Autodeterminación y secesión

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puzzle2El impulso secesionista no parece desaparecer en Europa. Este mes, el Wall Street Journal informaba de que el último impulso de secesión viene de Cerdeña. Los líderes del movimiento proponen que la isla, solo parte de Italia desde la década de 1860, se una en su lugar a Suiza.

Los sardos tienen un largo camino que recorrer para convencer a los suizos para que les acepten como nuevo cantón helvético (sin embargo, los sardos tienen costa que ofrecer), pero todo el caso ilustra de nuevo que las fronteras nacionales dibujadas en el mapa durante los últimos dos siglos están empezando a perder su utilidad.

¿Qué es la autodeterminación?

Igual que pasa con venecianos, escoceses y catalanes, el asunto de la secesión o anexión de Cerdeña implica varios referéndums y debates sobre la “autodeterminación”. Y en este caso, como en la mayoría de los casos similares, queda el problema de determinar cómo se puede moralmente cambiar las afiliaciones estatales sin generar una guerra o acusaciones de abuso de los derechos humanos. Los europeos no lo expresan así, pero cuando discuten la necesidad de plebiscitos y “democracia”, esto es lo que quieren decir.

Indudablemente, este problema no era ajeno en absoluto a los liberales de laissez faire del siglo XIX, incluyendo a Ludwig von Mises, que escribía: “Ningún pueblo ni parte de un pueblo puede mantenerse contra su voluntad en una asociación política que no quiere”. Mises continuaba defendiendo “el derecho de los habitantes de todos los territorios a decidir sobre el estado al que quieren pertenecer”.

Murray Rothbard explicaba con más detalle la postura de Mises:

El derecho de autodeterminación con respecto a la cuestión de la membresía de un estado significa por tanto: cuando los habitantes de un territorio concreto, ya sea una sola villa, todo un distrito o un serie de distritos adyacentes hace que se sepa, mediante un plebiscito llevado a cabo en libertad, que ya no quieren permanecer unidos al estado al que pertenecía en ese momento, pero sino que prefieren formar un estado independiente o unirse a algún otro estado, hay que respetar y cumplir sus deseos. Es la única manera viable y efectiva de impedir revoluciones y guerras civiles e internacionales.

A un nivel puramente técnico, es fácil imaginar este tipo de proceso plebiscitario territorial. Sin embargo, el problema que queda en estos casos es qué hacer con las minorías que se oponen a la secesión o anexión a otros estados. Esto es lo que indican los nacionalistas que se oponen a la secesión por parte de Cataluña, por ejemplo. Los nacionalistas afirman que incluso si una mayoría prefiriera la independencia, las minorías dentro de la propia Cataluña se verían sin derechos debido a la secesión.

La solución de los nacionalistas en este caso es por tanto dejar sin derechos a la mayoría. Pero esta “solución” no es más que una apelación al gobierno central para “resolver” unilateralmente el problema por medio de la fuerza. Por el contrario, la solución adecuada no reside en la centralización sino en romper más el tamaño de cada territorio en piezas menores para reflejar las realidades demográficas y las poblaciones minoritarias (que raramente están dispersas por igual) dentro de las propias regiones.

¿Esto no lleva al anarquismo?

Pero si cualquier comunidad, no importa lo pequeña que sea, puede simplemente romper y unirse a otro estado o permanecer independiente, ¿qué puede impedir a familias de un solo miembro hacer esto?

Rothbard planteó la misma pregunta y eso nos retrotrae a los comentarios de Mises sobre autodeterminación. Mises escribe:

Si hubiera alguna manera posible de conceder este derecho de autodeterminación a cada persona individual, tendría que hacerse. Esto solo es impracticable debido a convincentes consideraciones técnicas, que hacen necesario que el derecho de autodeterminación se restrinja a la voluntad de la mayoría de habitantes en áreas lo suficientemente grandes como para considerarse unidades territoriales en la administración del país.

En otras palabras, el anarquismo es teóricamente justificable, aun técnicamente problemático. Mises sin duda tiene razón aquí, ya que hay economías de escala tanto en defensa militar como civil. Es discutible si la consideración técnica (desde la perspectiva del estado) puede o no superarse sin embargo con innovaciones técnicas.  La administración burocrática (ya sea pública o privada) puede hacer necesario cierto tamaño mínimo de departamentos y unidades territoriales en tiempos de Mises, pero no está claro que esos problemas sean hoy insuperables, dada la descentralización y las capacidades de red de la tecnología administrativa y de comunicaciones moderna.

Sin embargo, desde un punto de vista sociológico y económico, la preocupación de Mises acerca de la existencia de un “suelo” en la práctica en el grado en que pueden dividirse los estados parece ser útil. Después de todo, no puede negarse que a la gente le gusta reunirse en grupos para diversos fines no militados a los militares y económicos. Los megaestados del mundo moderno se mantienen juntos por coacción, pero ciudades, pueblos y comunidades son fenómenos que se producen naturalmente y son anteriores a los estados.

Además, igual que renuncio a la libertad de hablar alto o ajustar el volumen cuando veo una película en un cine en lugar de en mi casa, prácticamente todos (incluso en un sistema de secesión teóricamente ilimitada) tendrían que renunciar al menos a alguna de sus prerrogativas personales para unirse a la municipalidad, liga o asociación que pueda proporcionar servicios legales y de defensa. Al mismo tiempo, las personas tendrían cuidado de mantener la mayoría del poder a nivel local, ya que aún pueden ejercer influencia sobre gobiernos localizados. (Esto no pasa en un estado enorme como Estados Unidos, en el que una persona que no sea un multimillonario no tiene prácticamente influencia sobre nada de lo que haga el gobierno).

Pero esto plantea una nueva pregunta. Si el pueblo “elige” renunciar a ciertas prerrogativas para unirse a otras ciudades y pueblos, ¿no es esto verdad para todos los estados? ¿No ha elegido “voluntariamente la gente ser parte de Rusia o parte de Estados Unidos? La respuesta es aquí “no”, porque sin una capacidad razonable de tomar decisiones (o proporcionar una nueva alternativa a través de la secesión), no se ha tomado ninguna decisión verdaderamente voluntaria.

Una escala descendente desde el gobierno mundial a las inexistencia de estados

Como he señalado aquí, los estados  erigen barreras legales y prácticas para extender sus poderes de monopolio sobre un área amplia y sobre muchas facetas de la vida para disminuir alternativas y opciones. Igualmente, los estados en general prohíben la creación de nuevos estados, para reforzar sus monopolios.

Así que el grado en que uno se ve sometido un gobierno civil se mueve a lo largo de una escala descendente. En un extremo de la escala está un megaestado mundial en la que no hay alternativa posible. En el otro extremo de la escala está una sociedad enteramente sin estado. La mayor parte de (si no toda) la historia humana se ha caracterizado por gobiernos civiles que caen en algún punto intermedio. Algunos gobiernos civiles son muy grandes y muy coactivos. Es decir, son estados quintaesenciales. Algunos gobiernos son muy pequeños y muy descentralizados y se parecen mucho menos a los estados. Estos últimos gobiernos deben competir por ciudadanos y capital con numerosas opciones cercanas.

Naturalmente, un mundo con menos estados y muy centralizados ofrece menos opciones, lo que a su vez significa menos opciones para personas, ciudades, pueblos y comunidades.

A pesar de esto, a veces nos topamos con el extraño argumento de que la secesión es mala porque “crea un nuevo estado”. Pero igual que los consumidores de pizza se benefician cuando Pizza Hut abre un nuevo restaurante en la calle para competir con Domino’s Pizza, los consumidores de servicios de defensa y sistemas legales se benefician cuando hay disponible un nuevo competidor en la cercanía de sus estados. Si Domino’s Pizza consiguiera usar fuerza para impedir que cualquier otra cadena de pizza abra en el pueblo, eso está claro que sería algo malo. Igualmente, cuando un estado usa la fuerza para impedir la creación de un nuevo estado o impedir que una región pase de un estado a otro, podemos ver que es indeseable porque limita las alternativas, la libertad, la innovación y todas las cosas buenas que asociamos con una falta de poder de monopolio.

¿Puede moralmente Cerdeña independizarse entonces?

En el improbable caso de que Suiza declarara que le encantaría que Cerdeña entrara en la Confederación, los unionistas italianos seguirían oponiéndose a la secesión por motivos legales y sentimentales. También afirmarían que Cerdeña no puede independizarse porque algunos sardos quieren seguir siendo parte de Italia. Si una mayoría de sardos realmente quisiera independizarse sin embargo, entonces los unionistas están realizando una afirmación arbitraria de que la mayoría de los sardos deberían verse obligados a permanecer en Italia porque eso dicen algunos sardos. Y, por supuesto, el poder del estado italiano también pendería como amenaza constante sobre las cabezas de los secesionistas.

La respuesta a este acertijo no es sencillamente aceptar el argumento de que el poder crea el derecho, por supuesto. La respuesta es hacer que la propia Cerdeña se divida. Si la gente del norte de Cerdeña quiere independizarse y la gente del sur de Cerdeña no, nuestro problema se ha solucionado. Incluso después de que se produjera esta división, sin duda habría minorías incómodas, pero con cada reducción del tamaño del territorio en cuestión, aumenta la cantidad de alternativas para los que están en la desafortunada minoría. Mudarse del sur de Cerdeña al norte de Cerdeña (para escapar de los secesionistas) es mucho menos perjudicial para la vida propia que mudarse de Cerdeña a la Italia continental para el mismo fin.

No hay un método perfecto y limpio de dividir estados-nación, pero como nos pueden decir estadounidenses, irlandeses, chechenos y muchos otros, la intervención estatal para impedir la secesión es a menudo la opción más sangrienta y complicada de todas.


Publicado originalmente el 27 de junio de 2015. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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