Por qué Larry Summers no entiende la desigualdad económica

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Una buena parte del debate sobre la desigualdad se centra hoy en torno a lo que Milton Friedman identificaba como “la tendencia a asumir que hay un pastel fijo, que una parte solo puede ganar a costa de otra”. Esta es una falacia con la que está familiarizado cualquier estudiante de economía, pero puede que el hombre corriente no los esté: la falacia del pastel fijo. La falacia del pastel fijo es sinónimo de la falacia de la suma cero en economía: el que el beneficio de alguien llega a costa de otro. En otras palabras, si una persona gana un dólar, algún otro pierde por valor de un dólar. Sabemos que la lógica tras la falacia es defectuosa porque, si fuera verdad, no tendría lugar ninguna transacción. La gente no está tan desinformada como para mantenerse ciega a resultar ser el perdedor en la mitad de las transacciones en las que participan.

Bueno, quizá haya hablado demasiado pronto al decir que solo el hombre corriente no estaría familiarizado con esta falacia. Interviniendo en el debate de la desigualdad de rentas en un artículo en el Financial Times, el expresidente de Harvard, Larry Summers, trataba de cuantificar cuánto mejor estaría la mayoría de los estadounidenses no la desigualdad se hubiera mantenido a los niveles de 1979. “Si EEUU tuviera la misma distribución de rentas que tenía en 1979, el 80% inferior de la población tendría 1 billón de dólares (11$ por familia) más. El 1% superior 1 billón de dólares (750.000$ por familia) menos”, escribe Summers.

Quoctrung Bui, de NPR, informaba acerca del argumento de Summers y lo detallaba aún más, estimando los beneficios por quintil de renta. Bajo la distribución de rentas de 1979, el 20% inferior estaría ganado 3.282$ más, el siguiente 20%, 6.928$ más, el 20% intermedio, 8.752$ más y el 19% superior (por debajo del 1% máximo) estaría ganando 17.311$ más. Esto solo deja al demonizado 1%, que estaría ganado 824.844$ menos.

Bui era lo suficientemente honrado intelectualmente en su informe del argumento de Summers como para incluir este comentario: “Por supuesto, esto es una ejercicio puramente teórico. Combina dos mundos diferentes: una economía tan grande como la actual, pero con los niveles de desigualdad de 1979. Algunos economistas argumentarían que esto no podría ocurrir nunca, porque el crecimiento económico está impulsado por fuerzas, como la globalización y el cambio tecnológico que también han impulsado la desigualdad”. Una respuesta que debe responderse es si el pastel económico sería o no menor, del mismo tamaño o mayor si la desigualdad no hubiera aumentado en la misma medida desde finales de la década de 1970. El consenso entre los países ricos es la última opción: que la desigualdad, contrariamente a la creencia popular, en realidad promueve el crecimiento. Citando al economista de Harvard, Robert Barro en el Journal of Economic Growth: “una mayor desigualdad tiende a retrasar el crecimiento en países pobres y a estimular el crecimiento en lugares más ricos”. Incluso Jared Bernstein, en un informe para el progresista Center for American Progress, decía que: “no hay pruebas concretas suficientes para concluir inequívocamente que la desigualdad haya frenado el crecimiento”.

Como sabemos que aumentar la desigualdad ha promovido el crecimiento por encima de lo que hubiera pasado en caso contrario, no podemos simplemente ver la producción económica actual e imaginar cuánto estaría ganando cada quintil si la distribución de rentas permaneciera a sus niveles de 1979. Un buen ejercicio sería comparar los niveles actuales de producción y distribución de ganancias frente a lo contrafactual: una economía más pequeña con los niveles de distribución de 1979.

En un debate reciente realizado por Intelligence Squared U.S., Scott Winship, de la Brookings Institution, hizo lo que acabo de indicar. En sus comentarios iniciales argumentaba:

Así que, esencialmente, si agrandas lo suficiente el pastel, lo suficiente el pastel económico, entonces las clases pobres y medias en realidad pueden conseguir más pastel, aunque sus porciones sean más delgadas.

Si se afirma que en ausencia de un crecimiento de la desigualdad, la clase media habría tenido miles de dólares más de los que tuvo, como se oye a veces, hay un par de suposiciones realmente grandes escondidas tras ello. Una es que si hubiésemos limitado las rentas en lo más alto, el pastel económico habría sido igual de grande de lo que era. La segunda suposición es que si hubiésemos limitado esas rentas, entonces esencialmente los ingresos se habrían distribuido por igual en toda la población. Ahora, en la actualidad, si consiguiésemos de alguna manera limitar las rentas del 1% superior, lo que ocurriría probablemente es que estaríamos trasladando las rentas a trabajadores del conocimiento y profesionales que están en lo más alto de la clase media  o en resto del 10% superior.

Para ver lo importante que son estas suposiciones, consideremos un resultado posible si hubiésemos mantenido con éxito la porción de renta del 1% en 2007 en su nivel de 1979, ¿de acuerdo? Así que supongamos, por ejemplo, que se hubiera reducido el crecimiento económico, no en mucho, digamos, un 8%. Y supongamos que el 20% medio, en lugar de recibir el 20% de los ingresos mediante esta redistribución, obtuviera el 13% de los ingresos. Bueno, he hecho las matemáticas y lo que resulta de esto es que en este escenario la clase media en realidad no estaría mejor por haber limitado los aumentos en lo más alto.

Así que, cuando tenemos en cuenta los efectos que tiene la desigualdad sobre el crecimiento económico dentro de la ecuación, el ejercicio puramente teórico de Summers se convierte en justamente eso: un ejercicio puramente teórico. Lo quintiles en distintos niveles de distribución de renta no estarían miles de dólares mejor si la desigualdad hubiera permanecido igual que era en 1979 durante los pasados treinta años, porque la economía no habría crecido en la misma cantidad. Ni siquiera sabemos si hubieran mejorado en absoluto. La falacia del pastel fijo puede ser buena en política, pero no tiene lugar en el análisis económico.


Publicado originalmente el 5 de mayo de 2015. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.