filosófico lo haga.

De Jasay no tiene simpatía alguna por tales ficciones tradicionales como “el bien común” como base para el poder del Estado. Tras señalar que “la mayoría de las políticas prácticas son la toma de decisiones no unánimes de algunos que perjudican a los otros”, procede a explicar cómo un supuesto “bien común” no necesita, de hecho, “ser bueno para, ni deseado por, ningún individuo, pasado, presente o futuro”. El resultado es la ingeniería social, que define como “una serie de decisiones políticas que hacen a las personas asignar sus esfuerzos y riquezas de un modo diferente al que lo harían si se les dejara hacerlo a su antojo”. Incluso Hayek llega a ser objeto de críticas por el trato que le dio a los “bienes públicos”. La visión de Hayek de “orden social”, de Jasay explica, haría “el lugar del Estado en la sociedad… ad hoc, de composición abierta, e indeterminado”.

En una sociedad politizada que ya no distingue entre el derecho positivo que es impuesto por el estado y la ley común que surge de las costumbres, prácticas y expectativas, humanas, la resurrección de de Jasay de la distinción no solo es refrescante, sino también esencial para el caso de los sistemas no políticos de orden social. El culto al poder estatal parece estar en retroceso en la mente de un número creciente de personas, y el análisis de de Jasay es de lo más útil para barrer de lado los polvorientos supuestos y cantos doxológicos de fe en que dicho poder ha descansado.

Los análisis y sistemas económicos, la teoría del “caos”, y una creciente repulsión espiritual a lo que el colectivismo estatal ha provocado en este siglo solo se han combinado para alimentar un resurgimiento del interés en los procesos de orden “espontáneo”. Tal orden depende de un concepto de “derechos creados por contratos voluntarios”, que, de Jasay nos dice, se derivan de la propiedad, que, a su vez, no es un “derecho… sino una libertad para actuar sobre los objetos apropiados”.

Los que entienden la distinción entre “derechos” y “libertades”, y cómo la “propiedad” y “libertad” están inextricablemente entrelazadas, apreciarán el análisis de de Jasay. Para aquellos que quieran desafiar los cimientos de todos los sistemas de autoridad colectiva, su libro será de gran valor para enfrentar los argumentos que se han ofrecido históricamente en nombre de tales sistemas. El título del autor, al final, es perfectamente descriptivo, porque el libro de hecho argumenta en contra de la política y a favor de la libertad como medio de establecer el orden en la sociedad humana.


Publicado originalmente el 1 de mayo de 1999. Traducido del inglés por Pedro García. El artículo original se encuentra aquí.

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