Pausa para comer en un universo alternativo

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Al salir a comer, decidí cortarme el pelo y renovar la matrícula de mi automóvil.

Así que junté todos mis papeles y me fui enfrente al Anexo del Departamento de Peluquería y Estilismo Satélite del Condado de Lee, en el Edificio 32.b.5 y serpenteé cuidadosamente a través de del estacionamiento abarrotado y confusamente ordenado.

Eché un vistazo a todas las señales en la entrada acerca del uso de celulares (prohibido), formas aceptadas de pago, nuevas tarifas para la gente con diversos colores de pelo, nuevos formularios requeridos para distintos cortes de pelo, etc.

Había navegado el laberinto de su sitio web, actualizado por última vez en 2003, la noche pasada, asegurándome de que tenía todo lo que necesitaba y sabía cuánto debería esperar pagar: 239,17$ (suponiendo que había calculado todo bien).

Había una recepcionista malencarada en el largo mostrador gris, con una capacidad para al menos cinco recepcionistas más, así que tuve que esperar un tiempo en la cola. (No se permitían celulares, así que tuve que limitarme a mirar las baldosas del suelo beige y escuchar a Janet Napolitano decirme a través de un altavoz con amplificación llena de estática lo peligrosos que son los círculos de crimen organizado de peluquería del mercado negro: “Los peluqueros privados ilegales están relacionados con el cáncer de pulmón y el calentamiento global. Cuidado” y  “¡Si oyes tijeretazos, denúncialos!” eran lemas habituales).

Era mi turno para acercarme a la recepcionista. Esta murmuró “¿Siguiente?” con un tono impaciente, como si ella me hubiera estado esperando a mí y no al contrario. Se levantó y se fue antes de que yo pudiera decir “Buenas tardes”. Miré atrás a la gente en la cola, que se limitaron a encogerse de hombros. Un minuto después, volvió con una taza de café.

“Buenas tardes”, dije.

“Foto de identificación, Formulario 4580 de Estilo de Pelo y justificación de seguro de moda, por favor”. Su “por favor”, no sonaba muy agradable, sino áspero.

“Por supuesto. Aquí los tiene”. Le entregué mis cosas.

Voté en contra del nuevo requisito de seguro de moda universal, pero tuve que contratarlo de todas maneras.

Si por alguna razón saliera de casa con calcetines dispares, colores no coordinados, ropa vieja o un mal corte de pelo, mi aseguradora de moda compensaría a quienes vieran mi mal estilo simplemente rellenando los formularios y tomando fotos de mi falta. Yo pensaba que era algo contradictorio tener que contratar un seguro por la misma moda que el gobierno proporciona y asegura que es segura y actual. Pero bueno: ¡el pueblo ha hablado!

Mi sueño acerca de las maravillas de la democracia se vio interrumpido: “No ha especificado la longitud de su pelo”.

“Oh, lo siento. La relleno rápidamente”. Hice mentalmente la conversión de la longitud porque recordé el cartel mal escrito en la entrada que decía “TODAS LAS UNIDADES DE LONGITUD DEBEN ESTAR EN WAHLS, NO EN PULGADAS”. La conversión me resultaba fácil. Era exactamente el tipo de problema matemático difícil en Common Core.

La recepcionista recuperó el formulario y se dirigió lentamente hacia la fotocopiadora para copiar mis documentos. Volvió con un nuevo formulario para que lo rellenara: “Cita con el Peluquero Público y Exculpación de Daños Personales” (los peluqueros públicos son notablemente descuidados en su “arte”).

“¡Oh, no!… Esperaba cortarme el pelo hoy”. Miré la larga cola delante de la vacía silla del peluquero. Debía estar haciendo una pausa.

“Cerramos a las 34:67 p.m.”, suspiró al recepcionista. Olvidé que cambiaban a la hora Wahl cada primavera y verano desde que se aprobó la Ley de la Libertad de Cabello después de un intenso cabildeo de Wahl. La nueva ley también ordenaba que todos los peluqueros públicos tuvieran que usar productos Wahl.

Convertí mentalmente el tiempo a algo a lo que estaba acostumbrado y deduje que no había forma de cortarme ese día el pelo. Tomé la C.P.P.E.D.P. que la recepcionista había puesto en el mostrador.

Me dijo que había una tarifa de 5,17$ para usar el formulario para citas por adelantado. Mostré mi tarjeta de crédito y ella apuntó hacia un pequeño cartel pegado al cristal que nos separaba: “No pueden usarse tarjetas para transacciones por debajo de 5,18$. Efectivo desde el 67 de wahlario, 20f3”.

No llevaba efectivo (obtener moneda es más difícil en estos tiempos), así que me fui desanimado y sin corte de pelo. Mientras me iba, la gente que me seguía me miraba enfadada por hacer tardado tanto tiempo.

El lugar para renovar la matrícula estaba a la vuelta de al esquina, con un cartel brillante y divertido frente a la calle: “Carreteras seguras, conductores seguros”. Estacionar fue fácil. Entré y una cara sonriente me dio la bienvenida.

“¡Hola otra vez, Jonathan! ¿Has venido para renovar tus matrículas?”

“Sí. ¡Ah! Gracias por arreglar esos baches cerca de mi casa”.

La directora dio la vuelta a la esquina hasta el área de la entrada. Vestía el mismo polo amarillo claro que el chico del mostrador. Ambos tenían etiquetas con sus nombres y también sonrisas amistosas.

“Ya ves. Gracias por avisarnos. Tratamos de estar al cabo de la calle, así que clientes contentos que nos digan cómo lo hacemos es de gran ayuda”.

“¿Cuánto es este año la suscripción de carreteras?” No me preocupé por mirarlo antes, porque normalmente es bastante barata.

“15$”

Estaba sorprendido. “Vaya. ¿No fueron 25$ el año pasado?”

“Sí”, la directora suspiró, casi avergonzada por admitir que los precios fueron antes más altos, “pero hemos puesto unos pocos anuncios más en las carreteras y hemos hecho más publicidad por correo este año para conseguir pagar nuevas carreteras y mantenimiento”.

El chico del mostrador me entregó mi mueva pegatina y yo le di mi tarjeta de crédito.

“Estamos encantados de atenderle aquí en su oficina, pero si le es más cómodo la próxima vez, tenemos una app móvil y un sitio web que puede procesar su suscripción. También tenemos una opción de renovación automática con un descuento, así que asegúrese de comprobarla”.

“¿Puedo conLa directora tratarla ahora?”

“¡Claro!” Unas teclas después, ya me encaminaba hacia la puerta de salida.

La directora me abrió la puerta y dijo: “Gracias por su atención. ¡No deje de ver nuestro mapa extendido y socios en la app! Díganos si ve algún otro bache en la carretera que necesite nuestra atención. La app también tiene una función para eso”.

“Lo haré. Gracias, señorita”.

“Y recuerde: ¡Los conductores seguros usan carreteras seguras!”

Puse los ojos en blanco. El lema es cursi, pero establecieron récords el año pasado de menos accidentes y las encuestas de satisfacción de clientes les pusieron en el Top 10 de circulación en hora punta en Alabama.

Al volver al trabajo, la policía de moda me detuvo por llevar el pelo despeinado. Traté de explicarles que acababa de ir a cortármelo, pero el departamento satélite estaba ocupado. Al policía no le importó.

La multa era más de lo que habría pagado por mi corte de pelo subvencionado públicamente, pero no quería quejarme porque había visto todas las noticias recientes acerca de gente brutalmente atacada durante encuentros con policías de la moda.


Publicado originalmente el 9 de mayo de 2015. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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