Las escuelas de pensamiento no praxeológico creen erróneamente que las relaciones entre ciertos eventos son leyes empírica bien fundadas cuando en realidad son leyes praxeológicas necesarias y lógicas. Y por tanto se comportan como si la proposición “una bola no puede ser en tu totalidad roja y no roja al mismo tiempo” requiriera pruebas en Europa, América, África, Asia y Australia (por supuesto, requiriendo gran cantidad de fondos para pagar esa intrépida investigación sin sentido). Además, los no praxeólogos creen también que las relaciones entre ciertos eventos y leyes empíricas bien fundadas (con implicaciones predictivas) cuando un razonamiento a priori puede demostrarles que no es más que información respecto de conexiones históricas contingentes entre acontecimientos, que no nos proporciona ningún conocimiento con respecto al discurrir de acontecimientos futuros.
Esto ilustra otra confusión fundamental que tienen las escuelas no austriacas: una confusión sobre la diferencia categórica entre teoría e historia y la implicación que tiene esta diferencia para el problema de la previsión social y económica.
Debo empezar de nuevo con una descripción del empirismo, la filosofía que piensa que la economía y las ciencias sociales en general siguen la misma lógica de investigación que, por ejemplo, la física. Explicaré por qué. De acuerdo con el empirismo (hoy la visión más extendida de la economía) no hay diferencia categórica entre investigación teórica e histórica. Y explicaré lo que implica esto para la idea de la previsión social. Se desarrollará luego la muy distinta visión austriaca a partir de una crítica y refutación de la postura empirista.
El empirismo se caracteriza por el hecho de que acepta dos proposiciones básicas íntimamente relacionadas.[1] La primera y más importante es: El conocimiento con respecto a la realidad, al que se llama conocimiento empírico, debe ser verificable o al menos falsable por experiencia observadora. La experiencia observadora solo puede llevar a un conocimiento contingente (en oposición al conocimiento necesario), porque siempre es de un tipo que, en principio, podría haber sido distinto del que era realmente. Esto significa que nadie puede saber antes de la experiencia (es decir, antes de haber tenido algún tipo de experiencia observadora) si la consecuencia de algún evento real será de una forma u otra. Si, por otro lado, el conocimiento no es verificable ni falsable por experiencia observadora, entonces no es conocimiento de nada real. Es simplemente conocimiento acerca de palabras, acerca del uso de expresiones, acerca de signos y reglas transformativas de signos. Esto equivale a decir que es conocimiento analítico, pero no conocimiento empírico. Y es altamente dudoso, según este punto de vista, que el conocimiento analítico deba considerarse como conocimiento en absoluto.
La segunda proposición del empirismo formula la extensión y aplicación de la primera a los problemas de la causalidad, la explicación causal y la predicción. Según el empirismo, explicar causalmente o predecir un fenómeno real es formular una proposición, o del tipo “si A entonces B”, o, si las variables permitieran una medición cuantitativa, “si hay un aumento (disminución) en A, entonces hay un aumento (disminución) en B”.
Como proposición referida a la realidad (con A y B siendo fenómenos reales) su validez nunca puede establecerse con certidumbre, es decir, examinando la proposición aislada o cualquier otra proposición a partir de la que la cuestionada pudiera deducirse lógicamente. La proposición siempre será y seguirá siendo hipotética, dependiendo su veracidad del resultado de futuras experiencias observadoras, que no puede conocerse por adelantado. Si la experiencia confirma una explicación causal hipotética, esto no demostraría que la hipótesis fuera verdad. Si se observa un caso en el que B realmente sigue a A, como se predijo, no se verifica nada. A y B son términos generales y abstractos o, en terminología filosófica, universales, que se refieren a eventos y procesos de los cuales hay (o podría haber, en principio) una cantidad indefinida de casos. Posteriores experiencias aún podrían falsarlos.
Y si una experiencia falsara una hipótesis, esto tampoco sería decisivo. Pues si se ha observado que a A no le siguió B, seguiría siendo posible que estén ligados causalmente fenómenos hipotéticamente relacionados. Podría ser que alguna otra circunstancia o variable, hasta ahora olvidada y descontrolada, hubiera simplemente impedido que se observara en realidad la relación hipotética. En el mejor de los casos, la falsación solo demuestra que la hipótesis concreta bajo investigación no era completamente correcta como se planteó. Necesita algún refinado, alguna especificación de variables adicionales que tienen que observarse y controlarse de forma que podamos observar la relación hipotética entre A y B. Pero es verdad que una falsación nunca probaría de una vez y para siempre que no exista una relación entre algunos fenómenos concretos, igual que una confirmación nunca demostraría definitivamente que sí existe.[2]
Cuando consideramos esta postura, advertimos que también implica una negación de un conocimiento a priori que sea al mismo tiempo conocimiento acerca de algo real. Cualquier proposición que afirme ser a priori, de acuerdo con el empirismo, no puede ser más que signos en un papel que están relacionados entre sí por definición o por estipulación arbitraria y por tanto es completamente nula: no tiene conexión alguna con el mundo de las cosas reales. Un sistema de signos como ese solo se convierte en una teoría empíricamente con sentido una vez se da interpretación empírica a sus símbolos. Pero tan pronto como se da esa interpretación a sus símbolos, la teoría deja de ser a priori y más bien se convierte en hipotética y permanece así por siempre.
Además, según el empirismo, no podemos saber con certidumbre si algo es una causa posible de otra cosa. Si queremos explicar algún fenómeno, nuestras hipótesis sobre causas posibles no están en modo alguno restringidas por consideraciones a priori. Todo puede tener alguna influencia sobre todo. Debemos encontrar por experiencia si la tiene o no, pero entonces la experiencia nunca nos dará tampoco una respuesta definitiva a esta pregunta.
El siguiente punto nos lleva al nuestro tema central de esta sección: la relación entre historia y teoría. Advertimos que, de acuerdo con el empirismo, no hay diferencia esencial entre explicaciones históricas y teóricas. Toda explicación es del mismo tipo. Para explicar un fenómeno hacemos una hipótesis sobre algún otro fenómeno como su causa y luego vemos si la causa hipotética precedió realmente al efecto en el tiempo. Existe una distinción entre una explicación histórica y teórica solo en la medida en que una explicación histórica se refiere a eventos que ya han ocurrido, algo que está en el pasado, mientras que una explicación teórica sería una explicación, o más bien una predicción, de un efecto que aún no ha ocurrido. Sin embargo, estructuralmente, no hay diferencia entre esas explicaciones históricas y predicciones teóricas. Sin embargo sí hay una diferencia pragmática que explica por qué los empiristas en particular destacan la importancia del poder predictivo de una teoría y no se contentan con comprobarla con datos históricos.[3] La razón de esto es bastante evidente para cualquiera que se haya dedicado alguna vez al estúpido juego de los análisis de datos. Si el fenómeno a explicar ya ha ocurrido, es pan comido encontrar todo tipo de eventos que le precedieron en el tiempo y podrían considerarse como posible causa. Además, si no queremos alargar nuestra lista de causas posibles encontrando más variables precedentes, podemos hacer lo siguiente (y en la época de las computadoras es incluso más fácil): Podemos tomar cualquiera de las variables precedentes y probar distintas relaciones funcionales entre ella y la variable a explicar: lineales o curvilíneas, funciones recursivas o no recursivas, relaciones aritméticas o geométricas, etc. Luego, uno, dos tres, encontramos lo que estamos buscando: una relación funcional que se ajusta a los datos. Y se descubre no solo una sino cualquier cantidad de ellas que se desee.
¿Pero cuál de todos estos eventos precedentes o de todos los tipos de relaciones es la causa de la relación causalmente efectiva? No hay consideraciones a priori, según el empirismo, que puedan ayudarnos aquí. Y esa es, por tanto, la razón por la que los empiristas destacan la importancia de las predicciones. Para descubrir cuál de estas múltiples explicaciones históricas es realmente la correcta (o al menos no falsa), se nos pide que las probemos utilizándolas para predecir eventos que no hayan ocurrido ya, veamos lo buenas que son y así eliminemos las explicaciones erróneas.
Hasta aquí el empirismo y sus ideas acerca de teoría, historia y predicción. No haré un análisis detallado de la cuestión de si cambia mucho, poco o nada su énfasis en los éxitos predictivos con respecto a las implicaciones relativistas bastante evidentes del empirismo. Recordemos solo que de acuerdo con su propia doctrina, ni una confirmación predictiva ni una falsación predictiva nos ayudaría a decidir existe o no si una relación causal entre un par de variables. Esto debería hacer bastante dudoso que se consiga algo haciendo de la predicción la piedra angular de una filosofía.
Me gustaría rebatir el mismo punto de partida de la filosofía de los empiristas. Hay varias refutaciones concluyentes del empirismo. Demostraré que la distinción empirista entre conocimiento empírico y analítico es sencillamente falso y contradictorio.[4] Esto nos llevará luego a desarrollar la postura austriaca en teoría, historia y predicción.
Esta es la afirmación central del empirismo: El conocimiento empírico debe ser verificable o falsable por experiencia y el conocimiento analítico, que no es tan verificable o falsable, no puede por tanto contener ningún conocimiento empírico. Si esto es verdad, entonces es justo preguntar: ¿Cuál es entonces el estatus de esta proposición fundamental del empirismo? Evidentemente, debe ser analítica o empírica.
Supongamos primero que es analítica. Sin embargo, según la doctrina empirista, una proposición analítica no es sino garabatos en un papel, humo, completamente ausente de ningún contenido con sentido. No dice nada acerca de algo real. Y por tanto se tendría que concluir que el empirismo no podría siquiera decir y significar lo que parece decir y significar. Pero si, por otro lado, dice y significa lo que pensábamos que hacía constantemente, entonces sí nos informa sobre algo real. Por cierto que nos informa acerca de la estructura fundamental de la realidad. Dice que no hay nada en la realidad que pueda conocerse de una u otra manera antes de que experiencias futuras puedan confirmar o rebatir nuestra hipótesis.
Y si esta proposición significativa se considera analítica, es decir, una proposición que no permite ninguna falsación y cuya verdad puede establecerse solo por sus términos, hay a mano nada menos que una flagrante contradicción. El propio empirismo resultaría no ser sino un sinsentido que se anula a sí mismo.[5]
Así que quizá deberíamos elegir la otra opción disponible y declarar la distinción empirista fundamental entre conocimiento empírico y analítico como una proposición empírica. Pero entonces la postura empirista ya no tendría peso alguno. Pues si se hace esto, habría que admitir que la proposición (como empírica) bien podría ser falsa y se tendría derecho a saber sobre qué criterio se tendría que decidir si los es o no. Más contundentemente, como proposición empírica, verdadera o falsa, solo podría declarar un hecho histórico, algo así como “todas las proposiciones hasta ahora examinadas caen realmente en las dos categorías de analíticas y empírica”. La declaración sería completamente irrelevante para determinar si sería posible producir proposiciones que sean verdaderas a priori y sigan siendo empíricas. De hecho, si la afirmación central del empirismo se declarara una proposición empírica, el empirismo dejaría de inmediato de ser una epistemología, una lógica de la ciencia, y no sería más que una convención completamente arbitraria de llamar a ciertas formas arbitrarias de tratar con ciertas proposiciones ciertos nombres arbitrarios. El empirismo sería una postura falta de cualquier justificación.
¿Qué demuestra este primer paso en nuestra crítica del empirismo? ¿Demuestra evidentemente que la idea empirista del conocimiento es errónea y lo demuestra por medio de un argumento significativo a priori. Y al hacerlo, demuestra que es correcta la idea kantiana y misesiana de proposiciones sintéticas verdaderas a priori. Más en concreto, demuestra que la relación entre teoría e historia no puede ser como la retrata el empirismo. Debe haber también un ámbito de teoría (teoría que es significativa empíricamente) que sea categóricamente diferente de la única idea que empirismo admite que tenga existencia. Debe haber asimismo teorías a priori y la relación entre teoría e historia debe ser por tanto distinta y más complicada de lo que nos ha hecho creer el empirismo. Lo realmente diferente que es se verá cuando presente otro argumento contra el empirismo, otro argumento a priori y un argumento a priori contra la tesis implícita en el empirismo de que la relación entre teoría e investigación empírica es la misma en todos los campos del conocimiento.
Por muy apropiadas que puedan ser las ideas empiristas para tratar las ciencias naturales (y creo que son inapropiadas incluso ahí, pero no me ocuparé aquí de esto),[6] es imposible pensar que los métodos de empirismo puedan ser aplicables en las ciencias sociales.
Las acciones son el campo de los fenómenos que constituyen lo que consideramos el objeto de las ciencias sociales. El empirismo afirma que las acciones pueden y deben explicarse, igual que cualquier otro fenómeno, por medio de hipótesis causales, que puedan confirmarse o falsarse por experiencia.[7]
Pero si este fuera el caso, entonces el empirismo sería el primero obligado a asumir, contrariamente a su propia doctrina de que no existe ningún conocimiento a priori sobre nada real, que existen causas que operan variando con el tiempo con respecto a las acciones.
No se sabría a priori qué evento concreto podría ser la causa de cualquier acción concreta. Pero el empirismo quiere que relacionemos experiencias distintas con respecto a secuencias de eventos que se confirmen o falsen entre sí. Y si se falsan entre sí, entonces habremos de responder con una reformulación de la hipótesis original. Pero para hacerlo debemos suponer una constancia en el tiempo en el funcionamiento de las causas como tales y conocer que las causas para las acciones sí existen es, por supuesto, conocimiento acerca de la realidad de las acciones. Sin esa suposición respecto de la existencia de causas como tales, las distintas experiencias nunca pueden relacionarse entre sí confirmando o falsando una a otra. Son simplemente observaciones aisladas e inconmensurables. Aquí hay una, ahí hay otra, son iguales o similares o son distintas. No se deduce nada más.[8]
Además, hay otra contradicción y hacerla evidente nos llevará inmediatamente a la idea central de Mises de que las relaciones entre teoría e historia en el campo de las ciencias sociales es de una naturaleza completamente distinta que en el campo de las ciencias naturales.
¿Cuál es esta contradicción? Si las acciones pudieran realmente concebirse como gobernadas por unas causas que operan invariablemente en el tiempo, entonces es indudablemente apropiado preguntar: ¿Pero qué hay de a explicar a los explicadores? ¿Qué hay acerca de predecir causalmente sus acciones? Después de todo, son las personas que llevan a cabo el mismo proceso de crear hipótesis y de verificación y falsación.
Para asimilar experiencias confirmadoras o falsadoras (para reemplazar viejas hipótesis con otras nuevas) se debe asumir ser capaz de aprender de la experiencia. Por supuesto, todo empirista se ve obligado a admitir esto. En caso contrario, ¿por qué dedicarse a la investigación empírica en absoluto?
Pero si uno puede aprender de la experiencia en formas aún desconocidas, entonces no puede saber en un momento dado lo que uno sabrá en un momento posterior y, por tanto, cómo actuará sobre la base de este conocimiento. Uno solo puede reconstruir las causas de sus acciones después del evento, ya que uno solo puede explicar su conocimiento después de poseerlo. De hecho, ningún avance científico podría siquiera alterar el hecho de que uno debe considerar su propio conocimiento y acciones como impredecibles sobre la base de causas que operan constantemente. Se podría sostener que esta concepción de la libertad es una ilusión. Y también se podría estar en lo cierto desde el punto de vista de un científico con poderes cognitivos sustancialmente superiores a cualquier inteligencia humana o desde el punto de vista de Dios. Pero no somos Dios e incluso si nuestra libertad fuera ilusoria desde este punto de vista y nuestras acciones siguieran un camino predecible, para nosotros esta es una ilusión necesaria e inevitable. No podemos predecir por adelantado, sobre la base de nuestros estados previos, los estados futuros de nuestro conocimiento o las acciones que manifiesten ese conocimiento. Solo podemos reconstruirlos después del evento.[9]
Así que la metodología empirista es simplemente contradictoria cuando se aplica al campo del conocimiento y la acción (que contiene al conocimiento como ingrediente necesario). Los científicos sociales de mentalidad empirista que formulan ecuaciones predictivas con respecto a fenómenos sociales están simplemente haciendo algo sin sentido. Su actividad de dedicarse a una empresa cuyo resultado deben admitir que no conocen aún demuestra que lo que pretenden hacer no se puede hacer. Como dice Mises y ha destacado repetidamente: No hay constantes causales empíricas en el campo de la acción humana.[10]
Así que, por medio de un razonamiento a priori, se ha establecido esta idea: La historia social, contrariamente a la historia natural, no genera ningún conocimiento que pueda emplearse para fines predictivos. La historia económica y social se refiere más bien al pasado exclusivamente. El resultado de la investigación de cómo y por qué actuó la gente en el pasado, no tiene ninguna relevancia sistemática sobre si actuarán o no de la misma manera en el futuro. La gente puede aprender. Es absurdo suponer que se puede predecir en el presente lo que se sabrá mañana y de qué forma el conocimiento de mañana será distinto o no del de hoy.
Una persona no puede predecir hoy su demanda de azúcar en un año, igual que Einstein no podría haber predicho la teoría de la relatividad antes de que la desarrollara. Una persona no puede saber hoy qué sabrá acerca del azúcar dentro de un año. Y no puede conocer todos los bienes que estarán compitiendo con el azúcar por su dinero en un año. Por supuesto, puede tratar de adivinarlo. Pero como debe admitirse que los estados futuros de conocimiento no pueden predecirse a partir de causas que operan constantemente, una persona no puede pretender hacer una predicción del mismo tipo epistemológico que, por ejemplo, respecto al futuro comportamiento de la luna, el tiempo o las mareas. Estas son predicciones que podrían hacer uso legítimo de las causas que operan invariablemente en el tiempo. Pero una predicción acerca de la futura demanda de azúcar sería algo completamente distinto.
Dado que la historia social y económica solo puede llegar a explicaciones reconstructivas y nunca a explicaciones que tengan alguna relevancia predictiva sistemática, se deduce otra idea extremadamente importante con respecto a la lógica de la investigación social empírica. Y esta equivale a otra crítica decisiva del empirismo, al menos con respecto a su afirmación de ser una metodología apropiada para la investigación de las ciencias sociales.
Recordemos lo que dije antes acerca de por qué el empirismo destaca tanto la función predictiva de las teorías explicativas. Para que se explique cada fenómeno hay una multitud de eventos precedentes y una multitud de relaciones funcionales con esos eventos precedentes por las que pueda explicarse el fenómeno en cuestión. ¿Pero cuál de estas explicaciones rivales es correcta y cuáles no? La respuesta empirista era: Trata de predecir y tu éxito o fracaso a la hora de predecir eventos futuros te dirá qué explicación es correcta o no. Evidentemente, este consejo no funcionará si no hay causas que funcionen invariablemente en el tiempo con respecto a las acciones. ¿Entonces qué? El empirismo, por supuesto, no puede tener una respuesta a esta pregunta.
Pero incluso aunque las acciones no puedan predecirse de una forma científica, esto no implica que una explicación histórica reconstructiva sea igual de buena que otra. Se consideraría absurdo que alguien explicara el hecho de que yo me mudara de Alemania a Estados Unidos apuntando, por ejemplo, que el maíz en Michigan, antes de mi decisión, estaba experimentando un estallido de crecimiento y que esto causó mi decisión. ¿Pero por qué no, suponiendo que el evento respecto del maíz de Michigan ocurriera antes que mi decisión? La razón es, por supuesto, que yo os diría que el maíz de Michigan no tuvo ninguna importancia para mi decisión. Y en la medida en que se sepa algo de mí, puede reconocerse que en realidad no fue por eso.
¿Pero cómo puede reconocerse esto? La respuesta es comprendiendo mis motivos e intereses, mis convicciones y aspiraciones, mis orientaciones normativas y mis percepciones concretas que ocasionaron esta acción. ¿Cómo entendemos a alguien y, además, como verificamos que nuestra comprensión es de verdad correcta? Con respecto a la primera parte de la pregunta: se entiende a alguien dedicándose a la pseudocomunicación y la interacción con él. Digo pseudo porque, evidentemente no podemos realizar una comunicación real con César para descubrir por qué cruzó el Rubicón. Pero podemos estudiar los escritos y acciones de sus contemporáneos y así tratar de entender la personalidad de César, su tiempo y su papel y posición concretos dentro de su tiempo.[11]
Con respecto a la segunda parte de la pregunta (el problema de la verificación de las explicaciones históricas) hay que admitir desde el principio que no hay un criterio claro que permita decidir cuál de dos explicaciones rivales, ambas basadas igualmente en la comprensión, es definitivamente correcta y cuál no. La historia no es una ciencia exacta en el mismo sentido en que las ciencias naturales son ciencias exactas o en el sentido muy distinto en que la economía es una ciencia exacta.
Incluso si dos historiadores están de acuerdo en su descripción de los hechos y en su evaluación de factor de influencia para una acción concreta a explicar, podrían estar aún en desacuerdo en el peso que debería asignarse a aquellos factores a la hora de producir la acción. Y no habría ninguna manera de decidir sobre el asunto de una forma completamente inequívoca.[12]
Que no se me entienda mal. Hay sin embargo algún tipo de criterio de verdad para explicaciones históricas. Es un criterio que no elimina todo posible desacuerdo entre historiadores, pero que sigue excluyendo y descalifica un amplio rango de explicaciones. El criterio es que cualquier verdadera explicación histórica debe ser de tal tipo que el actor cuyas acciones han de explicarse debe, en principio, ser capaz de verificar la explicación y los factores explicativos como los que contribuyeron a que actuara como lo hizo.[13] La expresión clave es aquí: en principio. Naturalmente César no podría verificar nuestra explicación para el cruce del Rubicón. Además, podría haber tenido en realidad fuertes razones para no verificar la explicación aunque pudiera, ya que dicha verificación podría entrar en conflicto con algunos otros objetivos que pudiera tener.
Asimismo, decir que cualquier explicación verdadera debe ser verificable por el actor en cuestión no es decir que todo actor sea siempre el mejor cualificado para ser su propio explicador. Puede ser que Einstein pueda explicar mejor que nadie por qué y cómo llegó a la teoría de la relatividad cuando lo hizo. Pero podría no ser así. En realidad, puede ser posible que un historiador de la ciencia pueda entender a Einstein y las influencias que le llevaron su descubrimiento mejor que él mismo. Y esto sería posible porque los factores influyentes o las reglas que determinaron las acciones propias podrían ser solo subconscientes.[14] O podría ser tan obvio que uno no lo apreciaría simplemente como explicación.
La siguiente analogía puede ser bastante útil para entender el curioso hecho de que otros podrían entender a una persona mejor que ella misma. Tomemos, por ejemplo, un discurso público. Por supuesto, en buena medida la persona que da el discurso puede probablemente dar razones para decir lo que dice y formular las influencias que le llevaron a ver las cosas como las ve. Probablemente pueda hacerlo mejor que nadie. Y aun así, al decir lo que dice, sigue habitual e inconscientemente reglas que difícilmente podría hacer explícitas con grandes dificultades. También sigue ciertas reglas de gramática cuando dice lo que dice. Pero bastante a menudo sería completamente incapaz de formular estas reglas aunque influyan claramente en sus acciones. El historiador que entiende las acciones de alguien mejor que la propia persona es bastante similar al gramático analizando la estructura de la oración del orador público. Ambos reconstruyen y formulan explícitamente las reglas que se siguen en realidad, pero eso no podría formularlo el propio orador o solo lo haría como extremada dificultad.[15]
El orador puede no ser capaz de formular todas las reglas que sigue y puede necesitar al historiador o gramático profesional para que le ayude. Pero es de gran importancia darse cuenta de que el criterio de verdad para la explicación del gramático sería de todas maneras la que el orador habría dado sin hubiera sido capaz (desde el principio) de verificar la corrección de la explicación después de que se hiciera explícito lo que se conocía previamente de forma implícita. Para que las explicaciones del gramático o el historiador sean correctas, el actor tendría que poder reconocer estas reglas como las que de verdad influyeron en sus acciones. Hasta aquí la lógica de la investigación histórica como investigación necesariamente reconstructiva basada en la comprensión.[16]
El argumento que establece la imposibilidad de las predicciones causales en el campo del conocimiento humano y sus acciones podría haber dejado la impresión de que si es sí, entonces predecir no puede ser más que adivinar con éxito o sin él. Sin embargo esta impresión sería tan errónea como sería erróneo pensar que alguien pueda predecir la acción humana de la misma forma en que se puede predecir las etapas de crecimiento de las manzanas. Es aquí donde entre en escena la idea única de Mises de la interrelación entre teoría económica e historia.[17]
De hecho, la razón por la que el futuro económico y social no puede considerarse como completa y absolutamente incierto no debería ser muy difícil de entender: La imposibilidad de predicciones causales en el campo de la acción se ha demostrado por medio de un argumento a priori. Y este argumento incorporaba una conocimiento verdadero a priori acerca de las acciones como tales: que no pueden concebirse como gobernadas por causas operativas invariables en el tiempo.
Así, aunque la predicción económica será de hecho siempre un arte sistemáticamente no enseñable, es al mismo tiempo verdad que todas las previsiones económicas deben considerarse como limitadas por la existencia de un conocimiento a priori de las acciones como tales.[18]
Tomemos, por ejemplo, la teoría cuantitativa del dinero, la proposición praxeológica de que si se aumenta la cantidad de dinero y se mantiene constante la demanda de dinero, entonces el poder adquisitivo del dinero caerá. Nuestro conocimiento a priori acerca de las acciones como tales nos informa de que es imposible predecir científicamente si aumentará, disminuirá y permanecerá constante la cantidad de dinero. Tampoco es posible predecir científicamente si, independientemente de lo que pase con la cantidad, la demanda de dinero en los balances de caja aumentará o disminuirá o se mantendrá igual. No podemos afirmar ser capaces de predecir esas cosas, porque no podemos predecir estados futuros de conocimiento de la gente. Y aun así esos estados influyen evidentemente en lo que ocurre con respecto a la cantidad de dinero y la demanda de dinero. Por tanto, nuestra teoría, nuestro conocimiento praxeológico incorporado en la teoría cuantitativa, tiene una utilidad bastante limitada para nuestra empresa de predecir el futuro económico.
La teoría no permitiría predecir futuros eventos económicos ni siquiera si, por ejemplo, fuera un hecho establecido que se haya expandido la cantidad de dinero. Seríamos aún incapaces de predecir lo que ocurriría con la demanda de dinero. Y aunque, por supuesto, eventos concurrentes con respecto a la demanda de dinero sí afecten a la forma de las cosas por venir (y anulan, aumentan, disminuyen, aceleran o frenan los efectos derivados de la fuente de una mayor oferta monetaria), esos cambios concurrentes no pueden, en principio, predecirse mantenerse constantes experimentalmente. Es un completo absurdo concebir del conocimiento subjetivo, cada cambio del cual tiene un impacto en las acciones, como predecible sobre la base de variables antecedentes y capaz de mantenerse constante. El mismo experimentador que quería mantener constante el conocimiento habría de presuponer de hecho que su conocimiento, concretamente su conocimiento respecto del resultado del experimento, no podría suponerse constante a lo largo del tiempo.
La teoría cuantitativa del dinero no puede por tanto generar ningún evento económico concreto, seguro o probable, sobre la base de una fórmula que emplee constantes de predicción. Sin embargo, la teoría restringiría de todas formas el rango de predicciones posiblemente correctas. Y lo haría no como una teoría empírica, sino como una teoría praxeológica, actuando como una limitación lógica en nuestra creación de predicciones.[19] Las predicciones que no estén en línea con ese conocimiento (en nuestro caso: la teoría cuantitativa) son sistemáticamente defectuosas y hacerlas lleva a aumentar sistemáticamente los errores de previsión. Esto no significa que alguien que basó sus predicciones en un razonamiento praxeológico correcto tenga que ser necesariamente un mejor previsor de futuros eventos económicos que alguien que llegó a sus predicciones mediante deliberaciones y cadenas de razonamiento con defectos lógicos. Significa que a largo plazo el previsor con formación praxeológica será mejor de media que los que no tengan esa formación.
Es posible hacer una predicción errónea a pesar del hecho de que se haya identificado correctamente el evento “aumento en la oferta monetaria” y a pesar de un correcto razonamiento praxeológico de que ese evento está por necesidad lógica conectado con el evento “caída en el poder adquisitivo del dinero”. Pues uno se podría equivocar prediciendo lo que ocurrirá al evento “demanda de dinero”. Se puede haber previsto una demanda constante de dinero, pero esta puede en realidad aumentar. Así que la inflación pronosticada podría no mostrarse como se espera. Y, por otro lado, es igualmente posible que una persona pueda hacer una previsión correcta, es decir, que no haya una caída en el poder adquisitivo, a pesar del hecho de que estar incorrectamente convencido de que un aumento en la cantidad de dinero no tuvo nada que ver con el poder adquisitivo del dinero. Pues puede ser que se produzca otro cambio concurrente (aumentó la demanda de dinero) que contrarrestara su equivocada evaluación de las causas y consecuencias y resultara accidentalmente que hiciera correcta su predicción.
Sin embargo, y esto me devuelve a mi idea de que la praxeología limita lógicamente nuestras predicciones de eventos económicos: ¿Y si suponemos que todos los previsores, incluyendo aquellos con y sin un conocimiento praxeológico sólido, están de media igual de bien equipados para anticipar otros cambios concurrentes? ¿Y si son de media iguales adivinos del futuro social y económico? Evidentemente, debemos concluir que esos previsores que hacen predicciones en reconocimiento y de acuerdo con leyes praxeológicas como la teoría cuantitativa del dinero tendrán más éxito que el grupo de previsores que ignora la praxeología.
Es imposible construir una fórmula de predicción que emplee la suposición de causas operativas invariables en el tiempo que nos permitan prever científicamente cambios en la demanda de dinero. La demanda de dinero es necesariamente dependiente de los estados futuros de conocimiento de la gente y el conocimiento futuro es impredecible. Y por tanto el conocimiento praxeológico tiene una utilidad predictiva muy limitada.[20]
Aun así, de todos los previsores que pronosticaran correctamente que tendrá lugar un cambio como el aumento en la demanda de dinero y que percibieran también correctamente que se ha producido realmente un aumento en la cantidad de dinero, solo los que conocieran la teoría cuantitativa del dinero harían una predicción correcta. Y aquellos cuyas convicciones se oponen a la praxeología necesariamente se equivocarían.
Por tanto, entender la lógica de la predicción económica y la función práctica del razonamiento praxeológico es ver los teoremas a priori de economía como actuando como limitadores lógicos sobre predicciones empíricas y como imponiendo límites lógicos en lo que puede pasar o no en el futuro.
Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.