La maquinaria bipartidista de guerra

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Las situaciones desesperadamente tristes en Iraq y Afganistán y el enorme contraste entre las promesas y las realidades de la guerra, han puesto de agudo relieve la calamidad moral y práctica de la política exterior de EEUU. Pero aunque es tentador echar la culpa solo en los actuales gestores que ocupan la Casa Blanca, debemos considerar también el panorama general.

La camarilla neoconservadora y sus socios han profundizado en el compromiso con el imperio americano, pero los republicanos no tienen ningún monopolio en la construcción del imperio en la historia reciente de nuestro país.

El régimen de Bill Clinton, ahora aparentemente olvidado salvo como una especie de Camelot II por la izquierda estadounidense, mostraba la mayoría de las mismas trazas de conquista imperial y represión doméstica, aunque todo esto estaba marcado por el estilo inimitable de Clinton. Un diferente elenco de personajes lograba el mismo resultado con los mismos métodos para los mismos fines.

Por ejemplo, el bombardeo de serbios para extender la democracia, aunque empequeñecido por el ataque posterior, fue en principio poco diferente de la conquista de Iraq. Es importante recordar que el bombardeo de al menos algo o alguien en Iraq se produjo prácticamente cada día durante todos los años entre guerras en el golfo, igual que el embargo asesino. La mayoría de esta destrucción perteneció a Clinton.

De hecho, incluso ahora mucha de la valiente oposición demócrata (es decir, socialdemócrata) a la guerra en Iraq proviene de tipos que estuvieron bastante contentos de ver que se producía dicha guerra, aunque este mismo año algunos de estos defensores de la guerra sí añadieron la reserva de que nuestra matanza de iraquíes sería mejor si la hiciéramos al unísono con las Naciones Unidas.

La izquierda dura y pacifista no era parte de esto, pero fijémonos en que la mayoría de los principales políticos y expertos demócratas de Washington que ahora se posicionan como opositores a la Ocupación apoyando tanto la guerra contra Serbia como la guerra contra Iraq.

El patrón general es este y en cierto modo deriva de un sistema de imperio y “democracia” remontándose a la Gran Cruzada de 1861-1865. Invadimos algún país con algún lema jacobino laudable en nuestros labios: “hacer al mundo seguro para la democracia”, “las cuatro libertades”, “ganar corazones y mentes”, etc. Demonizamos al gobernante de dicho país, haciendo de él la “cara del mal”, de forma que quienes en nuestro país no puedan entender el significado de un “causa por la humanidad” puedan aferrarse al objetivo más prosaico de matar a un tipo realmente malvado. (Esto es bastante fácil, ya que la mayoría de los líderes de los países modernos tienen bastantes esqueletos en sus armarios).

Al final de la cruzada victoriosa, “reconstruimos” el país, con precios aumentando guerra tras guerra. Parte de este dinero va a reforzar el poder y tamaño del establishment militar que controla la ocupación. Parte de él va a desarraigar y expropiar ciertas élites gobernantes elegidos, ricos e intratables y a establecer nuevas élites serviles que sean amistosas. Parte financia la reconstrucción física del daño hecho durante la guerra (la mayoría del cual lo produjimos nosotros mismos y parte de él al menos innecesariamente).

Esto último es crítico, ya que se hace concediendo “contratos” a empresas estadounidenses o de otros lugares para hacer el trabajo. La mayoría de los contratos se consiguen muy por adelantado y esas empresas que reciben los contratos siempre estarán entre las empresas serviles que apoyaban la guerra en todo caso. Advirtamos que los Estados Unidos de América luego pagan u organizan los fondos para la reconstrucción del país derrotado. Estos fondos se basan siempre en dinero de impuestos o extraído de otra manera (mediante, inflación, confiscación, etc.) a ciudadanos privados y luego entregados a las empresas elegidas que apoyan a la administración del momento.

La continuidad de este patrón a través de administraciones demócratas y republicanas alternativas es absoluta., pero la alternancia da mucho más espacio a los expertos demócratas y republicanos para ser alternativamente cruzados belicistas y amantes racionales de la paz, dependiendo de cómo se ajusten sus lealtades partidistas a la culpabilidad políticas actual.

A lo largo de todos los años de Clinton, los republicanos fueron desarrollando tendencias antiimperialistas e incluso antibelicistas fuertes. Condenador el “nation building” y dieron pasos para ver la maquinaria de guerra como una parte integral del problema del gran gobierno. Durante la campaña presidencial, Bush siguió esta interpretación condenando el “nation building” y reclamando una política exterior “humilde”.

La crítica de la política exterior de Clinton no se acababa ahí. Algunos en la derecha indagaban siguiendo el análisis de los grupos de interés siguiendo las líneas de la vieja izquierda. Un ejemplo apropiado es una noticia en Newsmax de Carl Limbacher y Caron Grich en 1999, titulada “The Caspian Connection”. La historia contextualiza la guerra serbia mostrando las conexiones geográficas y geopolíticas de los Balcanes y el petróleo del Caspio. Sigue siendo interesante de leer.

Y aun así, al final, no pegaba. Newsmax.com es una fuente “conservadora” de noticias que sigue una especie de trayectoria Rush-Limbaugh al igualar conservadurismo con lo que quiera que el Comité Nacional Republicano esté cocinando en ese momento.

Ahora que la administración Bush ha decidido, aparentemente por razones muy diferentes, invadir y ocupar dos países que agrupa la crucial región de la producción petrolífera, Newsmax.com solo publica historias relacionadas con el petróleo que favorecen a la línea proguerra, destacando la competencia con los rusos, la necesidad de un suministro “estable” de crudo, etc. Ver por ejemplo, un artículo de hace un año sobre el oleoducto.

Paleoconservadores y libertarios ya saben esto: aunque los regímenes que se alternan parezcan distintos, tienden a seguir una serie de políticas entremezcladas. El imperio es tan útil, tanto el política interior como exterior, que ninguna administración moderna sería capaz de resistirse, aunque lo intente. De hecho, como los “equipos” se crean por adelantado precisamente para este tipo de juego, no hay manera de que quiera hacerlo ninguna nueva administración.

La Casa Blanca de Bush muestra más decoro que el lascivo establishment de “la Boca Grande” (por decirlo como  Westbrook Pegler) y el Gran Idiota, pero sus objetivos y logros son esencialmente los mismos y su tasa de éxito es en realidad bastante mejor. La estrategia de Dick Cheney difiere poco de la estrategia de Madeleine Albright aunque ambos estén encantados de apuntar los fracasos y malos pasos del otro.

Y los resultados serán los mismos: un gobierno más grande e intrusivo en el interior, un mundo de guerra perpetua para paz perpetua en el exterior. El deber de un creyente serio en la libertad es aprender a distinguir entre un ataque dirigido políticamente y una crítica fundamental, evitando el primero y poniendo tanta energía como sea posible en la segunda.


Publicado originalmente el 16 de septiembre de 2003. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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