El auge de las máquinas que amenazan el empleo es una idea ignorante que rechaza morir. Probablemente estemos en sus primeras etapas, un mercado al alza de neoludismo, si queréis. La “Petición de los fabricantes de velas” de Bastiat respondió a esto hace mucho tiempo, pero hoy haré un pequeño experimento mental que debe todo al buen y viejo Bastiat.
Supongamos que Weird Al Yankovich inventa una máquina capaz de hacer todo pulsando un botón. Lo primero que hace es crear una serie de máquinas y venderlas al peso. Weird Al es ahora multimillonario y hay miles de máquinas hace-todo.
La difusión de la nueva tecnología de Weird Al reproduce el proceso de mercado, donde esta se extiende en proporción a su utilidad. Si esto os genera dudas, por ejemplo, debido a las patentes, comprobad la experiencia de Brasil con respecto a las medicinas del SIDA, donde prescindieron de ellas por razones humanitarias.
La máquina de Weird Al se fabricaría en masa, como mínimo en Brasil. O en China. O en Mozambique.
Así que, de una forma u otra, tenemos un montón de máquinas hace-todo.
¿Qué pasa con los trabajos? Estamos obteniendo ahora todo casi gratis. Así que desparecen todos los trabajos de producción. Sigue habiendo muchos trabajos, por supuesto (cuidar niños, jardineros, músicos). Pero todos los trabajos de producción han desaparecido, algo así como el 20% de los trabajos, quizá hasta el 50% si se incluye el reemplazo repercutido de gente por capital (conductores de camión, camareros robot). Bueno, volvámonos locos y digamos que el 90% de los trabajos desaparecieron. Nadie tiene un trabajo fuera de las guarderías y la actuación en un escenario. Es el fin del mundo, ¿no?
Bueno, la clave es que, ahora que todo se hace pulsando un botón, todo es extremadamente barato. Por ejemplo, una casa de dieciséis dormitorios o un Lamborghini no cuestan prácticamente nada. Digamos que ahora cuestan diez centavos.
El gasto principal en un mundo así probablemente sea el espacio superficial. Para estacionar todos esos automóviles a euro la docena. Tomará sin embargo un tiempo quedarse sin espacio (dividid el mundo entre las personas y tendréis aproximadamente veinte acres, u ocho hectáreas, para una familia de cuatro, unas 100 parcelas grandes en un suburbio. Añadid los océanos (islas flotantes, que no cuestan nada, recordadlo) y eso se triplica. Acabaríamos con el equivalente al espacio de 300 viviendas por familia.
¿Qué pasa con esa gente desempleada? Bueno, cuando una casa o la comida de un año cuesten diez centavos, estarán dispuestos a trabajar por muy poco dinero. Trabajaríamos por un centavo al día. Después de todo, eso es una casa nueva o la comida de un año cada dos semanas.
¿Quién contrataría a esos trabajadores por un penique? Mucha gente. Caramba, si los trabajadores costaran un centavo diario, yo contrataría a varios para cada uno de mis hijos. Solo para que los niños no se aburran. Contrataría a otros para cocinar, uno para limpiar, uno para recados. Uno para atender mi correo. Uno para que mire Facebook por mí. A un centavo el día, personalmente contrataría a 100 personas fácilmente. Vosotros también deberíais: un dólar diario no es nada.
Así que el resto del 10% de los trabajadores que no perdieron sus empleos (cuidadores de niños, camareros, músicos) querría 100 trabajadores cada uno. Incluso a un centavo, los contratarían a todos y estarían pagando una tarifa desmesurada: ¡un décimo de casa por día! Es una tarifa diaria de 15.000$ en términos actuales.
Ahora bien, los que mantuvieran sus empleos verían, por supuesto, bajar sus salarios. Un camarero que ganara 12$ la hora en los viejos tiempos tendría que competir con hordas de trabajadores desempleados. Quizá su salario bajaría también a un centavo. Pero, recordemos, un centavo compra ahora cosas por valor de 15.000$.
Cuando se disipe el humo, la mayoría de la gente tendría unos salarios extremadamente bajos: un centavo diario. Y el salario extremadamente bajo valdría una enorme cantidad: 15.000$ diarios, lo que implica una renta anual de varios millones de dólares en valores actuales. Algunos pocos afortunados ganarían un dólar diario, probablemente la gente que es buena en cosas que las máquinas no pueden hacer: espectáculo, cuidado de niños, ser un buen oyente, rasguear la guitarra en el asilo y reírse de los chistes. Por un dólar diario, esta élite super-rica que tiene habilidades humanas excelentes (como hacernos reír) serían multimillonarios en valores actuales.
En todo caso, no habría nada que consideremos ni siquiera remotamente como “pobreza”. Es verdad que habría desigualdad, pero sería del tipo: “Sarah tiene 200 Lamborghini y yo solo 40”.
El resultado es que los salarios se desploman, pero los costes de producción se desploman aún más. Por supuesto, todo esto se basa en la ridícula máquina de Weird Al. ¿Por qué hago esto? Para ilustrar el escenario peor absoluto, cuando las máquinas hacen todo por casi nada.
¿Qué pasaría si fuéramos un paso más adelante, con la máquina destruyendo todos los trabajos en todo el mundo?: Hace que todo sea gratis e incluso mantiene entretenida a la gente y hace que las notas sigan llegando al asilo.
Bueno, ya tenemos un caso de estudio ahí: el sol. No da calor y mangos gratis. ¿Y cómo respondemos? Nos sentamos a disfrutarlo. Así que una máquina que realmente reemplace todos los trabajos sencillamente significaría que nadie trabaje más: la vida sería algo intermedio entre una fiesta sin fin y un agradable paso sin fin en el bosque seguido por una buena hoguera con amigos y chardonnay.
Todos seríamos muy afortunados si las máquinas realmente tomaran todos los trabajos.
Publicado originalmente el 11 de junio de 2015. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.